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E J S M ... / Javier Ramírez Escamilla
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tar, primero: un permanente amago para que éstos le ven-
dieran al gobierno estaduonidense la mitad del territorio na-
cional, a cambio de su reconocimiento como país soberano.
Segundo, el amplio apoyo que le proporcionó a Santa Anna
que para conseguir la abdicación de Iturbide. Tercero, nuli -
car la elección del sucesor del presidente Victoria, ganada por
Gómez Pedraza e imponer, como cualquier consejo empresa-
rial de ese tiempo, al general Vicente Guerrero. [Cuarto], pa-
trocinar al vicepresidente Anastasio Bustamante para derrocar
al presidente Guerrero.
Una de cal por mil de arena: que frustración de Mr. Poinsett,
cuando el emperador, al tiempo que se negaba a toda negocia-
ción con él, rati caba, 2 meses antes de su abdicación, la con-
cesión (4,605 acres), otorgada por la corona española a Mosses
Austin para colonizar Texas.
Informado Iturbide que llegaba a México un agente con -
dencial de Estados Unidos que había sido expulsado de Chile,
por intrigante y entrometido, ordenó a Santa Anna le impidie-
ra desembarcar. Éste no sólo desobedeció, sino que hizo a Mr.
Poinsett, consejero áulico del Plan de Casa Mata, que culminó
con la abdicación del emperador.
Ciertamente en el fondo del corazoncito del general Santa
Anna había un profundo rencor, producto de un mal de amo-
res que, como sabemos, son los peores. En la espléndida biogra-
fía: Santa Anna el dictador resplandeciente, de don Rafael F.
Muñoz, se describe cómo Santa Anna pretendió darle un baje
de hermana, (doña María Nicolasa), a su Alteza, que no tuvo
que ser muy perspicaz para entender que se trataba, como vul-
garmente se dice ahora, de un braguetazo imperial pues, aclara
don Rafael:doña María Nicolasa tiene sesenta años y es soltera.
Santa Anna es soltero también, pero tiene veintiocho.Es bastan-
te fea y los años se le notan.El emperador usó rudeza innecesaria
contra Santa Anna, pero Mr. Poinsett hizo una exitosa entrada
por línea.
Sabemos que nuestro primer presidente fue don Miguel Ra-
món José Audacto y Félix. Sí, el de la ocurrencia de usar primer