Núm. 14 (2022)

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Han pasado ya más de dos años desde que se reportó el primer caso confirmado en el mundo de síndrome respiratorio agudo severo causado por un tipo de coronavirus, el sars-CoV-2. La enfermedad, que desde entonces se extendió por todo el mundo, ha generado un gran reto para la ciencia, que aún no ha tenido el
suficiente alcance para contrarrestar los efectos del virus de manera eficiente.

Al respecto, como ya mucho se ha escrito, la pandemia ha evidenciado la desigualdad que ha prevalecido en el mundo desde hace mucho tiempo. Es a la gente que vive en condiciones de precariedad económica, que tiene menos oportunidades de movilidad social, que carece de acceso a servicios como la atención médica, entre muchos otros aspectos, a quienes más afectan este tipo de coyunturas.

Recientemente, se ha visto que el mundo vive un nuevo estado de incertidumbre no solo debido a una probable cuarta ola de contagios en el marco de la pandemia por covid-19, sino porque ha habido una serie de mutaciones en el virus, que no se esperaban en un tiempo tan corto, y han dado origen a la variante ómicron. Esto ha generado, a la par de una preocupación entre científicos, organismos internacionales y la población mundial, una serie de críticas hacia los gobiernos de los Estados económicamente más poderosos por ser África —el continente con mayores índices de pobreza en el mundo— donde surge esta variante y donde menos apoyo ha habido con vacunas y atención médica.

Publicado: 2022-03-19

Editorial

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