Momentos de la construcción de la Ciudad de Oaxaca como producto turístico

María de la Luz Maldonado Ramírez Asistente de Investigación

E-mail: mlmaldonado@colmex.mx CES

Colegio de México

Recibido: Noviembre 27, 2012, Aceptado: Febrero 18, 2013

Resumen

Presentamos el análisis de los primeros momentos en la construcción de la Ciudad de Oaxaca como producto turístico, haciendo uso del pasado y cultura indígena. Nos referiremos al descubrimiento de la tumba 7 de Monte Albán en 1931, al “Homenaje Racial” de 1932 y la consolidación de la Guelaguetza en 1950. Veremos cómo se suscita una supuesta revaloración de lo prehispánico y la cultura indígena en la Ciudad de Oaxaca, lo cual apunta a una homogenización cultural que trata de encasillar a una sociedad bajo lo idealmente deseable en el mercado internacional del turismo.

La influencia decisiva de estos momentos en el desarrollo turístico de la Ciudad impactó en su desarrollo urbano. A partir de entonces, la ciudad experimentará un proceso que la llevara a constituirse en una “ciudad-museo”.

Palabras clave: Ciudad, turismo, indígena, Guelaguetza, Monte Albán.

Moments of the construction of the city of Oaxaca as a tourist product

Abstract

We present the analysis of the first stages in the construction of the City of Oaxaca as a tourism product, using the past and indigenous culture. We will refer to the discovery of the tomb 7 of Monte Alban in 1931, the "Tribute Racial" in 1932 and the consolidation of the Guelaguetza in 1950. We'll see how it raises an revaluation of pre-Hispanic and Indian culture in the city of Oaxaca, which indicates a society's cultural homogenization under the ideally desirable in the international tourism market.

The decisive influence of these moments in the development of tourism in the City impacted its urban development. Since then, the city will experience a process that would lead to become a "museum city".

Keywords: City, tourism, indigenous, Guelaguetza, Monte Alban.


“La idea de un patrimonio cultura de la humanidad va tomando cuerpo, pese a que ese patrimonio, al relativizar el tiempo y el espacio, se presente antes que nada

como un objeto de consumo más o menos desprovisto de contexto, o cuyo contexto es el mundo de la circulación planetaria al que tienen acceso los turistas más acomodados desde el punto de vista económico y más curiosos

desde el punto de vista intelectual, el mundo en el que los criterios de confort o del lujo uniformizan lo cotidiano”.

Marc Augé, El tiempo en ruinas [1]

Introducción

El proceso de urbanización que han experimentado las ciudades del orbe está determinado por la función que desempeñan en el sistema de ciudades mundial. La dimensión urbana de la globalización es de concentración y dispersión: concentración de la administración de la producción en un espacio específico, en las ciudades globales, y de dispersión espacial como resultado de la imposición de un modelo económico en las demás ciudades, para que brinden servicios a las ciudades globales que albergan los grandes centros financieros.

Este es el contexto en el que la Ciudad de Oaxaca ha experimentado una serie de cambios en su fisonomía, como resultado de la imposición del modelo económico orientado predominantemente a los servicios, donde el turismo es el eje principal. Estos cambios refieren a la desarticulación del espacio social, que impacta negativamente en la organización de la sociedad. Lo que se está rompiendo es el vínculo entre el hombre y su espacio, que es el espacio de la política, a partir del cual se dota de sentido la vida en sociedad.

La insistencia, que en épocas recientes nos parece tan normal y hasta necesaria, en rescatar los centros históricos, embellecer las ciudades, proteger el patrimonio, para lo cual se generan programas con un gasto importante ¿Cómo se explica? Estamos ante un momento de nuestra historia en el que se está revalorando el arte, la cultura, la historia y todos lo aplaudimos con un estruendoso “ya era hora”. Pero ¿para qué y por qué? Desafortunadamente se trata de una valoración comercial del espacio emblemático e histórico de las ciudades:

Ciertas partes de las ciudades, las que contengan más historia por ciertos acontecimiento ocurridos, pero principalmente por su arquitectura y estética, son valoradas por los mercados, avalados por los gobiernos y financiados por las instituciones culturales nacionales e internacionales para configurarlas como parte de un espectáculo perverso del turismo cultural.

Es así como el turismo se vuelve el bastión predominante en la configuración de aquellas ciudades que no cumplen la función del centro de negocios y organización de la producción, como es el caso de la Ciudad de Oaxaca.

Este artículo tiene como objetivo analizar los primeros momentos, y los de mayor impacto, en la construcción de la Ciudad de Oaxaca como producto turístico en relación con el pasado prehispánico y la cultura indígena: el uso de lo indígena como promoción turística a partir del “Homenaje Racial” celebrado en 1932 y la supuesta revaloración del origen prehispánico de la ciudad; la consolidación de la Guelaguetza como “la fiesta de los oaxaqueños” en 1950. Veremos cómo, a partir de la homogenización de la cultura y tradición, se trata de encasillar a toda la sociedad bajo lo idealmente deseable en el mercado internacional del turismo.

Concluimos con algunas anotaciones que señalan la influencia decisiva de estos dos momentos tanto en el desarrollo turístico de la Ciudad, cómo en el desarrollo urbano de la


misma. Para la Ciudad de Oaxaca, fue el surgimiento de la Guelaguetza el principal catalizador del proceso de urbanización, motivado por el turismo. Es a partir de la comercialización de esta fiesta cuando se tiene un “gran producto cultural” que promociona a la supuesta cultura tradicional del Estado de Oaxaca. A partir de entonces, la ciudad experimentará un proceso que la llevara a constituirse como una “ciudad- museo”.

¿Origen prehispánico de la Ciudad de Oaxaca?

La Ciudad de Oaxaca se vio sacudida por una serie de temblores que se suscitaron desde 1920 y que concluyeron con el terremoto de 1931, dejando a la ciudad en una catástrofe: miles de muertos, edificios colapsados y la economía en la ruina.1

Ese mismo año, los trabajos arqueológicos realizados por Alfonso Caso dieron por resultado el descubrimiento de la tumba 7 en Monte Alban, ofrenda intacta a las destrucciones del hombre y del tiempo, cuyas joyas y orfebrería eran de una belleza sin igual.

Tal acontecimiento sirvió de aliciente a la clase gobernante oaxaqueña para voltear al pasado prehispánico de las culturas que habitaron el valle y utilizarlo en la propaganda turística para la ciudad, que hasta hoy en día sigue siendo uno de los principales atractivos.

La cuestión radica en que la Ciudad de Oaxaca es una ciudad colonia. Fue fundada en 1522 por Francisco de Orozco, bajo mandato de Hernán Cortés, como La Villa Segura de la Frontera en Nueva España, y fue en el año de 1532 que La Corona le otorga el estatus de ciudad. Esto se realizó sobre un asentamiento prehispánico, de nahuas, conocido como Huaxyacac. ¿Por qué había nahuas en el Valle de Oaxaca antes de la llegada de los españoles? Hagamos un poco de historia para comprender la confusión que desde 1931 nos han inculcado las autoridades oaxaqueñas para alimentar el turismo.

El gran atractivo turístico de la cultura prehispánica en la Ciudad de Oaxaca es Monte Alban. La ciudad-Estado hierática Monte Alban fue construida por los zapotecos en el 100

a. C, sobre un cerro que custodia el valle del lado oeste. Presenta tres periodos de desarrollo, empezando con la influencia olmecoide (los primeros asentamientos urbanos en Oaxaca datan desde el 700 a. C), pasando por el periodo Clásico, en el que alcanza su mayor esplendor (alrededor del año 400 d. C) y finalmente en el Posclásico cuando es ocupado por los Mixtecos

Lo que se conoce hasta ahora es el centro ceremonial central, pero no se descarta la posibilidad de que Monte Alban haya sido construida como un sistema de aldeas en los cerros alrededor del gran centro, de ahí que se sigan explorando los cerros aledaños, de lo cual se han obtenido resultados que se acercan a la hipótesis mencionada.

La ciudad es abandonada en el 1000 d. C y pasaron varios años hasta que, en el siglo XIII otra ciudad ceremonial obtiene importancia en los Valles: Zaachila o Teozapotlán. En el periodo Posclásico, gobernantes mixtecos realizan casamientos con príncipes y princesas zapotecas de Zaachila y consiguen les sean otorgadas las tierras bajo Monte Alban en forma de recompensa por la protección militar que han dado al pueblo zapoteco; con ello fundan la comunidad mixteca mas importante en los Valles hasta la llegada de los españoles: Cuilapan o Sahayucu. [2:41]

Los aztecas llegaron al Valle alrededor del año 1482. Moctezuma Ilhuicamina funda Huaxyacac o “en la punta o nariz de los huajes” en terrenos que pertenecían a Cuilapan.

1 La Ciudad de Oaxaca funcionaba como una “economía de mercado”, en el que se articulaban varios mercados de diversas partes de las regiones del Estado y mercados de Puebla y Veracruz, principalmente, para el intercambio comercial de bienes de primer uso agrícola, ganaderos y pesqueros en su mayoría.


Con esto se inicia un conflicto bélico entre mixtecos, zapotecos y aztecas que es socavado por y en favor de los últimos. El asentamiento fue divido en barrios según el origen de sus habitantes y estaba gobernado por un virrey mexica llamado Tlacatectli o señor de la gente y un administrador militar llamado Tacochtectli o señor de las flechas.

Pronto los aztecas desistieron de controlar políticamente la región, limitándose a la obtención de tributos y control de su ruta de intercambio con Guatemala, de tal forma que dejaron el campo libre para la organización y desarrollo de los dos pueblos de la región, de los cuales Cuilapan comienza a expandirse y ganar terreno frente a Zaachila.

El urbanismo prehispánico [3] de los Zapotecos y Mixtecos no estuvo presente en el Valle, salvo en los señoríos de Zaachila y Cuilapan, los cuales se encuentran alrededor del Valle, y en Monte Alban. El espacio sobre el que se fundaría la ciudad fue el asentamiento nahua. ¿Qué quedó de esto en la Ciudad de Oaxaca? Nada.

Tras la conquista, las tendencias urbanísticas renacentistas de los arquitectos italianos de la época, enriquecidas por las relecturas que se hicieron de Hipodamo de Mileto y Vitrubio2, orientaron la fundación y organización de las nuevas ciudades en el

Nuevo mundo.

La base de su planificación fue la retícula. Esta refiere a una serie de líneas que se entrecruzan formando cuadros; estas forma un centro en el que se encontraría la plaza principal, elemento heredado de las ciudades medievales cuya función principal era albergar las celebraciones religiosas y que en las nuevas ciudades en la Nueva España albergará el mercado y los tianguis; flanqueada por los edificios administrativos de la Corona, el Ayuntamiento, el Cabildo, la Cárcel etc., la iglesia o catedral, las casas de comercio y las residencias de los españoles con funciones más importantes o

representativos. Así fue como se hizo en la mayoría de las ciudades3 incluida la Ciudad de Oaxaca4.

Por lo que recurrimos a esta historia es para desentrañar en los hechos, aquello que en el discurso de la promoción turística y en la propia construcción de lo que se quiere entender por “cultura oaxaqueña oficial”, es un dato falso. La reducción de lo oaxaqueño

2 Las ciudades renacentistas comienzan a crecer sobre la base de las ciudades medievales y redistribuyéndose a partir de los nuevos principios urbanísticos de la época, que tienen en el pensamiento del griego Hipódamo de Mileto y del romano Vitruvio los ejes rectores para la renovación de la ciudad.

Hipódamo de Mileto nace en el siglo V a. C en la ciudad de Mileto; es considerado el primer urbanista planificador y quien sienta las bases de la traza para las ciudades en forma ortogonal y reticular o dámero; para este pensador griego la empresa de planificar la ciudad no era menos importante: es la condición de posibilidad de la planificación de la sociedad, es decir, que la planificación de la sociedad dependía de la planificación de la ciudad. Aplicaba una visión matemática para lograr una planificación simétrica de la ciudad. Para la organización de la ciudad, proponía dividirla según los usos religiosos, los públicos y los privados.

Vitruvio nace en Roma en el año 80 a. C y muere en el 20 a. C. Sus “10 libros de arquitectura” plantean cómo deben ser trazadas las ciudades bajo principios de proporciones armónicas.

3 La fundación de ciudades se volvió un fin en sí mismo y fue desplegado de forma arbitraria, espontánea y caótica sobre poblados considerados estratégicos para sus fines. El poco control que pudo ejercer la Corona en

los albores de la colonización fue utilizado a favor de quienes pretendían riquezas personales o gremiales. Las ciudades empezaron a fundarse desde 1520 y las ordenanzas para tal acción fueron emitidas por la Corona hasta 1573.

Felipe II dictará en 13 de julio de 1573 una serie de ordenanzas en las que quedará fijada la forma en que han de trazarse y construirse las ciudades en la Nueva España, cuyo fin era crear una planificación ordenada de las mismas. Redactadas por la Corona bajo la asesoría del Consejo de Indias, con lo cual estamos ante el gran plan que habrá de regir la empresa urbanística de España en la Nueva España una vez que ya se conocen las características de la tierra gracias a los informes enviados por los frailes o por los mismos militares, la cual se consolidará hasta la mitad del siglo XVII.

4 La traza de la Ciudad de Oaxaca estuvo a cargo del alerife y urbanista Alonso García Bravo, quien estuviera encargado de la traza de la Ciudad de México. El procedimiento fue el siguiente: escogió un punto intermedio

entre el río Atoyac y el río Jalatlaco; en el centro construyó una plaza de planta cuadrada a partir de la que definó dos ejes, uno norte-sur y el oriente-poniente, éste último con la característica de presentar una inclinación de 4º para permitir una mejor iluminación y asoleamiento de las construcciones, dada la ubicación del valle y las corrientes de aire que en el circulan; el trazo se hizo a cordel dividiendo en manzanas de 100 x 100 varas equivalentes a 84 metros. Información anexa en el Plan Municipal de Desarrollo 2005-2007.


a lo indígena, no solo es una imagen falsa, nada idílica, de lo que una sociedad en su historia y cultura tiene de compleja. También se trata de un búsqueda de lo indígena donde no lo hay o lo hay de formas específicas que no están siendo aprendidas, en tanto que lo indígena en Oaxaca, sigue siendo oprimido y despreciado.

Del “Homenaje Racial” hasta la consolidación de la Guelaguetza

La fiesta de la Guelaguetza, fiesta folclórica de música y de danza, tiene como primer antecedente las celebraciones por el IV centenario de la ciudad que se realizó, por primera vez, el 25 de abril de 1932.5 El proyecto comprendía una serie de actividades

dentro de las cuales las que más destacaron fueron: el “Homenaje Racial”, realizado en el Cerro del Fortín, y la “Exposición Regional”, realizada en la ex Hacienda de Aguilera.

El “Homenaje Racial” fue una invención fallida, en la medida en que se hizo una interpretación sin argumentos y sin fuentes históricas, para representar lo que en el contexto se entendía como elementos propios de la identidad histórica del oaxaqueño, de ciertos acontecimientos prehispánicos, prácticas simbólicas de apropiación del espacio de la ciudad por medio de las fiestas, tanto en su sentido prehispánico como en el colonial, y lo que era más importante, representar la relación entre los dos tipos de hombre que confluían en el Estado y la importancia o funcionalidad de cada uno de ellos:

el indio y el mestizo.6

El escenario fue el Cerro del Fortín. Allí se desplegaría una gama de actividades ilustrativas de la ideologización de figuras y símbolos tradicionales. La descripción del homenaje, basado en el trabajo doctoral de José Lezama Quijano sobre la Guelaguetza, [4] es la siguiente:

Inicia con el izamiento de la bandera por parte del gobernador del Estado, el canto del himno regional socialista y el juramento a la ciudad. Inmediatamente después, entra a escena la Señorita Oaxaca acompañada por las señoritas representantes de los pueblos participantes (a quienes se invita a asistir y participar aun cuando no hubieran ganado) y algo que fue llamado “Diosas de la fertilidad”. Se colocan en un teocalli construido en el centro del escenario en forma de corazón. Además de ello, estaban acompañados por algo llamado los “7 espíritus del bien” representantes de la fraternidad y la bondad.

Entra el grupo representativo de la ciudad: las “chinas oaxaqueñas”. Le siguieron los Mixes, quienes llevaban una manta con la leyenda “Los jamás conquistados”; después fue la delegación de la Sierra Juárez; enseguida el representativo de la Costa; seguido por los Valles Centrales quienes representaron “La guelaguetza” realizada en una boda; después vinieron los grupos de la Cañada con la Mixteca y; finalmente cerró la delegación del Itsmo con su representativa “Sandunga”. Cada grupo iba vestido con los trajes típicos de su región, llevaba como ofrenda los bienes que se producían en cada una de ellas y estaban musicalizados por una banda que tocaba la música autóctona o creaciones musicales, solicitadas a los asistentes.

Cada una de los representativos regionales dejaba la ofrenda a los pies de la Señorita Oaxaca, rindiendo pleitesía a la ciudad. Los indígenas de las 8 regiones se arrodillaron a los pies de la mujer que representaba la ciudad.

No era la celebración de la ciudad y sus habitantes, era la celebración de una clase minoritaria que poseía el poder sobre la gran mayoría, de origen indígena.

No se buscaba exaltar una amistad, fraternidad o solidaridad inexistentes entre indígenas y mestizos. El hecho fue una forma de remarcar la jerarquía del poder que tenía

5 Se celebraba el otorgamiento del estatus de ciudad a la Ciudad de Oaxaca, por parte de La Corona.

6 La organización artística del evento estuvo a cargo del Dr. Alberto Vargas, Policarpio T. Sánchez y Alfredo Canseco Feraud. Alberto Vargas fue poeta y escritor oaxaqueño; Policarpio T. Sánchez era originario de

Oaxaca, maestro de profesión. Estuvo al frente del departamento de educación hasta 1926; Alfredo Canseco Feraud fue pinto originario de la Ciudad de Oaxaca, realizó estudios en la Academia de San Carlos, donde fue alumno de José María Velasco.


la ciudad y sus habitantes frente a los vecinos indígenas de todo el Estado. Se intentó reducir el pasado indígena a una fiesta nacional o emblema estereotipado de lo que había sido el indígena, más no de lo que era ahora, “La historia fue reconstruida, exaltando el pasado indígena pero negando su presente.” [4:120]

Todo el acto performativo del “Homenaje Racial” no solo tenía un intencionalidad política, sino también una carga moral plasmada en la clase política y acomodada de la ciudad en lo que construyeron artificialmente como el “tipo de conducta del indígena”, impactando directamente en la noción de belleza autóctona que querían proyectar, a saber, como nos dice José Lezama Quijano: indígena cuyos valores se rigen por el pudor, la humildad y la ingenuidad. Esta era la forma en que el indígena se hacia “público” en un espacio del que estaba excluido, la ciudad.

Complementando el “Homenaje Racial”, se realizó la “Exposición Regional”, en la que se invitó a los poblados de cada región a mostrar y comerciar sus principales productos. Esto tenía que ver con la creación demagógica del trabajo artesanal del indígena y su herencia prehispánica. Ésta fue la demostración comercial del folclore de la ciudad.

Para cerrar con broche de oro, ad doc a esta perversa celebración, hubo un stand especial para las joyas encontradas en la tumba 7 de Monte Alban.

El segundo antecedente de la Guelaguetza fue la celebración del “Lunes del Cerro”, realizada los dos lunes siguientes al 16 de julio. Aquí habremos de distinguir tres niveles de análisis y motivos, que la conforman en conjunto.

El primero es la relación que se ha encontrado con una festividad prehispánica que, a decir verdad, está poco estudiada por lo que no podemos decir mucho al respecto. Algunos la relacionan con la celebración en honor a Xilonen, Diosa del maíz tierno, realizada en el mismo lugar por algunos indígenas, otros la relacionan a la festividad al Dios Ehecatl, Dios del Viento, en honor del cual nombraban al cerro en la época prehispánica, pero en realidad, no hay crónicas que nos arrojen mayores luces al respecto, tal como lo menciona José Lezama Quijano en su libro sobre la Guelaguetza.

Por su parte, Carlos Lira Vázquez nos dice que el culto prehispánico que subyace a la celebración está dirigido a la diosa Centeocíhuatl. Recordando el calendario agrícola, ésta es la época de mayores lluvias, por tanto, se prepara la segunda siembra para ser cosechada en noviembre.

El segundo nivel de análisis y motivo es la celebración sincrética colonial: la fiesta se inserta después de la celebración de la Virgen del Carmen y en el Contexto de Corpus Christi. Las crónicas periodísticas que encontró en su investigación José Lezama Quijano serán posteriores a la Revolución, en las que se narra que “el único objetivo de ir (al cerro) era cortar azucenas silvestres después de la fiesta de corpus y comer tamales.” [4:122]

En la misma línea, Lira Vázquez nos dice que desde tiempos virreinales se le asocia al culto de la Virgen del Carmen: posterior a las celebraciones religiosas, se hizo costumbre dar un paseo por el Cerro del Fortín, disfrutar de la vista de la ciudad, del río Atoyac y del valle en general, “y cortar al atardecer una especie local de azucenas muy pequeñas y olorosas que solían crecer en esa montaña, para emprender el descenso antes del anochecer.” [8:379]

Relacionado con este argumento, el último nivel que destacamos es el de tipo cotidiano, que consistía en que la población se reunía con sus familias, vecinos y amigos para ir por las mañana a desayunar al Cerro del Fortín, donde ya los esperaban una serie de “puestos de comida” como los “antojitos”. Por las tardes paseaban alrededor del cerro y por ser época de lluvia, el paseo siempre terminaba con un aguacero. Conforme fue


haciéndose popular la reunión en el cerro, se volvió una muestra del status social de los habitantes, marcada principalmente por el tipo de vestimenta que hacía que se distinguieran unos de otros.

En 1959, la fiesta recibe el nombre de “Guelaguetza”. Los motivos bajo los cuales se explica el uso del nombre son variados: algunos dicen que fue invención de una periodista, quien hizo uso del término de forma azarosa; otros se lo adjudican a la explicación que dio la Secretaria de Turismo local al caracterizar el que los participantes de cada región reparten productos al público al finalizar su acto.

El término guelaguetza es una palabra de origen zapoteco que quiere decir “Dar para poder esperar, a su debido tiempo, la reciprocidad de quien procede”, [4:141] es decir, dar esperando recibir algo a cambio. Este término implica un compromiso entre dos partes que intercambian sus bienes o dones. Denomina una acción cotidiana entre los pueblos, que toma mayor relevancia en tiempo de fiestas, donde los invitados llevan algún obsequio a quienes los han invitado, en tanto que éstos les obsequian al final comida o se guardan para obsequiar tiempo después algo, cerrando el círculo de reciprocidad que vuelve a abrirse constantemente.

Esto constituye un sistema de ayuda mutua, de cooperación o servicio que se da entre los miembros de una comunidad, reafirmando los lazos comunales que los unen. Esta práctica refiere a la noción de “don” tal como Marcel Mauss la entendía, en su trabajo Ensayo sobre el don: “El don obliga, al que lo recibe, devolverlo”, pero nunca visto como una carga, sino como el gusto de quien es parte de una comunidad y práctica la vida comunal.

La fiesta de la Guelaguetza representa un proceso de secularización del sentido religioso de la fiesta y un empobrecimiento simbólico del ritual, pues la fiesta se vuelve una muestra del estatus social y político de la ciudad, sus habitantes y dirigentes. No es el espacio que busca generar lazos solidarios ni mucho menos relaciones de reciprocidad entre los pueblos; no genera ningún tipo de relación que no esté basada en la mercantilización de la cultura y en hacer del indígena parte del folklore de la ciudad.

Es una fiesta inventada, con un nombre inventado que sólo invita al espectáculo, base de lo que a la postre será la mayor oferta turística de la ciudad. La gente ya no hace el paseo tradicional al cerro con sus familias, donde se encontraba con vecinos y amigos: todo ha sido reemplazado por el espectáculo.

Tanto el descubrimiento de la Tumba 7 de Monte Alban como la celebración por el IV centenario del reconocimiento de la Ciudad de Oaxaca por la Corona española nos han dado motivos para remitirnos a cuestionar el origen de la Ciudad de Oaxaca y su relación con lo indígena. El objetivo fue ir develando la información inventada con fines turísticos para la promoción de la cultura en la ciudad. De esta forma, podemos construir una análisis crítico que identifique como se soporta, se sustenta o se contradice la información turística de la Ciudad de Oaxaca respecto de los acontecimientos y objetos culturales que pretende representar turísticamente.

La construcción de la ciudad museo: el turismo como eje rector del desarrollo urbano

Sí como lo plantea Saskia Sassen, [7] se ha generado un sistema de ciudades mundial en el que ciertas ciudades, las ciudades globales7, articulan a su alrededor la producción

7 Hay un proceso de integración económico global, en el que se crean grandes centros desde los cuales se organiza y comanda la producción global, dispersa en el espacio. En términos simples se diría que existe una organización de la actividad económica espacialmente dispersa pero globalmente integrada en espacios específicos de control. Ambos procesos no se contradicen, sino que se complementan funcionalmente, bajo un sistema que entiende perfectamente que organizar al espacio es sinónimo de organizar la sociedad. Es ahí donde radica la importancia de hablar sobre la dimensión urbana de la globalización, pues los espacios,


mundial, nos preguntamos de qué forma se insertan en tales redes las demás ciudades que no cumplen la función de ser organizadoras de la producción. Es ahí donde encontramos que el turismo es el eje articulador que da funcionalidad dentro de la jerarquía del sistema de ciudades mundial a ciertos espacios urbanos que cuenten con elementos atractivos a este mercado en específico, conformando “ciudades-museo”.

En nuestra era globalizada, las “ciudades globales” son los ejes de control y desarrollo para la economía mundial, de la misma forma que las “ciudades museo” son los ejes del desarrollo turístico. Ambos tipos de ciudad se complementan. Las ciudades globales promueven, como una necesidad para el desarrollo del sistema económico mundial, la construcción de las “ciudades-museo”: verdaderos centros dotadores de servicio al ocio y la diversión para quienes poseen los recursos (materiales como el dinero e inmateriales como el tiempo de vacaciones) de disfrutarlo.

Las ciudades son “acondicionadas” para albergar y proporcionar las opciones de esparcimiento que requieren los “habitantes del mundo” quienes tienen un modo de vida cosmopolita. Las modificaciones urbanas se hacen para el visitante, mientras que el habitante local se beneficia sólo indirectamente. Esto no sería objetable, en tanto que hay un beneficio final, si no se pensara que ésta promueve la desigualdad económica y la segregación urbana que alimentan el caos en las ciudades. Sólo ciertas zonas de la ciudad se ven beneficiadas, en tanto que otras siguen en el atraso y la miseria.

A partir de las festividades del IV Centenario de la obtención del estatus de ciudad, en la Ciudad de Oaxaca el turismo será el motivo del desarrollo urbano. Las mercancías a ofertar serán la cultura, el folkclore y la historia. Esto será evidente a partir de la consolidación de la Guelaguetza, como supuesta fiesta tradicional que era parte del proyecto político dominante a nivel local y nacional.

Desde entonces, se realizarán una serie de cambios en el paisaje de la ciudad, con el fin de dar una “mejor imagen” al visitante: el arreglo de calles, la remodelación de los edificios virreinales, la construcción de nuevos edificios, la creación y embellecimiento de parques, entre otros, acompañado de la dotación de servicios y la construcción de infraestructura necesaria en la ciudad para soportar una afluencia turística amplia posteriormente.

Ejemplos de ello lo encontramos en la administración de Eduardo Vasconcelos (1947-1950), quien manda arreglar varias calles, entre ellas la de García Vigil, construye el campo de Fútbol y el Estadio de Béisbol, manda arreglar escuelas, se construye el Jardín Conzanti, la Plaza de la Danza8, el Centro de Salud, adecua la Casa Magro para

albergar la Biblioteca Pública del Estado y el ex Convento de San José para convertirlo en la Escuela Oaxaqueña de Bellas Artes. También ordena la remodelación del Teatro Macedonio Alcalá para que tenga la capacidad de albergar convenciones. [8:364-365]

Es a partir de este momento que podemos identificar la transición urbana en la Ciudad de Oaxaca que había experimentado un crecimiento estable a experimentar un crecimiento conurbano al interior del municipio, el cual, siguiendo la periodización que propone el Doctor Jesús Jaime Francisco Segura, comienza en 1950, mismo año en que se consolida la Guelaguetza, y se prolonga hasta 1970. Esto es cuando la Ciudad de Oaxaca comienza a crecer más allá del centro histórico pero dentro de los límites del municipio de Oaxaca de Juárez. [6:55-80]

ciudades y aldeas, se van a reconstituir y redistribuir en importancia según el papel que les sea asignado en todo este engranaje, ciudades y aldeas en las que se llevan a cabo las interacciones entre seres humanos y seres vivos cotidianamente.

Éste es el contexto de surgimiento de la ciudad global como el espacio de control y comando de la económica mundial. Como producto de la propia globalización,

8 Donde posteriormente y hasta la actualidad serán representadas danzas como celebraciones previas a la fiesta de la Guelaguetza.


En 1958 comenzaron los trabajos para la construcción del nuevo aeropuerto a las afueras de la ciudad, en el municipio de Xoxocotlán. El objetivo era que el nuevo aeropuerto pudiera contar con instalaciones más modernas y con mayor espacio que el anterior aeropuerto que se encontraba en la zona urbana, en el municipio de San Luis Beltrán. Los trabajos del nuevo aeropuerto se terminaron en 1961 y fue hasta el año de 1978 que el aeropuerto de la ciudad logró obtener el estatus de aeropuerto internacional.

A finales de los 60´s y principios de 1970 la Ciudad de Oaxaca transita del crecimiento conurbano al interior del municipio a un proceso de crecimiento metropolitano. Claramente, éste será impulsado por el aumento y diversificación de las actividades terciarias, el comercio informal y la burocracia, principalmente estatal. La ciudad se sale de los límites de su municipio y comienza a incorporar otros municipios, hasta conformar la zona metropolitana que conocemos actualmente.

Las grandes cadenas hoteleras llegaron a la Ciudad de Oaxaca hasta 1977, con el hotel Presidente, cuyas instalaciones fueron adecuadas en el ex Convento de Santa Catalina para que lo albergara, a una cuadra del Jardín El Pañuelito, a un costado del ex Convento de Santo Domingo, y que en la actualidad es el hotel Camino Real.

Anterior a ello, ya daban servicio el hotel Marqués del Valle, en pleno zócalo de la ciudad, el hotel Victoria, construido en las faldas del Cerro del Fortín con una arquitectura tipo funcionalista, el hotel Señorial, el hotel Margaritas y el Oaxaca Courst, en el que se destaca la arquitectura tipo americana.

Con el aumento de los hoteles, algunas necesidades básicas de bienestar social para los habitantes de la Ciudad de Oaxaca son atendidas: se mejora el alumbrado del centro de la ciudad, que pasa a ser de mercurio. Se moderniza el servicio telefónico y llegan los primeros semáforos. Se amplían y pavimentan calles y las avenidas de acceso a la ciudad.

La inversión en restauración de edificios emblemáticos de la arquitectura de la ciudad comienza a cobrar importancia en la década de los 50’s. Los edificios fueron acondicionados para albergar muestras culturales valoradas turísticamente. Ejemplos de

ello son el ex Convento de Santa Catalina9, el ex Convento de Santo Domingo10, la Casa

de Cortés que desde 1992 es el Museo de Arte Contemporáneo, la Casa Magro, el museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo entre otros. Todas estas acciones sustentaron y promovieron que el 15 de marzo de 1976 la Ciudad de Oaxaca fuera declarada Zona de Monumentos Históricos.

En 1980, el gobernador Jiménez Ruiz anuncia el “Plan Parcial del Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca” con el que se pretendían cerrar calles a la circulación de vehículos, privilegiando al peatón, al turista peatón. Se pretendía otorgar un paseo sin complicaciones ni interrupciones por el centro de la ciudad, observar la arquitectura de la catedral y pasearse por el andador turístico Macedonio Alcalá, que en 1987 ya

9 De la Iglesia de Santa Catalina solo se tiene la estructura, pues fue desmontada toda la ornamente religiosa, se vació el recinto y actualmente lo utilizan como salón para eventos sociales. El convento es ahora el Hotel Camino Real.

10 Solo el tratar de las modificaciones que se le han hecho al Convento puede ser un tema de investigación, por

no decir que su historia es un tema en sí mismo. Su construcción comenzó en 1570, a cargo de la Orden de los Dominicos, quienes lo habitaron a partir de 1608, aun cuando todavía no estaba concluido. Podemos dividirlo en tres grandes espacios: la iglesia, el convento y su huerta. Los dos últimos se concluyeron hasta 1619. Las obras principales de su arquitectura fueron concluidas hasta 1666, en tanto que la Capilla del Rosario se terminó en 1731.

Durante la Guerra de Reforma fue utilizado como cuartel, lo cual deterioró enormemente sus acabados de oro macizo, las pinturas, muchas de ellas del pintor Oaxaqueño Miguel Cabrera (1695-1768). A partir de ese entonces, una serie de intervenciones para restaurarlo se llevaron a cabo, sobre los retablos, la estructura arquitectónica y la Capilla de la Virgen de Rosario. Fue hasta la década de 1990 que el ejército desocupó el Exconvento y su huerta. Actualmente es el Museo Regional de Oaxaca y el Jardín Botánico de Oaxaca, respectivamente.


funcionaba en toda su plenitud. El andador va de la parte trasera de la catedral, pasa por la Casa de Cortés, por la iglesia Sangre de Cristo y termina en el ex Convento de Santo Domingo.

Todos los esfuerzos que venía realizando la clase dirigente de la ciudad, del Estado y la federación se vieron nuevamente recompensada con la declaración que hizo la UNESCO en 1987 de la ciudad como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”, con lo cual se le garantizaba a la ciudad un presupuesto internacional para la conservación de su patrimonio, un cierto tipo de monitoreo más a detalle que caería sobre el INAH, dado que el INBA sigue sin tener alguna oficina o delegación en la ciudad.

En la Actualidad, aun cuando la Guelaguetza sigue siendo el principal atractivo turístico, la difusión turística se ha volcado sobre los festejos de la Semana Santa, la “Noche de Rábanos” y la Celebración de Muertos, constituyendo verdaderos paquetes culturales para el más interesado en empaparse de “folkclore”. Se han creado una serie de festivales culturales, como el Humanitas, sobre los cuales no ahondamos y no nos permitimos alguna opinión pues su creación es reciente y su difusión no alcanza el nivel de las fiestas tradicionales.

Conclusiones

Si bien, consideramos como un problema que el turismo potencie el desarrollo urbano de las ciudades, dado que se está implantando un modelo de “ciudad ideal” en términos funcionales para la economía mundial.

Pero este hecho tiene en su seno otro problema no de menor importancia. Nos referimos a la forma en cómo el turismo transforma la cultura en valor de consumo. El turismo cultural construye mercancías turísticas a partir de los elementos culturales de las sociedades, revaloriza la cultura en función del mercado mundial, a través de un proceso de perversión y desmitificación de la cultura.

Al volverse mercancías, los bienes culturales son vaciados de su sentido primigenio, no importa la puesta en relación que pretendían entre lo humano y aquello que está más allá de lo humano, importa la relación de costo-beneficio, de inversión-ganancia que produce. Importa la producción monetaria, material, sobre intereses humanos.

Por otro lado, el mercado necesita dar algún sustento a sus “nuevos productos culturales”, para que sean objetos de consumo. Se crean grandes historias, para justificar e incentivar la adquisición de los productos culturales. El motor es una creatividad bastarda, el marketing y la publicidad, que fetichizan la mercancía cultural.

La historia, la arquitectura, las artes y el folcklore se convierten en productos turísticos accesibles a quienes posean los medios económicos. Valen como reminiscencias de un pasado “interesante” por conocer, son “nuevos mitos” que ponen a circular el mercado mundial e imposibilitan cualquier tipo de ética. Allí es donde opera el proceso de perversión de la cultura

Esto dos procesos, la desmitificación y perversión de la cultura, se muestran en el surgimiento de la Guelaguetza como fiesta tradicional y como mercancía turística. La Guelaguetza es un ejemplo de la desmitificación de la fiesta, como manifestación ritual de un acontecimiento simbólico trascendental en la vida de una comunidad o sociedad. El acontecimiento aquí fue la necesidad de levantar económicamente a la Ciudad de Oaxaca después del terremoto sufrido en 1931 y la consecuente política de Estado que inventó una fiesta. En este proceso, la fiesta se transforma en espectáculo comercial.


La perversión se da en el uso de lo indígena para promocionar la ciudad y su fiesta más importante. Esta fiesta se promociona como muestra de solidaridad con los pueblos indígenas del Estado de Oaxaca, cuando sabemos las atrocidades y las penas que esos pueblos pasan sin recibir apoyo alguno.

Se apela a lo autóctono de las representaciones indígenas, sus danzas y cantos, cuando en su mayoría, y más recientemente, son grupos de danza de la ciudad quienes representan los bailes en la Guelaguetza.

Así, la ciudad de Oaxaca se ha ido convirtiendo más y más en un conjunto de hoteles, paradores, mesones y casas de asistencia para el turista: fondas, restaurantes, bares, cafés, cantinas, antros, que prefieren sobre todo la asistencia del turista y, por supuesto, una nutrida cantidad de “galerías de arte” que muestran los productos de la “Escuela Oaxaqueña de Pintura”, muchos de cuyos representantes se empeñan en remedar a los grandes pintores oaxaqueños del siglo XX con el afán de vender sus pinturas al turista incauto y desinformado que cada vez esta mas lejos de penetrar en el verdadero espíritu universal de Oaxaca. [8:386]

Lo que se ha logrado es una ciudad cercenada, incompleta, esa misma que sus habitantes recrean en su día a día, en sus luchas diarias, en sus cercanías y lejanías, en sus sueños y acciones; pero que incluso ésta corre el riesgo de ser poco a poco desplazada por la imposición de la cultura de mercado.

En tanto el hombre no tome en sus manos la historia, deje de permitir la imposición de un destino dictado por los altos mando empresariales y corporativos mundiales, mientras que el hombre no voltee a ver al de al lado y no pueda verlo como la diferencia dentro de la unidad que somos “nosotros”, la ciudad se marchitará bajo nuestros pies estáticos.

El modelo de desarrollo económico turístico se vuelve negativo en tanto desmitifica y pervierte la cultura, promoviendo un desarrollo urbano que está más en función de las necesidades de las empresas dedicadas al negocio del turístico que al bienestar social. Tenemos la responsabilidad de pensar otra forma de plantear el turismo como motor del desarrollo económico. No podemos olvidar que, antes de asegurarnos la producción de bienes para sobrevivir, debemos organizarnos para tal producción. Debemos mediar entre los beneficios y los perjuicios.

La ciudad de Oaxaca es una ciudad colonial en su traza. En su arquitectura intenta conservar la estética virreinal, pero en su espacio confluyen una serie de posibilidades artísticas y estéticas que le dan un relieve muy rico, como el Art Decó, el Funcionalismo y el Modernismo. Afortunadamente la ciudad la hacen sus habitantes en su interacción y no los discursos institucionales que pretenden la ganancia por medio de la cultura e historia.

Referencias

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[2] Van Doesburg, S. (Coord.). (2007). 475 años de la fundación de Oaxaca (2 tomos). Oaxaca: H. Ayuntamiento de la Ciudad de Oaxaca, Fundación Alfredo Harp, Almadía, pp.(Tomo 1)197, (Tomo 2) 177.

[3] Rodríguez Alpuche, A. (1986). El urbanismo prehispánico e hispanoamericano en México. Desde sus orígenes hasta la independencia, Madrid: Instituto de Estudios de Administración Local, pp. 423.

[4] Lizama Quijano, J. (2006). La Guelaguetza en Oaxaca: fiesta, relaciones interétnicas y procesos de construcción simbólica en el contexto urbano, México: CIESAS, pp.357.


[5] Lira Vázquez, C. (2007). Arquitectura y Sociedad, Oaxaca Rumbo a la Modernidad 1790-1910. México: UAM-AZ, pp. 314.

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[8] Lira Vázquez, C. (Coord.). (2009).

Ciudades mexicanas de siglo XX, Siete estudios históricos

. México: COLMEX/UAM-AZ/CONACYT, pp. 413