Voluntad y representación en Arthur Schopenhauer y su influencia sobre la obra de Sigmund Freud

Mtro. Jaime Uribe Cortez

El Colegio de la Frontera Sur Unidad San Cristóbal

E-mail: rostrodeleon1@yahoo.com.mx jaime_uco@yahoo.com.mx / juribe@ecosur.mx

Recibido: Marzo 15, 2010. Aceptado: Junio 17, 2010

Resumen

Este escrito tiene la consigna de describir los presupuestos por los cuales la obra de Sigmund Freud retoma aspectos esenciales concretos de los estudios filosóficos sobre la metafísica de la voluntad del filósofo del pesimismo, Arthur Schopenhauer. La importancia de esta revisión radica en que las sociedades modernas han abstraído las nociones freudianas del eros y sexualidad, las cuales en muchos de los casos han moldeado la forma de concebir las relaciones sexuales, las relaciones de pareja y las cátedras universitarias en psicología. Es necesario conocer cómo el trabajo de Freud se sostiene en muchos de sus argumentos sobre la obra del genio del pesimismo alemán, específica e inimaginablemente, sobre los conceptos de voluntad y representación, por lo cual revisaremos y trabajaremos sobre la importancia del fatalista en la obra de Freud.

Palabras clave: Voluntad, Eros, Freud, Amor y Schopenhauer.

Will and Representation in Arthur Schopenhauer and His Influence on Sigmund Freud’s Work

Abstract

This writing has the aim to describe the concepts used by Sigmund Freud to recapture concrete major aspects of the philosophical studies about the metaphysics of will, of Arthur Schopenahuer, the philosopher of pessimism. The importance of this review takes root in the fact that modern societies have abstracted the Freudian notions of Eros and sexuality which, in many of the cases, have molded the way of conceiving both sexual and couple relationships, and psychology as a university subject. It is necessary to know how Freud’s work is supported, in many of its arguments, on the work of the German pessimism genius, specifically and unthinkably on the concepts of will and representation. Thus, we will review and work on the importance of the fatalist within Freud´s work.

Key Words: Will, Eros, Freud, Love and Schopenhauer.


I. Introducción

1.1. Panorama General y propósito del ensayo

Es necesario hacer una descripción teórica y referencial de la influencia de la filosofía de Schopenhauer sobre la obra académica de Sigmund Freud, específicamente sobre el concepto de eros y sexualidad a fin de destacar los puntos fundamentales, sobre la descripción de las similitudes y diferencias entre ambos autores y, final y sucintamente, sobre la influencia del experto fatalista sobre el psicoanalista Freud. Esto con el objeto de develar los elementos por los cuales Freud simpatizaba con el pesimismo y fatalismo de Schopenhauer, quien construyó sus nociones, voluntad y representación con un estilo único, melancólico y peculiar que inundó todos los conceptos y categorías freudianas más importantes. Freud se vio envuelto en esta filosofía pesimista. A partir de ella construyó sus conceptos más importantes que en la actualidad son fundamentales para la interpretación del impulso erótico y la sexualidad en todo el mundo.

La obra de Sigmund Freud es de vital importancia para entender el conjunto de significados subyacentes a la noción de mundo que poseen en su accionar las sociedades modernas. No obstante, se cree y con frecuencia se ha dicho con cierta razón que, por su concepción del mundo, Freud se inspiró en Schopenhauer; sus filosofías se han comparado buscando y encontrando numerosas analogías entre ellos: el mismo pesimismo por parte de ambos pensadores, la misma visión del mundo, del hombre y de la sociedad, el realismo sombrío mismo que traza la espiritualidad humana de nuevo a los trabajos de oscuras fuerzas primitivas e instintivas.

Es especialmente, la concepción de voluntad que acuñaría Schopenhauer en su texto celebre El mundo como voluntad y representación (2009) [1] donde Freud encontró un apoyo a su quehacer teórico. Este concepto está en casi todas las categorías freudianas, es el referente inmerso en casi todos los libros de Freud, por lo que se considera igual de importante que el mismo constructo teórico del célebre psicoanalista.

Por ello, para entender la noción de mundo y sus categorías más importantes es fundamental ir al concepto de voluntad, como se lo define Schopenhauer. ¿Qué es la voluntad? Desde el punto de vista de Ávila, [2] este concepto tiene relevancia para el pensamiento moderno respecto de los análisis sobre la voluntad y su manifestación objetiva en la vida cotidiana. Asimismo, con la palabra "voluntad" Schopenhauer hace referencia al sustrato último de toda realidad, a su componente esencial: deseo, dolor, esfuerzo, etc. Todo en el fondo no es sino un deseo ciego e insaciable. [2:70]

El punto de partida de Schopenhauer fue la división de Kant del universo en fenómeno y noúmeno, alegando que el noúmeno es lo mismo que nosotros llamamos voluntad. La voluntad es el principio motor de todo, la explicación inexplicable de todas las manifestaciones empíricas. Incluso el intelecto humano está sometido a la voluntad, con lo cual no puede llegar a conocerla realmente. Tenemos una experiencia interior de la voluntad y por eso somos conscientes de ella, pero no penetramos cognoscitivamente en ella. La doctrina del noúmeno de Kant es asimilada por Schopenhauer como casi idéntica a la teoría de las ideas de Platón. Las ideas, para Schopenhauer, son las formas esenciales de los fenómenos y con base en las cuales la voluntad crea las manifestaciones fenoménicas individuales. La voluntad es una e indivisible, pero sus manifestaciones y sus objetivaciones son diversas. La voluntad opera irracionalmente, sin fin ni objetivo, crea por el simple hecho de crear; es su aspiración sin fin y se devora a sí misma. [3:180]

Para realizar la anterior definición, Schopenhauer sustrajo tres puntos importantes de la distinción de Kant entre lo fenoménico y lo inteligible: en primer lugar, la realidad es un mundo fenoménico, es una ilusión creada por nuestro propio sentido y la comprensión; en segundo lugar, la espacialidad, la temporalidad y la causalidad se imparten en el mundo por la mente, y no puede afirmarse de la realidad misma y, finalmente, el mundo nouménico "puede" conocerse, pero sólo de inmediato, por la propia identificación con ella. No está de acuerdo con Kant respecto de que la cosa en sí misma no puede ser conocida. Schopenhauer alegó que podemos conocer la realidad, ya que es en sí misma, lo que encontramos en la naturaleza, así que no es sólo un cuerpo físico, o de la mente racional. Todos los demás aspectos de nosotros mismos son sólo una expresión de esta voluntad, esto es la cosa en sí. [4:45]

En este sentido, Schopenhauer construye su noción de voluntad y la aplica al trabajo conceptual de Platón sobre la cuestión de la división de los seres humanos, basándose en su inteligencia innata, fuerza y coraje. De lo anterior deriva que aquellos seres humanos, cuya voluntad no es trascendente, es decir, los que no son demasiado brillantes, fuertes, o valientes, se adaptan a distintas profesiones productivas: agricultura, herrería, construcción, etcétera. Los que son algo brillantes, fuertes y valientes se adaptan a la defensiva y a la vigilancia de las profesiones. [5:80]

Aquéllos, por ejemplo la aristocracia, cuya voluntad los lleva a ser extraordinariamente inteligentes, virtuosos y valientes, son adecuados para ejecutar el propio estado, es decir, el estado ideal de Platón para alcanzar este estado. Schopenhauer propugna por una voluntad inquebrantable, esto es, una aristocracia plena, una palabra griega que significa "el gobierno de los mejores", o de “las mejores voluntades”. El extremo inferior de la sociedad humana que, por lo que se refiere a Platón, consiste en una abrumadora mayoría de la gente en un estado que él llama los "productores", ya que son los más adecuados para el trabajo productivo. [5:82]

La sección central de la sociedad, un pequeño pero gran número de personas, se constituye por el ejército y la policía, a los que se llama "auxiliares". Los mejores y más brillantes, un grupo muy pequeño y sutil, son los que tienen el control completo de la situación de forma permanente; Platón llama a estos individuos "tutores". En el estado ideal, "valor" caracteriza a los auxiliares; "sabiduría y voluntad" se manifiestan en la vida y en el gobierno de los guardianes. [5:90]

Cuando la analogía se extiende al ser humano individual, Platón identifica la inteligencia con los guardianes, el espíritu y emociones con los auxiliares y los apetitos corporales con los productores. Es esto lo que Schopenhauer toma de Platón para delinear los tipos de voluntades que caracterizan a los seres humanos. En esto, tenemos por ejemplo, que una persona es valiente, si su espíritu es valiente y una persona es inteligente, si su intelecto es sabio, es decir, depende de la fuerza constructiva o destructiva de la voluntad.

Sobre estos antecedentes platonianos, Schopenhauer realizó sus mayores aportaciones al campo de la filosofía metafísica y del concepto. Puso especial énfasis a la construcción de categorías, pues la voluntad necesita de ellas para asirse de todo lo que la realidad ofrece. Es aquí donde influyó terminantemente en la obra de Freud, ya que toda caracterización de la voluntad, el inconsciente y el impulso del eros tendría necesariamente que tomar la construcción de conceptos y categorías aplicadas al psicoanálisis, precisamente lo que Freud realiza con gran desenvolvimiento teórico. [6:100]

Freud, al igual que Schopenhauer, entendía que la tendencia a formar y construir categorías está aún vigente. Esto coincidió con Kinsey [7] quien señaló que sólo la mente humana inventa categorías y se esfuerza para que los hechos quepan en casilleros separados, a pesar de que los hechos se subvierten constantemente. Y, en este afán, han surgido nuevas categorías mientras que las más antiguas han vivido un proceso de subdivisión a medida que los gustos especializados, necesidades y aptitudes específicas se convierten en la base de otras aptitudes y de otras voluntades. [7:65]


En el siglo XIX, algunos temas generales eran muy frecuentes en el mundo de habla alemana, y ninguno de ellos más que el de la voluntad y la conciencia. Al parecer, estos temas pueden haber alcanzado en Freud el máximo desarrollo de su teoría del eros y superyó, como algunos han sugerido, pero no tienen su comienzo en él ni tampoco en Nietzsche, como algunos creen. Como aquí se ha aseverado, para encontrar su génesis y planteamientos, debemos retroceder al menos hasta el muy mencionado, insólito y misantrópico filósofo Arthur Schopenhauer. En él encontramos no sólo una anticipación de algunas de las más características ideas de Freud sino una sorprendente articulación completa de ellas. Es de conocimiento general, por supuesto, que Schopenhauer anticipó de algún modo a Freud en muchas de sus ideas generales.

Cuando recordamos que Freud había afirmado que no había leído a Schopenhauer hasta "muy avanzada mi vida", un análisis semejante adquiere mayor interés. Freud pudo haber adquirido por otras vías una formación general sobre las ideas de Schopenhauer en su juventud, –por supuesto durante los años de juventud de Freud, Schopenhauer era el filósofo más discutido en el mundo de habla alemana–, pero la amplitud de las correspondencias entre sus puntos de vista son asombrosas. [8:29]

Para Ellenberger, Mann y Schopenhauer [9-11] la contribución teórica más significativa que Freud ha hecho al pensamiento moderno es la de intentar darle al concepto de lo inconsciente (que tomó de Eduard Von Hartmann, Schopenhauer y Nietzsche) un estatus científico (no compartido por varias ramas de la ciencia y la psicología). Es aquí donde el fatalista alemán aleccionaría a Freud en sus conceptos más importantes. Estos son sus conceptos del eros, la diversidad sexual y el inconsciente; en este caso, los deseos no objetivos y reprimidos propugnan por una mente dividida en capas o niveles, dominada en cierta medida por voluntades primitivas que están escondidas a la consciencia y que se manifiestan en los chistes, los lapsus, los actos fallidos y los sueños.

Freud explica el argumento para postular el nuevo modelo del inconsciente y desarrolla un método para conseguir el acceso al mismo, tomando elementos de sus experiencias previas. Como parte de su teoría, Freud postula también la existencia de un preconsciente, que define como la capa entre el consciente y el inconsciente (el término subconsciente es utilizado popularmente, pero ya no forma parte de la terminología psicoanalítica).

La supresión de los deseos contra la voluntad, a la cual Freud nombró como represión, tiene gran importancia en el conocimiento del contenido del inconsciente. De acuerdo con Freud, las personas experimentan a menudo pensamientos y sentimientos que son tan dolorosos que no pueden soportarlos. Aquí entra la teoría fatalista de Schopenhauer pues coincide en que existen pensamientos y sentimientos (al igual que los recuerdos asociados a ellos) que no pueden, según sostuvo, ser expulsados de la mente, de la voluntad, pero sí pueden ser expulsados del consciente para formar parte del inconsciente, en términos schopenhauerianos, decimos que se tornan irrupciones de la voluntad. [1:78]

A partir de esta aportación, aunque a lo largo de su carrera Freud intentó encontrar patrones de represión entre sus pacientes que derivasen en un modelo general para la mente, observó que sus distintos pacientes reprimían hechos diferentes. Advirtió, además, que el proceso de la represión es en sí mismo un acto no consciente (es decir, no ocurriría a través de la intención de los pensamientos o sentimientos conscientes).

A partir del concepto de voluntad de Schpenhauer, Freud buscó una explicación a la forma de operar de la mente. Propuso una estructura de la misma dividida en tres partes: El Ello, el Yo y el Superyó (véase Yo, Ello y Superyó):


· El Ello representa las pulsiones o impulsos primigenios y constituye, según Freud, el motor del pensamiento y el comportamiento humano. Contiene nuestros deseos de gratificación más primitivos.

· El Superyó, la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos.

· El Yo permanece entre ambos, alternando nuestras necesidades primitivas y nuestras creencias éticas y morales. Es la instancia en la que se inscribe la consciencia. Un Yo saludable proporciona la habilidad para adaptarse a la realidad e interactuar con el mundo exterior de una manera que sea cómoda para el Ello y el Superyó.

Finalmente, Freud estaba especialmente interesado en la dinámica de estas tres partes de la mente. Argumentó que esa relación está influenciada por factores o energías innatos, que llamó pulsiones (Schopenhauer las llamó irrupciones). Describió dos pulsiones antagónicas: Eros o pulsión de vida, una pulsión sexual tendiente a la preservación de la vida, así como el tánatos o pulsión de muerte. Ésta última representa una moción agresiva, aunque a veces se resuelve en una pulsión que nos induce a volver a un estado de calma: Principio de nirvana o no existencia, que basó en sus estudios sobre protozoos (más allá del principio del placer). Es aquí donde la obra del pesimista alemán contribuiría a enriquecer la teoría de la sexualidad, el eros y el inconsciente de Freud. Sobre todo es la dicotomía voluntad–instinto sexual, el nexo más importante, desde mi punto de vista, que existe entre los dos autores alemanes. No obstante, es necesario revisar dónde empieza la génesis del interés de Freud por abstraer la obra de Schopenhauer, cuál fue su ulterior evolución, las analogías y diferencias entre los dos autores, por ello, sin mayor preámbulo lo describiremos a continuación.

Desarrollo del ensayo

2. ¡Entre alemanes te veas! Semejanzas y diferencias en la obra de los dos genios de hierro: la voluntad de Schopenhauer y el instinto sexual de Freud

Los paralelismos entre Schopenhauer y Freud son notables, especialmente en lo que se refiere a sus puntos de vista sobre ética y estética. Para Young y Brook, la semejanza más importante es que puede encontrarse en ambos "el mismo sombrío realismo que busca las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e instintivas". [12:5] Sin embargo, pasa de largo de las semejanzas entre su psicología. Excepto algunos comentarios sobre sus teorías sobre el amor, en donde se centra más en las divergencias que en las semejanzas. Hay unos pocos estudios que se refieren específicamente a las semejanzas en la psicología; por ejemplo, Gardiner [13] encuentra semejanzas en su tratamiento de las enfermedades mentales, aunque de manera concisa, señala ciertas correspondencias entre aspectos de la psicología de Schopenhauer y el modelo topográfico de Freud. [13:23]

El primer estudio significativo para encontrar las mencionadas similitudes fue realizado por Ellenberger, en su clásica Historia de la psicología dinámica, de 1970. [9: 113] Subraya, en varias ocasiones, las ideas psicológicas de Schopenhauer e insta a que sea incluido "definitivamente entre los antecesores de la moderna psiquiatría dinámica". [9:205] También menciona con aprobación la interesante afirmación de Foerster de que "nadie debe ocuparse del psicoanálisis sin antes haber estudiado profundamente a Schopenhauer". [9:42]

En general, Gardiner ve a Freud como el primero y más importante del gran número de filósofos del inconsciente del siglo XIX, y concluye que "no cabe la menor duda de que el pensamiento de Freud es uno de ellos". [13:147] No obstante, Weeks intenta abarcar por completo el siglo XIX, por lo que su tratamiento de un determinado pensador es necesariamente apresurado. Afirma que "en los textos de Schopenhauer se instauran sobre muchas agudas ideas que más tarde fueron desarrolladas y elaboradas por Freud". [15:226] En lo que se refiere a la psicología, el autor encuentra semejanzas entre la voluntad de Schopenhauer y el Ello de Freud. [15:228]

Hablando de las ideas pioneras de Schopenhauer sobre la sexualidad y las posteriores ideas de Freud, Ellenberger señala que Schopenhauer trabajó ávidamente con el concepto de racionalización de Freud, indicando que Schopenhauer anticipó esa idea por medio de la noción de represión e hizo la penetrante observación de que "ambos consideran que la represión excesiva deteriora la personalidad humana". [9:131] Además, observa que ambos consideran la importancia capital de la infancia en la formación de la posterior personalidad. [9:132] Estas observaciones son importantes, aunque no agotan el tema. Además, Gupta ofrece pocas pruebas de las afirmaciones que realiza.

Thomas Mann hizo alguna vez profundas observaciones sobre el tema. Desde su punto de vista, Schopenhauer, como psicólogo de la voluntad, es el padre de toda la psicología moderna. Él parte una línea que, a través del radicalismo psicológico de Nietzsche, va directa hasta Freud y los hombres que construyeron su psicología del inconsciente y la aplicaron a las ciencias de la mente. [10:108] Mann observa muchos puntos de coincidencia entre Schopenhauer y Freud, desde semejanzas en sus perspectivas psicológicas generales hasta semejanzas entre la voluntad y el intelecto de Schopenhauer y el Yo y el Ello de Freud. Mann hizo estos comentarios, muy interesantes, en un discurso sobre el ochenta aniversario de Freud.

En el mismo sentido, una de las ideas más importantes, y que posiblemente concuerde con la idea de Freud sobre los impulsos de vida y muerte, es que Schopenhauer [17] piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en el deseo sexual y en el "amor a la vida" de los seres humanos. Ambos impulsos son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para los dos autores, la sexualidad es la más fuerte de los dos, "la más perfecta manifestación de la voluntad de vivir". [17:144] Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como para afirmar que el ser humano es impulso sexual concreto por cuanto su origen es un acto de copulación y este impulso por sí solo perpetúa y mantiene por completo su existencia fenoménica. [17:216]

Para el fatalista alemán: "El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad". [1:262] Como muchas de sus ideas, las opiniones de Schopenhauer sobre el poder del deseo sexual están expresadas en un lenguaje metafísico. De hecho, muestra sus afirmaciones sobre la sexualidad como simples inferencias del constructo trascendental de la voluntad.

Cuando la voluntad se manifiesta por sí misma en la forma de una criatura viva, tiende a perpetuarse a sí misma de acuerdo con el método de reproducción de la criatura. Así, la sexualidad es fundamental para la voluntad de perpetuarse a sí mismo. Para Schopenhauer, la sexualidad es "la más decidida y poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para el hombre en su estado natural, como para el animal, es la finalidad de su vida y su meta más elevada". [16:117] Debido a que la conducta sexual es la más poderosa afirmación de la vida y la más completa manifestación de la voluntad de vivir, Schopenhauer se refiere a los genitales como "el núcleo central de la voluntad", [19:103] esto es, la más clara manifestación física de lo que la voluntad quiere alcanzar en el mundo físico. La conducta sexual "fluye desde las profundidades de nuestro estado de naturaleza". [17:105]

En la teoría de Freud destaca la importancia y la universalidad de la conducta sexual; para Schopenhauer, la sexualidad es la más poderosa parte de la totalidad de la motivación humana, y sus ilustraciones de las manifestaciones de esta conducta parecen un resumen de la teoría de Freud. Schopenhauer incluso amplió antes el dominio de la sexualidad más allá de la procreación e incluso más allá del orgasmo y el placer genital.

Schopenhauer encontró manifestaciones del impulso sexual allí donde nunca se había pensado que existiera. Veamos este notable pasaje de 1844 citado en una edición en el año 2000: [17]

Todo esto corresponde al importante papel que juega la relación sexual en el mundo humano, donde es realmente el centro invisible de toda acción y conducta, y se puede atisbar por todas partes a pesar de los velos que lo cubren. Es la causa de la guerra y la meta y objeto de la paz, el fundamento de lo serio y la finalidad de lo jocoso, la fuente inagotable del ingenio, la clave de todas las alusiones y el significado de todas las insinuaciones misteriosas, de todas las proposiciones tácitas y todas las miradas robadas; es la meditación diaria del joven y a menudo también del anciano, el pensamiento permanente del impúdico e incluso a menudo aparece en la imaginación del casto contra su voluntad, el material siempre disponible de la broma precisamente porque lo profundamente serio está situado en su raíz”. [17:303]

Este pasaje no es el único, veamos este otro:

Próximo al amor a la vida, el amor sexual se muestra a sí mismo como el más poderoso y activo de todos los motivos e incesantemente reclama la mitad de los poderes y pensamientos de la parte más joven de la humanidad. Es la meta final de casi todo esfuerzo humano; tiene una desfavorable influencia sobre los asuntos más importantes, interrumpe continuamente las ocupaciones más serias y a veces deja perplejas por un tiempo incluso a las grandes mentes. Parece no dudar en introducirse con su morralla e interferir en las negociaciones de los hombres de Estado y las investigaciones de los eruditos. Sabe cómo deslizar sus cartas de amor y sus rizos incluso en los portafolios ministeriales y los manuscritos filosóficos. [17:365]

De este modo, Schopenhauer sigue el rastro de las ubicuas manifestaciones del instinto sexual. Incluso el amor más sublime es esencialmente sexual: "incluso en el caso del enamoramiento objetivo y por muy sublime que la admiración pueda parecer, a lo único que tiende es a la generación de un individuo...". [1:179]

De modo parecido: “…toda naturaleza amorosa está enraizada únicamente en el impulso sexual, es de hecho tan sólo más determinada y especializada y, por supuesto, en sentido estricto, impulso sexual individualizado, no importa lo etéreamente que se muestre a sí misma”. [17:86]

Schopenhauer, como más tarde Freud, amplió el término sexualidad y otros análogos a un conjunto de fenómenos mucho más amplios que los habituales en el discurso ordinario. Ampliaron drásticamente las motivaciones y las actividades sexuales hacia motivaciones y actividades en las que no se encontraba corrientemente nada sexual. Schopenhauer al menos mantuvo alguna conexión con lo orgásmico y lo genital; la sexualidad en sentido ordinario. Si la voluntad es el fundamento de todas las cosas, incluye a todos los instintos y por consiguiente es mucho más amplia que la sexualidad normal, sus manifestaciones son sexuales al menos en sentido ordinario. [1:80] Freud dilató mucho más esta postura ya que no sólo amplió el ámbito de lo sexual sino que amplió el propio concepto, declarando como sexuales a muchas cosas que no tenían en absoluto ninguna conexión obvia con lo orgásmico o el placer genital.

La ampliación hecha por Freud del concepto de sexualidad es mucho más complicada que en Schopenhauer. Cierto número de ideas procedentes de distintas fuentes contienden en el uso freudiano del término sexualidad. Como resultado, utilizó el término sexualidad al menos de tres formas diferentes e incompatibles. Algunas veces por sexualidad se refiere a la noción ordinaria, al placer genital y al orgasmo, a las actividades relacionadas con el placer genital y sus desviaciones. Este es el uso más restringido y es el que emplea cuando habla, por ejemplo, de la pérdida de interés sexual que la castración causa al "aniquilar los caracteres sexuales" por completo. [1:211] Sin embargo, también usó el término de forma ampliada de dos modos diferentes. En uno de ellos consideró a todos los placeres sensuales como sexuales por su conexión con el placer genital y/u orgásmico, incluso el "corriente afecto" de la ternura en la que ve un residuo del placer sexual infantil. [1:209]

Aquí separa explícitamente lo sexual de lo genital, o lo desconecta en gran medida. [22:256] En este sentido de lo sexual, hay muchos placeres sexuales que la castración no puede eliminar, así que resulta desconcertante cómo puede Freud considerarlo todo en conjunto. En el uso más amplio de los tres, el término sexual se refiere a lo que Platón llama eros: todas las fuerzas que impulsan la vida crean estructura y componen el material físico. Estas concepciones rivales aparecen confrontadas en el último párrafo del famoso Prefacio de 1920 a la cuarta edición de Tres Ensayos de Teoría Sexual. Aquí, Freud también pone en relación su punto de vista con el de Schopenhauer. [14:75]

Parte del contenido de este libro, su insistencia en la importancia de la sexualidad en todas las realizaciones humanas y el intento de ampliar el concepto de sexualidad se refiere a lo que constituye el primer y más enérgico motivo de la resistencia contra el psicoanálisis. Podríamos asombrarnos de ello, porque hace algún tiempo que Arthur Schopenhauer mostró a la humanidad la magnitud en que sus actividades estaban determinadas por los impulsos sexuales en el sentido ordinario de la palabra. Y, por lo que respecta al ensanchamiento del concepto de sexualidad, quien quiera que contemple con desprecio el psicoanálisis desde una posición de superioridad debería recordar cuán estrechamente coincide la ampliación de la sexualidad en el psicoanálisis con el Eros del divino Platón.

Sorprendentemente ningún concepto de sexualidad ampliada de este modo se encuentra en ninguna parte de los Tres Ensayos. Mucho más se podría decir sobre la concepción o las concepciones de la sexualidad en Freud, por supuesto, pero incluso el presente ensayo es suficiente para mostrar que Schopenhauer anticipa las ideas de Freud sobre el tema de un modo más incesante. La aseveración de Schopenhauer sobre la omnipresencia de la sexualidad en los asuntos humanos es particularmente elocuente.

Sobre cómo la gente hace frente a la fuerza impetuosa del deseo sexual, Schopenhauer anticipa en un cuidadoso análisis de su obra central, “El mundo como voluntad y representación”, [1:20] nuevamente a Freud. Muestra que muchas de las características ideas de Freud sobre la mente y la sexualidad han sido anticipadas por el fatalista alemán. Cualquier pensador expresa siempre algo de la cultura de su tiempo, aunque, si observamos bien, los paralelismos encontrados entre Freud y Schopenhauer van más allá de la influencia cultural. Su explicación de cuán lejos llegan los seres humanos al negar el poder de la sexualidad es tan sarcástica como la de Freud.

El concepto schopenhauriano de voluntad contiene los fundamentos de lo que en Freud conformaron los conceptos del inconsciente y del Ello. Los escritos de Schopenhauer sobre la locura anticipan la teoría de la represión de Freud y su primera teoría sobre la etiología de las neurosis. La obra de Schopenhauer contiene aspectos de lo que llegará a ser la teoría de la libre asociación. Y, lo que es más importante, anticipa la mayor parte de la teoría freudiana de la sexualidad. Estas correspondencias plantean algunas interesantes dudas sobre la afirmación de Freud de que él no había leído a Schopenhauer hasta los últimos años de su vida.

Todo lo anterior permeó a Freud ya que en él germina la semilla de la visión moderna sobre la variedad sexual infinita. Señaló que la sexualidad tiene claras manifestaciones durante las diferentes etapas de la vida y que éstas son polimorfas. Si bien Freud denominó a algunos comportamientos sexuales como “perversos”, su connotación no era la misma que actualmente le asignamos a este término. [23:98] Buscando transformar las opiniones convencionales en torno a lo que constituía el sexo, él les llamó así desde esa analogía que, hasta el siglo XVI, identificaba a la perversión como diversidad, expresada claramente al denominar al infante como un perverso polimorfo.

Es indispensable comentar que Freud argumentó, a mi entender, su teoría en la propuesta de Schopenhauer, especialmente, en su filosofía pesimista y ascética, donde la voluntad, energía proveniente de Dios, inunda todas las cosas y las empuja, el llamado trieb, sin objetivos finales. “La voluntad es un ciego afán, un impulso carente de todo objeto y motivos”, que inunda todas las cosas, incluso las inanimadas. De este trieb (palabra referida por Schopenhauer), empuje o pulsión, como se la tradujo luego, Freud construye su teoría, con fundamentos filosóficos metafísicos y no físicos. [5:42]

Como hemos visto, es innegable que la teoría de Freud contiene resabios de la obra El mundo como Voluntad y Representación de Schopenhauer. A este respecto, el Profesor Andrew Brook, [12] Chancellor's Professor of Philosophy y Director del Institute of Cognitive Science (ICS) en Carleton University, Ottawa, Ontario, Canadá, junto a Christopher Young, realizaron un cuidadoso y pormenorizado análisis de la obra, observando meticulosamente las similitudes y divergencias entre Freud y éste, dejando en claro cómo Freud argumenta muchas de sus propuestas en aquél pensador, aunque Freud no lo haya admitido abiertamente. [12:106]

Asimismo, notoriamente, me parece que la influencia sobre Freud de la obra El amor, las mujeres y la muerte es notoria fundamentalmente porque señala que todas las pasiones amorosas de la generación presente no son, pues, para la humanidad más que una meditatio compositionis generationis futurœ, e quaiterum pendent ennumerœ generationes. [3:180]

En este caso, ya no se trata, en efecto, como en las otras pasiones humanas, de una desventaja o una ventaja individual, sino de la existencia y especial constitución de la humanidad futura: preservación de las generaciones y constituyente de las formas de convivencia social y sexual. En ese caso alcanza su más alto poderío la voluntad individual, que se transforma en voluntad de la especie. Esto implica directamente al Id, al Yo y al Ello de Freud reconstituyendo sustancialmente al Superyó en toda subjetividad, y ulterior deseo subconsciente.

Schopenhauer y Freud coinciden en que cuando el instinto de los sexos se manifiesta en la conciencia individual de una manera vaga y genérica, sin determinación precisa, lo que aparece, fuera de todo fenómeno, es la voluntad absoluta, de vivir. Esto se manifiesta en la pulsión de vida de Freud; el eros como motor de las pulsiones que a la postre generan vida y que, a su vez, preserva la especie humana.

Para los dos filósofos, cuando se especializa en un individuo el instinto del amor, esto no es en el fondo más que una misma voluntad que aspira a vivir en un ser nuevo y distinto, exactamente determinado. Y en este caso, el instinto del amor subjetivo ilusiona por completo a la conciencia y sabe muy bien ponerse el antifaz de una admiración objetiva. La Naturaleza necesita esa estratagema para lograr sus fines.

Además de lo anterior, en Freud se encuentran otros aspectos de la filosofía de Schopenhauer, que a continuación presento:

Toda inclinación tierna, por etérea que afecte ser, sumerge todas sus raíces en el instinto natural de los sexos, y no es otra cosa que este instinto especializado, determinado, individualizado por completo, que parece tan desinteresado e ideal que pueda yacer en la admiración por una persona amada, como quiera que se trate el objetivo final es, en realidad, la creación de un ser nuevo, determinado en su naturaleza; y lo que lo prueba así, es que el amor no se contenta con un sentimiento recíproco, sino que exige la posesión misma, lo esencial, trascender el goce físico. [1:90]

Asimismo, pensado como un concepto metafísico, la Voluntad de Schopenhauer es sorprendentemente semejante a los primeros estímulos endógenos de Freud y más tarde del Ello. Por otra parte, la doctrina de Schopenhauer contiene una clara anticipación de los procesos primarios y la sexualidad es tan central en él como en la posterior teoría del Ello de Freud. Por último, su concepto del hilo de la memoria y su noción de asociación como método para recuperar recuerdos y sueños perdidos anticipan aspectos de posteriores ideas freudianas.

Schopenhauer acuña el término de erotismo a partir de su pesimismo conocido, mientras que Freud toma de esta postura fatalista el sustrato conceptual para sostener sus posiciones éticas y estéticas sobre la sexualidad. La semejanza más importante es que puede encontrarse en ambos: es el mismo sombrío realismo que busca las raíces de la espiritualidad humana en oscuras fuerzas primitivas e instintivas. Asimismo, existen varias semejanzas entre ellos, observando que muchas de las ideas que constituyen el núcleo del pensamiento de Freud están completas y claramente en Schopenhauer. [13:56]

3. Conclusiones generales: Freud y Schopenhauer, un camino de la mano por el concepto de la sexualidad

Para cerrar este breve, pero arduo trabajo, se recupera primordialmente que la noción de voluntad de Schopenhauer aplicada sobre la concepción sexual de Freud penetra toda la motivación humana en el entendido de que el intelecto es secundario respecto de la voluntad. Para Schopenhauer la voluntad es fundamental, para Freud las irrupciones del eros también. Ella subyace y anima a todos los fenómenos, es decir, todo lo que puede observarse o lo que llamamos el mundo objetivo. De acuerdo con Schopenhauer, podemos saber algo de la voluntad a partir de la conciencia de nuestra propia volición; la volición individual es simplemente una manifestación limitada de la misma voluntad que se manifiesta en todo el mundo objetivo. A partir de Freud el impulso erótico es la manifestación palpable del contenido del inconsciente. Desde el punto de vista de ambos, la voluntad y el eros están en lucha continua y todas sus múltiples manifestaciones en este mundo están eternamente compitiendo por alcanzar alguna satisfacción, éste es el fundamento de su respectivo pesimismo. Dejando a un lado las funciones metafísicas que le asigna Schopenhauer, examinemos lo que vio en sus manifestaciones en la voluntad de los seres humanos individuales.

Piensa que la voluntad misma es inconsciente, pero que se manifiesta en el deseo sexual y en el amor a la vida de los seres humanos. Ambos son manifestaciones de una voluntad de vivir subyacente. Freud toma prestada esta imagen de dos instintos enraizados en una única voluntad de vivir y la mantiene sin cambios hasta 1923 por lo menos. Para ambos, la sexualidad es la más fuerte de los dos, "la más perfecta manifestación de la voluntad de vivir" [1:455] Ciertamente, Schopenhauer llegó tan lejos como para afirmar que el ser humano es impulso sexual concreto por cuanto su origen es un acto de copulación y este impulso por sí solo perpetúa y mantiene por completo su existencia fenoménica.

"El instinto sexual es el más vehemente de todos los anhelos, el deseo de los deseos, la concentración de toda nuestra voluntad". [16:76] Como muchas de sus ideas, las opiniones de Schopenhauer sobre el poder del deseo sexual están expresadas en un lenguaje metafísico. De hecho, muestra sus afirmaciones sobre la sexualidad como simples inferencias del constructo metafísico de la voluntad. Cuando la voluntad se manifiesta por sí misma en la forma de una criatura viva, tiende a perpetuarse a sí misma de acuerdo con el método de reproducción de la criatura. Así, la sexualidad es fundamental para la voluntad de perpetuarse a sí mismo. Es "la más completa manifestación de la voluntad de vivir, es su carácter más claramente expresado". [16:80] Para Schopenhauer, la sexualidad es "la más decidida y poderosa afirmación de la vida por el hecho de que para el hombre en su estado natural, como para el animal, es la finalidad de su vida y su meta más elevada". [5:114] Prosigue con su concepción sobre las actitudes eróticas, expresándolas como conductas sexuales que "fluyen desde las profundidades de nuestra naturaleza". [5:118]

Como Freud, Schopenhauer trató la sexualidad desde dos diferentes perspectivas: la individual y la especie. Como él escribe:

"Es verdad que la voluntad de vivir se manifiesta primeramente como un esfuerzo por mantener lo individual; no obstante, es sólo una etapa en el esfuerzo por mantener la especie". [6:59] En Freud la misma perspectiva dualista adquiere esta forma: "Desde un punto de vista, lo individual es lo principal, la sexualidad es una de sus actividades y la satisfacción sexual es una de sus necesidades; aunque desde otro punto de vista, lo individual es un apéndice temporal y transitorio del casi inmortal plasma germinal que le confía el proceso de generación.” [14:125]

“La voluntad opera en la oscuridad sobre el mundo externo en el que encuentran sus objetos; y se encoleriza como un prisionero contra los muros y los barrotes de su prisión. Sin embargo, la luz llega gradualmente; de inmediato los rasgos fundamentales de la universal voluntad humana, y al mismo tiempo sus modificaciones individuales fundadas en ella, se muestran a sí mismas.” [6: 64]

Podría extenderse aún más, pero todas las citas anteriores son suficientes para dejar en claro que la posición freudiana respecto de la diversidad sexual no está basada en la termodinámica o en la filosofía de Nietzsche, sino en la filosofía de Schopenhauer, que contiene una metafísica y una estética claramente observables.

En la obra del fecundo filósofo, la voluntad genera movimiento a todas las cosas a manera de “empuje” y “hace desear vehementemente procrear”, [12:393] sin que sea atributo de la materia y mucho menos de la termodinámica. Es cierto que Freud utilizó elementos de las ciencias duras de su tiempo para explicar tal profunda posición filosófica respecto de su teoría de la mente. Aún así, nadie invalida la influencia que Schopenhauer refleja en su disertación sobre la sexualidad y de considerarlo un error, pues la raigambre es filosófica, y como tal, no amerita error o falla.

Finalmente, me parece que el tratamiento metafísico que da Schopenhauer y consecuentemente Freud al concepto de sexualidad, rebasa la aportación de la ética sobre la reflexión frente a las manifestaciones diversas, que ha permitido llevar la discusión de la sexualidad humana más allá de lo moral, para poderla enmarcar pragmáticamente en los derechos de las personas, desde el respeto y la libertad.

4. Referencias

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