Juventud y acción colectiva en México

Mtro. Mario A. Morales

E-mail: revista@ci.ulsa.mx

Centro Universitario de Ciencias Sociales Universidad de Guadalajara

Recibido: Enero 12, 2011, Aceptado: Febrero 22, 2012

Resumen

El objeto de este artículo es estudiar la participación de jóvenes en acciones colectivas en México a través de diversas preguntas ¿A qué llamamos juventud? ¿A qué se llama acción colectiva? ¿Hay diversos tipos de acción colectiva juvenil? ¿Cuáles son las formas en que se manifiesta empíricamente la participación de jóvenes en acciones colectivas?

¿Cuál es la magnitud de de la participación juvenil en acciones colectivas? En lo particular creemos que la participación juvenil es más un mito que un hecho en el contexto mexicano. Es decir, creemos que no se ha producido en la magnitud que algunos autores esperaban como para mejorar las condiciones de existencia material y simbólica de los jóvenes mexicanos.

Palabras clave: juventud, Acción Colectiva, Participación política, conflicto-cooperación.

Youth and collective action in Mexico

Abstract

The subject of this article is to study the involvement of young people in collective actions

in Mexico through various questions to what do we call youth? Collective action is called what? There are various types of youth collective action? What are the ways in which the participation of young people in collective action manifests empirically? What the magnitude of youth participation in collective action? In particular we believe that youth participation is more a myth than a fact in the Mexican context. In other words, we believe that there has been in the magnitude that some authors hoped to improve the conditions of material and symbolic existence of Mexican youth.

Keywords: youth, collective action, political participation, conflict-cooperation.

Ese momento de juventud es, además, aquel en que los hombres se muestran más impacientes ante todo freno y más deseosos de cambio

Durkheim [1]

Introducción

El objeto de este artículo es estudiar la participación de jóvenes en acciones colectivas en México. Sí por participación se entiende el hecho de que unos individuos se involucran en una serie de actividades dirigidas a lograr una meta específica, la cual comparten con los miembros de grupos con los cuales se identifican, entonces es comprensible que el tema de la participación juvenil haya cobrado tanta importancia, desde hace poco más de dos décadas, como un medio para combatir los procesos de exclusión social y mejorar las condiciones de existencia de los jóvenes. La estrategia de la participación ha sido tan bien vista que diversos autores la han prescrito como un medio adecuado para promover el desarrollo de los jóvenes en México. Y ha sido tan popular, que la han prescrito inclusive a partir de enfoques contrarios como el de las políticas públicas [2,3] y el de la ciudadanía activa. [4,5] Es innegable que la participación ha producido algunos resultados en diferentes contextos. Y no es difícil citar casos de acción colectiva juvenil que han mejorado las condiciones materiales y simbólicas de algunos grupos juveniles en México.

A pesar de sus bondades, en lo particular creemos que la participación juvenil es más un mito que un hecho en el contexto mexicano. Es decir, creemos que no se ha producido en la magnitud que algunos autores esperaban como para mejorar las condiciones de existencia material y simbólica de los jóvenes mexicanos.

Con el fin de defender esta tesis, en este artículo intentamos hacer asequible una porción de los hallazgos arrojados por diversos estudios sobre el tema de la participación juvenil en acciones colectivas. Desde nuestro particular punto de vista, estos hallazgos son importantes porque permiten evaluar el estado de la participación juvenil en México. En ese sentido, cabe aclarar que lo que escribimos en este artículo no es una mera exposición de resultados. Al contrario, comunicamos el análisis de algunos datos a partir de una perspectiva definida.

El presente artículo está estructurado por unas preguntas y objetivos que fungen como sus ejes rectores. Esas preguntas son las siguientes: ¿a qué llamamos juventud?

¿A qué se llama acción colectiva? ¿Hay diversos tipos de acción colectiva juvenil?

¿Cuáles son las formas en que se manifiesta empíricamente la participación de jóvenes en acciones colectivas? ¿Cuál es la magnitud de de la participación juvenil en acciones colectivas?

Con las respuestas a estas preguntas pretendemos lograr los siguientes objetivos: en primer lugar, queremos elaborar un marco conceptual y analítico del fenómeno; en segundo, buscamos, conocer el estado en que se encuentra dicho asunto en el contexto mexicano. Para conseguir tales objetivos, en este capítulo intentamos elucidar los conceptos de juventud y acción colectiva; del primero por qué está lejos de ser claro en la literatura especializada; del segundo, porque es necesario para describir sistemáticamente las distintas manifestaciones empíricas de las acciones colectivas en las que se involucran algunos jóvenes. Después de definir ambos conceptos, realizamos un análisis del concepto de acción colectiva con el fin de clasificar las diversas formas de acción colectiva juvenil. Tras distinguir tales tipos ideales, intentamos analizar algunos datos disponibles sobre el fenómeno, con el fin de inducir algunas generalizaciones empíricas respecto de las distintas manifestaciones de las acciones de los jóvenes.

Es importante aclarar, desde ahora, que nuestra definición de la juventud parte de diversos planteamientos realizados por algunos especialistas, pero no retoma pie juntillas la significación elaborada por algún autor en específico, debido a que los significados consultados tienden a ser reduccionistas en diversos aspectos. Evidentemente, ese hecho limita nuestras posibilidades de captar con claridad y precisión el referente de dicho término. En cambio, nuestro examen conceptual y analítico de la acción colectiva de los jóvenes sí proviene explícitamente del trabajo teórico de Melucci. [6]

Respecto al procedimiento, realizamos básicamente un tipo de análisis descriptivo tanto de algunas formas como de la magnitud de la acción colectiva juvenil en México. En el primer caso, el análisis parte de los hallazgos cualitativos de una muestra de investigaciones realizadas por algunos especialistas. En cuanto a la magnitud de la participación, nuestro análisis parte de un instrumento cuantitativo con un referente empírico específico: la Encuesta Nacional de Juventud (ENJ) aplicada en los años 2000 y 2005 por algunos asesores del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ). Evidentemente, dicha encuesta se refiere a una muestra de universo igualmente limitado: los jóvenes mexicanos del final de los noventa y de inicios de la década pasada, por lo cual las conclusiones arrojadas con dicho instrumento deben ser retomadas con las debidas precauciones.

A. ¿A qué se llama juventud?

El término “jóvenes” es un adjetivo de nuestra lengua que se usa comúnmente para calificar a una colección específica de individuos (a un segmento de la población, sí se prefiere). Asimismo, es un término que se refiere a los rasgos básicos de la juventud, los cuales se encuentran incorporados en individuos concretos. Dado que los rasgos de la juventud no constituyen datos evidentes por sí mismos, consideramos necesario acotar lo que se entiende por juventud como un paso adicional para comprender con mayor precisión lo que el término jóvenes significa e implica al ser relacionado con el concepto de participación en acciones colectivas.

A pesar de ser necesaria, la labor de acotar lo que se entiende por juventud no es sencilla, porque se trata de un vocablo que nombra un constructo con un referente elusivo, al cual suele atribuirse una gama amplia de significados, que oscurecen su sentido, provocan ambigüedades, malos entendidos y errores de interpretación1.

A pesar de esas dificultades, en este estudio, como en todo estudio de carácter científico, decidimos comenzar con la labor de formular una definición unitaria y lo más clara posible del contenido material de dicho concepto.

1. Una definición nominal

Rescatando algunos componentes a partir de la revisión de la literatura especializada, [2,5,7-11] en este artículo nos arriesgamos a delimitar la juventud como un cambio en el estado de tres propiedades centrales de individuos concretos en un periodo específico de su ciclo vital, el cual fluctúa entre el estatus infantil y el estatus adulto. Tal cambio se produce en las funciones orgánicas, la identidad personal y el estatus social de tales individuos. Por deducción, llamamos jóvenes a la colección de individuos que experimentan cambios en estas tres propiedades en un periodo de la vida ubicado entre la infancia y la adultez.

Según Melucci [6:118-120], habría que agregar que la transición de estas tres propiedades es determinada por un conjunto de señales sociales de pasaje más o menos difusas. Algunas de ellas impuestas por los adultos, otras creadas por los propios jóvenes. A grandes rasgos, esas señales de pasaje consisten en la producción y asignación desigual de las características de la membrecía social. Dichas características son: a) el estatus de miembro, por el cual los individuos adquieren gradualmente nuevas reglas de conducta, roles y habilidades sociales básicas; y b) el contenido sustantivo de unas identidades sociales, por las que adquieren lenguajes, valores y sistemas de creencias, que les permiten distinguirse de los infantes y de los adultos.

De acuerdo con el mismo autor, la existencia de estas señales de pasaje prueba que la juventud no es un proceso dejado al libre arbitrio de las condiciones naturales, ni uno sujeto únicamente a la edad biológica; sino antes bien, uno sometido a las continuas presiones que ejercen recíprocamente los jóvenes y los adultos sobre las oportunidades simbólicas para la individuación y las oportunidades materiales de vida, las cuales son necesarias para ocupar un espacio autónomo en diversos ámbitos sociales.


En este sentido, se puede entender muy bien la extendida aceptación entre los teóricos de la juventud de que los límites que marcan el pasaje del estatus infantil al juvenil no son los mismos en todos los grupos humanos, así como tampoco lo han sido en los distintos momentos históricos de una sociedad.

La clave para entender porque es así se encuentra en la contracción o la expansión de las oportunidades simbólicas y materiales en distintos lugares y momentos históricos, como efectos de la misma presión que ambos segmentos de la población ejercen sobre las señales de pasaje2 [8,10,16]

Por lo dicho hasta aquí, debe quedar claro al lector que usamos el termino juventud desde un estricto punto de vista analítico y no desde uno empírico o fenoménico. Debido a ello, evitamos el supuesto de que la juventud constituye un segmento homogéneo de la población.

Por el contrario, nuestro punto de vista nos permite suponer que se trata de un conjunto de rasgos que se incorporan y repiten en distintos individuos hasta producir una manifestación colectiva en un segmento específico de la población. Evidentemente esa expresión agregada admite algunas variaciones internas, debido a la existencia de variaciones en las señales de pasaje que originan la transformación de los tres rasgos básicos de toda persona en dicha fase del ciclo vital.

2. Una definición de trabajo

Coincidimos con la prescripción de CEPAL [17:221] que señala que para observar la diversidad de expresiones y conductas de los jóvenes y poder realizar comparaciones consistentes entre los mismos, el criterio más simple e intuitivamente más sencillo es el de la edad; porque su medición no produce mayores problemas de validez y confiabilidad; además, es una variable ampliamente estudiada desde hace décadas en la mayor parte de las fuentes de información periódica disponibles en el mundo; y facilita la comparación del fenómeno en distintas escalas, dimensiones y áreas geográficas.

En la actualidad, se ha establecido un rango de años con unos límites inferiores y superiores, en el cual quedarían incluidos los jóvenes en la mayor parte de las sociedades contemporáneas. No obstante, esos límites suelen variar de un estado-nación a otro, ya que su establecimiento depende de criterios culturales y jurídico-administrativos que no son compatibles en todas las naciones. [2]

A partir de tales criterios, investigadores de la CEPAL, [17] definieron la juventud como un conjunto de cambios que tienden a ocurrir en un periodo del ciclo vital que va de los quince a los veinticinco años de edad3. Siguiendo esta definición de la CEPAL,

investigadores del Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) definieron la juventud como un conjunto de cambios de individuos concretos, en un periodo del ciclo vital que va de los doce a los veintinueve años. [18]

B. Acción social y acciones colectivas juveniles

Una vez definidos los referentes de los términos jóvenes y juventud. El paso siguiente consiste en dar un sentido a nuestro entendimiento de las acciones colectivas creadas específicamente por algunos jóvenes. Dentro de un paradigma que expresa la capacidad humana de acción para construir significados y dar un sentido a la realidad, nuestro entendimiento específico de las acciones juveniles se basa en las perspectivas de Weber [19] sobre la acción social, en general, y de Melucci [6] sobre la acción colectiva, en particular. Así, a partir de las reflexiones que encontramos en ambos teóricos, intentamos exponer la definición de acción colectiva juvenil que guía este trabajo. Asimismo, intentamos analizar las distintas formas que asumen las acciones colectivas creadas por jóvenes, particularmente de los movimientos juveniles.

Siguiendo a Weber [19:5] por acción entendemos:

“[…] una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno […]), siempre que los actores realicen una conexión subjetiva de sentido”.

Por extensión, la acción social es, según el mismo teórico, una conducta en la que la conexión de sentido que construye un actor está referida a las conexiones de sentido que elaboran otros actores en un mismo lugar y tiempo. A dicha conexión de sentido, Weber la llama motivo. Por consiguiente, el término motivo se refiere a la relación que los actores establecen mentalmente entre los propósitos que pretenden lograr y a la planeación consecuente para conseguirlos. [19]

Tomando como punto de referencia los propósitos de los actores, Weber deduce que la acción social puede ser racional o irracional. Además, según los planes elaborados, la acción puede ser individual o vista como un encadenamiento de múltiples interacciones entre individuos, es decir como un producto colectivo que deriva de múltiples intercambios individuales. De acuerdo con Weber, las formas colectivas deben seguir, en lo esencial, las especificaciones dadas por la definición de acción social para ser consideradas como variantes específicas de la misma.


Por otra parte y de acuerdo con la perspectiva de Melucci, [6,20] las especificaciones establecidas por Weber pueden tener un carácter necesario, pero no son suficientes para acotar el fenómeno de la acción desde el punto de vista colectivo, ya que la acción colectiva es una variante que posee algunas propiedades distintivas. Según él, una adecuada delimitación del fenómeno debe rescatar también esas propiedades específicas.

Para Melucci, la acción colectiva se refiere a una serie de actividades y conductas orientadas hacia el logro de fines específicos, a) emitidas simultáneamente por una colección de individuos o de grupos sociales, b) quienes exhiben en un mismo lugar y tiempo algunas características comunes y son capaces de dar sentido a lo que hacen en el marco de un sistema de relaciones sociales, d) esta capacidad les permite construir una identidad colectiva (es decir, definir su situación, definirse a sí mismos, definir a individuos externos a su grupo, negociar recíprocamente sus metas, calcular sus planes y sopesar las expectativas de seguirlos); e) todo ello en un marco de oportunidades y restricciones [6:20, 20:42-43].

Así entonces, siguiendo esta definición de Melucci, acotamos la acción colectiva juvenil como una serie de conductas; emitidas simultáneamente por varios jóvenes o grupos de jóvenes; quienes exhiben en un mismo lugar y tiempo algunas características comunes y son capaces de dar sentido a lo que hacen en el marco de un sistema de relaciones; esta capacidad les permite construir una identidad colectiva; en un marco de oportunidades y restricciones.

Por otra parte, Melucci argumenta que sí la acción colectiva es un producto social, entonces tiene que incluir una serie de dimensiones empíricas que pueden ser acotadas analíticamente para poder distinguir la diversidad de manifestaciones del fenómeno, puesto que existen tantas formas de acción como grupos con posiciones, campos de referencia y motivos existen.

En consecuencia, seguiremos el marco analítico que propone este mismo autor para diferenciar la categoría general de acción colectiva en sus diversas manifestaciones específicas en el caso de los jóvenes. En la perspectiva de este autor, el análisis de la acción colectiva se puede lograr siguiendo tres principios básicos. Exponemos tales criterios en los siguientes apartados.

1. La diversa orientación de las acciones colectivas juveniles

El primero de esos principios postula que se tiene que realizar una distinción de las posibles orientaciones de una acción colectiva. Según Melucci, la distinción de la orientación de una acción colectiva se puede lograr combinando tres criterios para clasificar sus diversas manifestaciones empíricas. Según su esquema, tales criterios son:

a) las metas de varios individuos y grupos; b) los medios que utilizan éstos para conseguir sus metas; c) el grado de estructuración que los individuos y grupos logran construir en un actor colectivo. Asimismo, habría que ver estos tres criterios no como propiedades excluyentes, sino como características que admiten cierto grado de variación.

Esta variación puede visualizarse sí la imaginamos como parte de una línea continua en cuyos extremos se aprecia el corrimiento de dos atributos opuestos. Tal representación puede observarse en la figura 1. En ésta aparece una línea vertical en la que puede observase la oposición de dos atributos: conflicto versus crisis de

sentido/cooperación; ambos atributos corresponden a las metas que formulan los grupos e individuos que conforman un actor colectivo4. En la misma figura se puede observar

 

Conflicto

Ruptura con Subsistemas

Agregación Solidaridad

Mantenimiento

dentro

de Subsistemas Crisis-cooperación

Fig. 1. Diversas formas de acción colectiva en los actores juveniles. [6:25-26]

A partir del esquema analítico que subyace a dicha figura, creemos que se puede discriminar la heterogeneidad de formas en que se manifiestan empíricamente las diversas formas de acción colectiva que construyen los actores juveniles.

Para tal efecto, agregamos un criterio específico de la condición juvenil a los tres criterios propuestos por Melucci: el grado de autonomía de los jóvenes respecto de los adultos. Este es un criterio que los teóricos de la juventud consideran esencial para abordar las expresiones juveniles. [11] Cabe señalar que esta propiedad también admite cierto grado de variación y podría visualizarse como una línea transversal adicional en la figura 1; una en cuyos extremos aparecen los atributos opuestos: independiente de las decisiones de los adultos versus dependiente de las decisiones de los adultos.

De acuerdo con dicho esquema, algunas acciones colectivas de los jóvenes tenderían a situarse en alguno de los extremos de estos cuatro ejes. En determinadas circunstancias, los corrimientos hacia alguno de los cuatro extremos pueden combinarse, de esa manera dan origen a las distintas formas de acción colectiva creadas por algunos jóvenes. Por ejemplo, empíricamente algunos actores juveniles pueden formular metas como reacción a una crisis, desarrollar una mera agregación, emplear tácticas que caen fuera de los límites de compatibilidad de un sistema de referencia, con independencia de los adultos y así sucesivamente. En resumen, Melucci llama a esta combinación de criterios como la orientación de una acción colectiva.

Así entonces, al indicar la orientación podemos diferenciar entre una multiplicidad de formas empíricas de acción colectiva juvenil como se puede apreciar en la figura 2. En términos generales, siguiendo el esquema analítico de Melucci, se habla de una acción competitiva cuando el conflicto y la solidaridad que crean los individuos se mantienen dentro de los límites de un sistema de referencia. Partiendo del caso específico que nos ocupa y presuponiendo que ninguna forma concreta de acción colectiva es pura, se sabe que algunos actores colectivos juveniles emiten diversas formas de acción competitiva para mejorar su situación sin alterar las reglas que rigen la producción y asignación de recursos, las que son fomentadas por adultos. Algunas de estas acciones juveniles ocurren, por ejemplo, en los partidos políticos, los sindicatos, los grupos estudiantiles.

En el polo opuesto, se habla de conductas desviadas, cuando los actores reaccionan ante una situación de crisis, creando solidaridad y empleando tácticas fuera de los límites de un sistema de referencia para expresar un descontento irracional. [6] En ciertas circunstancias, algunos actores colectivos juveniles desarrollan este tipo de acciones al margen de los adultos. Una muestra de la literatura disponible incluye muchos ejemplos de revueltas, oleadas de pánico, estampidas, linchamientos, estallidos violentos, disturbios, saqueos, celebraciones de victorias deportivas, entre otros, los cuales expresan crisis de sentido de diversa índole.

Por el contrario, se habla de acciones cooperativas cuando las metas no conflictivas y la solidaridad que crean los actores se mantienen dentro de los límites de un sistema de referencia. [6] Bajo ciertas condiciones, los actores colectivos juveniles también desarrollan diversas formas de acción fomentadas por adultos, las que caben en el tipo mencionado. Algunas de ellas son desencadenadas por una crisis de las tradiciones, otras sencillamente buscan la autoayuda. Algunos ejemplos, del primer caso, son la organización Barrios Unidos en Cristo (BUC) de la ciudad de Guadalajara, la cual busca convertir al evangelio a jóvenes drogadictos, criminales o miembros de pandillas. Respecto al segundo, cabe citar los distintos modos de expresión del trabajo voluntario, los grupos de autoayuda, los clubes deportivos, los clubes de fans, asociaciones religiosas de diversa índole, entre otras.

Asimismo, se habla de acciones de resistencia, cuando los actores desarrollan metas conflictivas mediante la pura agregación por fuera de los límites de un sistema de referencia. [6] Se trata de acciones casi aisladas y estigmatizadas por los adultos, caben en este tipo ciertas formas de sabotaje que realizan los jóvenes en algunas fábricas u organizaciones. Algunas huelgas de hambre en las que participan algunos jóvenes también pueden ser interpretadas como parte de este tipo de acción colectiva.

Igualmente se habla de acciones de movilidad cuando los actores colectivos solamente se agregan para formular metas conflictivas cuyo fin es mejorar su situación sin alterar las reglas de la producción y asignación de bienes (en un contexto en que las oportunidades para la movilidad social son escasas), y usan tácticas que caen dentro de los límites de un sistema de referencia. [6] Usualmente estas acciones son fomentadas o toleradas por adultos.

Adicionalmente, los movimientos sociales se definen como una forma específica de acción colectiva en la que los actores formulan un conflicto antagónico manifiesto, crean solidaridad, y desarrollan tácticas que rompen los límites de compatibilidad de un sistema de referencia para conseguir sus metas. [6] También en este caso hay actores juveniles que participan en movimientos sociales en colaboración con adultos. Algunas formas que caben en esta orientación son el movimiento zapatista, el movimiento altermundista, el movimiento ecologista, el movimiento feminista, el movimiento lésbico-gay, diversos movimientos en pro de los derechos ciudadanos, diversas guerrillas, entre otros. Cabe mencionar, además, otros dos casos que podrían parecer contra intuitivos, pero son congruentes con la delimitación propuesta por Melucci: algunas formas del crimen organizado, tales como el narcotráfico y ciertas expresiones de violencia extrema, tales como los movimientos terroristas.

De igual modo, se habla de acciones reaccionarias cuando las metas conflictivas conservadoras y la solidaridad que crean los actores se mantienen fuera de los límites de compatibilidad de un sistema de referencia6. [6] Algunos ejemplos son los movimientos religiosos, tales como es el caso de la juventud católica o el de jóvenes fundamentalistas; también encontramos ejemplos en ciertos movimientos fascistas, como es el caso de los neoskinheads. Ejemplos históricos podrían encontrarse en la participación de jóvenes en la guerrilla cristera ocurrida en México después de la revolución.

Finalmente, siguiendo la definición de movimiento social damos cuenta también de los movimientos juveniles. Estos son definidos aquí como una forma específica de acción colectiva entre otras, a) emitida simultáneamente por varios actores juveniles, b) los que formulan un conflicto antagónico manifiesto, c) crean solidaridad, d) y tácticas que rompen los límites de compatibilidad de un sistema de referencia, d) con independencia de las decisiones de los adultos. Dentro de esta orientación encontramos, por ejemplo, la variante antagónica de diversas culturas juveniles, entre otras.

Acción Competitiva Acción Desviada

Acción Cooperativa Acción de Resistencia

Acción de Movilidad Movimientos Sociales

Fig. 2. Movimientos juveniles. [6:32-34]

1. Los sistemas de referencia de las acciones colectivas juveniles

Por otra parte, según Melucci, el análisis de toda acción colectiva se puede profundizar utilizando dos principios adicionales. Estos tienen la pretensión de identificar el campo o sistema social en el que los individuos desarrollan una acción colectiva. El primero de ellos indica que para realizar el análisis del campo en que acontece una acción se debe

distinguir claramente sí la meta específica de una acción expresa la reacción a una crisis, cooperación o un conflicto (consensual o antagónico)7

¿Por qué es importante el principio mencionado? Por una parte, porque las metas específicas permiten identificar el subsistema social al cual los grupos e individuos inconformes toman como referente de su acción. Por otra, porque permite derivar un principio subsidiario para el análisis de la acción colectiva. Este último principio postula que el análisis de toda acción colectiva tiene que articular la orientación de una acción con un subsistema social tomado como punto de referencia.

No obstante, describir una tipología como la sugerida por este último principio requiere demasiado espacio y por ahora no podemos realizarla con el suficiente detalle. Dejamos, pues, esa meta como parte de agendas de trabajo complementarias.

C. Las dimensiones empíricas del fenómeno en México

Por diversas razones que desconocemos por ahora, desde distintas culturas, latitudes y periodos históricos, algunos jóvenes mexicanos han construido diversas formas de acción colectiva. No obstante, una muestra de los trabajos disponibles indica que sólo una fracción del segmento juvenil suele participar en diversas modalidades de acción colectiva, sin importar los periodos históricos, la región o la clase social de los grupos juveniles. Asimismo, esa muestra indica que la magnitud de los jóvenes que participan en movimientos juveniles es poco significativa desde un punto de vista estadístico.

Sin embargo, cabría considerar que la magnitud registrada obedece con cierta probabilidad a la existencia de un subregistro de la participación de los jóvenes en acciones colectivas. Básicamente por problemas relacionados con el acopio de los datos.

En el sentido más general, es posible que dicho acopio no sea sistemático; ello debido a problemas relacionados con la definición del objeto en cuestión; o tal vez debido a que los instrumentos diseñados resultan inadecuados para captar un fenómeno escasamente visible, dado que la participación en acciones colectivas está ligada a actores colectivos con grados variables de institucionalización y cuya presencia es efímera en muchos de los casos. Es por estas razones, quizás, que hay un subregistro tanto de la magnitud general del fenómeno, como de la extensión de la participación de los jóvenes en distintas modalidades particulares de acción colectiva8.

 


A pesar de los problemas señalados, hay algunos estudios cualitativos que nos han permitido tener una idea general de las formas de expresión del fenómeno, así como también una serie de estudios cuantitativos que nos han permitido conocer su magnitud en México. Así, en las siguientes secciones haremos una revisión de algunos datos relativos al caso de México.

1. Formas de expresión de la participación juvenil

Algunas investigaciones cualitativas han encontrado que, en México, algunos jóvenes suelen participar en la creación de acciones colectivas con diferentes orientaciones y subsistemas de referencia. Entre estas destacan las acciones cooperativas, las acciones competitivas, las acciones desviadas y los movimientos juveniles, entre los cuales predominan algunas culturas juveniles de diversa índole. [17,23] De acuerdo con la literatura especializada, algunos movimientos juveniles de este último tipo son los Punks, los Cholos, las bandas, los Rastafaris, los Grafiteros, los Skaters, los Ravers, los Darkies, los Emos, entre otros. [2,5,10,24-26]

Algunos especialistas en el tema afirman que estas culturas juveniles son respuestas antagónicas que construyen ciertos jóvenes mexicanos como reacciones ante las crisis que producen la racionalidad, el aislamiento y la ansiedad, producidas por una economía de mercado altamente competitiva. De acuerdo con sus trabajos, algunos jóvenes suelen ver en algunas de estas asociaciones oportunidades para crear paraísos imaginarios; encontrar un núcleo social más gratificante; intensificar sus experiencias personales (en los términos del goce, el disfrute y lo lúdico) y desarrollar nuevas vías de expresión lúdica y afectiva.

Se trata en todos los casos mencionados de culturas juveniles antagónicas que buscan afirmar la identidad y la autonomía de los jóvenes en el terreno simbólico a través de distintos medios: tales como el discurso, la música, las imágenes, el consumo; ello a la manera del grafiti, los fanzines, los espasmos musicales y el baile.

Asimismo, otros estudios indican que algunos jóvenes mexicanos participan en otro tipo de movimientos juveniles y sociales. En algunos casos, tal participación ocurre a través de redes virtuales, principalmente por internet, con el objetivo específico de coordinar las actividades de actores sociales diversos, alejados por distancias espaciales y temporales amplias. Algunos ejemplos de este tipo son las movilizaciones del Foro Social Mundial y diversos actores que han emergido para protestar contra las Cumbres Latinoamericanas; tal como sucedió con La Coordinadora 28 de Mayo que emergió en el ámbito local a partir de las manifestaciones contra la Cumbre Latinoamericana que tuvo efecto en la ciudad de Guadalajara el 28 de Mayo de 2004. [27]

En otros casos, los jóvenes mexicanos se involucran en movimientos sociales y juveniles que promueven la defensa y el reconocimiento de los derechos ciudadanos en distintas dimensiones. En ese sentido, una muestra de los estudios disponibles, indica que algunos jóvenes participan en la creación de diversos movimientos juveniles, tales como los feministas en los cuales se involucran preferentemente las mujeres jóvenes para demandar la equidad de género. [28] Del mismo modo sucede con el movimiento lésbico-gay, en el cual participan algunos jóvenes que pretenden lograr el respeto a las diferentes preferencias sexuales. [29] Igualmente encontramos jóvenes que participan en diversos movimientos que buscan defender los derechos económicos y sociales ya reconocidos por el Estado, así como también en movimientos que buscan el reconocimiento por parte del Estado de otros derechos sociales aún no reconocidos, específicamente para beneficio de los jóvenes. [30] Además, algunos jóvenes indígenas se encuentran involucrados en movimientos que pretenden lograr el reconocimiento de la ciudadanía étnica. [31] Adicionalmente, hay algunos jóvenes que se encuentran involucrados en movimientos que buscan la defensa de distintos aspectos del medio ambiente. [17,23]

En este tipo de movimientos, diversos artefactos tales como el E-mail, el chat, los blogs, y recientemente twitter, han jugado un papel decisivo para coordinar la movilización de distintos actores juveniles como una sola unidad, a pesar de las distancias que imponen el tiempo y el espacio para su operación. [17,23]

De tal manera que, algunos científicos sociales han llegado a creer que el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s) producen nuevas oportunidades para la participación de los jóvenes mexicanos en acciones colectivas. Por ello, algunos investigadores de la región han supuesto injustificadamente que el uso de tales dispositivos incrementa la participación de los jóvenes en acciones colectivas; básicamente por las facilidades que brindan para participar a distancia. [17,23]

No obstante, algunos datos muestran que los mecanismos de movilización centrados en las TIC’s presentan algunos problemas para fomentar la participación de los jóvenes: hay limitaciones de conectividad, de acceso a equipos y de acceso a conocimientos. Tres tipos de recursos disponibles solamente para una porción reducida del segmento juvenil en la región y en México. En consecuencia, quienes participan en acciones colectivas de esta manera son una minoría poco significativa, según datos de CEPAL [17,23] y de la ENJ [22].

2. La magnitud de la participación juvenil

En cuanto a la magnitud del fenómeno, al margen de los posibles errores de medición, los datos arrojados por diversos estudios muestran una distribución de frecuencias muy variable en cuanto a la participación de los jóvenes mexicanos en distintos tipos de acción colectiva. Los datos disponibles indican que la distribución de los porcentajes de participación de los jóvenes ocurre en una amplia gama de formas de acción, con orientaciones que van desde los movimientos sociales y juveniles hasta las acciones desviadas, pasando por las acciones cooperativas. Sin embargo, tales estudios indican que los mayores porcentajes de participación se observan en algunas formas de acción cooperativa y que los porcentajes menores se observan en las acciones competitivas, principalmente las que tienen como referente al sistema político.

Así entonces, de acuerdo con datos de la CEPAL [17,23] y de la ENJ [18,22], el tipo de acciones cooperativas que tiende a ocupar una mayor proporción de jóvenes en México son aquellas vinculadas a asociaciones religiosas y deportivas con poco más de un tercio de los jóvenes en promedio en ambos casos. Los datos muestran que ésta tendencia se encuentra condicionada por las variables de género y edad. Los datos permiten observar al respecto que las mujeres participan en mayor cuantía que los hombres en asociaciones religiosas, pues cerca de un tercio de ellas participa en las mismas, mientras sólo participa en éstas alrededor de 15% de hombres. En cambio, los datos muestran que esa relación se invierte en las asociaciones deportivas; ya que cerca de un tercio de hombres participa en las mismas, mientras sólo participa en éstas alrededor de 15% de mujeres. Del mismo modo, hay evidencia de que la participación de los jóvenes disminuye en ambos tipos de asociación conforme aumenta la edad. Dentro de los tipos de acción cooperativa, la proporción menos significativa que se observa es la correspondiente al trabajo voluntario, puesto que sólo alrededor de 2% de jóvenes se ocupa en ese tipo de actividades. [22]

Por el contrario, de acuerdo con datos de la CEPAL [23] y de la ENJ [18], sólo una pequeñísima porción, menos del 5% de los jóvenes, participa en movimientos juveniles y sociales.


En ese tenor, los estudios disponibles muestran que ese 5% de jóvenes tiende a participar en diversos tipos de movimientos juveniles y sociales, de acuerdo con sus orientaciones y sus sistemas de referencia. De acuerdo con ello, hay evidencia de que alrededor de 3% de los jóvenes, en promedio, participa en movimientos culturales que tienden a afirmar la identidad y autonomía de los jóvenes en el terreno simbólico en varios rubros: en los del discurso, la música, las imágenes, tal como lo miden los estudios mencionados. Del mismo modo, los datos disponibles indican que el número de jóvenes involucrados en movimientos políticos e instrumentales es alrededor de 2%.

Las cifras anteriores son consistentes con las tendencias que muestra la participación de los jóvenes mexicanos en marchas protestas y manifestaciones, ya que la evidencia disponible indica que sólo alrededor de 5% de jóvenes ha participado en estos tres rubros en México.

Por otra parte, los datos disponibles indican que la gran mayoría de los jóvenes mexicanos no participa políticamente, es decir no participa en acciones competitivas en el marco del sistema político. La evidencia disponible para el caso de México. Los datos de la CEPAL [23] y de la ENJ [18,22] indican que las acciones competitivas de los jóvenes en los subsistemas políticos son más bien escasas, ya que sólo alrededor de 2% de ellos participa en partidos políticos y sólo alrededor de 1% participa en sindicatos.

En cambio, los datos disponibles muestran que los jóvenes mexicanos tienden a involucrarse en mayor medida en acciones de movilidad en los subsistemas instrumentales, tales como el del mercado laboral, la escuela y el Estado. En ese tenor, la evidencia disponible muestra que alrededor de una quinta parte de ellos participa en asociaciones estudiantiles. De igual modo sucede con la pura agregación que han creado en diversas oportunidades los jóvenes mediante el ejercicio del voto en el ámbito político.

Según los datos disponibles, alrededor de dos tercios de los jóvenes mexicanos con credencial de elector vigente ejercieron su derecho al voto en las elecciones federales de 2000 y en el 2005 más de 60% manifestó su intención de votar en las elecciones federales del año 2006. [18,22] De acuerdo con los estudios disponibles, estas tendencias son consistentes con el claro descontento que muchos jóvenes mexicanos sienten con las instituciones políticas, con las autoridades públicas y con las campañas electorales. [17,18,22,23]

Asimismo, los datos mencionados son consistentes con otros datos que indican que la mayor parte de los jóvenes prefiere orientar sus conductas hacia el logro de metas privadas (más de dos tercios del segmento juvenil), tales como pasar el tiempo en casa o reunirse con los amigos en los vecindarios, antes que participar en acciones colectivas. Al respecto, los datos disponibles indican que alrededor de dos tercios de los jóvenes mexicanos no participan en ningún tipo de acción colectiva y que, por el contrario, prefieren reunirse con los amigos o realizar actividades alternativas para resolver sus necesidades, principalmente relacionadas con el ocio. [18,22,23]

Comentarios finales

En este capítulo, hemos intentado describir el marco referencial sobre de la participación de jóvenes en acciones colectivas. Para ello, elucidamos los conceptos de juventud, acción colectiva y movimientos juveniles. Después de definirlos, analizamos el concepto de acción colectiva, ello con el fin de clasificar sistemáticamente las diversas formas de acción colectiva, en que idealmente podrían involucrarse los jóvenes. Tras distinguir los tipos ideales de acción colectiva juvenil, analizamos los datos correspondientes a dicho fenómeno con el fin de inducir algunas generalizaciones empíricas que nos sirven de evidencia para sostener la tesis que planteamos en la introducción de este texto.


Así, el análisis que realizamos nos permite inducir las siguientes generalizaciones: los datos indican que estamos atestiguando el avance consistente de un proceso de individualización9. Es decir, estamos presenciando la conformación de una sociedad de

individuos. Algunos datos confirman esta afirmación, ya que poco más de dos tercios de los jóvenes mexicanos no participan en ningún tipo de asociación o acción colectiva. En congruencia con la tendencia anterior, se observa que algunos jóvenes mexicanos de las recientes generaciones han creado diversas formas de acción colectiva, inclusive algunos se han convertido en actores en conflicto; sin embargo, la magnitud de su participación en acciones colectivas va a tono con la tendencia a la individualización, ya que sólo alrededor de un tercio de ellos participa en algún tipo de acción colectiva. En ese mismo tenor, un dato sobresaliente muestra que una proporción escasamente significativa de los jóvenes mexicanos participa en movimientos sociales y juveniles.

Estos datos nos permiten generalizar, pues, que muy pocos jóvenes mexicanos participan en acciones colectivas de diversa índole y que muy pocos se convierten en actores colectivos antagónicos para disputar a otros grupos las oportunidades de sobrevivencia y de crear con autonomía sus propias identidades.

Cabe señalar que el inducir generalizaciones sobre las condiciones juveniles siempre es delicado. Máxime si los datos son arrojados por encuestas, pues sus hallazgos siempre se basan en una porción limitada de población. Aunque el lado más delicado proviene del hecho de que no se sabe sí las características descubiertas se encuentran sólo en algunos grupos juveniles o sí reflejan realmente cambios cruciales en la contemporánea sociedad mexicana.

Nuestra apuesta es abandonar el anterior dilema. Creemos que se trata de cambios que ocurren simultáneamente en ambas dimensiones y que éstas se influyen mutuamente. Al respecto, las principales tendencias de las condiciones juveniles, que se desprenden de los estudios de la CEPAL y del IMJ, nos hacen pensar que se trata de un trastrocamiento del ciclo vital que afecta a los jóvenes específicamente; pero igualmente creemos que este desfase es un reflejo paradigmático de las profundas transformaciones que ocurren en nuestra compleja sociedad mexicana.

Un hecho que podría convencer a cualquiera de ello radica en que las tendencias en las condiciones juveniles son congruentes con numerosos hallazgos sobre asuntos afines referidos a otros segmentos de la población. Por ello, creemos que el impulso que los jóvenes dan a la individualización, como la fuente par excellence de estrategias de sobrevivencia, constituye uno de los principales cambios en la actual sociedad mexicana.

Maliciamos que de esa transformación se desprenden nuevos desafíos de naturaleza empírica que a nuestro juicio merece la pena investigar. En ese sentido, advertimos dos problemas empíricos, los cuales consideramos centrales para las actuales discusiones en la línea de investigación sobre acciones y movimientos juveniles. Por ahora sólo señalamos la dirección en que convendría explorarlos de la siguiente manera: a) ¿por qué algunos jóvenes mexicanos participan en las actividades de una acción colectiva, mientras otros evitan esa ocupación, a pesar de que son afectados por un mismo trastrocamiento estructural?, b) ¿por qué no se moviliza un grupo juvenil entero, a pesar de que todos sus miembros son afectados por un mismo trastorno estructural?

1 Por ahora no podemos exponer con el debido detalle las razones de la ambigüedad que caracterizan a dicho concepto. Para una exposición con cierto detalle de ese tipo de problemas. [12]

2 Por ejemplo, lo que distingue a las sociedades contemporáneas de los países de alta industrialización es la construcción de un periodo de pasaje relativamente diferenciado, el cual fue posible por los cambios del estatus concedido a los jóvenes. Todo ello como consecuencia de la diferenciación de las oportunidades de vida que tuvo lugar en dichas sociedades en comparación con las sociedades tradicionales. En las sociedades contemporáneas, la diferenciación social y la división del trabajo tienen como consecuencia una fragmentación de la membrecía social. Los individuos no pertenecen a una sola comunidad ni cuentan con una sola identidad. De hecho, se participa simultáneamente en numerosos grupos, asociaciones y organizaciones de distinta índole. En ellas sólo cierta parte de la identidad personal es activada. Éstas se caracterizan por la cantidad de atributos que tienen que reciclar los individuos constantemente. De acurdo a la situación de interacción, la identidad tiende a volver salientes ciertos atributos de la identidad personal y social. Sin embargo, en las sociedades contemporáneas se observa una tendencia a la contracción de las oportunidades de vida. En estas, se ha producido un proceso de exclusión social que ha dejado sin las oportunidades de educación, empleo y seguridad a un creciente número de jóvenes. Este proceso crea las condiciones para que a los jóvenes les cueste más trabajo seguir una ruta coherente, un progreso continuo a través del ciclo vital. Anteriormente los jóvenes seguían en promedio una ruta predeterminada: asistían a la escuela, obtenían un empleo y formaban una familia. Con la desigual distribución de las oportunidades de vida, resulta mucho más difícil el progreso coherente por las fases predeterminadas del ciclo vital. [13]

A La par, hay otro hecho que afecta a los jóvenes en particular. En las sociedades contemporáneas se han expandido las oportunidades simbólicas. Las nuevas tecnologías de información y comunicación conectan en tiempo real diversas áreas del planeta. A través de estas se ha incrementado la información disponible y el número de mensajes. [14] Al mismo tiempo, este incremento se ha traducido gradualmente en un proceso de globalización de la cultura. Como consecuencia las fases del ciclo vital se tornan difusas. Este proceso vale para todos los segmentos, pero ha impactado especialmente a los jóvenes. El efecto de esta expansión de la cultura ha sido una expansión de los contenidos de las identidades juveniles. El pasaje entre el estatus juvenil y el adulto se borra. Los individuos no son jóvenes por su edad biológica, sino porque diseñan unas reglas de conducta, roles, imágenes de sí mismos, lenguajes comunes que los distinguen de los adultos y entre sí en categorías distintas de adscripción. [15]

De esta forma, en las sociedades contemporáneas, la expansión de la cultura y la exclusión social producen un desfase estructural que altera las señales de pasaje. [4] La existencia de unas señales difusas entre el estatus juvenil y el adulto indican, por ejemplo, que la expansión cultural prolonga la condición juvenil más allá de la mayoría de edad y que la distribución desigual de oportunidades materiales adelanta en algunos casos la ejecución de roles y responsabilidades del estatus adulto.

En las sociedades latinoamericanas esta condición de desfase estructural y de fases de pasaje difusas ha estado presente al menos desde la segunda mitad del siglo pasado. Lo que caracterizaría la condición juvenil en la región es una amalgama de roles. [15]

3 Habría que resaltar que la medición de la CEPAL, [17] se hizo de esta manera con fines comparativos, pues de esa manera concuerda con las definiciones propuestas por otras agencias nacionales e internacionales que basan la medición de los cambios personales en la división de los individuos en grupos quinquenales de edad. Esta forma de medirlos tiene una larga data en los estudios sociales realizados por diversas agencias naciones e internacionales. Por esta razón, optamos por seguir la definición de la CEPAL [17] cuando requerimos comparar las condiciones de vida de los jóvenes de otras naciones con las condiciones de vida de los jóvenes mexicanos.

4 De acuerdo con Melucci [6], las metas son formuladas en ocasiones como reacción a una crisis en los mecanismos de integración, otras veces como reacción a crisis de regulación en algún un subsistema social y a una línea transversal que delimita la oposición entre otros dos atributos, a saber: ruptura con los límites de compatibilidad de subsistemas versus mantenimiento dentro de los límites de compatibilidad de subsistemas; ambos atributos se refieren a los medios que utilizan los grupos e individuos para lograr sus metas. Además, se observa una línea horizontal que delimita la oposición entre otros dos atributos: solidaridad versus agregación; ambos se refieren al grado de estructuración que los individuos pueden dar a una acción colectiva5. veces expresan la reacción a una crisis de legitimación respecto de un subsistema. Adicionalmente, en ocasiones, las metas formuladas sólo expresan diversas formas de cooperación y autoayuda entre los individuos. Igualmente, las metas son formuladas en el contexto de las luchas entre dos facciones de dos maneras. En un caso son formuladas en el contexto de una lucha con la cual los individuos o grupos buscan mejorar su propia posición, alterando la forma en que operan los sistemas de producción y asignación de oportunidades materiales y simbólicas; cuando sucede así, las metas expresan un conflicto consensual. En otros casos, las metas son formuladas en el contexto de una lucha que busca mejorar la posición de los individuos y grupos, transformando la forma en que operan los sistemas mencionados; cuando sucede así, las metas expresan un conflicto antagónico.

5 En cuanto al grado de estructuración, si retomamos algunos postulados de Bunge [21:37] creemos posible identificar tanto la solidaridad como la agregación por el tipo de estructura que las caracteriza; es decir, por el modo en que están organizadas las relaciones entre los componentes de una unidad social. A grandes rasgos, Bunge distingue dos tipos de estructura: una de tipo asociativa y otra de tipo combinatoria. De acuerdo a la definición que propone este autor, la solidaridad es un tipo de estructuración de tipo asociativo, el cual se caracteriza por cambiar las propiedades de los individuos y por fundir duraderamente las relaciones entre los mismos; mientras que la agregación es un proceso de estructuración de tipo combinatorio, el cual se caracteriza por no cambiar las propiedades de los individuos, por ser más laxo y más efímero (no funde duraderamente las relaciones entre las partes).

6 Melucci caracteriza estas acciones como una forma específica de acción colectiva; pero desde nuestro punto de vista, se trata más bien de un tipo específico de movimientos sociales, dada la orientación general que subyace a las mismas.

7 Para Melucci [6], tal distinción es posible sólo sí el análisis se basa estrictamente en la discriminación de las metas de una acción colectiva.

8 A estos problemas se tendría que agregar también el hecho de que en realidad no es muy sencillo medir la participación de los jóvenes en acciones colectivas. Sin embargo, ya hay algunos estudios que han intentado hacerlo, principalmente a través de encuestas o sondeos de opinión, con los que se interroga directamente a los jóvenes sobre su intención de participar, sobre las metas colectivas a las que dirigen sus esfuerzos y los subsistemas en los que acontecen sus acciones. Se sabe que estas técnicas poco han explorado las motivaciones que los llevan a participar o a declinar esa posibilidad. Lo cual abre un tema importante a explorar. Se sabe además, que estas técnicas de medición del fenómeno no han arrojado resultados homogéneos y enfrentan problemas específicos de validez. Estos últimos se deben básicamente a que los instrumentos utilizados para acopiar datos no reflejan adecuadamente las características del mismo, dada la diversidad de maneras en que ha sido definido el fenómeno. En cuanto a los marcos analíticos, el problema obedece básicamente a que los esquemas utilizados en las distintas encuestas también son variables. Estas circunstancias evidencian, pues, la dificultad relativa respecto a la medición de las dimensiones empíricas del fenómeno.

A los problemas anteriormente señalados también hay que añadir el hecho de que la participación de los jóvenes en acciones colectivas no ha sido objeto de una medición rutinaria para conocer su magnitud y formas de expresión. En México el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ) ha hecho dos mediciones apenas en el año 2000 [18] y en 2006 [22] a través de la aplicación de dos encuestas en la escala nacional. No obstante, ambas encuestas no son comparables; pues por razones que desconocemos la encuesta no fue levantada en todo el país, tal como sucedió con la encuesta del año 2000. Por todas estas razones, es difícil encontrar datos análogos de las dimensiones empíricas del fenómeno en el tiempo y espacialmente en diversas regiones y localidades de México, lo cual evidentemente dificulta la comparación de las formas de expresión y la magnitud del fenómeno.

9 De acuerdo con Beck y Beck-Gernsheim, [32] definimos individualización como la capacidad práctica de afirmación personal que promueven las instituciones sociedades contemporáneas al promover la libertad o la exclusión social.


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