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R: A C, ROMA, 2018. U /
Carlos Carranza Madrigal
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en el interior, a oscuras y sin interrupciones, simplemente llegó el
momento de contemplar, al tiempo que la sala, normalmente se-
mi-vacía, lucía abarrotada para júbilo de un servidor.
Como bien sabíamos, se trata de una historia de carácter auto-
biográ co en lo que a su “progenitor” se re ere. Sin embargo, nada
nos prepara para confrontarnos con la fértil imaginación con la
que Cuarón aborda la historia de quien fuera su nodriza durante
su infancia, Cleo, interpretada por Yalitza Aparicio. Ésta última
ha sido descrita como una auténtica revelación, y no es para menos.
Originaria de Tlaxiaco, Oaxaca, Aparicio no tuvo contempla-
do hacer casting para la producción que aquí nos atañe, pero por
aquellas caprichosas circunstancias de la vida que constantemente
nos retan, terminó cautivando y obteniendo el papel por el que
inicialmente optaba su hermana. Si en una palabra hubiésemos de
darnos a la tarea de de nir su interpretación, esa debiera ser “na-
tural”. Y es que cada gesto, movimiento y palabra proveniente de
Cleo nos hace saber que la mujer detrás del personaje imprime,
inequívocamente, su muy particular sello; está magní ca, con mi-
rada de inocencia y sorpresa (tan raras hoy día), personalidad in-
trovertida y silenciosa, y su lengua madre, el mixteco. A ti, Yalitza,
te llena de felicidad el simple hecho de que te consideren “actriz”,
a nosotros, el haber podido conocerte con tu entereza, valor y un
mensaje de tremenda vigencia contra la discriminación y el clasis-
mo que ya te ha empoderado más, si cabe.
Como ella, incontables mujeres se han visto forzadas a salir
de Oaxaca, un estado empobrecido, en busca de una mejor vida.
Lamentablemente, dado su carácter provincial y escasez de prepa-
ración, su suerte suele no ser favorable y encuentran empleos poco
remunerados, en los que la percepción salarial está fuertemente
determinada por la buena voluntad que tengan o no las familias
para las que trabajan, quedando al margen las autoridades. A lo
largo de décadas, poco o nada ha cambiado. Las jornadas labora-
les, por ejemplo, son mayores a las establecidas por ley, mientras
que la paga, generalmente, es inferior al salario mínimo. La in-
justicia se ha normalizado y Roma nos lleva a cuestionarnos, ¿qué
puede hacer el nuevo gobierno al respecto? Sólo el tiempo dirá.
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