Revista del Centro de Investigación de la Unviersidad La Salle
Vol. 12, No. 45, enero-junio, 2016: 91-106
DOI: 10.26457/recein.v12i45.824
Carlos Adrián BRITO-TINAJERO1, Leonor Guadalupe DELGADILLO-GUZMÁN2, Angela NIEVAR3
1Universidad Autónoma del Estado de México (México)
2Universidad Autónoma del Estado de México (México)
3University of North of Texas (EE.UU.)
Correspondance author: cbritot509@alumno.uaemex.mx
Received: : agosto de 2015 | Accepted: abril de 2016 |
Copyright © 2017 "Carlos Adrián BRITO-TINAJERO, Leonor Guadalupe DELGADILLO-GUZMÁN & Angela NIEVAR" This is an open access article distributed under the Creative Commons Attribution License, which permits unrestricted use, distribution, and reproduction in any medium, provided the original work is properly cited.
This research comes as a by-product of the research agreement UNT-UAEMEX5 aiming to explain the relationship between intimate Domestic Violence and Parental Stress in Mexican women through the application of scales, Tactics Conflict Scale and Parental Stress Scale to 319 mothers or female caregivers of children within the first three years of primary public education in the State of Mexico. It was found positively correlated Domestic Violence and Parental Stress significantly between factors of each scale (p < 0.01 y p < 0.00). The 89.34% of the participants reported having experienced at least one episode of Dating Violence and moderately low scores of Parental Stress.
Keywords: Violence, Partner, Parental Stress, Gender, Mothers
Esta investigación surge como sub-producto del convenio de investigación UNTUAEMéx4 ; con el objetivo de explicar la relación que existe entre la violencia de pareja y el estrés parental en mujeres mexicanas a través de las escalas: Escala de Tácticas de conflicto y Escala de estrés parental a 319 madres o mujeres encargadas del cuidado de los niños(as) dentro de los tres primeros años de primaria en educación pública del Estado de México. Se encontró positivamente correlacionada la Violencia de Pareja y el Estrés Parental de manera significativa en todos los factores de ambas escalas (p < 0.01 y p < 0.00). El 89.34% de las participantes reportó haber sufrido al menos un episodio de Violencia de Pareja e índices moderadamente bajos de Estrés Parental.
Palabras clave: Violencia, Pareja, Estrés Parental, Género, Madres.
El campo científico en torno a las organizaciones es relativamente reciente. El fenómeno de violencia de pareja (de aquí en adelante VP) continúa siendo un fenómeno de gran amplitud considerado como tabú social y cultural en México, lo que lleva en un gran número de casos a formar parte de la cotidianidad de las personas y sus relaciones; así como, de las institucionales, la sociedad y la misma cultura, originando una percepción “normal” ante las expresiones de éste fenómeno, incluso a ser invisible para quien es violentado directamente (Agoff, Rajsbaum y Herrera, 2006).
Lo anterior conduce a una difusa visión del fenómeno por parte de la sociedad, donde en un gran número de casos, la gente naturaliza e incluye en sus usos y costumbres a las ideas y conductas que definen a la VP, por lo que resulta idóneo partir de una definición concreta sobre la VP. La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2002) y el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2012) se refieren a ella como el conjunto de conductas agresivas intencionadas sobre la pareja, ya sea de manera directa o indirecta y de forma psicológica o física.
Delgadillo (2006) sustenta a través de diversas investigaciones y datos estadísticos que la VP es la suma de comportamientos, ideas y sentimientos dirigidos a la pareja con la intención de controlar, sometiendo a la víctima a la voluntad del violentador -generalmente del género masculino-, trayendo consigo repercusiones inmediatas y a largo plazo sobre quien recibe la agresión -comúnmente del género femenino-, llegando a ser un problema de salud pública y con repercusiones severas e incluso letales. Lo paradójico del tema es que se trata de un fenómeno bastante estudiado, sin embargo, con mucho terreno por explorar.
En este sentido Burgos, Canaval, Tobo, Bernal de Phelis, y Humphreys (2012) hacen hincapié en la importancia de realizar estudios con mayor profundidad y extensión sobre las características de la VP, principalmente por la afección a la víctima, quien puede presentar efectos negativos directos y secundarios que repercuten en la autonomía de la persona, tales como incapacidades médicas, deterioro de las condiciones físicas y psicológicas.
En la dinámica de la VP, el victimario ejerce control utilizando la desvalorización, la intimidación, la indiferencia de forma deliberada, repetitiva y prolongada ya sea física, psicológica, emocional, sexual y económica; gran parte de esta violencia carece de evidencia porque se produce a través de actos simbólicos que pueden alterar la salud física, y psicológica de la víctima (OMS, 2002), constituyendo lo que se conoce como “violencia invisible”. Junto con esto puede darse el caso de una falta de conocimientos sobre la violencia que se está sufriendo, produciendo en consecuencia percepciones distorsionadas que favorecen su tolerancia.
Para el caso de México existen diferentes problemas al abordar la VP; por ejemplo, la justicia penal actúa después de que los eventos ocurrieron, dejando en segundo plano la búsqueda y aplicación de sistemas preventivos de actos delictivos por atender casos donde la situación ya acontecida cumpla con cierto nivel de riesgo para la pareja (OMS y Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, 2011). Manteniendo como práctica legal el abordar los problemas de violencia en sus manifestaciones radicales, sin atender sus causas o evitar su progresión, o bien, incidir en su prevención.
Castro y Casique (2006) realizaron un análisis de contraste de las cuatro principales encuestas de gran escala que manejan aspectos relacionados a la VP realizadas por Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) en México: La Encuesta Nacional de Salud Reproductiva del Instituto Mexicano del Seguro Social (ENSARE, 1998) la Encuesta Nacional de Salud Reproductiva de la Secretaría de Salud (ENSAR, 2003), la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres (ENVIM, 2003) y la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH, 2003); las primeras dos contemplan aspectos sobre la salud reproductiva e incluyen un módulo sobre preguntas de violencia de pareja, y las dos últimas tuvieron como principal objetivo la predicción de la violencia en pareja.
En el análisis expuesto, se destaca la necesidad de establecer la homologación de su elaboración para mejorar la exploración de resultados. En virtud de advertirse una incongruencia entre ellos, sirviendo más para uso descriptivo de las características sociodemográficas que de los fenómenos estudiados, principalmente sobre la violencia, emergiendo una creciente necesidad de elaborar procesos claros para el análisis poblacional en situaciones de violencia, lo que acusa la necesidad de realizar estudios que mantengan criterios adecuados de validez y confiabilidad.
Gonzáles y Mercedes (2012) resumen una serie de investigaciones que muestran los principales factores de riesgo para las víctimas de VP: el género, las mujeres presentan mayor riesgo de ser víctimas; las personas pertenecientes a las clases socioeconómicas bajas son las que corren mayor riesgo de sufrir la violencia; historial de abuso, los hijos(as) que observan la VP de sus progenitores, o bien, progenitores que anteriormente fueron víctimas y como predictores para ser violentadores, se encuentran: abuso de sustancias, problemas de salud mental y comportamientos sexuales riesgosos; y finalmente, considerando las muestras hispanas en Estados Unidos, la inmigración y aculturación, resultan ser indicadores a considerar.
Se puede observar que la VP no se presenta de manera aislada. En caso que existan hijos(as) en la relación, se ven involucrados dentro de los conflictos originados en el seno de la pareja, convirtiéndose en un problema de violencia familiar, sometiendo a los menores de manera descuidada a presenciar cómo se desata la violencia, o directamente violentarlos física, emocional y psicológicamente, comprometiendo el buen desempeño parental (Casique, 2006).
A este respecto, existen aproximaciones hacia el fenómeno de la VP y su implicación con las percepciones de los progenitores en su función materna y paterna (Delgadillo, 2006). De la misma manera, se han creado programas de prevención de violencia doméstica, como el programa de Gómez, Cifuentes y Ortún (2012), en el que señalan la importancia de tratar los problemas de VP desde la familia. Hacerlo de este modo, disminuye situaciones violentas entre progenitores frente a los menores. Derivado de lo expuesto, se torna necesario estudiar en México la relación entre la violencia de pareja y el estrés parental.
En este sentido, Cabrera, Gonzáles y Guevara (2012, p. 244) analizan diversos autores (Hughes y HuthBocks, 2007; Burke y Abidin, 1980; Henao, 2006; Loyd y Abidin ,1985) definiendo al Estrés Parental (de aquí en adelante EP) como “aquellos sentimientos negativos y la angustia que se siente al interior de sí mismo (perspectiva parental) y en lo relacionado con la crianza de los hijos en el contexto de la parentalidad”. El estrés de la crianza se refiere al nivel de competencia de los padres para el cuidado de los hijos y la percepción sobre su temperamento y comportamiento”, es decir, se desarrolla como consecuencia de las percepciones negativas de los progenitores hacia su desempeño de padre o madre, ya sea a través de la autoevaluación, la de sus hijos(as) o la de terceros. Por lo tanto, el estrés de los progenitores mantiene relación sobre diferentes factores en su desempeño en la relación del padre o madre con sus hijos(as), siendo un error considerar al EP como una consecuencia directa del comportamiento de los hijos.
Pérez, Pérez, Montealegre y Perea (2012) indican que otro aspecto importante es la carga del cuidado de los hijos(as) sobre alguno de los progenitores, las madres presentan mayores índices de estrés parental, principalmente debido a que se les otorga una mayor responsabilidad sobre el cuidado de los hijos(as), responsabilidad que es impuesta, ya sea, por terceros, por sí mismas u otras eventualidades, aumentando estos índices en la sociedad occidental donde generalmente las madres se identifican con un modelo de crianza; mientras los hombres con un modelo de sostén económico.
Vera y Peña (2005) sugirieron la importancia de los procesos vivenciales en el ámbito socio-afectivo de los progenitores como clave fundamental al momento de ejercer su rol como padre o madre encontrando la existencia de niveles más elevados de EP en función de las relaciones establecidas con terceros, en la manera en que como progenitores se relacionan con sus hijos, en la aprobación y reconocimiento que reciben sobre su desempeño parental.
Con base en lo anterior queda revelada la importancia de considerar al fenómeno del estrés parental como un problema multidimensional, existiendo características dependientes a las percepciones paternas, como lo son el apoyo social, el comportamiento de los menores y algunas otras eventualidades. La aportación de los estudios mencionados es importante, porque muestran el impacto de la dinámica familiar, la calidad de la relación de pareja, el comportamiento y nivel escolar de los menores, sin embargo, en lo general, no ofrecen una visión clara sobre la asociación entre la violencia de pareja y el estrés parental en México.
En este orden de ideas es necesario abrir otras líneas de estudio tal y como proponen Orozco, Delgadillo y González (2013) sobre la autoeficacia materna y violencia de pareja en mujeres mexicanas inmigrantes, exponiendo la necesidad de realizar estudios de mayor alcance en la compleja relación que existe entre ambos fenómenos, tal y como es el objetivo de la presente, buscando analizar a través de dos instrumentos ampliamente utilizados para ambos fenómenos: la escala Conflict Tactics Scale 2 (CTS-2; Straus, Hamby, Boney-McCoy, Sugarman, 1996) y Parenting Stress Index-Short Form (PSI-SF; Solis y Abidin, 1991) a través de una análisis inferencial.
Otro eje del presente estudio es la profundización desde la perspectiva de las mujeres, tanto en sus relaciones de pareja, como de las conductas de los menores a su cuidado. Este eje se considera principalmente por la diversa literatura especializada que los presentan como grupos vulnerables a ser víctimas, directas o indirectas, de la violencia de pareja (Doubova, Pámanes, Billings y Torres, 2007; Casique, 2006; González y Fernández, 2010; González y Mercedes, 2012; Ortega, Mudgal, Flores, Rivera, Díaz y Salmerón, 2007; Valdez y Ruiz, 2009). Así también, las mujeres son más vulnerables a sufrir estrés parental, independientemente de sus condiciones laborales (Pérez, Lorence y Menénez, 2010), los problemas de conducta de los hijos(as) en su crianza y estimulación (Pérez, Rodríguez, Montealegre, Pérez, Perea, Velasco y Botella, 2011; Pérez, Pérez, Montealegre y Perea, 2012; Vera y Peña, 2005). Es a través de esto que el estudio considera a las mujeres como un grupo representativo para conocer las características de la VP en relación al EP; así mismo, como la continuación de los estudios fundamentales en el proyecto “Efectos de la violencia de pareja en el desarrollo infantil y la maternidad: Un estudio comparativo entre madres mexicanas y madres hispanas en los Estados Unidos”, del cual, la presente es un sub-producto.
A partir de la literatura presentada con anterioridad se desprenden las siguientes hipótesis:
Identificar si existen relaciones entre la violencia de pareja y el estrés parental.
Se trabajó con muestra no probabilística, solicitando la participación de madres o mujeres encargadas del cuidado inmediato de las niñas(os) de primer, segundo y tercer año de primaria. La muestra estuvo conformada por 135 mujeres (42.3%) viviendo en el municipio de Toluca y el resto (57.7%) radicando en el municipio de Xonacatlán, ambos en el Estado de México. Para su participación se consideró una edad mínima 18 años cumplidos y tener hijos inscritos en alguno de los primeros tres grados de escuela primaria.
Las mujeres participantes estaban entre 18 y 66 años (M = 32.66, DE = 6.09) principalmente madres biológicas (92.8%), y las restantes (5.6%): madres adoptivas (0.9%), madrastras (0.3%) y abuelas (4.4%) que han tenido de 1 a 8 hijos (M = 2.85, DE = 1.12) en hogares con familias de 1 a 13 integrantes (M = 5.35, DE = 2.26) y con duración de la relación de pareja de 1 a 36 años (M = 11.38, DE = 5.50), distribuyéndose; por escolaridad: .9% sin estudios, 21.9% con primaria 66.1% con secundaria, 7.8% con preparatoria y 1.6% con licenciatura; y por estado civil: 75.9% son casadas, 16.9% en unión libre, 5.6% divorciadas o separadas y .9% viudas.
Con respecto a los niños, 149 son hombres y 170 son mujeres con edades entre 5 y 11 años (M = 7.35, DE = 1.07) en los primeros tres años de primaria distribuyéndose: 131 de primer año (41.1%), 104 de segundo año (32.6%) y 84 de tercer año (26.3%) y por grupo étnico: 268 mexicanos y 16 otomíes. Finalmente sobre los padres un 23% con primaria, 46.4% con secundaria, 16.9% con preparatoria y 5% con licenciatura o posgrado; y el rango de edad entre 21 a 59 años (M = 33.83, DE = 8.85).
De lo anterior, destaca que la figura predominante es la vida en pareja, ya sea en matrimonio o unión libre, siendo una muestra integrada principalmente por las madres biológicas de los(as) menores, no existen grandes diferencias en la escolaridad de los padres y de las madres, principalmente hasta secundaria; así también, predominan las familias con varios hijos, de 2 a 4 por lo general y que viven en hogares con 4 a 6 personas.
Escala de Tácticas de Conflicto (CTS-2; Straus, Hamby, Boney-McCoy, Sugarman, 1996). Es una herramienta psicométrica sólida y ampliamente utilizada en investigaciones sobre violencia de pareja, midiendo por medio de una escala Likert la frecuencia de actos violentos en la pareja actual o anterior, durante los últimos doce meses anteriores al momento de la aplicación. En la presente investigación se incluyeron 40 reactivos pertenecientes a las subescalas de Violencia Física (Vf), y Violencia psicológica (Vp). La consistencia interna resulta adecuada, obteniendo comúnmente puntajes del Alpha de Cronbach de .79 a .95. Índice de estrés parental (PSI-SF; Solis y Abidin, 1991).
El índice de estrés parental es una herramienta psicométrica encargada de ofrecer un panorama sobre las características de los progenitores ante las exigencias del rol paterno/materno que puedan desencadenar estrés. Son 36 reactivos presentados en formato escala Likert, abarcando 3 diferentes factores: Malestar Paterno (MP); Interacción Disfuncional entre la madre y el hijo (ID); y Niño Difícil (ND). La versión original de este instrumento muestra que la obtención de puntajes altos refleja un nivel de estrés bajo; sin embargo, para evitar una confusión en la dirección de las correlaciones se invirtieron todos los reactivos. De esta manera, en el presente estudio, la obtención de un puntaje alto indica un nivel de estrés alto. En relación con la consistencia interna, el índice de estrés parental muestra puntajes aceptables con el alfa de Cronbach de .94; por factor los puntajes son, de .89 para la escala de ND, de .88 para la escala de ID, y de .87 para la escala del MP.
Se consideraron las siguientes fases:
Los datos fueron trabajados con el paquete estadístico SPSS 22® para Windows®. Se elaboraron análisis descriptivos para los datos sociodemográficos y para los puntajes de las escalas; así también, correlaciones bivariadas de Pearson.
Se encontró que la VP experimentada por las participantes durante el último año una prevalencia alta, de 89.34% (ver Tabla 1); el 88.4% de las mujeres reporta haber presentado al menos un episodio de Vp (M = 11.19, DE = 11.40); mientras que el 50.8% indica haber presentado al menos un episodio de Vf (M = 4.40, DE = 9.08). Con respecto al EP se reportan puntajes moderadamente bajos (M = 81.27, DE = 24.96) siendo la de mayor predominancia el MP (M = 28.69, DE = 9.60), seguida del ND (M = 27.03, DE = 9.59) y con menor relación la ID (M = 25.05, DE = 8.99).
Medias de la Violencia de Pareja y Estrés Parental |
Medias de la Violencia de Pareja y Estrés Parental |
Con respecto a las correlaciones por factor, se obtuvo que las conductas de VP física se encuentran significativamente (p < 0.00) correlacionadas de forma positiva con los tres factores de estrés parental: manteniendo mayor relación con la ID (r .246), segundo con el MP (r .227) y en tercer lugar con el ND (r = .189). Algo similar se encuentra con la VP psicológica, que está correlacionada con los tres factores de estrés parental: MP (r = .348, p < 0.00), en segundo lugar la ID (r = .267, p < 0.00) y finalmente el ND (r = .239, p < 0.01) (ver Tabla 2).
Las relaciones observadas por cada uno de los factores de ambas escalas fueron muy significativas, los resultados derivan en una fuerte asociación entre la violencia física de pareja y el malestar paterno; violencia física de pareja y la interacción disfuncional entre padres e hijos; violencia física de pareja y el niño difícil; violencia psicológica de pareja y el malestar paterno; violencia psicológica de pareja e interacción disfuncional entre padres e hijos; y, violencia psicológica y niño difícil. Estos resultados corroboran la primera hipótesis: “La Violencia de Pareja está significativamente relacionada de forma positiva con el Estrés Parental”.
Los resultados de la investigación muestran presencia de VP física y psicológica, lo interesante de estos hallazgos es que revelan una prevalencia superior en comparación con los datos nacionales reportados por el INEGI (2014b) del año 2011 los cuales mostraron que de cada 100 mujeres de 15 años o más, 63 reportaron algún incidente de violencia, encontrando que de estos, 43 eran efectuadas por la pareja; e incluso con mayor prevalencia a los correspondientes al Estado de México, donde 73 reportan algún incidente de violencia, de los cuales, 58 por la pareja (INEGI, 2014a).
De manera similar sucede con los resultados de la ENDIREH realizada el 2006, en la cual se reportó que el 54.1% de las mujeres habían sufrido violencia a lo largo de su última relación por parte de su pareja o ex pareja, principalmente de tipo emocional (47.1%), seguida de la económica (29.6%), física (24.5%) y sexual (11.0%). Los datos anteriores muestran cifras inquietantes, el fenómeno de violencia de pareja no sólo ha representado un problema en la agenda política del país, sino que se sigue reproduciendo de manera importante en sectores populares, socialmente desaventajados. Lo que corrobora la segunda hipótesis: “Existirá alta incidencia en los casos de Violencia de Pareja en las participantes”.
Ahora bien, los datos descriptivos encontrados en comparación con la estadística de las diferentes encuestas de VP en México, muestran que en los resultados hay una elevación mayor, donde la gran mayoría de las mujeres (89.34%) indican haber sufrido al menos un episodio durante el último año, revelando un panorama más violento que el previsto, en la muestra de madres.
En relación a los resultados del estrés parental, no revelan una percepción explícita de malestar y tensión en el desempeño como madres en la conducción y educación de los hijos(as). Ciertamente la correlación entre la violencia de pareja y el estrés parental fue positiva en lo general y también entre sus factores, lo que coincide con estudio como el de Martínez (2014), quien analizó las repercusiones de la violencia de pareja en mujeres hispanas y latinas en el cuidado de sus hijos de preescolar; sin embargo, vale destacar que su estudio fue cualitativo, lo que abre la posibilidad de ofrecer posibilidades explicativas para la dinámica de los resultados obtenidos. Martínez (2014) encontró que en las mujeres con parejas abusivas existe un notorio cambio de su desempeño materno, principalmente en el estrés como consecuencia de su autoevaluación ante los cuidados de sus hijos, percibiéndose como ineficiente debido al bloqueo que representa su pareja (parental blocking).
Lo hallazgos de Loucks (2012) van sobre la misma línea de los encontrados por Martínez (2014) a través de sus resultados, señalando que la violencia de pareja mantiene relación con los comportamientos observados de conductas de maltrato parental, tanto físico como emocional, remarcando y apoyando la literatura sobre la hipótesis de la relación entre la violencia de pareja con los índices de estrés parental, en especial de la madre. Así también, la hipótesis del “desbordamiento” (spill-over hypothesis) de Erel y Burman (1995, citados en Loucks, 2012) sobre la violencia de pareja, sostiene que los conflictos inter-parentales se “desbordan” sobre las relaciones con los hijos(as), principalmente por la victimización de los padres y el aspecto emocional.
Los resultados conducen algunas inferencias que no pueden ser soslayadas; en primer lugar, la investigación aborda temáticas culturalmente sensibles y comúnmente mantenidas en el nivel de lo privado, por lo que puede sospecharse que aunque las madres tengan un mayor conocimiento sobre la dinámica y cualidad de sus interacciones, minimizan o rebajan el registro de sus respuestas a un nivel socialmente deseado, o bien, tolerable. Otra limitante se remite a las características de la muestra estudiada: Un grupo vulnerable por su género y socialmente desaventajado, en términos educativos, laborales y económicos, su capital social y su dinámica cotidiana de vida les reduce el lente de análisis y reflexión sobre la calidad de su interacción en ambos sistemas, el parental y el de pareja.
Inferencia que toma algún sentido al considerar la alta incidencia de violencia de género en el Estado de México, y que en términos de realidad, la independencia de los sistemas familiares señalados, el de pareja y el parental, puede constituir un recurso de protección de las madres con sus hijos(as) frente a su pareja, o bien, la minimización del problema al institucionalizar la violencia como actos culturalmente aceptables en sus interacciones cotidianas con su pareja.
Por lo anterior, se propone reproducir la investigación en diferentes poblaciones para encontrar datos que faciliten la comprensión de la dinámica del fenómeno entre la VP y el EP, y, establecer puntos de comparación y fortalecer la literatura disponible en estudios ulteriores que permitan, en primer lugar, establecer la dinámica del fenómeno en los roles de padres y madres en sus relaciones entre ellos y con sus hijos(as); así también, diluir las limitantes sociales que representan temáticas tan íntimas para las participantes.
Finalmente, a partir de la revisión de la literatura y los datos obtenidos, es necesario conocer de manera más amplia la prevalencia del EP en padres y madres, tanto a nivel estatal como nacional, debido a la carencia de información necesaria para establecer el panorama que las madres y padres mexicanos enfrentan al asumir su rol ante el cuidado de los hijos, esencialmente por la falta de encuestas poblacionales, estudios de mayor extensión o instituciones públicas dedicadas a estudiar este fenómeno.