Rogelio Marcial Universidad de Guadalajara El Colegio de Jalisco
E-mail: rmarcial@coljal.edu.mx
Recibido: Enero 12, 2011, Aceptado: Febrero 22, 2012
Resumen
El presente artículo expone de manera general los referentes identitarios que caracterizan a algunas de las culturas juveniles hoy vigentes en la ciudad de Guadalajara, para posteriormente plantear algunos de los principales ámbitos de expresión de estas culturas (el cuerpo, la ciudad, las artes, la violencia, las nuevas tecnologías, el barrio, las calles, la plaza pública, etc.). Describe el rol de las mujeres en algunas de estas manifestaciones juveniles, usualmente invisibilizado desde buena parte de los estudios sobre la temática, y cierra con el énfasis en la necesidad de conocer mejor estas propuestas, sin caer en la siempre presente “tentación” por sancionarlas y controlarlas.
Palabras clave: culturas juveniles, expresiones culturales, mujeres, Guadalajara.
Youth cultures in Guadalajara: Expressions of identity and make visible female
Abstract
The present article exposes in a general way the identity symbols that characterize some of the youth cultures that exist today in the city of Guadalajara, it stops later on to outline some of the main environments of expression of these cultures (the body, the city, the arts, the violence, the new technologies, the neighborhood, the streets, the public square, etc.). It describes the women presence in some of these youth expressions, usually denied from several studies on this theme and it closes with the emphasis on the necessity of knowing these proposals better, without falling in the “temptation” to sanction them and to control them.
Keywords: youth cultures, cultural expressions, women, Guadalajara.
La comprensión de las juventudes y sus diversos sentidos implica conocer sus anclajes y adscripciones
en un mundo complejo crecientemente globalizado.
José Manuel Valenzuela [1:35]
Palabras iniciales
Siguiendo a García Canclini [2], hoy sabemos de la existencia de millones de jóvenes (entre otros actores sociales) que se hayan “desconectados” de los procesos “modernos” de la tecnología y la comunicación. Sus condiciones “desiguales” les impiden participar plenamente en la toma de decisiones que les afecta. Y, además, se desmarcan enfáticamente como “diferentes” del modelo juvenil que prevalece en nuestras sociedades (un modelo diseñado desde el mundo adulto). Es cierto que la inmensa mayoría de ellos y ellas, en nuestra región latinoamericana, se ubica en los sectores rurales y en las periferias urbanas; y aunque no pretendo ignorar o minimizar la importancia de ello en los ámbitos rurales, por lo que implica que la construcción de la juventud sea un proceso sociocultural los jóvenes de las ciudades suelen “saltar” a la vista con mayor terquedad y hacerse notar desde diferentes reductos y territorios, los cuales tienen que ver con la sobrevivencia cotidiana, la incierta inserción laboral informal, los colectivos de resistencia cultural y política, el consumo cultural como forma asertiva de manifestar una identidad, y las comunidades afectivas.
Sabemos, en este sentido, que en las periferias urbanas se concentran aquellos sectores sociales ya desconectados de la llamada economía formal, y en muchas ocasiones sus territorios se conciben como espacios fuera del control y la vigilancia del gobierno y de los grupos poderosos que representa. Sabemos también que la respuesta a esta “tremenda y peligrosa anomia social” ha sido instalar e incrementar una especie de “militarización” de esos territorios urbanos que encuentra en la práctica una variedad de recursos biopolíticos para hacer efectiva la “seguridad pública” y, así, vigilar y castigar (Foucault dixit) a esas multitudes “desiguales” y “diferentes”. Sabemos también, desgraciadamente, que cuando se trata de políticas públicas y acciones de gobierno destinadas a la población juvenil, el extendido desconocimiento de sus características sociales y culturales impone una mirada institucional desde la cual lo “juvenil” se liga irremediablemente con cuestiones negativas y preocupantes como la “delincuencia” (conflicto con la ley), las “adicciones” (uso de sustancias prohibidas y permitidas), “violencia juvenil” (jóvenes como víctimas y victimarios) y el “caos social” que ha provocado “la pérdida de valores morales” (expresiones políticas y culturales de organizaciones y colectivos juveniles).
Sin embargo, y a pesar de que ya estamos bastante entrados en este nuevo siglo (y nuevo milenio), lo que no sabemos aún es cómo nombrar a las generaciones de jóvenes que, dentro de nuestras sociedades, pasan por un periodo en el que buscan definirse personalmente, para proyectarse socialmente. El colmo de esta situación es aquel famoso mote de la “Generación X” con el que se quiso bautizar a miles de jóvenes que, se suponía, al ser herederos de un mundo “democrático”, “sin guerras” y sin mayores “problemas” que enfrentar, se mostraban claramente desinteresados por las cosas “importantes” (definidas también desde la visión adulta), no les motivaba nada (de la oferta propuesta por los adultos) y, lo peor, cuando decidían manifestarse escogían los caminos de la violencia y la sin-razón.
El término “Generación X” proviene de una novela de Douglas Coupland publicada en 1991. Ese sobrenombre pareció adecuado para designar a aquellos jóvenes “perdidos” en la “década perdida” de los ochenta del siglo XX. Sin embargo, como muchos sobrenombres, éste denotó y calificó una apariencia superficial que, intencionalmente, ocultaba otro tipo de características profundas que preferían no ser tomadas en cuenta. Desgraciadamente, el estigma de la “Generación X” se arraigó fuertemente en diferentes países caracterizados precisamente por contar con sistemas políticos cerrados (en los que difícilmente “entran” propuestas impulsadas por jóvenes) y por reproducir procesos llenos de violencia, intolerancia, segregación, impunidad, belicosidad, corrupción y autoritarismo. Y fue así porque, ante el desconocimiento de la situación por la que pasan los jóvenes, se volvió más sencillo poner una “X” a estas nuevas generaciones, tal y como marcamos aquello que desconocemos (y que no nos interesa conocer), para arrinconarlo en algún lugar donde no se vea. De esta forma, los jóvenes quedaron “archivados” en el “cajón X”, donde se ubican los pesimistas, los apáticos y aquellos que ingresan al ámbito de la violencia sin motivos aparentes.
Muy a pesar de lo anterior, algunos jóvenes están demostrando que, a pesar de que existan los que se identifiquen con la violencia (y ahí habría que establecer los motivos)1, existen otros que están dispuestos a comprometerse con ciertos ideales; que es a ellos a quienes más interesan los temas sobre la tolerancia social, étnica, sexual y cultural, la ecología, la paz, la justicia y la democracia; y están dispuestos a participar en proyectos sociales cuando se les piensa de manera inclusiva. Por lo anterior, resulta necesario conocer y reconocer a esas nuevas generaciones que están diciendo muchas cosas, pero que parece que no quieren ser escuchadas por la sociedad. Para lograr establecer este diálogo, resulta urgente abandonar visiones superficiales que llevan irremediablemente a considerar que porque nosotros (los adultos) no entendemos claramente lo que ellos (los jóvenes) esperan y desean, entonces es la juventud la que está confundida en sus ideales y expectativas. Tal vez sea que lo que aparentemente es apatía y sin-razón, en realidad esté denotando actitudes y visiones con esperanzas en el futuro, pero con tantas desesperanzas en el presente. Se necesita capacidad para conocer lo que realmente define a los jóvenes con los que convivimos y que no todos “están cortados con la misma tijera”. La intención deberá ser, precisamente, conocer a los jóvenes para saber cómo nombrarlos, pero sobre todo, para saber cómo apoyarlos.
Jóvenes de hoy y sus culturas grupales
Como parte de la gran diversidad que caracteriza a la juventud contemporánea, las llamadas “culturas juveniles” se definen por la conformación de agregaciones de jóvenes en torno a referentes simbólicos que suelen presentarse como componentes de esquemas de pensamiento, organización, valores, prácticas y discursos, todos ellos colectivos; y caracterizados por posiciones alternativas y, en ocasiones a contra corriente, de los esquemas socialmente aceptados y reconocidos. Los claros desmarcajes hacia lo institucional y lo socialmente establecido son vertidos al terreno de la cultura, como un posicionamiento de suyo político que prefiere no enfrentar directamente al poder y sus instituciones dentro de los marcos de la política regulada (partidos políticos, sindicatos, oficinas de gobierno, etc.)2. Tales referentes simbólicos tienen origen en lo que podríamos llamar la “cultura juvenil de posguerra en el mundo occidental”, en tanto que hacen alusión a una serie de concepciones que se han expandido a lo ancho de orbe y han sido apropiados por jóvenes en la inmensa mayoría de los países de cultura occidental y en muchos otros. No importa tanto dónde surgieron, sino la contundencia con la que han seducido a millones de jóvenes en contextos socioculturales a veces muy disímiles. Es decir, como afirma Ortiz [7:17], porque son referentes que les han llegado a millones de jóvenes en el mundo y han penetrado significativamente en su cotidianidad. Y es que la apropiación cultural de esos referentes simbólicos no es un proceso de “mera copia”, sino una adecuación o “traducción” con respecto a lo que cada joven vive, disfruta y sufre en su respectiva sociedad local. [8] El abanico de estos referentes simbólicos es amplio, diverso, complejo; pero en su inmensa mayoría remite a significados que tienen que ver con una apuesta a poder vivir, expresarse, organizarse, y a ser y estar en el mundo, de formas diferentes a los que propone/impone la sociedad y sus instituciones.
Algunos ejemplos. Podemos identificar posicionamientos más cercanos a lo que socialmente es entendido como “político” (lo que he venido llamando “la política regulada”) como las expresiones de colectivos punks y skins, que desde ideologías anarquistas y comunistas apuestan por una sociedad diferente en la que desaparezcan los privilegios, los autoritarismos y las jerarquías de todo tipo. Por ello, para ellos es posible la vinculación con organismos de la sociedad civil, pero nunca con “instrumentos del poder” como los partidos políticos y los sindicatos oficiales. Sus principales referentes simbólicos (peinados, vestimenta, música, accesorios, etc.) tienen que ver con la exposición de una violencia y una estridencia, ya que consideran que a sus antecesores, los hippies, no se les hizo caso con su “amor y paz” y ahora con esa violencia las demandas juveniles sí serán tomadas en cuenta. Su desencanto ante la vida se sintetiza en el lema del movimiento: “no future”. Pero muchos de estos emblemas identitarios perdieron su fuerza contestataria al ser comercializados,3 lo que ocasionó que dentro del movimiento punk se desarrollara una tendencia conocida como dark wave (“ola oscura”). De allí surgen expresiones como la de los darks, los góticos, los fetishers y de algunos más. Sus principales referentes simbólicos, para los dos primeros, tienen que ver con una forma romántica de considerar a la muerte y los seres que “la habitan”, y enfatizando que la muerte es la parte complementaria de la vida y sin una no se explica la otra. Por su parte, los fetishers convirtieron al cuerpo en el portador de los emblemas identitarios al decorarlo de forma permanente con técnicas ancestrales como el tatuaje, las perforaciones, el branding,4 las escoriaciones y alteraciones del cuerpo más radicales.5 A diferencia de sus antecesores los punks, tanto góticos, darks y fetishers prefieren el aislamiento grupal a las manifestaciones callejeras y los colectivos insertos en movimientos sociales. Pero a diferencia de la “ola oscura”, y consumiendo de forma acrítica la comercialización de los referentes simbólicos del movimiento punk (y post punk), los jóvenes conocidos como EMOS hicieron de las emociones su motivación para expresarse, considerando que la “catástrofe” es inevitable y sufriendo por ello. Sus expresiones están ligadas a industrias culturales como MTV.
Por otro lado, existen ejemplos que tiene que ver con la decisión de “tomar” la ciudad y sus espacios, ante la carencia de espacios de expresión para la juventud. Con referentes simbólicos originados en el movimiento del hip-hop (y para algunos casos en el movimiento del ska), jóvenes conocidos como taggers (“etiquetadores”) convierten cualquier superficie (barda, poste, banca, cristal, etc.) en un “lienzo” para expresarse mediante el grafiti urbano. Y muy cercano a esto, también millones de jóvenes convierten espacios urbanos en pistas para las piruetas en patinetas, a quienes se les conoce como skatos. La respuesta de buscar espacios abiertos y concurridos (parques, avenidas vehiculares, puentes, estadios, monumentos históricos, señales de tráfico, anuncios publicitarios, camellones de avenidas importantes, atrios de iglesias) se da para enfatizar que no lograrán encerrar a estos jóvenes en sus barrios “guetizados” (jóvenes de estratos populares) o en sus colonias residenciales ordenadas y asépticas (jóvenes de clases acomodadas), y que tienen derecho a hacer uso de su ciudad como todos los demás ciudadanos. En este rubro de la “toma clandestina de la ciudad” también están los jóvenes insertos en el movimiento “okupa”, quienes consideran tener el derecho de ocupar inmuebles abandonados o en desuso al carecer de acceso a viviendas dignas a bajos costos. La protesta es en contra de la concentración de la propiedad urbana y a favor del derecho a la vivienda como parte de una ciudadanía integral. Es común que entre los “okupas” existan jóvenes que pertenecen o pertenecieron a colectivos punks.
Finalmente, existen otros ejemplos como los “rastas” que encuentran en el movimiento Rastafari emblemas identitarios que tienen que ver con filosofías comunitarias basadas en relaciones horizontales (no jerarquizadas) para la convivencia y la expresión grupal. Retomando los principales referentes simbólicos de los llamados rudie boys de Jamaica, su lucha es en contra del “consumismo irracional”. La evasión es un arma para enfrentar a esa sociedad consumista y el autoempleo un recurso para sobrevivir en ella. Las trenzas dreeds,6 la música de reggae y las filosofías humanistas son los emblemas de lucha y contestación juvenil. A su vez, la defensa étnica originada en los “pachucos” de los años de la Segunda Guerra Mundial es retomada por el movimiento “cholo”, como toda una cultura juvenil fronteriza (entre México y los Estados Unidos) que busca un respeto a la diversidad étnica en el corazón de uno de los países con los mayores índices de discriminación racial como lo es la Unión Americana. Ante el menosprecio de “la mexicanidad”, los jóvenes “cholos” recurren a los orígenes de las culturas prehispánicas para encontrar referentes simbólicos de orgullo étnico y nacional. La presencia de los “chúntaros” en la parte oriental de la frontera entre México y Estados Unidos (con centro en la ciudad de Monterrey) y de las “maras” en Centroamérica, son ejemplos de ramificaciones de este movimiento. Pero la defensa étnica y la lucha por dejar claro que ningún ser humano puede ser calificado de “ilegal”, ha provocado expresiones juveniles como la de los ecuatorianos en la ciudad de Barcelona (Feixa, 2006). Otros dos amplios movimientos que han aglutinado a millones de jóvenes son los de la música electrónica y el de la expresividad cultural de la diversidad sexual. Los primeros reivindicando el derecho al ocio bajo el lema “PLUR” (peace, love, union & respect), retoman filosofías milenarias como la judía, la musulmán y diferentes culturas prehispánicas de Latinoamérica para encontrar referentes simbólicos referidos a formas alternativas de interrelación entre los seres humanos y de éstos con el medio ambiente. La disidencia se dirige a las ofertas de las industrias culturales que, desde miradas adultas, conciben y aprueban (desaprobando las demás) prácticas y espacios para el divertimento colectivo juvenil. Mientras que los jóvenes seguidores del movimiento Lésbico-Gay -Bisexual-Transexual-Transgénero (LGBT), insertos en esta lógica, además reivindican la posibilidad de organizarse, expresarse, divertirse y convivir abiertamente desde las diversas opciones sexuales. La búsqueda por la instauración de la “Nación queer”, entendida como una realidad donde quepan todas las opciones sexuales, tiene referentes simbólicos que hablan sobre la necesidad de entender que la expresividad de la diversidad sexual va más allá de los genitales e implica formas diversas de ser y estar en el mundo que deben ser respetadas y pensadas de forma inclusiva. Además de nuevas culturas juveniles que están apareciendo como las “Lolitas”,7 las “Peloláis”,8 los “Metrosexuales”,9 “Hipsters”,10 los “Buchones”,11 quienes practican el “parkour”,12 quienes estampan trabajos en esténcil sobre señales de tránsito y otros espacios del escenario urbano, etc.
Expresiones diversas: del cuerpo a la plaza pública
Tratando ahora de completar una mirada mediante la traza transversal, lo que sigue es una exposición, muy general también, sobre los espacios o ámbitos en los que aparecen muchas de estas expresiones juveniles. El primero, y a mi modo de ver más importante, es lo que implica al propio cuerpo como portador de los emblemas identitarios. Sea mediante diferentes peinados (los picos de los punks, las dreeds, de los rastas, el cabello muy corto de los skin o de los taggers, los diseños de varios colores en tintes de cabello de los fetishers, el cabello largo de los darks y metaleros, etc.), vestimentas (el color negro de los darks y los punks, las botas industriales de los skins, la ropa artesanal de los rastas, etc.), adornos (cadenas de punks, wainitos y paliacates de cholos, gorras de skatos, parches de skins y punks, encajes de góticos, etc.); o también mediante las marcas corporales de tatuajes y perforaciones con diversos usos y significados, el cuerpo es un arma para contrarrestar las imposiciones sociales y es el territorio capaz de ser controlado por el joven y no por los adultos y sus instituciones. La sexualidad y el consumo de sustancias prohibidas es otra forma de encontrar en el cuerpo la posibilidad de darle vuelta al poder y sus reglamentaciones. La ciudad es otro ámbito importante al que se vuelcan, de diversas maneras, las expresiones de estas culturas juveniles. Tomar clandestinamente espacios para “rayar” (grafiti) o “estampar” (esténcil) como los taggers, para improvisar pistas de baile como los b-boys o las b-girls, o para realizar piruetas en patinetas (skatos) o sin ellas (parkour), junto con ocupar inmuebles abandonados y darles un uso en bien de la comunidad (okupas), es un recurso para la auto dotación o la adecuación de espacios de expresión que la sociedad les niega a miles de jóvenes. Y cuando se organizan más allá de las diferencias entre estas culturas juveniles, se han presentado los casos de la instauración de espacios reglamentados para el intercambio cultural y la difusión de eventos y actividades de su interés, tal y como sucede con el Tianguis del Chopo (Ciudad de México) o el Tianguis Cultural (Guadalajara), por poner sólo dos ejemplos. La ciudad también permite participar en el consumo de la oferta de ocio existente en antros, centros de espectáculos, casas de cultura, foros ciudadanos, estadios, casas barriales, etc.
Sin embargo, también la violencia está tomando relevancia en las expresiones de algunos de estos jóvenes. Una violencia que día a día es más preocupante debido al incremento de la violencia social, estructural, y no porque los propios jóvenes sean los “creadores” de esa violencia. Ciertamente los jóvenes destacan como víctimas y victimarios de actos violentos, pero ello no es una invención juvenil y más bien tiene que ver con los altos índices de impunidad, autoritarismo, corrupción, intolerancia, segregación y pobreza que presentan nuestras sociedades. [3,9-11] Las llamadas “peñas” (grupos “pandilleriles” incorporados a barras de fútbol), las “maras”, las “clikas” y las prácticas de acoso y sometimiento violento entre compañeros de escuelas e institutos (bullying), son ejemplos de expresiones que retoman la violencia que como sociedad generamos y que está afectando directamente a la juventud.
Pero también el arte y las nuevas tecnologías son espacios o ámbitos de expresión para millones de jóvenes. Desde diferentes “fanzines”13 y flyers, pasando por creaciones plásticas y literarias (darks y góticos), electrónicas y los ritos de suspensión (fetishers) y hasta artesanías intercambiables en los tianguis (ropa, calzado, pulseras, instrumentos musicales, accesorios, etc.) y el consumo de videojuegos, literatura manga, creación de blogs y webpages; miles de jóvenes se expresan y se “interconectan” para compartir creaciones con referentes simbólicos y emblemas de identidad que no se ofertan a nivel comercial. Pero hay que cerrar este recorrido aludiendo que, a la par de todos estos espacios, la calle y la plaza pública no han dejado de ser aquel espacio para la protesta social de millones de jóvenes cuando deciden hacerse presentes ante la mirada del poder regulado. Sea por la intervención de una fiesta electrónica, por las arbitrarias detenciones cotidianas por el delito de “portación de cara”, la cancelación autoritaria de antros, espacios y expresiones, la simpatía con movimientos sindicales, ecológicos, de damnificados y en contra de las políticas neoliberales internacionales; la manifestación colectiva tomando la calle para hacerse escuchar sigue siendo uno de los recursos más importantes y contundentes.
Y las mujeres, ¿dónde están?
Uno de los grandes ausentes en las miradas hacia los jóvenes y sus expresiones culturales, así como de las políticas oficiales que intentan apoyarles, es lo referente a la cuestión de género. La importante cantidad de literatura especializada en nuestro país sobre los procesos identitarios en la construcción de culturas juveniles, salvo algunos casos aislados (Urteaga [12,13]; Urteaga y Cornejo [14]; Rueda [15]; Cornejo [16]; Estrada, [17]; por ejemplo), han prescindido de la variable de género en sus acercamientos a este tipo de manifestaciones. Pareciera ser que al hablar o escribir sobre punks, cholos, darks, ravers, rastas, taggers, etc., se hace referencia al varón adolescente y sus características definitorias.
Poco o nada se ha escrito sobre las jóvenes en las bandas juveniles. Si las chavas aparecen […] lo hacen cumpliendo roles que refuerzan la imagen estereotipada de mujer con la que estamos familiarizados: pasivas, mudas, objetos para lucir y presumir por los chavos. Imágenes todas fugaces, etéreas, si no marginales a los roles de los “machines” en la banda. ¿Realmente las chavas están ausentes de las culturas juveniles? O ¿hay algo en la manera cómo nuestras investigaciones han sido llevadas a cabo que las ha hecho invisibles? [13:50]
Debe resultar evidente, a estas alturas, que la respuesta a las preguntas de Urteaga recién citadas apunta hacia la forma en que concebimos y nos acercamos al fenómeno de las culturas juveniles, y no a una deliberada ausencia de las mujeres jóvenes en tales expresiones. Si resultan estar invisibilizadas en las investigaciones sobre esta temática (como en tantas otras), es algo que hemos provocado los investigadores y no ellas. Por ello, el enfoque de género debe de atravesar nuestras miradas para lograr una mejor aprehensión del fenómeno juvenil. Sólo así estaremos en condiciones de comprender que el papel que juegan las mujeres en las culturas juveniles, como lo ha destacado este enfoque en diversas temáticas, es diferente, tiene otras definiciones, otras lógicas; pero no por ello es menos importante, menos destacable o jerárquicamente inapreciable.
Es muy probable que la posición de las chavas dentro de las culturas juveniles no sea marginal, sino estructuralmente diferente a la de los varones. Y si realmente son marginales en ese espacio es, como dicen Garber y Mc Robbie, porque son centrales y pivotes en una esfera subordinada como la familia. La marginalidad de las chavas en las culturas juveniles debe dirigir nuestra atención hacia las esferas distinguidamente reconocibles como femeninas: el vecindario, los clubes de fans (de las estrellas), las revistas juveniles, el dormitorio, los baños en los lugares públicos a los que acuden las chavas banda, los centros sociales y las mismas calles. Como sostiene Helena Wulf en un estudio sobre la microcultura juvenil femenina de Londres, la atención exclusiva a la esfera privada no ha de hacernos olvidar que las chavas, al igual que los chavos, viven su juventud en una multiplicidad de escenarios. [13:64]
Ante la carencia de un trabajo de investigación orientado por este referente de género, el cual propicie una interpretación reflexiva del papel de las mujeres en las culturas juveniles, lo que sigue es una mera descripción de los escenarios en los que se hacen visibles las mujeres que participan en algunas de estas expresiones hoy vigentes en la ciudad de Guadalajara. Estoy consciente de que seguirá siendo una mirada “fugaz”, “etérea” y “marginal”, como lo califica Urteaga, pero busca acercarse a esta realidad para tener referentes empíricos que contribuyan a construir un enfoque especializado en género y regresar al trabajo de campo para lograr avanzar en esta temática y poder hacer visibles a las mujeres jóvenes ahí en donde participan y destacan. Para organizar esta mirada, inicio con las culturas juveniles en las que la participación femenina es más evidente, más visible; para terminar con aquellas experiencias en las que las mujeres, además de ser estigmatizadas por la sociedad debido a su participación en este tipo de expresiones, son menospreciadas y usadas por sus propios compañeros.
Me parece que las mujeres darks y góticas son las que mejor posición guardan frente a sus pares varones. Debido a que estas culturas juveniles están estrechamente vinculadas con el consumo y la producción de obras literarias, musicales y plásticas, en las que los “habitantes de lo oscuro” ejemplifican todo lo que se ha perdido en nuestras relaciones sociales contemporáneas (sueños, aventura, erotismo, sentimentalidad, emotividad, transgresión); en Guadalajara han destacado algunas exponentes del movimiento aún más que los jóvenes varones involucrados en éste. Incluso dentro del movimiento, existen varias mujeres creadoras de vestimenta y atuendos afines a los referentes simbólicos de los darks, góticos y metaleros que han expuesto sus productos en galerías de la ciudad y en el espacio del Tianguis Cultural.[18-20] Muy cercano a esta visibilización preponderante de las mujeres, aquellas que participan en las expresiones del fetish y los adornos permanentes del cuerpo (tatuaje, perforaciones o piercing, branding, escarificaciones y las modificaciones corporales) destacan al mismo nivel que los varones como usuarias, y también como profesionales (quienes decoran/alteran los cuerpos de otros). La creatividad femenina también se presenta destacadamente en estas prácticas y expresiones referidas al cuerpo en tanto portador de emblemas de identidad. Y, finalmente en esta parte, también las chavas involucradas en colectivos punks de Guadalajara, a pesar de ser un menor número, participan al mismo nivel que sus compañeros y, en ocasiones, destacan más que ellos. Sin embargo, en pláticas informales sobre otros temas, muchas de ellas se quejan de que a pesar de que el “ideario punk” enfatiza que la mujer tiene los mismos derechos que el hombre y que puede aportar igual que éste al movimiento, muchos de sus compañeros “no pueden” desprenderse de su realidad tapatía y los valores predominantes machistas que la caracterizan. Como dicen ellas, en ocasiones “se manchan” y hay que recordarles los fundamentos de género de ese “ideario punk”.
Por otra parte, existen culturas juveniles en las que la participación de las féminas está marcada por fuertes restricciones familiares, sociales y grupales. Esto es, como en los casos anteriores muchas de ellas han luchado para ganar/conquistar lugares de reconocimiento frente a sus pares varones, pero la participación mayoritaria de ellos complica que sobresalgan muchas de ellas. Por ejemplo, en la cultura electrónica conocida genéricamente como la de los ravers, las mujeres alcanzan los mismos niveles de participación que los varones en tanto consumidoras (específicamente como asistentes a fiestas electrónicas). Sin embargo, en la cúspide del movimiento son significativamente menos los casos de mujeres Djs14 que el de los hombres; aunque sería injusto no reconocer el alto nivel de algunas de ellas. Muy similar acontece con el mundo del grafiti y los taggers. Existe una participación importante de chavas taggers en Guadalajara en términos cualitativos, aunque en su inmensa mayoría aún siguen siendo varones. Una joven tagger reconocida como pionera en la participación femenina dentro del movimiento en esta ciudad y con trabajos de mucha calidad, es la que firma como La Peste, perteneciente a la crew RTK (Rayando Tenemoz Kontrol) pero muy activa como tagger solitaria. También son reconocidas las chavas que integran la crew Chulas Klan, entre ellas han destacado por sus “rayas” Esho y Sisic. Por otra parte, las mismas circunstancias externas e internas (sociales y grupales) atraviesan la participación de mujeres jóvenes en la cultura Rasta. En un menor número que sus pares varones, las chicas rastas suelen “aparecer” como creadoras de ropa e indumentaria para los seguidores del movimiento; como peinadoras que trenzan cabellos para formar las dreeds; como bailarinas y “performeras” al momento en que sus compañeros amenizan con sonidos de percusión. Pero ellas enfrentan un problema directo que no se presenta en los casos anteriores. La filosofía de Ras Tafari, en tanto Dios terrenal exilado de Etiopía, se caracteriza por situar a la mujer en un lugar jerárquicamente menor que el del hombre, a quien ellas deben de someterse, obedecer y honrar. Los jóvenes varones tapatíos inmersos en el movimiento rechazan abiertamente estas consideraciones de género de la filosofía que dio origen al movimiento, pero ellas mantienen una crítica permanente a esta parte de la ideología rasta.15 Cierro esta parte con la descripción del papel que juegan algunas chavas dentro de las expresiones del movimiento EMO,16 debido a que a mi parecer presenta una característica muy especial. En esta cultura juvenil los lazos afectivos resultan ser uno de los “conectores” más importantes entre el
grupo de amigos para la construcción de un “nosotros”, de una identidad compartida. A mi modo de ver, podría ser la cultura juvenil que mejor ejemplifica el proceso de identificación, guiado por lazos afectivos, del que habla el francés Maffesoli [21] sobre la “tribalización” de las relaciones en la sociedad posmoderna.17 Pero entre algunos jóvenes EMO con los que he tenido contacto, las relaciones entre géneros suelen retomar una visión sobre la mujer estrechamente vinculada con uno de los roles que se le ha impuesto durante siglos, en especial desde la visión del cristianismo: la maternidad. Ante una imagen andrógina, en la que los chavos EMOS no se muestran muy masculinos y las chavas EMOS no se ven muy femeninas, y como respuesta ante el ataque e intolerancia hacia sus expresiones por parte de la sociedad, la relación que se establece entre ellos recurre a imágenes en las que la mujer es la “madre protectora” de sus “hijos desprotegidos y aprensivos”. Los lazos de solidaridad suelen buscar este tipo de “protección y seguridad maternal”.
Cierro este apartado con ejemplos descriptivos de la visibilización de las mujeres en otras culturas juveniles en Guadalajara, situaciones en las que su participación es notablemente minoritaria y, en uno de los casos, preocupantemente denostada. Para el caso de la agrupación de skinheads RASH Guadalajara, la participación femenina es notablemente minoritaria y con roles secundarios y marginales. Una cultura juvenil que retoma como referentes identitarios, desde sus orígenes, los valores de la masculinidad de la clase obrera inglesa de los años setentas del siglo XX,18 deja poco espacio para la participación femenina con reivindicaciones propias. Por ello, las mujeres no suelen aparecer mucho en este colectivo skin de Guadalajara.19 Muy cercano a lo anterior se presenta entre los jóvenes skatos y parkour tapatíos. Por estar estas culturas juveniles conformadas por jóvenes que practican deportes catalogados como “extremos”,20 las mujeres suelen involucrarse en menor cantidad y los varones son los más destacados dentro del movimiento. Finalmente, dentro del movimiento cholo, que se caracteriza por grupos juveniles de barrios marginales en los que la migración ilegal a los Estados Unidos orienta muchos de sus referentes simbólicos y prácticas culturales, las mujeres suelen ocupar espacios y desarrollar roles supeditados a sus compañeros y, muchas veces, fuertemente controlados y reprimidos. En algunos de estos grupos, el empleo de la violencia simbólica y real marca su cotidianidad y algunos de sus ritos grupales. Por ejemplo, aún suele practicarse el “aguante”21 como un mecanismo ritual de inserción a la banda, en el caso de los varones; pero para las mujeres, a pesar de que este rito en ocasiones es usado cuando hay chicas dentro del grupo, en no pocas ocasiones las mujeres deben pasar por el llamado “trenecito”22 para poder ser acompañante de alguno de los miembros más destacados del grupo, sin que ello implique contar con los mismos privilegios que sus compañeros. Para algunos de estos grupos, las mujeres suelen ser “adornos” y pocas veces son tomadas en cuenta por el grupo al repartirse alcohol, sustancias, dinero (sólo lo que su compañero del momento “le pasa”) o al diseñar/crear sus marcas territoriales (grafiti).
Palabras finales
Las expresiones juveniles contemporáneas que basan sus referentes simbólicos en los emblemas identitarios de culturas juveniles globales, son tan sólo una pequeña parte de lo que los y las jóvenes en nuestro país quieren para sí y para su relación con el mundo social. Recurren a expresiones generadas en contextos culturales diversos, pero siempre con anclajes que tiene que ver con la realidad que viven día a día, con lo que disfrutan y con lo que sufren, con lo que tienen y con carencias de distinto cuño. Me parece que ya no se trata de “comprenderlos” (desde la mirada adulta, paternalista, sancionadora), sino de apoyarlos, de potenciar sus cualidades en beneficio de ellos mismos, de sus comunidades, de sus sociedades. Conocer de cerca sus preocupaciones, frustraciones, filias, fobias, expectativas, temores, esperanzas, etc., ayuda mucho para no seguir insistiendo en construir el sustantivo “joven” a partir de la acumulación de adjetivos descalificativos y excluyentes (Reguillo, 2008). Pero más allá de eso (y a partir de eso), lo que debemos hacer como sociedad es construir los mecanismos que permitan que los y las jóvenes encuentren apoyo a sus formas de organización y expresión, mediante su inclusión como ciudadanos integrales en las decisiones que tengan que ver con los asuntos que les conciernen y que les afectan directamente. Si no, estaremos en el terco empeño de sancionarlos paternalmente porque no son y no hacen lo que nosotros queremos que sean y que hagan.
1 Dos excelentes trabajos que analizan de forma profunda el impacto de la violencia en las expresiones juveniles son Ferrandiz y Feixa [3] y Alabarces [4]. Remito también al lector a Marcial [5].
2 Esta “culturalización de la política”, como la nombra Reguillo [6:149], ha sido “pretexto” para descalificar la participación juvenil y hablar de “la apatía generalizada entre los jóvenes contemporáneos”. El desinterés, el alejamiento, el desmarcaje es hacia la política regulada y sus instituciones; y no con respecto al tema de las relaciones democráticas e inclusivas.
3 Es común en la historia de las expresiones juveniles que las industrias culturales conviertan en moda muchos de sus referentes simbólicos y significados de disidencia. Ello sucedió con el hippismo, el moviimiento punk, las expresiones del hip-hop, lo que se conoció como la generación beat, la música electrónica, etc. Así, no sólo se aseguran grandes ganancias, sino que además se impone un modelo cultural para la juventud factible de ser controlado, y se le “rasura” lo contestatario a este tipo de expresiones.
4 El branding es una práctica ancestral de decorar el cuerpo, muy extendida en África pero sobre todo en Asia, que consiste en dejar una marca diseñada en forma de herida, a partir de una quemadura con hierros al rojo vivo (tal y como se marca al ganado).
5 Por el uso de estas técnicas ancestrales, en Estados Unidos y Canadá se les conoce como modern primitives (“primitivos modernos”), aunque este término esté fuertemente cuestionado en países latinoamericanos debido a que esas prácticas, aunque tienen su origen en muchos de los grupos originales del continente, han estado presentes en diversos contextos y momentos históricos de la subregión continental.
6 Las dreeds son las trenzas en el cabello que caracterizan al movimiento y que han dado la vuelta al mundo en la imagen mítica de Bob Marley. Suelen conocerse como “rastas”, pero los propios jóvenes argumentan que quienes las llaman así desconocen las características de sus expresiones, pues “Rasta” es el movimiento (por su líder Ras Tafari) y las trenzas provienen del dread look (apariencia andrajosa) que proyectó el movimiento al mundo entero.
7 Estilo de vida y de vestir en adolescentes mujeres entre los 12 y los 16 años de edad, a partir de rememorar la época victoriana y sus “pomposos” vestidos, sus pelucas, su atiborrado maquillaje, etc.; seguido por jóvenes europeas y japonesas que pertenecen a estratos sociales acomodados.
8 Otro estilo de vida y forma de identidad entre mujeres jóvenes de 14 a 24 años de edad, de estratos sociales altos especialmente en Chile, Argentina y Uruguay, que se identifican a partir de peinados en los que se “planchan” el cabello (“pelo liso”) y reproducen toda una ideología que le atribuye exagerada importancia a ser muy “populares” entre sus pares, haciendo de la fiesta en discotecas y bares su principal actividad de ocio.
9 Jóvenes de ambos sexos que hacen de su imagen corporal una especie de “idolatría”, acudiendo a intensas sesiones en gimnasios de moda, proyectando una imagen muy limpia y aseada, y vistiendo con ropa y accesorios (gafas, cadenas, anillos, maquillajes, perfumes, bolsas, celulares, I-phones, I-pods, I-pads, etc.) también de moda y muy costosos.
10 Jóvenes también de estratos sociales altos que se definen como “anti-moda” y se expresan a partir del consumo de música, cine, revistas, Internet no comerciales (undergorunds), retomando una imagen desalineada como los hippies pero con ropas y gafas de marca (aunque prefieren las que no tienen etiquetas o leyendas que hagan alusión a esas marcas).
11 Cultura juvenil muy difundida en México que hace del narcotráfico el centro de su identidad. No todos los jóvenes están relacionado con el tráfico de sustancias, pero se busca demostrar el “tener mucho dinero” y “despilfarrarlo” en fiestas, además de infundir “miedo” con actitudes agresivas y violentas.
12 Práctica urbana difundida por migrantes africanos en París que consiste en recorridos por la ciudad en los que se van librando los obstáculos (escaleras, barandales, bardas, balcones, automóviles y demás mobiliario urbano) a partir de piruetas arriesgadas.
13 El “fanzine” es una revista informal, de bajo costo (fotocopias engrapadas), para la difusión de eventos y referentes culturales de algunas culturas juveniles como los cholos, los góticos, los darks, los punks, los emos, etc. El término proviene de “fan” (seguidor de un artista o una cultura juvenil) y magazine (revista).
14 Dj, que se lee como “diyei”, son las siglas de Disc Jockey: aquel o aquella que se encarga de crear los sonidos que amenizan los festivales y las fiestas electrónicas. Son, valga la comparación, como las estrellas del rock en los conciertos de este tipo de música.
15 Cabe mencionar también que en la filosofía rasta, la mirada hacia los homosexuales guarda características de intolerancia y no aceptación.
16 Como se mencionó anteriormente, EMO proviene de “emotional” (emotivo) y los jóvenes argumentan que debe escribirse así, en mayúsculas.
17 Para comprender este tipo de agregaciones colectivas o adscripciones identitarias, especialmente entre los jóvenes contemporáneos, Maffesoli propone la metáfora de la tribu. Desgraciadamente, la incomprensión sobre lo que implica una metáfora por parte de algunos autores, pero sobre todo por parte de los medios de comunicación y las industrias culturales, ha querido convertir esta metáfora en una realidad ontológica característica de las culturas juveniles contemporáneas, a partir de los términos “tribus urbanas” o “tribus juveniles”. Los cuales me parecen inapropiados como conceptos que expliquen muchas de las expresiones juveniles, en especial en países como el nuestro. [22]
18 Aunque ello no ha evitado que en países como Alemania, Inglaterra y Estados Unidos, por ejemplo, existan experiencias de agrupaciones de skins constituidas exclusivamente por mujeres o por homosexuales. Yo no conozco este tipo de experiencias en nuestro país.
19 En una entrevista a Paco Rash [23:68], miembro fundador de RASH Guadalajara, se presenta una fotografía en la que aparecen algunos de los miembros del colectivo. De ellos, 13 son hombres y sólo dos son mujeres.
20 Los skatos se expresan a través de la cultura de la patineta, principalmente, pero también patines y bicicletas; mientras que el parkour se constituye por prácticas acrobáticas en diferentes espacios urbanos para saltar obstáculos, hacer piruetas (giros, mortales, saltos del tigre, escalar muros y otros más conocidos entre ellos como “monkeys”, “dash”, “360”, “wallfit”, “cash”, “reverse”) y, los “más extremos” como saltar de un edificio a otro por las azoteas o saltar vagones de trenes en movimiento.
21 El “aguante” consiste en que el “vato” que pretende incorporarse a la banda debe de aguantar cierta cantidad de segundos en enfrentamiento a golpes en contra de los 4 o 6 miembros de la banda que mejor pelean. El tiempo que dura esto está referido a códigos que se manejan entre ellos según el nombre de la banda o barrio. Por ejemplo, para el caso del Barrio 13, serán trece segundos; para el caso del Barrio 18, serán dieciocho.
22 Cuando hay mujeres en la banda, o cuando está conformada exclusivamente por ellas, suele aplicársele a la que pretende unirse el “aguante” pero enfrentando a mujeres. El “trenecito” consiste en que la mujer debe de tener relaciones sexuales con los principales líderes de la banda para poder estar con ellos en la esquina del barrio.
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