Rev. del Centro de Inv. (Méx.) Vol. 10 Núm. 40 Jul. - Dic. 2013
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Transformación en
la concepción de
género en población
indígena a partir
del cambio religioso
en Los Altos de Chiapas
Jaime Uribe Cortez
Estudiante Doctorado en Ciencias con
Orientación en Ecología y Desarrollo Sustentable
E-mail: uribejaime@yahoo.com.mx
Colegio de la Frontera Sur
Unidad San Cristóbal de Las Casas
San Cristóbal de Las Casas, Chiapas
Recibido: Marzo 8, 2013, Aceptado: Septiembre 12, 2013
Resumen
El cambio de religión acaecido en la región V Altos de Chiapas produjo sendos
descontentos en la elite comunitaria política y religiosa de esos territorios, entre ellas
Chamula y Zinacantán debido al abandono de las actividades imperantes vinculadas con
los sistemas de cargos y fiestas, la venta de alcohol, veladoras y refrescos que desató
actos impúdicos de violencia con exilios de población evangélica de índole masculina y
femenina quienes cambiaron su adscripción religiosa tradicional para adoptar el sistema
doctrinal de nuevos credos evangélicos. Esto ha generado una redefinición en las
conductas de hombres y mujeres, dentro de las comunidades indígenas y en los lugares
de llegada. Por lo tanto, el objeto de análisis para este manuscrito, se refiere a discutir
cuáles han sido las transformaciones en las conductas de género en hombres y mujeres a
partir de la emergencia de las expulsiones de población evangélica en la región V Altos de
Chiapas.
Palabras clave: género, expulsiones, hombres, mujeres, transformaciones.
Transformation in the concept of gender
in indigenous population from the
religious change in Los Altos de Chiapas
Abstract
The change of religion happened in the region Chiapas's V Altos produced two separators
dissatisfactions in the community political and religious elite of these territories, between
them Chamula and Zinacantán due to the abandon of the commanding activities linked with
the systems of charges and holidays, the sale of alcohol, watching and refreshments that it
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untied immodest acts of violence with exiles of evangelical population of masculine and
feminine nature that changed his religious traditional adscription to adopt the doctrinal
system of new evangelical creeds. They it’s have generated a redefinition in the conducts
of men and women, inside the indigenous communities and in the places of arrival.
Therefore, the object of analysis for this manuscript, refers when discuss which have been
the transformations in the conducts of kind in men and women from the emergency of the
expulsions of evangelical population in the region Chiapas's V Altos.
Keywords: kind, expulsions, men, women, transformations.
Introducción
“Canta cancionero de la tierra, siembra en tu jardín la primavera,
y si es por adelantoe que te llega, guarda la mañana en tu canción…”
Hernaldo Zúñiga [1]
Desde las tres últimas décadas del siglo XX, Chiapas ha sido escenario de profundos
cambios a nivel estructural que se han visto acompañados de una serie de movimientos de
población que han trastocado su geografía humana y cultural. Hacia fines de la década de
los noventa, aunque era considerada como una entidad de equilibrio entre emigración e
inmigración, el estado presentaba una fuerte migración intraestatal que involucraba al 17%
de su población, en la que dominaba la rural-urbana, aunque se mantenía una importante
migración rural-rural [2].
En la región de Los Altos de Chiapas, se registraron emigraciones de población desde
varios municipios indígenas hacia la ciudad de San Cristóbal, cuarta ciudad en importancia
a nivel estatal, y el centro urbano más importante de la región del altiplano chiapaneco,
caracterizado por su alta proporción de población tzotzil y tzeltal [3]. Aparte de las razones
políticas y económicas, otras migraciones aparecieron debido al fenómeno del cambio
religioso y sus tensiones que se colocaron en el escenario de la vida pública en los años
setenta, ocasionando serias consecuencias entre las que resaltan las expulsiones de
población evangélica en todo el territorio de Chiapas, en Chamula y Zinacantàn de manera
más recrudecida.
Desde la década de los setenta se empezó a gestar el fenómeno de las expulsiones
de evangélicos que conmovió la escena política y religiosa, se caracterizó por la salida de
miles de indígenas de sus comunidades natales debido al grado sumo de violencia e
intolerancia con la que se suscitó [4]. Para dar explicación a este suceso, de forma
referencial se recabaron diversos textos cuyo contenido de estadísticas y datos
etnográficos revelan cantidades aproximadas de expulsados en treinta años. Para
Martínez de acuerdo con el Consejo Estatal de Población del Estado de Chiapas, se estima
que en el decenio de 1990, la población expulsada alcanzaba la cifra cercana a las 30 000
personas, todos evangélicos; lo que también demuestra un incremento de no católicos en
la región [5].
Metodológicamente, esto se ha comprobado mediante una comparación demográfica
respecto al crecimiento de los credos no católicos en varios estados del sureste de la
república mexicana. En este sentido, Chiapas fue la entidad con el mayor crecimiento de
población cristiana no católica. Rivera señala que de 1950 al año 2000 la población
evangélica registró un incremento porcentual de 19.7%, mucho mayor comparado al estado
de Campeche que en el mismo rango de tiempo muestran una escala del 5.1%, mientras
que estados como Quintana Roo, exhibía un 13%; Yucatán, 9%, y a nivel nacional, un
5.9%. Por lo anterior, se confirma el crecimiento de religiones no católicas teniendo Chiapas
un mayor protagonismo en esa cuantificación [6].
Aunque en Chiapas el incremento fue mayor, las cifras para las otras entidades
denotan una intensidad constante en el aumento de población afiliada a una fe distinta a la
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tradicional. Sociológicamente, las causas que le subyacen datan desde los inicios del siglo
XX, específicamente durante el transcurso de la primera mitad. Sobresalen dos aspectos,
el establecimiento de denominaciones eclesiales no católicas también llamadas
“protestantes” o “evangélicas”, y la labor de evangelización que realizaron los misioneros
adheridos a ellas.
La adopción de una fe diferente a la predominante provocó reacciones violentas, orilló
que miles de mayas abandonaran sus lugares de origen por causa de las agresiones
vertidas contra ellos, que les significó cambiarse de afiliación eclesial en parte explicada
por el abandono del sistema de fiestas y cargos que conformaban el método de
organización tradicional entonces imperante, y con lo cual aparecieron las expulsiones de
creyentes indígenas evangélicos [7].
A partir de la irrupción del cambio religioso se generaron tensiones serias en el núcleo
social, fragmentando el tejido de prácticas que subyacen a la dinámica de costumbres,
derechos, obligaciones, interacciones sociales y convivencia propia de las comunidades
indígenas. El desacato de las actividades referidas al comercio como lo son, la venta de
alcohol, veladoras, refrescos, etc., las labores vinculadas al sistema de cargos y fiestas
religiosas relacionados con los trabajos de mayordomos y alférez son cruciales para
entender la adscripción a estructuras doctrinales distintas, tendientes a la lectura de la biblia
y la promulgación de la escritura y la “palabra de Dios” para otras personas.
La aparente negligencia de los nuevos evangélicos, la renuencia a seguir operando en
la religión tradicional constituida por las fiestas de los “santos patronos” y la renuncia a
reproducir los beneficios económicos que esto determinaba, produjo la compleja
organización de la emergente feligresía regional constituidas como organizaciones de
defensa conformadas por líderespastores, ministros de culto para levantar una estructura
religiosa de matiz evangélico tendiente a reivindicar el derecho de la población conversa,
en su mayoría tzotzil y tzeltal, además de demandar el ingreso a espacios municipales que
ayudarían a esta población a sobrevivir en un contexto muy complicado como es la ciudad
de San Cristóbal.
Además de las implicaciones demográficas y estructurales, el cambio religioso, los
procesos de expulsión y las organizaciones de defensa fueron fundamentales para
reconstituir los patrones de conducta en términos de género, en hombres y mujeres, las
actividades vinculadas con la condición masculina y femenina de los expulsados
evangélicos. Estos hechos han sido primordiales para comprender por qué hombres y
mujeres han remodelado su forma de ser en términos de género.
En esta sintonía, la tesis principal que se demostrará en este manuscrito, se refiere a
que el varón a pesar que socialmente conserva una importancia muy remarcada en ciertas
funciones sociales y religiosas en la sociedad de Los Altos de Chiapas, las mujeres han
avanzado en la consecución de derechos y en la reconstrucción de su dignidad por medio
de la reconfiguración de la noción de la feminidad en mujeres evangélicas dentro y fuera
de la congregación eclesial, reduciéndose las brechas de género que durante muchos años
daban a la actividad del varón mayor realce sobre la mujer en casi todas las áreas de la
vida; familia, iglesia y trabajo.
La formación de intermediaciones socio religiosas fue un hecho crucial para la
redefinición de la personalidad masculina y femenina de los indígenas evangélicos. Es un
aspecto que al revisarlo permite comprender los cambios conductuales en hombres y
mujeres, haciendo hincapié en que la génesis de las transformaciones de género
comienzan con la aparición del cambio religioso y, subsecuentemente, con las expulsiones
de indígenas evangélicos en la región V Altos en Chiapas.
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Para lograr el cometido de este manuscrito, fue fundamental el estudio metodológico
de tipo cualitativo mediante el uso de fuentes históricas y documentales textuales como
son libros, artículos, revistas y otros documentos. Mediante el análisis descriptivo, se
identificaron las circunstancias que privilegiaron la aparición del cambio religioso. Se
recurrió a las referencias conceptuales de autores que estudiaron las reestructuraciones
en la concepción de género y sus particularidades fundamentales.
Mediante estos análisis se indagó las reformulaciones de las prácticas masculinas y
femeninas que hacen posible comprobar la tesis de que la concepción de género ha
cambiado. Se revisaron autores como Menéndez, De Keijzer, Hanson, Pratt y Eber quienes
estudiaron las modificaciones en la conducta de hombres y mujeres en comunidades
indígenas, aportando sustanciosamente una explicación de la evolución en los discursos y
prácticas socio religiosas y políticas.
Emergió una transformación en la forma de concebir la masculinidad y feminidad en la
región de Los Altos de Chiapas. La mujer ha hallado mayores oportunidades de
desenvolverse en funciones dentro de la iglesia y en la familia. Los hombres por su parte,
abandonaron las prácticas implicadas con la religión tradicionalista, que a su vez se
vinculaban con la masculinidad en las comunidades originales; beber alcohol, violencia
conyugal, etc.
Es de resaltar que otros aspectos ayudaron a moldear la trasformación en las
conductas de hombres y mujeres evangélicos. Por ejemplo, la dinámica de evangelización
de misioneros, la abolición de la venta de alcohol, veladoras, refrescos, etc., y de la
participación en los sistemas de fiestas que los caracterizan, por último, se reconfiguraron
los procesos de colonización-migración caracterizados por el tránsito del campo a la ciudad
con fines de sobrevivencia y, posteriormente como una forma de enriquecimiento
económico [8].
De acuerdo con Rivera se desarrollaron dos flujos de migraciones por motivos
religiosos. El primero se conformaría desde 1970 hasta 1986. Se caracteriza
principalmente por los estallidos frecuentes de conflictos internos con amenazantes
tentativas en el uso de la violencia. Una de sus manifestaciones visibles se observa entre
octubre de 1974 y agosto de 1976 fechas en las que iniciaron las persecuciones de
personas evangélicas y otras adscritas a la teología de la liberación, sufriendo la
destrucción sistemática de ermitas evangélicas y católicas de corte “moderno” en diversas
comunidades [9].
En el mismo sentido, un segundo periodo de conflictos y expulsiones se viven los
años de 1987 y 1988 al registrarse una conflictividad que discursivamente acusó un origen
religioso que rebasó el número de conflictos en los años precedentes [10]. Según Rivera
entre los años de 1966 y 1986 el número de conflictos registrados fue de 13, en contraste,
en los siguientes años 1987, 1989 y 1990 se registraron 54 [11].
Es en este contexto de expulsiones donde emergerían organizaciones y liderazgos de
tipo evangélico cuyos objetivos se delinearían en torno a la defensa de los indígenas
agredidos y la participación judicial de las autoridades para detener y ajusticiar a los
principales responsables. Entre las organizaciones que sobresalen están, el Comité Estatal
de Defensa Evangélica en Chiapas [12] después transformada a la Comisión Evangélica
de Los Altos de Chiapas, [13] la Organización de Pueblos Evangélicos de Los Altos de
Chiapas, [14] el Consejo Regional Independiente de Los Altos de Chiapas, [15] y otras que
durante la década de los noventa se crearían con carácter asistencial como Misión “El Buen
Samaritano” y el “Ejercito de Dios” adherida a la iglesia pentecostal “Alas de Águila” [16].
En concordancia con lo anterior, me pregunto por el impacto diferencial que han
producido los flujos de expulsados y la formación de organizaciones evangélicas en
mujeres y hombres indígenas evangélicos tzotziles y tzeltales ¿Cómo incidió en los
varones? ¿Cómo influyó en las mujeres? ¿Qué aspectos han cambiado? Me parece que
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aunque no idénticamente que los varones, en este escrito se sostiene que las mujeres han
sufrido cambios igual de importantes, en lo que sigue en este escrito se revisaran cuáles
son.
El impacto de los flujos migratorios y la formación de organizaciones y liderazgos
evangélicos sobre la condición de género en mujeres y hombres
Se considera que los flujos migratorios, la formación de organizaciones y liderazgos
evangélicos han conducido a hombres y mujeres a la negociación simbólica y real de
nuevas posiciones en los sistemas de género, así como entre los sujetos y la colectividad.
Para demostrar lo anterior, retomo a Towsend quien señala que algunas formas de
migración, como las originados por causas religiosas afectan a ambos géneros, ocasionan
que tanto hombres y mujeres pierdan los derechos a la tierra, y al establecerse en otros
territorios se enfrenten a la falta de servicios, educación y salud, sólo por mencionar
algunos aspectos [17].
En este sentido, Baz señala que el establecimiento en otros territorios contribua las
reestructuraciones del orden simbólico, especialmente en el tema de las redes de lo
imaginario, el liderazgo y la constitución de la condición humana de las mujeres [18] Szas
señala que la restructuración del orden simbólico y del imaginario se caracteriza por la
modificación de la sexualidad en el espacio urbano, la forma en cómo se refleja la vida
social y las formas en que se representa, dando lugar a la interacción entre sexualidad y el
espacio social [19].
Esto implicó desde la visión de Hanson y Pratt, un cambio en la subjetividad como proceso
recreado en los discursos, las representaciones culturales y las prácticas de la vida diaria
[20]. Rose explica que las subjetividades móviles se refieren a aquellas historias de “exilios”
que a través de la emigración han ido reconfigurando la concepción de sí mismos/(as) [21].
Los flujos migratorios y las organizaciones evangélicas han posibilitado el cambio en la
manera de concebir y ejercer la propia masculinidad y feminidad, así como la idea de
sumisión, liderazgo y autoridad.
Esto ha permitido la creación de nuevos espacios sociales urbanos con adaptación al
contexto global y la abolición de prácticas y concepciones tradicionales entre las que
destacan la matanza de animales, la venta de flores y la brujería [21]. Al adscribirse a
iglesias evangélicas lograron superar la adicción por el alcohol que insoslayablemente ha
tenido implicaciones en las relaciones de género en cuanto se presume disminuye la
violencia domestica asociada el consumo desmedido de cerveza, aguardiente o mezcal.
En cuanto a los estudios que han proliferado sobre el alcoholismo, existen dos perspectivas
que explican el tema, una que enfatiza sus funciones de integración sociocultural, y otra
que reconoce la dimensión negativa o patológica de su ingesta [22]. La construcción de la
masculinidad en México, cultural e históricamente, ha conducido a los varones a una
socialización en donde la violencia doméstica juega un papel importante, convirtiéndose en
factores de riesgo para mujeres y niños, para otros hombres e inclusive para mismos
[23].
Para aquellas mujeres que deciden estar solas, los vínculos establecidos con otras
mujeres, “hermanas de religión”, les permite tejer una red de apoyo y protección contra el
“hombre alcohólico”, tomar posturas de liderazgo como orientadoras y guías de otras
mujeres y zanjar otras necesidades de su vida personal y social. Para las mujeres casadas,
poseer una fe les asegura una condición de menor maltrato dado que sus cónyuges se
alejan del alcohol que regularmente está presente en situaciones de violencia doméstica
[24]. Para Pérez y Trinidad el cambio religioso y los procesos expulsivos significaron la
única manera de escapar a un “mundo de la vida” en donde la alcoholización es un patrón
y una opción de interacción social, muy asociado a la idea de masculinidad [25].
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Al convertirse a una religión evangélica, el varón establece nuevos lazos con otros hombres
y mujeres en donde la alcoholización y la violencia familiar no sólo están ausentes, sino
incluso sancionada [26]. Asimismo, se modificó la noción tradicional sobre que los hombres
actúan como únicos y totales representantes, proveedores, intermediarios y
administradores de los bienes familiares y colectivos [27].
El trato entre cónyuges dentro de la familia también cambió. La idea de sumisión se
modificó puesto que las mujeres más receptivas a la nueva cultura religiosa, exigieron a
sus esposos el respeto a sus derechos humanos, oponiéndose a tratos violentos y otras
actitudes de dominio. Establecieron mecanismos de respeto para negociar frente a
cónyuges, padres e hijos una mejor condición y un mayor margen de autonomía al interior
de la familia [28].
En el área del desenvolvimiento dentro de las iglesias evangélicas. La autoconfianza y
capacidad de auto decidir se refuerzan. Según Robledo y Cruz Burguete, las mujeres
evangélicas, aunque están al margen de los puestos directivos de sus congregaciones y
organizaciones indígenas, religiosas, etc., fortalecen su autonomía personal, tomando
decisiones propias, eligiendo un cónyuge de su agrado, o bien tomando la decisión de
mantenerse al margen del matrimonio, y permanecer solteras o viudas, condición que no
es bien vista en las comunidades, tampoco en ciertas iglesias de índole pentecostal [29].
Sin embargo, a pesar de presentarse cambios importantes, aún se encuentran algunas
señales de “superioridad de género”, por ejemplo; al interior de las congregaciones
religiosas los hombres controlan los puestos de autoridad y representación [30]. En la
iglesia pentecostal es muy común que las mujeres no se encuentren inmiscuidas en las
partes altas de los organigramas, ni en las estructuras organizativas.
Aunque en la actualidad han asumido puestos de liderazgos para con otras mujeres, esto
es considerado como secundariamente importante puesto que otorgan mayor relevancia a
la actividad del hombre como portador de la revelación divina y secundariamente a la mujer
como ”ayuda idónea” del hombre. Las mujeres participan en labores consideradas por los
pastores como secundarias; mantener limpio el templo, hacer el café o dar instrucción
religiosa a los niños. La iglesia y las organizaciones evangélicas proporcionarán
primeramente al hombre el soporte de una nueva red extensa que, en caso de migrar fuera
de su territorio, le asegura un apoyo con sus “hermanos” en ciudades y localidades
lejanas.
Con la renuncia de los creyentes a los sistemas de cargos y fiestas tradicionales, y la
adopción de los nuevos sistemas doctrinales, especialmente en el presbiterianismo
renovado, la participación de las mujeres como líderes mayormente consolidados se ha
hecho notoria. Principalmente, asumiendo el rol como articuladoras de los ámbitos
espiritual y terrenal, representantes simbólicas del poder regenerador de la tierra y del
grupo social, guardianas de una tradición cultural y actores centrales de estructuras
comunitarias de prestigio y poder fueron tomando un lugar muy importante en la escena
socio religiosa [31].
El presbiterianismo renovado, su sistema de comunicación espiritual notoriamente flexible
ha dado espacios a aquellos actores sociales que en otros contextos y en otras
denominaciones se mantendrían “sin voz”, me refiero particularmente a las mujeres [32].
El ingreso a congregaciones y organizaciones evangélicas ha posibilitado cierto
empoderamiento femenino que ha ayudado al hombre-pastor-ministro a establecer una
conexión más fluida y cercana con la divinidad. Era muy común que “la costumbre”
normativizase los roles tradicionales de hombres y mujeres restringiendo su actividad hacia
labores muy “acordes” con su estatus femenino o masculino según sea el caso. Por lo que
concebir a las mujeres como “intermediarios” entre Dios y la iglesia era en cierto sentido
impensable [32].
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En suma, si existe un impacto diferencial de ambos procesos socio religiosos sobre la
condición de género en indígenas expulsados en la región Altos de Chiapas. En los varones
ha sido menos pronunciado. Se ha manifestado con mayor empuje en las mujeres
evangélicas. La diferencia principal radica en que se ha presentado una mayor
concientización sobre la importancia, el lugar y el papel que ocupan las mujeres en el
ámbito social, familiar y eclesial.
Por lo cual, están en camino a trascender la noción de feminidad de acuerdo a superar
totalmente las prácticas de sumisión y violencia que sufrieron tiempo atrás en sus
respectivas comunidades. Establecer una cultura del trato a la mujer dentro de la sociedad
y en el seno de las asociaciones evangélicas, es una necesidad que seguramente en un
futuro no muy lejano se resolverá, con lo cual se abrirán más puertas para el desarrollo y
el ejercicio pleno del liderazgo y de las múltiples capacidades, que sin duda son
indiscutibles y palpables no sólo al interior de las iglesias sino en la sociedad en general.
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