El regreso del sujeto ... ¿hacia dónde? Perspectivas sociológicas sobre acción y orden social

Dr. Felipe Gaytán Alcalá Investigador SNI, nivel I Coordinación de Investigación

Dirección de Posgrado e Investigación Universidad La Salle

E- mail: fga1@ulsa.mx / fgaytan@colmex.mx

Recibido: Agosto 24, 2010. Aceptado: Noviembre 25, 2010

Resumen

La discusión del orden y el sujeto es un tema aún no resuelto en las ciencias sociales. Desde los clásicos se ha oscilado en una u otra postura de manera explícita o velada en el discurso. No tener soluciones o consensos no implica negar la capacidad de las ciencias sociales por dar cuenta de los fenómenos sociales. En realidad el problema del orden trasciende los límites teóricos y epistémicos y vuelve en uno de carácter ontológico. Debemos entender cuáles son las estructuras y procesos que hacen posible el orden social sin que por ello se excluya al sujeto, y viceversa, analizar la libertad del sujeto sin ignorar las pautas normativas a las que está sujeto. Es necesario el regreso del sujeto en la perspectiva teórica, pero cabe la pregunta ¿Hacia dónde?

Palabras clave: orden social, acción, individuos, modernidad, teoría social.

The return of the Subject… at where?

Sociological perspectives on social action and order Abstract

The discussion of order and the subject is an unresolved issue in the social sciences. From classic has swung in either position, explicitly or in veiled speech. Not have solutions or consensus is not to deny the ability of the social sciences to account for social phenomena. In reality the problem of order transcends the theoretical and epistemic limits and returns an ontological character. We should understand which structures and processes are made by possible for the social order without necessarily exclude the subject, and vice versa, to analyze individual liberty without ignoring the normative standards to which it is subject. You need the return of the subject in theoretical perspective, but there is the question: Where?

Keywords: social order, action, individuals, modernity, social theory.


Si persistiésemos en afirmar que somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones, tendríamos que comenzar dilucidando, discerniendo, distinguiendo, quién es, en nosotros, aquél que tomó la decisión y quién es el que después la cumplirá,

operaciones imposibles donde las haya.

José Saramago. [1]

George Homans escribió en los años 50 un ensayo que marcó la ruptura con el modelo de teoría social propuesto por Parsons, modelo que hasta ese momento imperaba en la sociología, particularmente en la sociología norteamericana. El título de su ensayo “El Regreso del Sujeto”, resultó punta de lanza en la revuelta intelectual de las llamadas microsociologías contra el paradigma funcional - estructuralista parsoniano. Uno de los ejes argumentativos de Homans fue su crítica en contra de lo que denominó “el idiota cultural”, individuo aplastado y cuasi dirigido por las estructuras y los sistemas sin ninguna libertad en sus decisiones.

Aun cuando el trabajo de Homans es representativo de una generación, también es pertinente mencionar a otros pensadores que se preocuparon por el rescate del sujeto como un ente libre de pensar y hacer en el mundo. Los escritos de Simmel revelan una profunda convicción por el sujeto en oposición a las perspectivas dominantes que se ocupaban del orden social y anulaban al sujeto. Igual podemos mencionar la teoría fenomenológica de Schutz, el interaccionismo simbólico de Mead y la etnometodología de Garfinkel, entre otras corrientes atentas a recuperar la dimensión del sujeto.

Si bien el ensayo “El Regreso del Sujeto” fue una crítica al aplastante esquema de Parsons, en la década de los noventa surgió una crítica similar a otro paradigma con pretensión omniabarcante y ominicomprensivo como es la Teoría de Sistemas. Manuel Izusquiza, sociólogo español, elaboró un trabajo titulado “La Sociedad sin Hombres” en el que da cuenta de la idea de Luhmann de considerar a la sociedad como un conjunto de sistemas que actúan en base al código de la comunicación. Cada sistema tiene una realidad propia y sólo su comunicación con los otros sistemas hace posible lo social. El sujeto no forma parte de la sociedad en tanto sistema psíquico, pues la conciencia como tal no comunica nada. Sólo cuando el sujeto comunica lo que piensa se coloca como elemento de alguno de los sistemas. Mientras es sistema psíquico es entorno de los sistemas y entorno de la sociedad. Es necesario comunicar para formar parte de la sociedad y los individuos al ser conciencias no la construyen. [2]

Podemos observar una permanente fijación de las ciencias sociales por entender la dimensión del sujeto más allá de los roles, insertado en estructuras o coartado por las normas. La cuestión no es sólo recuperar el sujeto sino comprender cómo se inserta en las estructuras sociales y cómo a su vez el sujeto las transforma. No se trata de apostar por una perspectiva iluminista del siglo XVIII centrada en un antropomorfismo radical, mucho menos por la propuesta más contemporánea del Rational Choice.

Debemos entender cuáles son las estructuras y procesos que hacen posible el orden social sin que por ello se excluya al sujeto, y viceversa, analizar la libertad del sujeto sin ignorar las pautas normativas a las que está sujeto. Es necesario el regreso del sujeto en la perspectiva teórica, pero cabe la pregunta: ¿Hacia dónde? Por eso de alguna manera el presente trabajo se titula: El Regreso del Sujeto, acompañado de la pregunta anterior. Las preguntas formuladas aquí son dos esencialmente: ¿Qué es externo a los individuos? ¿Qué es lo comprensivo desde los sujetos? No pretendemos dar respuesta a estos dos cuestionamientos que cruzan todo el pensamiento social. Solamente queremos anotar algunas cuestiones que nos parece importante para el debate de las ciencias sociales en el siglo XXI.

I. El problema del orden social: el debate clásico

Una de los temas centrales en la sociología es explicar las formas en que el orden social es posible en una sociedad altamente compleja, diferenciada y racional. Pero el problema no se ha circunscrito solamente en una discusión teórica, por el contrario, tiene profundas raíces en la vida misma. Los cambios producidos por la economía, la política o la ciencia han modificado profundamente las formas sociales en las que habitualmente nos veníamos desenvolviendo, teniendo una repercusión importante en las pautas sociales y culturales. De eso podemos dar cuenta hoy día con el fenómeno de la globalización.

Mannheim resalta la importancia de vincular lo teórico con lo vital cuando afirma que para que algo se convierta en problema primero ha de hacerse problemático en la vida. Se exige por tanto no sólo una visión conjunta de los problemas teóricos en un momento del tiempo, sino también su referencia a la problemática de la vida. [3]

La discusión del tema sobre el orden social llevó a los clásicos de la sociología a analizar los mecanismos por los cuales se concreta. Recordemos que ellos se enfrentaron a un momento histórico de rápida racionalización de la vida social y el quiebre de las tradicionales certezas de compromiso moral en las que se ubicaban, tales como la religión. La pregunta giraba entonces sobre cuáles mecanismos reemplazaban a esas certezas. En algunas perspectivas se privilegiaron más a las estructuras y funciones sociales de carácter normativo, en otras fueron las acciones racionales de diferente tipo bajo un marco valorativo y de consenso.

Durkheim es quizá el clásico que mayor énfasis puso en el problema del orden. Para él la transición de una sociedad tradicional a una moderna representaba el reto de mantener un orden funcional. La anomía era síntoma, no de rompimiento de las normas, sino de una falta en la densidad moral que la sociedad tenía que subsanar. Muchas lecturas sobre la obra de Durkheim hacen hincapié en un modelo de orden tipo hobessiano, una especia de Leviatán moral que constriñe a los individuos al imponer en ellos las pautas morales. Una de estas lecturas sesgadas es la realizada por Parsons.

El clásico francés plantea una perspectiva diferente. La aparición de la solidaridad orgánica produjo un rompimiento en las formas tradicionales del orden, dando lugar a una nueva forma sustentada en un individualismo moral, diferente a la que caracterizaba a la solidaridad orgánica. Dicho individualismo moral no es producto de los deseos del sujeto, es una creación de la sociedad derivada de un largo proceso de desarrollo. De ahí que la solución hobbesiana del orden tiene un principio inadecuado: los individuos no negocian, ni ceden su libertad en aras de un orden total a un ente externo. Por el contrario, el orden es un imperativo moral interiorizado en los sujetos que actúan en consecuencia con esos principios. El orden es constrictivo no represivo. El sujeto actúa libremente en el marco moral, no en el egoísmo; por eso Durkheim no es hostil al individualismo como muchas lecturas han pretendido. El individualismo moral de este tipo se opuso al tipo de individualismo utilitarista de los pensadores iluministas del siglo XVIII. También se opuso a la negación del sujeto en un orden de corte hobbesiano. Su preocupación se centro en el problema kantiano del imperativo moral: la acción social no se fundamenta ni sobre la mera deseabilidad ni sobre el mero deber, sino sobre una fusión de ambos.

¿Se entiende en esta perspectiva que los individuos construyen el orden? Definitivamente no en Durkheim. Si bien admite que lo colectivo es una construcción moral de los hombres a la vez niega que lo social se explique por simple reducción a los deseos volitivos. El individualismo moral es una construcción de la sociedad, no son particulares que negocian de acuerdo a sus intereses. Lo social es un constructo humano pero no se reduce a la sumatoria de individualidades. De ahí la relevancia del planteamiento kantiano del imperativo moral. [4]

Una perspectiva distinta es la planteada por Max Weber a través de la racionalidad de la acción orientada a fines o a valores. La sociología es una disciplina racionalista centrada en el sentido mentado de la acción de los individuos en relación a la conducta de los otros. El término “racionalista” no debe entenderse como condición sustantiva de la acción, sino sólo como un recurso metódico para comprenderla. Existen distintos tipos de acción —teniendo en cuenta que son sólo construcciones típico ideales para entender y explicar las dimensiones de lo social— que pueden caracterizarse como acciones con arreglo a fines, a valores, tradicionales o afectivas. El tipo de acción que predomina en la sociedad moderna es el tipo de acción con arreglo a fines, acción que presupone un alto nivel de racionalidad. Ahora bien, el sujeto establece relaciones sociales, entendiendo por relación social una conducta plural recíprocamente referida hacia los otros. Las relaciones sociales permiten a los sujetos tener la probabilidad de actuar en un grado socialmente aceptable.

También se puede observar regularidades en la acción social, es decir, desarrollo de acciones repetidas y extendidas por y para los sujetos, derivando en tipos homogéneos previsibles. Las regularidades no son estáticas ni se imponen como externalidades. Una regularidad es tal en tanto se establece en el ejercicio de las relaciones sociales en un tiempo y espacio histórico sin un contenido per se. [5] Las regularidades no son estructuras que constriñen, por el contrario son procesos que sedimentan el sentido de la acción y permiten estabilidad en la interacción social.

Weber no ignora la existencia de estructuras sociales, pero les otorga otro significado. Las estructuras son desarrollos y entrelazamientos de acciones específicas de personas concretas. Las primeras existen en tanto son orientaciones de sentido para la acción de los individuos. Weber observa inicialmente en la racionalidad un proceso de creatividad, un espacio de libertad en que los individuos construyen su mundo en el consenso. En escritos posteriores refleja su decepción al intuir en la racionalidad una creciente dominación burocrática que constriñe la libertad de los individuos. Pareciera que la llamada racionalidad social se impone a los sujetos como camisa de fuerza que los atrapa en estructuras altamente complejas, seculares y jerárquicas. A la larga la sociedad queda atrapada en la “jaula de hierro de la razón.” El caso de la dominación de tipo burocrático así lo demuestra.

Marx por su parte establece un giro radical al problema del orden cuando argumenta que sobre los individuos pesan las determinaciones de la estructura de clase. El orden social no es consenso, mucho menos un imperativo moral, es constreñimiento de muchas dimensiones que se definen en la categoría lucha de clases. Paradójicamente, concede a los individuos capacidad de librarse de las determinaciones que se le imponen a través de un proceso de lucha, no obstante esa lucha no es individual, está inserta en la lucha de la clase dominada contra los dominadores. La libertad del sujeto está condicionada a su posición de clase y su libertad depende de la misma clase a la que pertenece, ya para mantenerla como clase dominante, ya para quebrantarla si se pertenece a la clase dominada. Pareciera más un juego de destinos manifiestos que una dimensión volitiva.

Marx fue claro cuando menciona que la conciencia del hombre está determinada por su ser social: “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como ellos quieren, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo circunstancias directamente dadas y heredadas del pasado”. El sujeto se muestra como un sujeto transformador, pero determinado por su entorno presente y pasado. El orden social en la perspectiva marxista la integran las estructuras de clase transhistóricas que definen la posición de los sujetos, aunque queda la posibilidad del cambio, pero desde la clase y no desde lo individual. Los marxistas posteriores llevaron al extremo de dar contenido a la clase social, convertirla en un sujeto colectivo de carácter ontológico que dominaba cualquier expresión individual.

Un autor poco reconocido es George Simmel, quien fue a contracorriente de sus pares clásicos: no pretendió construir una teoría de carácter sistemático, sus análisis se centraron en los detalles y su discurso fue siempre fragmentario y disperso. Quizá por ello no tuvo el eco que merecía en las ciencias sociales. Pero bajo ese cariz disperso aparece una preocupación permanente por el individuo. De hecho, su propuesta se articula en una perspectiva micrológica, propuesta que busca analizar los fenómenos sociales desde los elementos primarios que son los individuos. Dan cuenta de ellos sus ensayos sobre la moda, la comida, el dinero y la religión. Para él lo micrológico es lo constituyente de lo social.

Los sujetos en sus relaciones crean formas que les permita fijar regularidades por las cuales se guían. Esas creaciones son formas, momentos cristalizados del curso de la vida que permiten a los individuos dar coherencia a su actuar en lo social. La forma no constriñe la acción ni el proceso de vida. Cuando ya no es suficiente para representar el proceso vital es reemplazado por otra forma. Durante mucho tiempo, el amor fue representado bajo la forma del matrimonio, pero el curso vital y social la rebasó, con lo que aparecieron otras formas que pudieran atrapar en un momento ese curso vital ya como unión libre, relaciones esporádicas o virtuales. [6] La forma para Simmel no es estructura, tampoco es el sujeto, es la posibilidad de vinculación entre ambas a través de un momento capturado. Entre la forma y el proceso vital existe una tensión permanente. Los individuos crean libremente las formas, pero en el curso este últimas se cristalizan y se imponen como una realidad externa a sus creadores. Esta es la tragedia de la cultura: la cristalización de las formas que los sujetos crearon y que ahora se les imponen como externalidades. La determinación de las formas no es total, siempre quedan espacios de libertad donde los sujetos pueden construir lo social de manera diferente. [7]

Tanto Simmel, Marx, Durkheim y Weber partieron de una preocupación central como lo es el orden social. Algunos construyeron su andamiaje teórico en una perspectiva determinista mientras que otros observaron la realidad desde un punto más volitivo. No hay perspectivas mejores que otras, simplemente son diferentes. Serán los contemporáneos quienes tendrán una preocupación explícita por el papel y lugar del sujeto en lo social tanto en los niveles epistémicos, teóricos y metodológicos.

II. La sociología contemporánea: la oscilación del péndulo

La discusión contemporánea sobre el regreso del sujeto tuvo como marco principal el paradigma parsoniano que a mediados del siglo XX dominaba la sociología. Si bien existían en ese momento otros enfoques, no tuvieron la resonancia de éste. Parsons construyó originalmente su propuesta teórica sobre la estructura de la acción en un esquema que denominó acto - unidad compuesto de cuatro elementos: un actor, un fin, una situación y normas y valores. Posteriormente abandona esta propuesta inicial al conceder un peso más definitivo a las normas y valores por sobre el fin y el actor pues según su argumento, toda acción está determinada por normas previas que inducen a los sujetos a actuar de tal o cual forma, dependiendo de las expectativas sociales y no de los deseos particulares. Para él existía una unidad de orden más alto que el acto mismo, a saber, el estatus- rol.

Con su propuesta del estatus rol definió en gran parte el peso que el sistema social tendría sobre los sujetos. Las disposiciones de necesidad como disposiciones biológicas están configuradas por fuerzas externas, así como las orientaciones de valor son pautas culturales internalizadas. Los sujetos tienen necesidad de alimento, pero su consumo está mediado desde la sociedad. Igualmente lo que deseamos no parte de un interés egoísta, tiene una derivación social de lo que en ese momento se considera un deber ser. Mediante el proceso de socialización los actores internalizan estos modelos, que pasan a convertirse en aspectos de orientación para la acción. No considera al individuo y sus acciones, sólo considera un conjunto de estatus -roles.

Con la internalización de pautas en los sujetos se resuelve el problema del orden social. Parsons tenía latente la preocupación de cómo evitar la guerra de todos contra todos, el conflicto social desenfrenado. El modo ideal de mantener el orden en la sociedad es desarrollar un sistema cultural centrado en la cooperación que internalice ese conjunto de ideas en los actores por medio de la socialización.

Las reacciones al paradigma fueron diversos: surgieron corrientes que reivindicaban el regreso del sujeto tales como el interaccionismo simbólico, la fenomenología, la hermenéutica en su vertiente sociológica y algunas en extremo como la elección racional, etc. En sentido contrario, hubo corrientes que siguieron el mismo esquema parsoniano como es el caso de la Teoría de Sistemas de Luhmann y de algunas corrientes del neo funcionalismo.

La pluralidad de perspectivas en la sociología contemporánea y el rompimiento del “consenso ortodoxo” del paradigma parsoniano hizo pensar en una crisis de la disciplina. Crisis derivada en la falta de consenso en las posiciones extremas de los individualistas y los colectivistas. En realidad no hubo ni hay tal crisis, la ciencia social ganó con esta pluralidad de corrientes que le permitieron dar cuenta de la complejidad de la sociedad en su conjunto. Es cierto que dominan en cierto momento las perspectivas del sujeto y en otras la de la estructura en una representación de péndulo que oscila de un lado a otro. Esto obedece a la historia misma de la ciencias sociales demuestra que los problemas siguen una evolución intermitente, de repente surgen problemas no esperados y otros se abandonan, más no desaparecen.

Alexander explica el debate como un péndulo que oscila en un espacio de tiempo entre una posición a otra. El debate sobre el sujeto se ha centrado en cinco posiciones clave según explica el propio Alexander: [8]

1. Los individuos racionales, propositivos, crean a la sociedad mediante actos contingentes de libertad (teoría del intercambio, teoría del conflicto, rational choice).

2. Los individuos interpretativos crean a la sociedad mediante actos contingentes de libertad (interaccionismo simbólico, dramaturgia social, etnometodología, fenomenología).

3. Los individuos socializados recrean la sociedad como una fuerza colectiva mediante actos contingentes de libertad (propuestas sintéticas de Alexander, Giddens, Ritzer).

4. Los individuos socializados reproducen a la sociedad al traducir el ambiente social existente en un microámbito (funcionalismo, estructuralismo con sus respectivos prefijos neo y post).

5. Los individuos racionales y propositivos ceden ante la sociedad debido a que son forzados a hacerlo por control social externo.

Las propuestas 1 y 2 se inclinan por una propuesta de carácter individualista. La 4 y 5 tienen un carácter más constrictivo sobre el sujeto. El apartado 3 tiene un sentido integrador de las propuestas extremas.

Las teorías de corte individualistas tienen la ventaja de regresar al sujeto al plano de lo social, como constructor de lo social. Berger y Luckmann así lo afirman en su propuesta cuando sostienen que los hombres construyen su naturaleza y su propia dimensión social. En ese sentido las interacciones son el fundamento de lo social las cuales pueden tener carácter intermitente, pero esencialmente tienen un carácter permanente que permite a los individuos orientar su interacción con los demás. La regularidad de las interacciones se tipifican y a medida que son más complejas se vuelven anónimas y desapegadas del aquí y ahora.

Las estructuras sociales en este caso son la suma de estas tipificaciones, pautas recurrentes de interacción establecidas por medio de ellas. El orden social no es naturaleza de las cosas, no tiene un estatus ontológico. El orden es resultado de la actividad humana y sólo es posible mientras la actividad humana siga produciendo.


Podemos resumir la propuesta de Luckmann y Berger de la siguiente manera: “la sociedad es un producto humano, la sociedad es un realidad objetiva, por tanto el hombre es un producto social”. [9] En este mismo sentido se dirigen la propuesta de Schutz, Goffman, Garfinkel. Es necesario aclarar que estas corrientes admiten la existencia de estructuras extraindividuales además de patrones generales antes y después de los sujetos. Sin embargo, insisten en que dichos patrones son producto de la negociación individual.

El rational choice es una propuesta extrema del individualismo. Su análisis gira en torno a concebir sujetos racionales que eligen opciones bajo el criterio de maximizar las ganancias a un costo muy bajo. Deriva de una propuesta eminentemente económica que impactó de manera importante las corrientes sociológicas como el caso de la Teoría de Intercambio. El rational choice analiza el modo en que los sujetos ordenan preferencias e información para la toma racional de decisiones. Se considera al sujeto un ente racionalizador que actúa siempre bajo las condiciones de información y previsión en cada una de sus elecciones. A diferencia del marxismo que ponía el énfasis en la conducta racional esencialmente hacia la acción de clase, la acción racional busca la satisfacción de intereses personales. En esta lógica el orden tiene que ser constantemente negociado entre los actores, delegando en instituciones la capacidad de organizar la cooperación y de actuar de manera coercitiva sobre aquellos que se nieguen a hacerlo. [10]

Por el contrario, las teorías colectivistas o de carácter funcional tienen una posición diferente. El sujeto se encuentra colocado en la perspectiva de las normas y valores que dan sentido a su acción. No se puede actuar racionalmente si no hay elementos de carácter moral que regulen las decisiones. El orden sería imposible sin un contenido normativo y la lucha por optimizar los recursos derivaría en una guerra de todos contra todos. Aun las relaciones contractuales requieren de valores no contractuales para que funcionen socialmente. Los pensadores colectivistas encuentran que los patrones sociales existen con anterioridad a todo acto individual específico y cada sujeto se ve impulsado por estructuras preexistentes.

Dentro de las corrientes sistémicas existen algunos de los extremos como es el caso de la propuesta de Niklas Luhmann, quien propone una teoría de los sistemas en los que los sujetos no se encuentran dentro de la sociedad, pues como individuos son simplemente sistemas psíquicos que necesitan comunicar desde algunos de los sistemas para formar parte de ella. En este caso los individuos no forman la sociedad, son sólo elementos dentro de los sistemas. Luhmann tiene un argumento de corte biológico: la vida nace de elementos básicos que son inórganicos; su conjungación deriva en formas de vida. Empero, no se puede hoy intentar explicar la complejidad de un organismo remitiendo a los elementos inorgánicos que le dieron origen. Los hombres no son suficientes para explicar la complejidad de la sociedad moderna. Son los sistemas y el código de la comunicación la que hace posible la sociedad.

Tanto las teorías que privilegian al sujeto como aquellas que lo subordinan plantean elementos favorables, pero también tienen límites en su interpretación de la realidad social. Las primeras rescatan la dimensión del sujeto pero tienen un doble problema: primero, en un planteamiento del tipo de la rational choice resulta irrealista el voluntarismo social. Los sujetos no poseen información suficiente que les permita una decisión en términos de costo-beneficio. Además, hay elementos no racionales presentes en cada una de las elecciones lo que las vuelve altamente contingentes. No hay sujetos que no tengan normas y que no actúen sobre posiciones sociales. Al rechazar radicalmente el poder de la estructura social, fomentan la ilusión de un sujeto aislado en su relación con los demás e ignoran el gran soporte que las estructuras proveen a la libertad.

En segundo lugar, las propuestas de las corrientes microsociólogicas, como la fenomenología o el interaccionismo simbólico, parten del supuesto que los individuos negocian el orden social y que las instituciones son producto o tipificaciones establecidas en la interacción. Pero se encuentran atrapados en la misma tragedia de la cultura mencionada por Simmel, es decir, no resuelven el dilema de la cristalización de las instituciones una vez que se separan de la interacción en tiempo y espacio. El orden al cristalizarse trasciende las interacciones antes y después de los sujetos y vuelve en algo ajeno para ellos. La separación de las instituciones de las interacciones provee de un marco normativo a cada nuevo sujeto que se incorpora a la sociedad. En principio los sujetos aceptan dicho orden como algo natural, el problema es saber cuándo y cómo tienen capacidad para cambiarlo.

Los límites de las teorías estructuralistas la podemos resumir en la siguiente idea: la libertad del individuo está determinada por normas y valores, su deseo particular es un deseo colectivo internalizado. En argumento extremo el sujeto es anulado a favor del sistema o de las instituciones. El sistema tiene una condición ontológica y hasta una conciencia que rebasa a los individuos. Es como decía Homans “el idiota cultural” que simplemente actúa como un autómata de los preceptos normativos de la sociedad. No obstante, aún en la determinación de las estructuras existen resquicios no determinados desde los cuales el sujeto puede construir la realidad de manera diferente.

III. Las posibilidades de una perspectiva integral

Si bien el debate contemporáneo abrió una gama importante de perspectivas teóricas, también es cierto que adolece de un problema importante en su concepción del sujeto y del orden. Se sobredimensiona o se anula al sujeto pero no hay una idea clara del papel, rol, función, acción o cualquier otro término que explique lo que es externo a los sujetos y lo que es comprensible desde ellos. La sociedad no es sólo la centralidad del sujeto o la determinación de la estructura.

Tanto las teorías colectivistas o individualistas ven al sujeto como un epifenómeno de lo social, exagerando la capacidad de la acción o bien subordinándola; al fin y al cabo no deja de ser un recurso marginal en términos del análisis social1.

Existen algunas propuestas integradoras que intentan dar sentido al regreso e inserción del sujeto en la compleja realidad social. Se trata de pensadores que trabajan esquemas dialécticos entre el orden y la acción. Giddens, Habermas y Alexander son algunos de los pensadores que trabajan esta línea teórica.

Giddens formula la teoría de la estructuración en la que establece una premisa importante: “toda investigación en ciencias sociales o en historia se ha formulado entre la acción y la estructura […] en ningún caso la estructura determina la acción o viceversa.” [11] No hay un dominio de la experiencia del actor individual, pero tampoco de la totalidad social. Ambas se estructuran mutuamente en prácticas sociales ordenadas a través del tiempo y el espacio. Las actividades no son sólo creadas por los sujetos, sino continuamente recreadas por ellos a través de distintos medios, dando lugar a condiciones (estructuras) que hacen posibles dichas actividades. Los sujetos al implicarse en las prácticas sociales producen la conciencia y la estructura de manera simultánea en un proceso dinámico e histórico. [12]

Las estructuras no existen per se, más bien son normas y recursos en un tiempo y en un espacio que permiten a los individuos actuar. Sólo pueden existir en y mediante las actividades de los agentes sociales. Agencia y estructuración son dos conceptos que permiten dar cuenta de la forma en que se articula al sujeto con el orden. La agencia como la capacidad del sujeto por transformar su entorno y la estructuración en una calidad dual: medio y producto de las prácticas que organizan recurrentemente los agentes. Giddens cambia el sentido unívoco de concebir a la estructura constrictiva de sujetos agregando una fuerza capacitadora: las estructuras suelen permitir a los agentes hacer cosas que no podrían hacer sin ellas.

Habermas plantea de manera diferente su propuesta integradora. La racionalidad de la sociedad moderna llevó a un desacoplamiento entre el mundo de vida y el sistema lo que condujo a un problema entre el sujeto y el orden como externalidad. Se entiende por Mundo de vida la racionalidad sustantiva, horizonte en que los agentes comunicativos se mueven y alcanzan la comprensión mutua. Entre más racional es el mundo de vida, más probable es la comprensión mutua en la interacción.2 En síntesis, representa el punto de vista de los sujetos que actúan en la sociedad.

El sistema es una racionalidad formal, una perspectiva externa a la sociedad de alguien no implicado. Cada elemento del mundo de vida tiene un correspondiente en el sistema, una forma abstracta que refleja y posibilita las interacciones sustantivas. Los lazos consanguíneos tienen un correspondiente en la familia, la disponibilidad de los recursos en la economía, las interacciones en el Estado, etc. El sistema tiene sus raíces en el mundo de vida, pero en última instancia desarrolla sus propias características estructurales para ejercer un control externo sobre las decisiones individuales no coordinadas individualmente. La sociedad tiene que considerarse una unidad dialéctica entre el mundo de vida y el sistema.

La modernidad produjo el desacoplamiento entre ambas esferas. A medida que las estructuras del sistema se volvieron más complejas se distanciaron del mundo de vida. No sólo eso, cuando adquirieron mayor autonomía se impusieron al mundo de vida como estructuras de control externo colonizándolo. Originalmente el desacoplamiento constituyó una condición necesaria para la transición de sociedades estratificadas a sociedades modernas, pero el capitalismo deformó dicho proceso derivando en la colonización del mundo de vida.

Para superar la deformación y liberar al mundo de vida se tienen que gestar resistencias y cambios en y desde el mundo de vida. De esta manera establece un proceso de resistencia por parte de los sujetos para descolonizar el mundo de vida y transformar también al sistema, pues no hay que olvidar que este último mantiene sus raíces en el primero. [13]

Por su parte Alexander ofrece lo que llama una sociología multidimensional, la cual pretende dar una respuesta al problema del orden. [12] Sugiere un continuum entre los niveles micro -macro. En el nivel micro el orden deriva de la negociación en la interacción. En el nivel macro el orden se crea externamente y es internalizado en cada sujeto. Entre un extremo micro y macro se gestan una multiplicidad de órdenes que responden a diferentes exigencias. No hay imposición de un sólo tipo micro o macro, la respuesta sobre el papel del sujeto o de la estructura estará condicionada al nivel en que el fenómeno se encuentre entre ambos extremos.

Inversamente a su propuesta multidimensional Alexander crítica los niveles micro. Según su argumento, el dar importancia a nociones volitivas puede hacernos perder de vista la dimensión de los procesos macro, porque al final de cuentas son los entornos colectivos los que inspiran y determinan a la acción. Los entornos pueden ser producto o medio de la acción, no importa tanto determinar esa condición, lo verdaderamente importante es tener presente que son los entornos (marcos normativos) las que posibilitan a la acción en toda circunstancia. Alexander tiene una inclinación más por el tipo de soluciones de carácter colectivo normativo que individualista: “la esperanza de combinar el orden colectivo y el voluntarismo individual reside en la tradición normativa más que en la racionalista.” [12]

Las corrientes integradoras adolecen en su discurso de lo mismo que los estructuralistas o individualistas. Terminan por privilegiar alguno de los dos extremos. Habermas construye la utopía liberadora de los sujetos desde el mundo de vida; Giddens presupone una noción primigenia de los agentes sobre las estructuras. Estas últimas sólo pueden ser posibles en la experiencia de los agentes en un tiempo y espacio determinado. Alexander con su propuesta multidimensional intenta un continuum entre lo micro y lo macro, no obstante termina por privilegiar los marcos normativos por encima de los sujetos.

Conclusiones

La discusión del orden y el sujeto es un tema aún no resuelto en las ciencias sociales. Desde los clásicos se ha oscilado en una u otra postura de manera explícita o velada en el discurso. No tener soluciones o consensos no implica negar la capacidad de las ciencias sociales por dar cuenta de los fenómenos sociales. En realidad el problema del orden trasciende los límites teóricos y epistémicos y vuelve en uno de carácter ontológico. No obstante es necesario tener en cuenta algunas precisiones para que el análisis de lo social sea posible. Entre estas precisiones destaca entre otros: 1) El problema de la sustantivización de los conceptos; 2) la forma en que se emplean dichos conceptos y; 3) el error de analizar al sujeto en sí mismo y no sus manifestaciones.

1. Sustantivizar los conceptos es limitar el análisis social debido a que imponen contenidos unívocos y estáticos, difíciles de relacionar con otros conceptos. Esto ocurre en el caso de los conceptos de orden y sujeto los cuales se anulan al imponerle un contenido determinado. Por ejemplo, decir que la acción racional es maximizadora de beneficios es imponer un sentido unívoco que dificulta entender la existencia y función de normas reales en la sociedad. Igual ocurre en el contenido unívoco que las teorías colectivistas imponen a las estructuras como fuerzas autónomas, constrictivas y determinantes. Pensar de esta manera sería decir que las estructuras poseen vida propia e independiente de los sujetos, una forma de Leviatán real al que podremos encontrar en cada esquina. Weber ya lo había previsto cuando sostiene que toda ciencia generalizadora tiene como condición asegurar que sus abstracciones sean relativamente vacías frente a la realidad concreta de lo histórico. Sólo así puede establecerse distancia y aproximación con fenómenos concretos. [5] Empero, es necesario tener en cuenta evitar el uso exclusivo de abstracciones extremas, lo cual llevaría a una separación y aislamiento de la sociología.

2. Las diferentes corrientes teóricas han deliberado acerca del uso de las nociones orden y sujeto y poco se han preocupado por dar cuenta de la forma en que construyen dichas abstracciones en el plano epistemológico. Es decir, hacen uso de las nociones como nociones dadas, describiendo las características y modos en que se insertan en el plano social sin dar cuenta de su construcción desde el plano de la sociología del saber.

3. Derivado de los apartados anteriores (contenido y uso) podemos decir que el debate de las corrientes individualistas y colectivistas se preocuparon por dar respuesta al problema del orden y del sujeto en sí mismo y no de sus manifestaciones. Al final son las manifestaciones las que permiten comprender cómo acontece lo social más allá del porqué es social.

Las ciencias sociales debe tener claros estos puntos, sólo de esta manera pueden dar cuenta del regreso el sujeto y trascender en sus preguntas del cómo y para qué de dicho retorno.

1 Aún la teorías de Rational Choice acaban por someter la elección racional a organizaciones externas que garanticen la cooperación social, pues sin ello el esquema de maximización de utilidades haría imposible el orden social.

2 El mundo de vida se compone de la cultura, la sociedad y la personalidad. La influencia de Parsons es notable en Habermas, al menos en este apartado.

Referencias

[1] Saramago, J. (1997). Todos los nombres, Buenos Aires: Alfaguara.


[2] Izusquiza, M. (1991). La sociedad sin hombres, Madrid: Taurus.

[3] Mannheim, K. (1990). El problema de una sociología del saber, Madrid: Tecnos. [4] Durkheim, É. (1996). Las reglas del método sociológico, México: Coyoacán.

[5] Weber, M. (1990). Sobre la irracionalidad de las ciencias sociales, Madrid: Tecnos. [6] Simmel, G. (1999). El individuo y la libertad, Barcelona: Península, 1999.

[7] Simmel, G. (1991). Sobre la aventura, Barcelona: Península.

[8] Alexander, J. (1994). “De la reducción a la vinculación: la visión a largo plazo del debate micro-macro”, en: El vínculo micro-macro, México: Universidad de Guadalajara.

[9] Berger, P. y Luckmann, T. (1997). La construcción social de la realidad, Buenos Aires: Amorrortu.

[10] Buchanan, J. (1980). El cálculo del consenso. Madrid: Espasa - Calpe.

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