ASESINATO EN EL CANAL

Octavi Fullat

Catedrático de Filosofía de la Educación, Universitat Autónoma de Barcelona


Miro hacia atrás. En ocasiones es lo mejor que podemos hacer. El XIX Congreso de Filosofía de habla francesa discurrió sin sobresaltos entre un cuatro y un ocho de septiembre. Los marcos fueron la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad Católica de Lovaina -Louvain la Neuve-. Se atacó fronta lmente el tema de la ética. Comento la exposición de Emmanuel Levinas. el judío impeni1ente.

Ingresé en el laberinto de Brujas a las once y diez minutos de la mañana; el frío se me pegó en la piel a pesar de un sol que en el fondo había decidido ya largarse. El hotel sorprendente : minúsculo -seis diminutas habitaciones- y vetusto, del siglo XV. La ventana daba exactamente encima de uno de los canales. Inspeccioné aquella agua con detenimiento; era sospechosa de asesinato: negra, quieta. silenciosa, por poco coagulada. Sin duda Caín había lavado allí el alma después de matar a su hermano. Los cisnes y los ánades la surcaban para disimular la reliquia del crimen. Surqué, luego, el canal en pequeña embarcación hasta el Minnewater, donde en el siglo XIV llegaban diariamente unas 150 embarcaciones comerciales. Oefínitívamente. aquella agua escondía la alevosía del atentado. Sólo ros culpables se veían reflejados en el canal: los inocentes en cambio no veían sus rostros en las aguas que quedaban, así, opacas y sólidas.

Y levinas oponía la conciencia -ámbito de la representación- y el ser -esfera de lo otro con

respecto al pensamiento-. ¿Hay modo de suprimir el abismo que separa el "mundo" del "conocimiento del mundo"?; si un día un mago maldíto elimina la diferencia entre "cosas" y "conciencia de las cosas" reduciéndolo todo a presencia, aquel infausto día morirán la moral y el hombre mismo. La sola presencia o es divinidad o es puro tíempo, pero jamás es humana. Hegel, por ejemplo, igualó conciencia y ser con lo cual asesinó al hombre quien abandonó ipso facto la eticídad. La libertad humana únícamente vive sí el saber y el ser no concuerdan; más aun, sí se oponen.

El "Ens et bonum covertuntur".de la tradición, y la conciencia espejo de la realidad. de Marx.

Rev C e ntro ln1 ( \fe , / Vol 3 Num 1U ( ' 9o8¡


quedaban en ent redicho. El descontento de los seguros -tanto cristianos como marxistas viven de la seguridad- se esculpía en los rostros de muchos congresistas. Años. aquéllos, de verdades ciertas.

Levinas prosiguió imperturbable su excursión. La conciencia antes de ser conciencia de" es simplemen1e "conciencia". La conciencia in1encional presupone la conciencia pre-reflexiva. la cual es confusa. es discreción de la presencia, es existir sin exist ir. anterior al yo y a la justificación . Y ¿para qué en el díscurso de Levinas tal conciencia no-reflexíva? Precisamente con ánímo de descubrír el hontanar de la moral.

En Brujas dediqué una mañana a dejarme estimular por los cuadros del recoleto Museo Memling incrustado en una an1igua sala de enfermos del Hospital San Juan edificado en el serío siglo XI II. Memlíng pintó en 1480 el retrato de la hija del alcalde de Brujas, María Moreel. La Moreel es inquietante si uno deja mirarse por ella; su miradura es diafana aunque enigmática. Resulta curioso que la representación de un rostro del siglo XV pueda todavía desasosegarnos . La mirada del otro -no según Sartre, sino según la hermenéutíca de Levinas- es la mismísima alma de la conciencia no-intencional. En el museo de referencia reposa también la "Adoración de los Magos" que el mísmo Memling pintó en 1479. Sorprende el rey negro Baltasar, pero por encima de todo, reclama la atención el rostro de la Virgen

-a lguna hechizadora muchacha del tiempo del pintor-. La belleza perfecta de la Virgen posee unos ojos que míran al suelo, escrutándole a uno a pesar de su gesto delicado. Tanto la mirada de María Moreelcomo la de la joven que posó como Virgen están instaladas en toda conciencia humana ya antes de ser conciencia intencional. "Ver a otro· engendra el miedo de ocupar su lugar. La responsabilidad es anterior a toda ley.

La proximidad del extraño desvela la alteridad aplastante. la que me deja desnudo y vulnerable. Es preciso hacer frente al otro: he aquí el hontanar de la moral, anterior a toda moral dicha. Elotro se me aparece como mortal y por tal razón


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me exige que no le mate. yendo luego a lavarme en los canales de Brujas. La posible muerte del de enfrente me cuestiona hasta tal extremo que me veo forzado a tener que responder de la misma. Anterior a las normas morales está el rostro del prójimo, semblante que llevo dentro Los hermanos Van Eyck pintaron en Brujas la "Adoración del Cordero Místico", que ya en 1432 ornó la catedral de San Bavon en Gante. Me deleité con el cuadro hasta emborracharme con él como si fuera cuestión de un delicioso Chambertin de la Borgoña. Tal vez una hora. No sé. La embríagadez difumina el caminar del tiempo. La entraña del tríptico se centra en el Cordero, la excelencia de la Alteridad. El origen de la moral reside en este otro al que puedo adorar o vilipendiar Si no existiera el otro, desaparecería la moral.

Lo idéntico -mi yo- queda invadido por la mala conciencia cuando el otro se me aprox ;na -¿no estaré ocupando su ptaza?- viéndome entonces obligado a justificarme: es decir. a sentirme responsable. "Ser o no ser" -ontología- no constituye la primera cuestión: ahora la pregunta originaria es: t,.SOy responsable o bten irresponsable? La Etica pasa a ser de tal forma la Filosofía Primera. Y Dios, ¿qué papel juega en tan perturbadora experiencia?: Dios es Aquél a quien olvido cuando me hago cargo del próximo. La moral es gratuita y vive sin apoyarse en el ser. Que uno se desenttenda de sí mismo para dedicarse a otro y lo haga a sabiendas y no a causa de ciertos mecanismos, resulta maravilloso.

Paladeé con gula estética seis o siete cuadros del Museo Groeninge, de Brujas. Dos cuadros de Pedro Brueghel, el Joven; pero particularmente el alucinante Juicio Final de Jerónimo Bosch -el Sosco-. Hay mas humanidad concentrada en una sola de aquellas representaciones que en un voluminoso y científico libro de historia. El Juicio Final de referencia desborda las mismas descripciones dantescas. Pues bien: un juicio. ni último ni provisional. no puede hallarse jamás al término de la peripecia moral El juicio viene después de una ley o de una norma; ahora bien. la vida moral es gracia, regalo. elemental dádiva.

Levinas -que nos habló un par de horas­ reahzó un análisis fenomenológico de la felación humana. descubriendo que la conciencia de ser, uno, elegido -elegido por la debilidad del otro a ser su sostén- constituía la fuente de la conciencia moral. El ser ya no funda la moral: ni


los acontecimientos ni las cosas justifícan la conciencia ética a pesar de que algunos majaderos hablen de "ética científica" confundiendo escandalosamente el ''ser" y el "deber ser". Lo único que puede dar respuesta a la cuestión ¿por qué hay moral? -ni Marx ni Freud hablan de moral. sino de mecanismos psicohistóricos o psicobiográficos-, es mi mala conciencia ante la atisbadura del prójimo Existe la moral porque el Bien no triunfa jamás en la Historia. Quienes vayan al Cielo o a la Sociedad Comunista Perfecta. serán allá arriba o allá a lo lejos, unos perfectos inmorales. El bien ha triunfado tanto en el Cielo como el Paraíso Comunis1a. Los paraísos son totalmente in­ morales.

Serían las tres de la tarde cuando descubrí la Grand-Place de Brujas Está rodeada de casas construidas por las corporaciones medievales. Destaca el "beffroi" -o "belfort"- impresionante torre levantada en el XIII, que se dispara hasta 83 metros de altura. Allí había únicamente objetos. cosas. que amasaban sucesos humanos de otrora. La Grand-Place nada tiene que ver con la moral, simplemente porque acaba en presenr.ia, actual o de otrora. La Grand Place de Brujas se explica solamente por la economía y por la política -por lo objetivo- hallándose una y otra, de espaldas a la moral. a la subjetividad de la conciencia.

El "no he cumplido" con los próximos, que se revela ante la conciencia, constituye el punto de arranque de la moralidad. El pánico del otro -mi responsabilidad inmemorial- es lo primario en ética. La mala conciencia inicia el camino moral. El rostro del prójimo es el primer paso de la conciencia ética; no porque dicho rostro constituya un fenómeno -veo sus ojos-. sino porque despierta la responsabilidad anterior a toda presencia del otro. Jamás lo dado es fuente de moralidad. Aparece la moral cuando hay ruptura frente a la positividad.

La conciencia no-intencional se halla implícita en la relación con el próximo. Aquí no tiene entrada la ideología. La importancia del "extranjero" configura el punto de referencia admitido unánimamente. La liga hanseática. comercial. tuvo en Brujas un punto de máximo esplendor en el XIII. Aquéllo si tramaba ideologías. La desnudez del prójimo. asaltando mi conciencia pre-reflexiva. no Estoy llamado a servir a los demás; esto es originario y, además, gratuito. No estamos obligados a la moral. La

.;zr, ., : dr ·. .' n . ( M ') Vot 31\'im l('I1998)


ética -no los preceptos éticos-. rompe con lo ontológico, con lo que hay, con el ser; mas aún, lo amenaza y se enfrenta con él. Contra el salvajismo de la realidad se levanta con coraje la emancipación. No es el ser el apoyo de la moral. sino el extranjero -el prójimo- penetrando en nuestras conciencias y desazonándolas.

Soy responsable del otro antes ya de haberle hecha daño alguno , se trata, por tanto, de una responsabilidad arcaica en el sentido de que no es representable . Poseo en consecuencia un pasado -mi responsabilidad- que no ha constituido jamás un presente, no pudiéndose, en consecuencia, representarse.

El discurso moral no es teórico, no puede universalizarse; es puro riesgo y aventura desnudos. Porque en gran medida somos unos exiliados del discurso universal y necesario -el discurso científico-, quedamos abiertos a la experiencia ética. "Yo soy para el otro": he aquí el sentimiento fundamental ético. Si no fuera así - que yo fuera para mí mismo-, entonces sería yo pura individualidad como le sucede a este pedazo de cuarzo. a esa rosa del jarrón o a aquella paloma de la plaza. Los objetos y los aconteceres nos proponen multitud de cosas, pero escoger depende de cada quien.

Y aplaudieron y aplaudí, pero las dos horas siguientes constituyeron un coloquio vivo a causa de las heridas abiertas por Levinas. Y le dijo uno: "Su conferencia es pura religiosidad bíblica". Y le respondió tajan1e: "La herencia judeo-cristiana es ta herencia humana".

Las aguas obscuras y espesas de los canales de Brujas escondian el intento de asesinar al ser

-posibilidad de la moral- y el deseo de matar al otro -tentación moral-. Dejé Brujas, pero ya fue asunto más fácil ingresar en el pensamiento de Levinas.