Identidades barriales en jóvenes cubanos

Ana Isabel Peñate Leiva Directora
E-mail: cestedyt@jvenclub.cu Centro de Estudios de la Juventud La Habana, Cuba

Recibido: Enero 12, 2011, Aceptado: Febrero 22, 2012

Resumen

El artículo que se propone, considera algunos de los resultados de la investigación: “Identidad juvenil en diferentes barrios de la Ciudad de La Habana”. En estas páginas, el lector podrá acercarse a algunas premisas asumidas por la autora para desarrollar la triada: identidad, jóvenes y barrios, así como, algunos de los resultados obtenidos a partir de la información brindada por los jóvenes de los cinco barrios seleccionados de la capital cubana: Náutico, Jesús María, Pogolotti, Guaicanamar y La Víbora, correspondientes a los municipios: Playa, Habana Vieja, Marianao, Regla y Diez de Octubre respectivamente.
Palabrasclave: identidad, barrios, jóvenes, cubanos, Habana.

 

Neighborhood identities in Cuban people

Abstract

The article which it is proposed, considers some of the results of the investigation: juvenile identity in different neighborhoods of Havana City. In these pages the reader will be able to come closer to some premises assumed by the author to develop the triad: identity, young people and neighborhoods, as well as, some of the results obtained starting from the information given by youths of the five selected neighborhoods of the cuban capital: Náutico, Jesus María, Pogolotti, Guaicanamar and La Víbora, they may correspond to the municipalities: Playa, Habana Vieja, Marianao, Regla y Diez de Octubre, respectly.
Keywords:identity, neighborhoods, young people, Cuban people, Havana.

 

Desde hace algunos años, la capital cubana se encuentra inmersa en el Programa Territorial de investigaciones sociales: La identidad en Ciudad de La Habana, con el propósito de contribuir a un mejor conocimiento de la realidad del territorio y diseñar estrategias más efectivas de desarrollo económico y social. Dentro de este programa, la cuestión juvenil constituye en sí misma tema de investigación. El proceso de identidad en la juventud y la formación de las nuevas identidades, da cabida a las diferentes propuestas realizadas por los centros de estudios e investigaciones, relacionadas con los jóvenes capitalinos. Así surgió el proyecto Territorio e identidad juvenil en Ciudad de La Habana, cuyos resultados socializamos en el presente artículo.


La realización de una investigación de este tipo se sustenta en que no existe espacio ni problemática social que no se relacione –de una u otra forma– con los jóvenes, que como grupo poblacional, es diverso hacia lo interno, pero con características identitarias propias que lo distinguen como generación. Además, está presente en ellos la necesidad del cambio constante y la transgresión de normas, convirtiéndolos en una importante fuerza de transformación social, la que llega a ser en ocasiones protagónica.

La juventud es una etapa de consolidación de la personalidad, donde se incorporan nuevos valores, principios, actitudes, comportamientos; aparecen expectativas y aspiraciones importantes en diferentes áreas, además de formarse un conjunto de habilidades y capacidades que se adquieren a través de espacios de socialización como la familia, el barrio, los centros estudiantiles y laborales, el grupo de coetáneos y los medios de comunicación masiva. Estas características convierten a los jóvenes en el centro del debate académico y científico de muchos especialistas de las ciencias sociales, pues desentrañar los condicionamientos y procesos que se producen en la edad juvenil resulta de inestimable valor para contribuir a la formación de esta generación y la proyección de políticas públicas para este sector.

 

La identidad es un fenómeno que se ha intentado definir de muchas maneras y desde diferentes disciplinas del quehacer científico. No obstante, existe determinado nivel de generalidad en tanto se coincide que es un proceso que permite conocernos a nosotros mismos y comprender que, en determinados contextos, somos iguales a algunos y diferentes a otros, lo cual indica que tenemos elementos que nos identifican y al mismo tiempo nos diferencian de otros significativos. Por ejemplo, los sociólogos Berger y Luckmann “reconocen que la identidad es un fenómeno surgido de la dialéctica entre el individuo y la sociedad, y que los sistemas sociales, a través de sus instituciones, influyen en la conformación de las diferentes identidades colectivas. Los diversos grupos sociales, en los que el individuo se inserta desde su nacimiento, actúan como transmisores del conjunto de normas y valores que dan cuenta de las características de la sociedad donde se desarrolla”. [1:35] Estos autores, al concebir a la identidad como producto de la dialéctica interacción de los sujetos con el medio social que le rodea, nos obligan a situar al individuo no como receptor pasivo de la influencia social sino como constructor y trasformador de la sociedad en que vive y su contexto histórico.

En esa misma línea de pensamiento encontramos como concepto de identidad la:

“(…) síntesis de realidades y fenómenos histórico sociales, relacionándolos íntimamente con la ubicación de un modo de ser y vivir cultural, en el quehacer del pensamiento y los hechos de un individuo en su núcleo social (…) Podemos asociarlo con un fenómeno etnológico de raza y modo peculiar de cultura; o como un ejercicio de hábitos y valores, que identifican al individuo con sus comportamientos en la riqueza de sus manifestaciones naturales y cotidianas de su entorno”. [Cruzvillegas 2:47]

Ello presupone que la cultura es un eje que atraviesa la identidad. La aprehensión de determinados valores se traducen en comportamientos individuales, pero que son expresados en un medio determinado: público y privado y brinda una imagen de cómo es el sujeto. Un enfoque similar lo ofrece Enrique Ubieta cuando afirma que la identidad es:

“el resultado cambiante de un proceso nunca concluso, histórico o biográfico, de autorreconocimiento, por el que un hombre como individuo social, o como parte de una colectividad -momentos que se confunden y complementan- adquiere cierta comprensión de su singularidad con respecto a otros hombres o colectividades. La identidad transita, pues, por distintos niveles de aprehensión. (…). La identidad en cualquiera de sus manifestaciones, es un hecho cultural”. [3:112-113]

Por su parte, la especialista cubana Carolina de la Torre concibe la identidad como “un espacio sociopsicológico de pertenencia, es nuestra conciencia de mismidad, es


nuestra conciencia de ser uno y no otro (…). La identidad se crea. La identidad se recibe y se forma. Se transmiten nociones, valores históricos, memoria, representaciones, rasgos, costumbres, que tienden a perdurar y a mantener lo mejor de la identidad. Eso nunca ocurre de manera invariable. La identidad se recibe y cada generación la recrea, la elabora, la enriquece”. [4:191]

Para Casaña y Álvarez, la identidad se caracteriza como “la manera única y activa en que cada persona transita por la vida, en sus diferentes etapas; la forma en que es impactada por las relaciones que establece con los otros, en determinadas condiciones sociales de existencia, en las que se construye su experiencia de vida y edifica su historia personal". [5:10] Estos autores elaboran su concepto de identidad personal, el “que supone de manera principalísima conciencia de mismidad, esto es, yo soy yo y nadie más, por tanto es identificarse a sí mismo, a la vez que podamos ser identificados por quienes nos rodean, pero también es identificarse con aquello de lo que forma parte, de saber que se comparte con otros determinados símbolos que nos integran a una clase de grupo. En esencia esta formación tiene la posibilidad de permitirnos:

 

Podemos enunciar entonces, a partir de los autores reseñados, algunas ideas básicas que funcionaron como hilo conductor de la investigación de referencia, a saber:

   La identidad es una construcción social dialéctica, que permite la transmisión de significados diversos, traducidos o expresados en actitudes, comportamientos y representaciones sociales. En esa construcción de la identidad como proceso, confluyen diversas subidentidades que le otorgan un carácter integrador.
Recibe la influencia del medio externo, lo que contribuye a una constante transformación.
Encierra lo que nos asemeja y a su vez lo que nos diferencia de otros y que algunos autores denominan mismidad y otredad.
Expresa la conciencia de ser uno mismo, de su autenticidad, la que se adquiere a partir de la participación activa en el proceso identitario.
Se manifiesta por la interrelación entre las características observables, las autopercibidas, las formas de reconocer que pertenecemos a un grupo y las narraciones de identidad.

Otro elemento a considerar en el desarrollo de esta investigación fue el análisis de la categoría juventud. Según las épocas, culturas de todo tipo, niveles económicos, procesos sociales, espacios territoriales (urbanos o rurales), entornos políticos, etc. se pueden elaborar muy diversas definiciones de juventud. Sin embargo, esto no obvia una serie de generalidades sobre este grupo generacional particular, que permiten establecer puntos de coincidencia afines con la etapa del desarrollo de hombres y mujeres.

Entre estas definiciones de juventud, nos acercamos a la propuesta del autor cubano Gómez Suárez quien afirma que:

“La juventud es una construcción histórico social que aparece primero en el contexto de vida burgués entre los siglos XVII y XVIII y más tarde cruza todas las clases y estratos sociales (…) Vista de este modo, la juventud es un proceso social relacionado con las condiciones de producción y las fuerzas productivas (…) asociado a la familia y la escuela (…), no encuentra una satisfactoria explicación en el orden biológico ni cronológico, sino a partir de una práctica cultural acumulada”. [6:5]

Por su parte, Mario Sandoval reconoce que “los contextos históricos contribuyen a la conformación del modo de vivenciar “la juventud”, es decir, no basta intentar comprender a los jóvenes desde una sola dimensión (la psicológica por ejemplo). De entrada es necesario reconocer la multidimensionalidad del fenómeno, caracterizado por la externalidad de su heterogeneidad empírica”. [7:43]

Otra de las definiciones interesantes es la emitida por Juarez Dayrell cuando refiere:

“Considero la categoría juventud no como presa de criterios rígidos, sino como parte de un proceso de crecimiento más común que adquiere rasgos específicos en el conjunto de las experiencias vividas por los individuos en su contexto social (…) la juventud constituye un momento determinado, el cual, sin embargo, no se reduce a un pasaje, asumiendo una importancia en sí mismo como un momento de ejercicio de la inserción social en el que el individuo va descubriendo y conociendo las posibilidades en todas las instancias en la vida social, desde la dimensión afectiva hasta la profesional” [8:132]

La investigadora mexicana Anna M. Fernández Poncela señala que “la juventud es también una generación como representación de un conjunto de individuos nacidos en fecha similares y que de alguna manera comparten experiencias históricas parecidas. Como construcción sociocultural, la juventud es fruto de la interacción de las condiciones sociales y las imágenes culturales que cada grupo o sector elabora en cada momento histórico sobre un  grupo de edad”. [9:23-24] Mientras que José Manuel  Valenzuela sostiene que “(...) es una construcción sociocultural, históricamente definida, cuyos sujetos arman su identidad según umbrales simbólicos de adscripción o pertenencia, donde se delimita quiénes pertenecen al grupo juvenil y quienes quedan excluidos”. [10:14]

El sociólogo chileno Jorge Baeza Correa muestra un interesante análisis acerca de la conceptualización de juventud a partir de tres aristas fundamentales: la juventud como categoría etária, como etapa de maduración y como cultura. La primera de ellas alude, no sólo a los límites etários sino también a la inserción del joven en el mundo adulto mediante la obtención de un trabajo y la constitución de su propia familia. La segunda se centra en los cambios fisiológicos y psicológicos que corresponden al llamado período de “moratoria”, donde hay una posposición de los roles adultos para desarrollar conocimientos y habilidades que lo preparen para los mismos; todo lo cual redunda en su construcción identitaria. La tercera se asocia a los modos de pensar, sentir y actuar que atraviesan las actividades de los jóvenes y los distinguen de otros grupos de jóvenes y de otras generaciones, lo que permite hablar de la existencia de culturas juveniles. [11:9-14]

Al interior de las concepciones sobre juventud, quedan expuestos los referentes que permiten establecer correspondencias entre ellas. Los mismos pudieran ser resumidos de la siguiente forma:


A partir de estos referentes, abordamos la identidad juvenil como un proceso intersubjetivo de conformación de límites no estáticos, que se construyen en los ámbitos de interacción social sin abandonar las identificaciones tradicionales como por ejemplo: ser cubanos, ser habaneros, etc. desde las cuales se conforman los imaginarios colectivos sobre la juventud. Es decir, las identificaciones juveniles pasan por el prisma de las autopercepciones, creaciones o imaginaciones tanto de los propios jóvenes, como de la sociedad en su conjunto. [12:26]

Los estudios sobre identidad juvenil realizados en Cuba hasta la fecha, aún no son suficientes para entender el complejo proceso identitario en general, y de este grupo etário en particular. A eso añadimos la necesidad de realizar investigaciones a partir de ejes transversales que permitan desentrañar identidades en contextos específicos.

Justamente uno de esos ejes es el territorio. Aún cuando todos los jóvenes pertenezcan a la misma provincia, sus vidas cotidianas no transitan en todo este espacio, sino que se concentra en localidades definidas por municipios, comunidades y barrios, que actúan como resortes de identidad. “Para los jóvenes el lugar donde vive no se percibe únicamente como un espacio funcional de residencia o de socialización, sino como espacio de interacciones afectivas y simbólicas, un espacio cargado de sentidos. Lo anterior se puede apreciar en el sentido que se atribuye a la calle, las plazas, que muchas veces aparecen como escenarios para la expresión de la cultura que producen en una reconsideración del espacio (…) Podemos afirmar que la cultura juvenil transforma los espacios físicos en sociales mediante producción de estructuras particulares de significados”. [8:141]

Concretamente, el barrio se vivencia como el espacio común en la ideología de sus habitantes. Las dinámicas que se dan en él, refieren de modo sintético los diversos aspectos de la realidad social y en sí mismo encierra el mundo de significaciones de las personas en torno a fenómenos, objetos y procesos sociales. Por otro lado, en este mismo lugar existe una pluralidad o diversidad que define a cada uno como único e incomparable al resto, por lo que el estudio de las identidades barriales o de las identidades todas, que se expresan en el entorno del barrio, a partir de diferentes indicadores que permiten encontrar lo común y lo diferente en la población de un mismo territorio.

“Una historia barrial es el resultado de un estudio histórico-sociológico basado en “identidad barrial”, es decir, la relación entre los aspectos que conforman una “realidad objetiva” y la “familiaridad con lo cotidiano”. En líneas generales, es la recuperación del patrimonio cultural de lo existente y del pasado, teniendo en cuenta la época en que surge dicha “identidad” y de la naturaleza ideológica de las relaciones sociales. Por ello, el “ser del barrio” no implica reducirlo al rol de “vecino” ni tampoco estimarse por el hecho de “vivir” o “residir” en él, sino que se establece en la búsqueda de esa “identidad” diversificada en múltiples aspectos, la cual implica referirse a prácticas  ideológicas, políticas, movimientos, valores, especificidades, polos de disyunción histórica y sede social de las más variadas relaciones”. [Marín, 12:34]

Ariel Gravano, autor de varios libros relacionados con la identidad barrial, refiere cuatro ejes a tener en cuenta al estudiar esta temática: la homogeneidad, la heterogeneidad, la identificación y la diferenciación, construyendo así, un perfil que permite encontrar la unidad y diversidad, la comunidad y la diferencia en una misma historia barrial. [12:35]

Por su parte, Juan José Tangari, establece seis categorías que permiten estudiar el sentido de pertenencia al lugar y lo que él llama “conciencia de barrio”. En este sentido tenemos:


 

Visto de esta manera, estos elementos nos permiten concebir al barrio como un lugar triplemente simbólico, donde converge por un lado, la identidad que define al barrio –las personas se reconocen y de definen a partir de él-, por otro, las relaciones que se establecen –las personas comprenden las dinámicas que los une unos a otros- y por último, el proceso histórico continuo del mismo –los pobladores conocen e identifican el pasado del barrio expresado a través de sus símbolos, arquitectura, personajes, etcétera-
. “… el lugar simboliza la relación de cada uno de sus ocupantes consigo mismo, con los demás y con su historia común”. [12:36]

Esto último, no solo se manifiesta en el espacio más local, sino también en todos los territorios, cada uno con sus complejidades características, como por ejemplo, el designado como metrópoli de un país. En este sentido, la complejidad estriba en las disímiles influencias internas y externas que se producen en las capitales, debido a procesos migratorios, económicos y de aperturas culturales. En Cuba, si queremos descubrir las identidades juveniles de los capitalinos para, desde la diversidad, intentar fomentar la identidad del habanero, debemos considerar todos estos elementos. Desde esta perspectiva, podemos contribuir a identificar el entramado de significaciones acerca de quiénes somos, hacia dónde nos dirigimos y qué queremos, así como la pertenencia a determinados grupos, lo cual sería de gran ayuda para la consolidación de nuestros valores y sentimientos de nación.

A los efectos de nuestra investigación, suscribimos el concepto de barrio tradicional propuesto por el investigador cubano Rolando Rensoli: “Espacios territoriales tradicionales de asentamiento humano, con similares características urbanísticas y arquitectónicas, por lo general fundados o fomentados en un mismo período histórico, con identidad sociocultural en cuanto a tradiciones, costumbrismos, composición étnica y socioclasista”. [13:7]

Acerquémonos entonces a las características identitarias que distinguen a los jóvenes que viven en cinco barrios tradicionales de la capital cubana, con características propias y diferentes por su nivel socioeconómico: Náutico, Pogolotti, Jesús María, Guaicanamar y La Víbora. Estos barrios comparten, como regularidad, una determinada estabilidad en el tiempo y en la población que habita en ellos, lo que de alguna manera condiciona los resultados obtenidos, que quizás en otros barrios un poco más inestables o con flujos más intensos, se muestren diferentes.

La interpretación del cuestionario y los grupos de discusión que se realizaron en los barrios, permitieron desentrañar las características identitarias de los jóvenes que participaron en la investigación; además de  encontrar los puntos de  coincidencia y divergencia que existen entre ellos, según los espacios donde cotidianamente transitan sus vidas. Algunas de las variables medidas estuvieron relacionadas con la identidad nacional, la percepción de las características que identifican a los jóvenes cubanos, la identidad barrial y aspectos vinculados con la esfera familiar y personal, estas últimas asociadas a sentimientos de pertenencia o de exclusión social.

Esfera familiar

La familia es una institución social importante en la vida de todo ser humano. Como primer espacio de socialización, a su interior se transmiten conocimientos, costumbres, tradiciones, valores, etc., que comienzan a formar parte del conjunto de significaciones que otorgan sentido a la vida del sujeto.

La convivencia, en este mismo espacio familiar, de varias personas o generaciones diferentes, suscita dinámicas de relación -unas veces armónicas y otras contradictorias- las cuales, de cualquier manera, influyen en la construcción de la identidad individual y/o colectiva

Al explorar la convivencia de los jóvenes encuestados encontramos que todos comparten la vivienda con otras personas, familiares o no, predominando la figura materna en la mayoría de los hogares. Aunque no se determinó el porciento de familias nucleares, los resultados indican un predominio, para nuestra muestra, de las familias extensas, ampliadas, monoparentales o reconstruidas, por lo que la presencia de familiares o no, que pertenecen a diferentes generaciones o posiciones en la red de parentesco, puede ocasionar conflictos más o menos intensos en la construcción de la identidad juvenil. Es necesario tener en cuenta, la existencia de posibles contradicciones entre los convivientes desde el punto de vista territorial, sexual, cultural, entre otras, que pueden estar presentes en todos los tipos de familias.

Una última consideración referida a esta variable conduce a la problemática que enfrenta hoy el joven cubano para “abandonar”, llegado a determinada edad (25-29 años), el espacio sociopsicológico y material de la familia, para desplegar con total libertad su propia identidad. Esta situación genera y aporta matices al proceso de construcción de la identidad juvenil, muchas veces limitada o “camuflageada” por la presión externa familiar.

Al abordar este tema en los grupos de discusión por barrios, los participantes de Jesús María, por ejemplo, alegaron que la mayoría de los jóvenes son dependientes de alguna manera de sus ascendentes, pues no tienen un lugar donde vivir solos y eso les da autoridad a sus padres para inmiscuirse en todos sus asuntos. Frases como: “en mi casa nada es mío” o “mi mamá y mi papá se ponen en “fase” y mis abuelos ni hablar”, revelan las posibles contradicciones que se dan en el espacio familiar debido, entre otras razones, a no contar con independencia y privacidad en el hogar. Estos jóvenes manifestaron que sus mayores conflictos con la familia vienen dados por asumir determinadas modas, pues no pueden llevarlas en el espacio familiar, por ejemplo “a mi gusta la argolla (un varón refiriéndose al arete) y a mi papá no, cuando voy a verlo me la quito, solo la uso en la calle”.

Por otra parte, en el Náutico, donde la mayoría de los jóvenes tienen un espacio personal en sus viviendas, los mismos opinan que: “la familia cubana es muy inclusiva, no respeta el yo, el tú y el nosotros y a veces es el cuarto el único espacio, porque fuera de él, aunque tengas un pequeño lugar, la familia se inmiscuye”. Las características de este barrio y el entorno sociocultural que rodea a sus jóvenes hace que sus expectativas y aspiraciones sean más amplias, por lo que el cuarto propio o el espacio privado no satisface todas sus necesidades, sino que debiera trascender a la independencia total de la familia, expresiones como estas lo demuestran: “en realidad sería muy bueno no solo contar con un cuarto sino también con una casa”. Otro análisis brindan, quienes expresaron que la posibilidad de contar con un espacio personal “te permite crear tu propio mundo y refuerza tu individualidad, a la vez que estimula desarrollar la responsabilidad y la confianza en uno mismo”.

En Guaicanamar, las valoraciones toman similares caminos con respecto a la necesidad que tienen los jóvenes de un espacio personal y los conflictos que se producen en la familia cuando este no existe. Aquí se añaden los elementos de la comunicación, el estilo de vida y las posibilidades económicas, como factores fundamentales para aliviar las contradicciones. Además, manifiestan la convivencia entre hermanos como una de las más complejas: los problemas son “…mayormente con los hermanos, celos por los padres, hermanos que se cogen la ropa o se pasan semanas sin hablarse”. También refieren que determinadas modas como el tatuaje, los pinchos y los aretes en lo hombres, son muy reprimidas por los padres: “en mi familia, donde todo el mundo odia el tatuaje, yo me lo hice y me lo querían quemar”, “Esa reacción de la familia es por ser joven, piensan que el tatuaje es cosa de presos o marineros”, “…como viven en su casa, bajo el techo de los padres, la familia cree que tiene todo el derecho sobre el joven y sus decisiones”.

Los jóvenes de Pogolotti también comparten el criterio de los conflictos al interior de las familias por problemas de espacio. Se reconoce la existencia en el barrio de familias extensas, que habitan en casa pequeñas y “muy pegadas unas con otras”, por lo que las contradicciones trascienden el marco familiar y son conocidas por los vecinos más cercanos.

Autoimagen de los jóvenes cubanos

La identidad juvenil constituye una de las diversas subidentidades que confluyen en los seres humanos y que trata de “determinar cómo ciertos valores y características (los que objetivamente existen) son internalizados y apropiados por los individuos o cómo son reflejados”. [14:157]

Así tenemos que los jóvenes residentes en la capital autoperciben como rasgos positivos más sobresalientes el ser alegres, críticos, revolucionarios, responsables, decididos y sensibles. En negativo apuntan sobre todo, el ser promiscuos, vagos y desorganizados.

Los jóvenes en sentido general, reconocen más características positivas que negativas como típicas del cubano. Es interesante este comportamiento, pues, por un lado, en todos los territorios, los jóvenes perciben la criticidad como una particularidad del cubano y por el otro, ellos mismos no son críticos cuando se trata de manifestar las cualidades negativas. En otros estudios [14] se ha comprobado que al cubano lo distingue cierta autosuficiencia en el momento de valorarse, esta autovaloración trasciende al discurso cotidiano y se manifiesta en los chistes o cuentos jocosos. Este rasgo se sobredimensiona en el habanero, revelándose en la comparación no solo con el extranjero sino también con otras regiones del país. Frases como, “la Habana es Cuba y lo demás, áreas verdes”, “la gente del interior o del campo”, “los palestinos (orientales)”, denotan determinadas posiciones de superioridad –a veces fundadas en elementos objetivos de la realidad como las migraciones-. Por otro lado, vivir en la capital del país brinda  posibilidades  diferentes,  que  generan  una  atmósfera  elitista  ante  el  otro significativo, convirtiéndolo en alter endótico. Esto ocurre incluso cuando es el habanero el que vive en condiciones más desfavorables.

Los jóvenes tienden más a la descripción que a un análisis de la etapa juvenil; sus necesidades y aspiraciones, las causas que conducen a determinados comportamientos y relaciones con sus iguales y/o con el mundo adulto no se identifican explícitamente. Se hacen referencias, con mucha frecuencia, a elementos positivos relacionados con sentirse joven, por la posibilidad de realizar actividades como el deporte, oír música, jugar, estudiar, divertirse y relacionarse con los demás. Esto se presenta como característica identitaria. Sin embargo, las mismas no son privativas de la juventud, se asumen como clichés inscritos en las representaciones que las personas tienen sobre la edad juvenil. Igualmente se alude, en no pocas ocasiones, a que la realización de estas actividades es posible dada la condición de ser jóvenes y sin mayores dificultades, evadiendo responsabilidades familiares, escolares y laborales o impedimentos físicos.

Por otro lado, se aprecia cierta implicación emocional y vínculo afectivo, al relacionar la juventud con acciones que proporcionan placer y bienestar, lo que les hace sentirse complacidos con su condición de joven, pero sin que ello signifique que tengan plena conciencia de su papel en los diferentes ámbitos de socialización y de su responsabilidad como agentes de transformación social.

Identidad Nacional

El orgullo por lo nacional, como componente identitario, resulta vital en el proceso de construcción de la identidad juvenil, lo que indica que, amén de las diferencias de subidentidades, existe un elemento de la macroidentidad que los une como grupo poblacional. Los jóvenes capitalinos identifican como razones principales para sentirse orgullosos de ser cubanos: la cultura, el arte y el idioma, nuestra forma de ser, nuestra historia, nuestra independencia y los logros sociales y deportivos alcanzados y sostenidos en los años de Revolución.

Existe cierta homogeneidad en los barrios al reconocer estas razones como los principales motivos de orgullo de ser cubano, de ahí que podamos sugerir que existe una identidad colectiva por encima de cualquier diferenciación barrial (macroidentidad nacional). Al mismo tiempo, las jerarquías otorgadas en cada barrio testifican que existen particularidades determinadas por las historias barriales, el contexto sociocultural, las dinámicas comunitarias, entre otras.

La alusión a éstas y a otras razones de orgullo, demuestra las diferencias que pueden hallarse en la construcción del sentido de pertenencia a una nación, si bien es cierto que este se construye como identidad colectiva, en el proceso influye un conjunto de factores diversos, en los niveles y espacios de socialización de las personas, por lo que las diferencias en las bases de la identidad nacional -o cualquier otra- son legítimas e inherentes al propio proceso.

Identidad barrial

“Identidad territorial se asocia a los sentimientos de pertenencia que en general se relacionan directamente con la permanencia en el lugar. Las personas de barrios o asentamientos que se han mantenido en sus lugares de nacimiento, o crecieron en ellos, tienden a desarrollar vínculos más fuertes con las “figuras espaciales”, espacios o ambientes construidos, así como redes sociales más extensas entre vecinos, amigos, organizaciones e instituciones del territorio, expresadas en cohesión, apoyo y soporte social”. [15:1]

La mayor parte de los jóvenes capitalinos encuestados afirman estar identificados con su barrio, alegando como principales razones para ello: las características de su gente, el tiempo de permanencia en el barrio y las tradiciones histórico-culturales. No obstante, a partir del análisis por barrio, se observan algunas diferencias, veamos:

 

 

Sentido de pertenencia a grupos

Otro elemento medido fue el referido a los sentimientos de inclusión o rechazo que pueden estar vivenciando los jóvenes. Por tal motivo, se indagó a partir de cuatro grupos de relación: familia, grupo escolar, compañeros de trabajo y vecinos. Para todos los casos, los jóvenes –en su mayoría– se sienten parte de estos grupos, sin percibir ninguna manifestación de exclusión por motivo alguno. Quienes sí manifestaron haberse sentido excluidos, alegan como principales razones la edad y la manera de vestirse.

Llama la atención que la razón de exclusión que obtiene mayor cifra porcentual sea precisamente la edad. Tratándose de una población juvenil, pero dividida por rangos etários, es posible que el rechazo esté dado a partir de las características sociodemográficas y de las dinámicas de relación que se establecen en los grupos a los cuales pertenecen los jóvenes.

En cuanto a los gustos musicales y las formas de vestir, es válido señalar que estos elementos marcan las identidades juveniles. En esta etapa de la vida, como en ninguna otra, las tendencias musicales y de la moda son muy importantes y seguidas por los jóvenes.  Generan  además,  la  formación  de  grupos  nombrados  con  determinadas categorías (actualmente rockeros, reparteros, freakies, mickies, etcétera) y que tienen particularidades muy bien definidas y límites que muchas veces son rechazados por otros grupos juveniles y generaciones. En este orden se reconoce que: “Las preferencias musicales de la juventud ocupan espacios muy importantes en áreas de estudio de la sociología de la música. Desde múltiples aristas se ha llegado al consenso de que la conformación de una cultura juvenil ha sido consecuencia, en primera instancia, de los intereses económicos de la industria del entretenimiento, apoyada por el progreso de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Esto último, a su vez, incide significativamente en la homogenización de los  intereses musicales de los sectores juveniles en las sociedades contemporáneas”. [16:4]

Una lectura de los indicadores según el sexo, nos mostró que los varones resultan más excluidos que las muchachas. Mientras que por rangos etários, son los adolescentes quienes mayormente se sienten rechazados, en lo que influyen las características de su desarrollo ontogenético y las contradicciones con el mundo adulto, sobre todo en el espacio familiar, sin dejar de tener en cuenta que pueden existir relaciones familiares no excluyentes, con los adolescentes.

Algunas consideraciones a modo de conclusiones

 

 

[8]  Juárez Darell. (2005). Juventud, grupos culturales y sociabilidad. JOVENes. Revista de Estudios sobre Juventud. México: Centro de Investigaciones y Estudios sobre Juventud. Secretaria de Educación Pública. Instituto Mexicano de la Juventud, no 22, enero-junio.
[9] Fernández Poncela, A. M. (2003). Cultura política y jóvenes en el umbral del nuevo milenio. Colección JOVENes No. 12. México: Centro de investigaciones y Estudios sobre Juventud, Instituto Federal Electoral, Secretaría de Educación Pública, Instituto Mexicano de la Juventud, octubre.
[10] Valenzuela, J. M. (1977). Culturas juveniles. Identidades transitorias. Jóvenes. Revista de Estudios sobre Juventud. Cuarta Época. año I, no. 3, México, enero- marzo.
[11] Baeza Correa, J. (2003): Culturas juveniles. Acercamiento bibliográfico. Teología y Pastoral para América Latina. Bogotá, Colombia: ITEPAL, vol. XXIX, no.  113, marzo.
[12] Peñate Leiva, A. I. y López, D. (2007). Territorio e identidad juvenil en Ciudad de La Habana. (Informe de Investigación). La Habana: Centro de Estudios Sobre la Juventud.
[13] Rensoli, R. (s/f). Ciudad de La Habana, génesis e identidad de una provincia. (inédito).
[14] De la Torre, C. (2001). Las identidades. Una mirada desde la psicología.  La Habana: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello.
[15]  Iñiguez, L.; Montes, N. y Albizu-Campos, J. C. (s/f): Indicadores socio-demográficos e identidad territorial en Ciudad de la Habana. Revista Novedades en Población, año 2, no. 4, La Habana: CEDEM.
[16] Stusser, L., et al. (2006). Los stereo-típicos (I). Periódico Juventud Rebelde, año 41, no. 260, 20 de agosto

Bibliografía

Barreal Fernández, I. (1991). Estudios etnosociológicos. La Habana: Pensamiento Cubano, Ciencias Sociales.
De la Torre, C. (2002). Identidad e identidades. Revista TEMAS, Ciudad de La Habana, no. 28.
De la Torre, C. (1995). Conciencia de mismidad: identidad y cultura cubana. Revista TEMAS, Ciudad de La Habana, no. 2.
De la Torre, C. (s.f). Las identidades, conceptos y debates. Ponencia en Havana University: Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello. (Material digitalizado).
Iñiguez, L. (2004). Desigualdades espaciales  en Cuba: entre herencias y emergencias. Heterogeneidad social en la Cuba actual. Universidad de La Habana: Centro de Estudios de Salud y Bienestar Humano.