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Cuba en el México del 68:
del movimiento estudiantil
a las olimpiadas
Eduardo Pérez Otaño *
* Licenciado en Comunicación por la Universidad de La Habana, Cuba y Maestrante en
Comunicación en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México. Laboró como
especialista de comunicación de la Contraloría General de la República de Cuba, como
asistente de investigación en la Universidad Iberoamericana e integró el Grupo de Moni-
toreo de Medios durante el proceso electoral de 2018 en la Ciudad de México.
eperez920219@gmail.com.
Resumen
E
n 1968, México se disponía a entrar a la Modernidad con la
celebración de los XIX Juegos Olímpicos en suelo azteca, pero
un con icto de dimensiones incalculables llegó a poner en peligro
la estabilidad social y política del país. La Cuba revolucionaria es-
tuvo presente tanto en uno como en otro acontecimiento, como
símbolo del triunfo de los Movimientos de Liberación en el deno-
minado Tercer Mundo. El presente ensayo indaga sobre algunas
pistas que permitan entender la in uencia de la Revolución Cuba-
na en el Movimiento Estudiantil de 1968, así como la presencia de
la delegación del país caribeño en la cita deportiva, visto a través
del lente de los fotorreporteros del periódico El Heraldo, gracias
a las imágenes contenidas en el Archivo Fotográ co El Heral-
do-Gutiérrez Vivó que conserva la biblioteca Francisco Xavier Cla-
vigero de la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México.
Palabras clave
Movimiento estudiantil de 1968, olimpiadas México 1968, Cuba,
iconografía de la Revolución Cubana, El Heraldo.
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Fecha de recepción: Fecha de aceptación:
noviembre 2018 enero 2019
Cuba in the Mexico of 1968 from the student movement
to the Olympics
Key words
Student Movement of 1968, Mexico 1968 Olympics, Cuba, iconography of
the Cuban Revolution, El Heraldo.
Final submission: Acceptance:
November 2018 January 2019
Abstract:
In 1968 Mexico was about to enter to Modernity with the celebra-
tion of the XIX Olympic Games, but a large-scale con icts endan-
gered the social and political stability of the country. Revolutionary
Cuba was present in one as in another event.  e present essay ex-
plores some clues to understand the in uence of the Cuban Rev-
olution in the Student Movement of 1968, as well as the presence of
the delegation of the Caribbean country in the sporting event, seen
through the lens of photojournalists of the newspaper El Heraldo,
thanks to the images contained in the El Heraldo-Gutiérrez Vivó
Photographic Archive that conserves the Francisco Xavier Clavig-
ero library of the Universidad Iberoamericana of the Mexico City
Introducción
El presente ensayo indaga sobre algunas pistas que permitan en-
tender la in uencia de la Revolucn Cubana en el Movimiento
Estudiantil de 1968 y la presencia de la delegación de país cari-
beño en las XIX Olimpiadas, visto a través del lente de los foto-
rreporteros del periódico El Heraldo, imágenes contenidas en el
Archivo Fotográ co El Heraldo-Gutiérrez Vivó.
1
1
Todas las imágenes que se utilizan en este texto, salvo que se señale lo contrario,
pertenecen al Archivo Fotog co El Heraldo-Gutiérrez Vivó, que se conserva en la
Biblioteca Francisco Xavier Clavigero, de la Universidad Iberoamericana de la Ciu-
dad de México. El archivo del Movimiento Estudiantil de 1968 es de consulta libre en
el siguiente enlace: http://www.bib.ibero.mx/arheraldo/galeria/indexGaleria.php
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En 1968, hacía nueve años que había entrado la Caravana de
la Victoria en La Habana, capital de la mayor isla de El Caribe. A
90 millas de los Estados Unidos se desarrolló una revolucn so-
cialista que estableció relaciones con la Unión de Repúblicas So-
cialistas Soviéticas, capaz de desa ar al país más poderoso con la
instalación de misiles de mediano y largo alcance, que nacionalizó
grandes empresas extranjeras, alfabetizó a más de 2 millones de
habitantes en menos de un año y desarrolló la reforma agraria más
amplia y profunda del continente en el Siglo XX.
I Al estudiantado. A la opinión pública. Al pueblo en general
2
Este y los siguientes apartados llevan por título el de alguno de
los impresos sueltos emitidos por el Consejo Nacional de Huelga,
durante los meses de agosto, septiembre y octubre de 1968. La re-
dacción se expone como crónica en tiempo presente, al conmemo-
rarse 50 años de los acontecimientos.
El mito de los barbudos no se extingue, sino que se agiganta
gracias a aquellos jóvenes que salieron de México una noche fría
de inicios de diciembre de 1956, y luego de tres años de guerra
irregular en las montañas, bajaron al llano para derribar al gobier-
no de Fulgencio Batista. Esa misma Revolucn mira ahora con
asombro cómo la semilla de la rebeldía se extiende por el mun-
do. Inició en Francia, en mayo, y ahora ha llegado a Arica. La
guerra en Vietnam y la búsqueda de la utopía impulsa a masas de
venes a las calles. Buscan lo que en aquella isla del Caribe parece
hacerse realidad: educación, salud, libertades básicas. El Che ase-
sinado en Bolivia revive en las manifestaciones y el grito de Hasta
la Victoria Siempre asume nuevos signi cados.
La Cuba de Fidel Castro y de los barbudos se encuentra en ple-
no proceso de institucionalización. Si a lo interno la situación es
compleja en lo externo es casi as xiante. Solo México no ha roto
2
Los títulos de los sueltos fueron tomados del texto Impresos sueltos del movimiento
estudiantil mexicano, 1968, de Luis Olivera, publicado por la Universidad Nacional
Autónoma en 1992. Este impreso suelto corresponde a agosto de 1968.
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relaciones diplomáticas con la Isla. Luego de la Cumbre de la Or-
ganización de Estados Americanos en Punta del Este, Uruguay,
el continente decidió dar la espalda a la punta de lanza comunis-
ta y solo México se mantuvo  rme. Ni lo hace ahora ni lo hará
después. Desde los tiempos de Cárdenas, Cuba sabe que tiene en
México a un amigo.
Las Olimpiadas son el momento ideal para demostrar cuánto
ha avanzado la Revolución en materia de derechos fundamenta-
les, así como dejar en claro que los Movimientos de Liberación
Nacional del denominado Tercer Mundo están vivos. Un ejército
de deportistas se alista para asistir al encuentro: son 115 los que
integran la delegación. Son embajadores del deporte revoluciona-
rio y van a demostrar que un pequo país subdesarrollado puede
convertirse en una potencia deportiva. Son las segundas olimpia-
das a las que asiste Cuba en tiempos de revolucn y vienen con la
misión de superar la plata obtenida en 1964.
Llegan los deportistas a un México crispado. El gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz mantiene en jaque al movimiento estudian-
til; y Cuba juega un papel importante en ambos acontecimientos.
De modo indirecto su nombre planea cada una de las manifesta-
ciones de los miles de estudiantes que se dan cita bien en el Zóca-
lo, bien en las instalaciones de la UNAM, bien en otras partes de
la reblica. Sus deportistas acaparan una parte de la atención de
la a ción mexicana.
Cuba llega al México del 68 y las imágenes del archivo fotográ-
co de El Heraldo dan cuenta de ello. El lente de los fotógrafos no
puede resistirse a las pancartas con claras alusiones a la revolución
comunista como tampoco pueden hacerlo ante el golpe certero de
los boxeadores cubanos. En los dos espacios, la Cuba que capta el
lente es la misma y es diferente.
II Piensa y decide
3
Las fotografías se encuentran por todas partes, son cientos, mi-
les de ellas. Agrupadas y catalogadas permiten un acercamiento
a  ashazos a una época, hace ya 50 años. Un México rumbo a la
3
Impreso suelto correspondiente al 15 de agosto de 1968.
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modernidad se nos presenta en cada una de las imágenes. Es un
documento vivo plagado de señales, lugares, rostros. Este de acá
debe haber muerto, pero ¿quién fue?; aquel lugar ya no existe por
el sismo de 1985, ¿cuántos acontecimientos habrá visto?; o aquel
de allá debe haber sido un cartel impresionante para la época en
que los jóvenes se atrevieron a portarlo frente a Palacio Nacional,
¿quién lo habrá diseñado?
El autor se acerca, como en una máquina del tiempo, a una épo-
ca distante. Tiene ante sí un documento físico y tambn pura histo-
ria. Se con rma entonces que “la introducción de la foto en la pren-
sa es un fenómeno de capital importancia. Cambia la visión de las
masas. Hasta entonces, el hombre común solo podía visualizar los
acontecimientos que ocurrían a su vera, en su calle, en su pueblo”.
4
Ahora muchos lo pueden ver en los diarios, incluso habiendo
sobrevivido a la censura. Se pueden tener ante sí las fotos que que-
daron guardadas en el archivo del periódico El Heraldo, donde la
imagen ocupaba un lugar central a sabiendas de que “con la fo-
tografía se abre una ventana al mundo
5
y que “al abarcar más la
mirada, el mundo se encoge”,
6
se empequeñece de tal modo que
todo nos es familiar, cercano. Frente al acervo no se puede sino
refrendar que “la palabra escrita es abstracta, pero la imagen es el
re ejo concreto del mundo donde cada uno vive”.
7
La búsqueda del retrato colectivo en sustitución del retrato
individual, del hecho global lejos de la frivolidad, convierte a la
imagen fotográ ca en una ventana como las de Hitchcock,
8
por
la cual vemos cuanto sucede en el mundo con una  delidad inau-
dita. Pero tampoco habríamos de olvidar que en la misma medida
en que nos da certezas, la imagen “se convierte en un poderoso
medio de propaganda y manipulación. El mundo en imágenes
4
Gisele Freund, La fotografía como documento social (Barcelona: FotoGGrafía,
2008), 96.
5
Ibidem.
6
Ibidem.
7
Ibidem.
8
Hacemos referencia a La ventana indiscreta, película dirigida por Alfred Hitch-
cock en 1955.
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funciona de acuerdo con los intereses de quienes son los propieta-
rios de la prensa: la industria, la  nanza, los gobiernos”.
9
Esta visión del autor debe poner el punto de mira en cuanto
vemos en el archivo. Nada de lo que se reserva es fortuito. El go-
bierno y el propio periódico son conscientes de que las imágenes
son memoria histórica. Todo gobierno se preocupa por su imagen
y por cuánto se preservará de él para la posteridad. El censor segu-
ramente mira y decide: elige qué se conserva y qué no. El fotógrafo
aguzado se reservó las fotografías más probleticas; pero aun así
el archivo contiene valiosas perspectivas.
Es la fotografía un documento, sin lugar a dudas. Pone en imá-
genes pensamiento ya  jado mediante signos visibles sobre un so-
porte material. La fotografía es un documento cuyo soporte es la
imagen en cualquiera de sus aspectos técnicos: negativo, positivo,
chero digital, etc.,.
10
Por tanto, “la documentación fotográ ca es
la ciencia que tiene por objeto el estudio del proceso de comuni-
cación de las fuentes fotográ cas para la obtención de nuevos co-
nocimientos aplicados a la investigación y al trabajo fotográ co.
11
Es en ese sentido, que cualquier fotografía adquiere un valor
documental, puesto que ilustra acerca de algún acontecimiento
12
al informar o sugerir conocimientos al respecto. De ahí que para
entender o explicar un femeno, el ensayista recurra en lo ade-
lante a la fotografía como herramienta fundamental para precisar
elementos, detalles, contextos que solo pueden ser contrastados
con la imagen. Apoya esta tesis Susan Sontag (2012) quien indaga
sobre el valor documentalista de la fotografía desde  nales del si-
glo XIX entre los fotógrafos estadounidenses.
Emilio Lara López asegura que “la fotografía no solamente
constituye un objeto con el que obtener un goce estético, lúdico,
didáctico, etc., sino que posee un valor polisémico, pues como fe-
9
Ibidem.
10
Juan Miguel Sánchez Vigil, El documento fotográ co: historia, usos y aplicaciones
(Trea, 2006).
11
Ídem, 14.
12
Ibidem.
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meno complejo es un crisol en el que se funden múltiples valo-
res y funciones. Uno de estos valores es el documental.
13
Si bien Eduardo Devoto considera que el valor de la fotogra-
fía como documento histórico ha estado en debate desde que el
asunto ingresó a la agenda de los historiadores, nos con rma que
podemos considerar a las imágenes como documentos históricos
relativamente autónomos, con un estatus equivalente al de otras
fuentes más clásicas.
14
Resulta conveniente condenar toda suerte
de jerarquías que coloque a los textos visuales en un lugar subsi-
diario de las fuentes escritas. Esto de ningún modo implica des-
estimar la posibilidad de la complementariedad o colaboración.
15
Sin embargo, señala muy pronto, que las imágenes en tanto
históricas deben ser adecuadamente contextualizadas para evitar
que provean al receptor de un testimonio engañoso. Ello implica
no solo el conocimiento de las técnicas que se emplean en cada
época, sino también el reconocimiento de que las imágenes tienen
una naturaleza polisémica
16
y que la signi cación es siempre ela-
borada por una sociedad, en un contexto muchas veces diferente
al que originó la imagen.
Esta contaminación pone al ensayista frente a un problema
mayúsculo: dejarse guiar por lo que le cuentan las imágenes, su-
cumbir al encanto de la fotografía y a lo que creemos que nos di-
cen, miradas desde una época y un lugar distintos, o cuestionarla
en contraposición con otras fuentes bibliográ cas que permitan
situar cada una de ellas en su contexto. No hay más alternativa
que dialogar con la imagen: ni caer preso de sus encantos ni en-
contrar en ellas lo que nunca hubo.
Las imágenes son, en su mayoría,  guraciones. Es tentador
dejarse seducir por el realismo aparente de las imágenes, y esto
13
Emilio Luis Lara López, La fotograa como documento histórico-artístico y etno-
grá co: una epistemología, Antropología Experimental 5, 2005, pag. 5.
14
Las cursivas son del autor de la cita.
15
Eduardo Devoto, La imagen como documento histórico-didáctico: algunas re-
exiones a partir de la fotografía, Revista de Educación 6, 2013, pag. 76.
16
Ibidem.
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ocurre con frecuencia en la fotografía o en las  lmaciones, prin-
cipalmente periodísticas o documentales. Su propia condición
de representaciones las convierte en recursos tramposos
17
si no se
los analiza adecuadamente.
18
Por otro lado, in uyen en la imagen las orientaciones ideogi-
cas y las características psicosociales
19
del autor, sin que ello deme-
rite en modo alguno el valor de la fotografía. Son estos elementos
a tener en cuenta para no dejarnos llevar por la imagen.
Lara López expone el valor histórico de la imagen a partir
de repasar lo que denomina como bibliografía fotohistórica, es
decir, la historia misma de la fotografía. Recuperando a Topols-
ky (1985), López se re ere al concepto de fuente histórica como
aquello que “abarca todas las fuentes del conocimiento históri-
co, es decir, toda la información sobre el pasado humano, donde
quiera que se encuentre esa información, junto a los modos de
transmitir esa información.
20
En consonancia, García Jinez citado por Lara López
21
con-
rma que gracias a la fotografía la historia se ha podido contar con
imágenes. “Esta versatilidad de las fotografías, desde una perspec-
tiva histórica y etnográ ca, las convierten en unos documentos
visuales sincréticos por la capacidad de integrar diferentes aportes
informativos”.
22
La fotografía, por tanto, es un trozo de realidad,
“una congelación visual, algo fragmentario, que resulta inconexo
si no se organiza.
23
El ensayista tiene frente a él no solo un archivo fotográ co,
sino una fuente invaluable de conocimiento histórico. Sobre la
17
La cursiva es del autor de la cita.
18
Ídem, 77.
19
Ibidem.
20
Emilio Luis Lara López, La fotografía como documento histórico-artístico y et-
nográ co: una epistemología, Antropología Experimental 5 (2005): 9.
21
Ibidem.
22
Ídem, 11.
23
Ibidem.
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base de esta perspectiva contrastará en lo adelante las imágenes
mismas con las fuentes consultadas, dotando de sentido unas
veces y reinterpretando otras, cada uno de los momentos que, a
modo de collage, conforman una época compleja para Cuba y
para México.
III ¡La autonomía en grave peligro: de un lado los provocado-
res de otro, la policía!
24
Hechos menores han encendido la llama. Es 1968 y los estudian-
tes se agrupan en torno a 6 demandas principales que le plantean
al gobierno de la República: 1) libertad a los presos políticos; 2)
destitución de los jefes de la policía, 3) extinción del cuerpo de
granaderos, 4) eliminación del delito de disolución social, 5) in-
demnización a las víctimas de la represión y 6) deslinde de respon-
sabilidades respecto a los excesos represivos.
25
El gobierno está convencido de que no puede ceder ante las
presiones. Si lo hace se fracturaría el férreo control institucional
que ejerce sobre los pocos aires de Revolución que perviven en el
México del sesenta y ocho. La modernidad ansiada no puede dete-
nerse por unos revoltosos, piensa con toda seguridad Díaz Ordaz,
y el gabinete le respalda. A la vuelta de la esquina están los juegos
Olímpicos, la posibilidad de que el mundo vea por televisión al
nuevo México. No puede permitírseles continuar.
Ajeno a los contubernios de la élite política, los estudiantes
primero, secundados luego por los profesores, trabajadores y otros
sectores de la sociedad mexicana, se lanzan a las calles. Están en
huelga permanente y desde el Consejo Nacional de Huelga se or-
ganizan cada una de las acciones. La libertad se conquista con la
lucha. Los derechos no se piden, se exigen. Parecen consignas que
llenaban las calles de La Habana 9 años antes, cuando un ejército
de jóvenes barbudos entraba en la capital para expulsar del poder a
una clase política que no tuvo más remedio que hacer sus maletas
y volar a Miami.
24
Impreso suelto correspondiente al 1 de agosto de 1968.
25
Gilberto Guevara Niebla, La democracia en la calle: crónica del movimiento estu-
diantil mexicano (México DF.: Siglo XXI Editores, 1988), 39.
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Como plantean Fernando Solana y Mariángeles Comesaña,
bajo el in ujo del triunfo revolucionario en una pequeña isla ca-
ribeña, el marxismo es, por  n, más que un fantasma: un viento
con bríos renovados que recorre continentes y naciones para es-
parcir la semilla de la rebeldía”.
26
Ese marxismo renovado había
llegado con el in ujo de la Revolución cubana, el primer régimen
comunista en el continente americano. Por tanto, “el marxismo
académico detona a partir de la Revolución cubana, y se asienta
con los movimientos estudiantiles de 1969”.
27
No hay motivo de asombro alguno cuando el movimiento es-
tudiantil sale a las calles con consignas que parecieran construidas
en La Habana, o canta temas de Silvio Rodríguez o Carlos Pue-
bla: el sol de tu bravura le puso cerco a la muerte, y se lanzan los
estudiantes a las calles. No le temen al ejército: vienes quemando
la brisa, con soles de primavera, para plantar la bandera, con la luz
de tu sonrisa.
28
El in ujo de la Revolución cubana trasciende sus
fronteras y se sienten ánimos de rebeldía en el mundo.
Es 8 de enero de 1959: entran los rebeldes a La Habana en su
Caravana de la Victoria. Es 1968, y otra caravana se pasea por las
calles de la capital: no son jóvenes vestidos de verdeolivo,
29
pero
llevan carteles con consignas similares a los cubanos: buscan un
cambio en el estado de cosas. No vienen sobre carros militares
sino sobre un vehículo civil. Se acomodan donde pueden, miran a
la cámara y sonríen. Se saben osados.
Tienen los rebeldes sus propios códigos. Levantan la mano y
colocan los dedos en forma de V, con ados en la victoria del movi-
miento estudiantil y el logro de sus reivindicaciones. No es una lu-
cha triste, por el contrario. En los rostros se dibuja la sonrisa juve-
nil y solo la con anza absoluta en ellos mismos y en lo que hacen
puede permitirles desa ar así a la cámara. Saben que otros miles
26
Fernando Solana y Mariángeles Comesaña, comp., Evocación del 68 (México DF.:
Siglo XXI Editores, 2008), 18.
27
Ídem, 69.
28
Letra de la canción Hasta siempre comandante, de Carlos Puebla, compuesta con
motivo del asesinato de Ernesto Guevara en Bolivia, el 9 de octubre de 1967.
29
El color verdeol ivo era el que usaba n típica mente como un iforme los rebe ldes cuba nos.
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de mexicanos los verán luego, si se publica la fotografía, y quieren
que sepan que ellos confían.
Ilustración 1.
Los jóvenes haciendo el signo de la Victoria (AFHGV 1273)
Están en los recintos de la universidad, pero tambn en las
calles. Desafían al pueblo de México en los espacios públicos. No
quieren que sus demandas queden con nadas al recinto universi-
tario, porque son tambn las demandas de México. Mora (1979)
resumiría luego que no fue el pueblo mexicano el que asumió las
causas de los estudiantes, sino estos quienes asumieron como pro-
pias las aspiraciones de aquellos y se atrevieron a desa ar al gobier-
no del PRI.
Van con sacos y faldas, van profesores y trabajadores. Mezcla-
dos los unos con los otros, los hay de todas las clases y estratos so-
ciales. La situación es muy seria para discriminar a unos y otros.
Buscan lo mismo.
Pero no se conforman con desa ar a las autoridades en el espa-
cio público, también lo hacen frente a sus propias narices, incluso
mientras les vigilan durante el proceso de detención. Se sienten re-
beldes, y ahí está la cámara para captarles frente a los soldados con
fusiles, vigilando al joven de bigote, que desarmado levanta sus
brazos y solo piensa en la victoria, en que es posible cuestionar y
cambiar el estado de cosas imperante en el país y de que solo el es-
tudiantado universitario, consciente de lo que sucede dentro y fue-
ra de las fronteras, puede lograr el ímpetu necesario para hacerlo.
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Este gesto se multiplica en las imágenes del Archivo Fotográ-
co El Heraldo-Gutiérrez Vivó. Y hace pensar al ensayista en ese
otro que se inmortalizó como símbolo de resistencia y de triunfo.
Fidel Castro en el centro y alrededor los guerrilleros con sus fusi-
les en alto, el gesto de victoria es evidente. Mano arriba, y acá el
puño se cierra en señal de lo alcanzado.
No tienen fusiles los estudiantes, esos los portan otros. Pero
tienen la mano levantada y la V, no cierran el puño porque anhe-
lan la Victoria. La buscan: no la consiguen aún. Y en ese andar la
Revolución cubana sigue presente. Es 26 de julio de 1968 y el Poli-
técnico ha organizado una manifestación en protesta por la agre-
sión que había dejado varios lesionados. Extraño permiso, re ere
González de Alba (2016), porque es aniversario de la Revolución
Cubana.
Ese mismo día se organizan actos conmemorativos por parte
de la izquierda universitaria. Recuerdan el asalto al Cuartel Mon-
cada en Santiago de Cuba, cuando poco más de 100 jóvenes con
defectuosos fusiles intentan tomar por sorpresa el bastión del ejér-
cito en la Cuba de 1953. La mayoría fueron asesinados durante el
asalto y después, y sus cadáveres tirados en las calles en señal de
que no era posible soñar. Los jóvenes saben de la signi cación del
hecho.
En La Habana han organizado un acto multitudinario para
celebrar el 15 aniversario de la primera victoria moral del incipien-
te movimiento revolucionario. En México, preparan las consignas.
No solo recuerdan el hecho cubano, sino también a sus mártires.
No han asaltado cuarteles, pero sí las calles de México, y no tar-
dan en hacerlo. Asaltan también lo establecido, y saben que como
en Cuba, el pueblo común les apoya aun en su aparente silencio.
El 26 de julio aparece como una consigna importante. Y el go-
bierno mira de lejos: no le gusta nada que hagan alusión a la toma
de cuarteles por la fuerza. Se preparan. No dejarán que algo simi-
lar suceda, ni siquiera en nombre de la autonomía universitaria.
Pre eren un ataque quirúrgico que revoltosos en las calles invo-
cando al comunismo cubano. La tolerancia comienza a agotarse.
Las señales son claras, piensa Díaz Ordaz. Y si se requieren más
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señas los estudiantes pintan la cara del Che en todas partes. Usan
la fotografía más reproducida en la historia: aquella que hiciera
Alberto Korda en el entierro de las víctimas de un atentado te-
rrorista en La Habana, en la que un Ernesto Guevara porta una
mirada grave. Es el Che que revive luego de su asesinato en Bolivia
hace aproximadamente un año.
Se observa la  gura del guerrillero argentino-cubano cómo
allanan el recinto universitario los soldados del gobierno, educa-
dos en la misma doctrina que aquellos que lo mataron en tierras
del sur. Planea la imagen del eterno rebelde en las manifestaciones
estudiantiles una y otra vez, y los hacen acompañar de Hasta la
Victoria Siempre, la frase con la cual cerró la carta de despedida
que le dejó a Fidel y al pueblo de Cuba en 1965, al viajar en secre-
to a tierras africanas para llevar la Revolución. Esa misma victoria
buscan quienes le pintan y portan en carteles. No es Cuba. Es Mé-
xico. Es 1968.
Ilustración 2.
La imagen del Che en una de las mantas portadas por estudiantes durante
las marchas del 68 (HFHGV 1777)
Si cuanto ha visto el ensayista en el archivo muestra con evi-
dencia la in uencia de la Revolución Cubana en el Movimiento
Estudiantil del 68, encuentra otras imágenes que le resultan fa-
miliares. Indaga en los libros de texto cubanos, en repositorios en
nea y encuentra otras similitudes ineludibles.
Son los estudiantes de la Universidad de La Habana. Entierran
la Constitución de 1940 pisoteada por Fulgencio Batista cuando
en días previos a las elecciones generales de 1952 decidió dar un
golpe de Estado.
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Eduardo Pérez Otaño
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Batista ha mancillado el honor Patrio. Coincidencia: es el nue-
vo gobernante un militar de graduación y llega a Palacio Nacio-
nal en su traje. Ahí descansa la constitucn, en un sarcófago que
los estudiantes velan durante toda una noche de marzo, 16 años
antes en La Habana. En un gesto similar, los estudiantes pasean
un baúl por las calles de la capital mexicana. No llevan la consti-
tución sino los suos masacrados por los granaderos. El simbo-
lismo es igual de potente. Son estudiantes. Es un sarfago. Es la
muerte. La cargan en hombros frente a un gobierno que se sabe
allí dentro, junto a sus militares, el brazo ejecutor de la represión.
IV Compañero deportista
30
Mientras en las calles de México y en la UNAM los estudiantes y
profesores desa aban al gobierno, se inauguraban las XIX Olim-
piadas. Hacía apenas 10 días que el ejército había intentado borrar
a balazos las demandas estudiantiles. Justo en los días posteriores
a la noche de Tlatelolco, llegaban a tierras mexicanas los deportis-
tas que lucharían por una medalla.
Las segundas olimpiadas en las que participaba tras la Revolu-
ción Cubana eran la oportunidad perfecta para demostrar cuánto
podía lograr una isla con poco más de 8 millones de habitantes,
asediada por los Estados Unidos y decidida a implementar un ré-
gimen social, político y económico distinto. Ciento quince atletas
portaban el nombre de Cuba en sus chalecos.
Apenas se habían comenzado a implementar las políticas de
desarrollo masivo de la práctica deportiva en las Isla, pero sus at-
letas ya eran conocidos en buena parte de la región, en particular
sus boxeadores. La curiosidad por ver a aquellos cubanos prove-
nientes de un país comunista generaba mayor expectación.
Cuarenta y una imágenes se conservan en el Archivo Fotográ-
co El Heraldo Gutiérrez-Vivó sobre la participación cubana en
los juegos olímpicos: 1 de ciclismo, 5 del equipo de básquet, 11
del atletismo masculino y 10 del femenino, 4 del equipo de polo
acuático, 9 del boxeo y 1 de la colocación de la bandera cubana. La
30
Impreso suelto correspondiente a agosto de 1968.
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principal atención pareciera haberse concentrado en el boxeo y el
atletismo, donde Cuba obtuvo sus 4 medallas.
El asta número 13 (de izquierda a derecha) porta la bandera
cubana. Ha llegado la delegación ompica y se dispone a discutir
la medalla en cada una de las pruebas. Vienen dispuestos a todo.
Saben que no es segura su asistencia a los juegos de Múnich (1972)
o a los de Montreal (1976). El ambiente político puede impedirles
futuras participaciones.
Llama la atención del fotógrafo la participación cubana en de-
portes de poco rendimiento en la Isla: el atletismo, el básquet y el
polo. En el caso del básquet el lente no busca al equipo de Cuba,
sino al de México, sin lugar a dudas, como tambn sucede muy
probablemente en el caso de la prueba de ciclismo. En el polo
acuático se centran en Rusia, potencia en el deporte que en este
momento discute contra Cuba. En ninguno de los tres deportes
obtuvo la Isla Caribeña resultados meritorios.
Pero las cámaras de los fotorreporteros sí persiguen al equipo de
atletismo. Saben que tienen potencialidades y que pueden ser rivales
fuertes para los atletas mexicanos. Buscan a Miguelina Cobián en las
sesiones de entrenamiento, mientras habla con su entrenador o des-
cansa en la pista previo a una competencia. Tiene apenas 26 años y
son sus segundas olimpiadas. Luego de terminar quinta en los 100
metros planos en Tokio (1964), es una de las  guras más importantes
de la delegación cubana. uien participa en 3 pruebas en esta ocasión:
100 y 200 metros planos femeninos y en el relevo 4 por 100 metros.
Ilustración 3.
Miguelina Cobián captada por el lente de los fotógrafos de El Heraldo
(AFHGV 3297 y 3387).
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Eduardo Pérez Otaño
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Incansables, los fotógrafos la captan una y otra vez: acá con in-
tegrantes del equipo técnico de la delegación cubana, allá en una
sesión de entrenamiento previo a una de las competencias.
A diferencia del atletismo femenino, el masculino no capta
igual atención de los fotógrafos. Si en el caso de las mujeres preva-
lecen las imágenes en primer plano y de cuerpo entero en las más
disímiles actividades, el rastro de los hombres hay que encontrarlo
en imágenes colectivas. De derecha a izquierda, Pablo Montes dis-
cute los 100 metros planos donde quedaría en cuarto lugar. No
es esta su prueba estrella, sino el relevo 4 por 100 metros, donde
obtendrá la plata.
Con el 209, otro cubano discute la prueba de relevos. En el
grupo de los atletas, el foco de la cámara se centra en la compe-
tencia y no en la  gura individual, como parece suceder con las
mujeres, pese a que, en ambos casos, tanto en el relevo 4 por 100m
masculino y femenino obtienen igual resultado: medalla de pla-
ta.
31
La mayor atencn la supuso el equipo de boxeo. En 1968
aun no existía la Escuela Cubana, la que más tarde sería reconoci-
da como la más importante del mundo. Los boxeadores cubanos
comenzaban a discutirle el terreno a los soviéticos. Su porte y el
estilo limpio de las peleas hacían pensar en un futuro prometedor
para ellos.
Nueve imágenes se conservan en el archivo referente a este de-
porte: de ellas, cinco se centran en Enrique Regüeiferos y Rolando
Garbey, ganadores de las medallas de plata en 63,5kg y los 71kg
respectivamente. El estilo mismo del deporte permite que en el
centro de la imagen sobresalga el deportista.
De los 10 integrantes del equipo de boxeo, aparecen 5 en el ar-
chivo fotográ co, a diferencia del resto de los deportes donde hay
parcial o ninguna presencia en el lente de los fotorreporteros
31
El equipo femenino que obtuvo medalla de plata estuvo integrado por Violeta
uesada, Miguelina Cobián, Marlene Elejarde y Fulgencia Romay. En este caso, se
conservan imágenes donde aparecen Miguelina Cobián y Fulgencia Romay, en tomas
individuales y 2 imágenes del equipo completo. En el caso de los hombres, el equipo
estuvo integrado por Hermes Rodríguez, Juan Morales, Pablo Montes y Enrique Fi-
guerola. Se conservan igenes de Enrique Figuerola y Pablo Montes.
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Ilustración 4.
De arriba hacia abajo y de izquierda a derecha: Rolando Garbey durante la discusión
de la medalla de plata (AFHGV_3978); Fermín Espinosa (AFHGV_4009);
Enrique Regüeiferos (AFHGV_3896); Francisco Oduardo (AFHGV_3991)
y Nancio Carrillo (AFHGV_3947).
En el último caso, las líneas rojas nos indican la intención de
centrarse en el boxeador cubano en lugar de su contrincante o el
árbitro. Tal y como sucede en el caso del atletismo femenino, se
conservan imágenes de los atletas en las sesiones de entrenamien-
to o intercambiando con sus preparadores. Junto al atletismo
masculino y femenino, el boxeo colocó a Cuba en el tablero de las
medallas olímpicas. En la memoria de los atletas que asistieron a
México en 1968, se conserva la sensación de cálida bienvenida que
tuvieron y la impresionante organización de la cita estival. Para el
deporte cubano, la cita se convirtió en el punto de partida del de-
sarrollo de un sólido movimiento deportivo que los llevaría a obte-
ner 8 medallas (3 de oro) en la cita de Múnich en 1972, 13 en la de
Montreal 1976 (6 de oro) y 20 en la de Moscú 1980 (con 8 de oro).
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V Re exiones  nales. Ciudadano. ¡Esta es tu lucha!
32
El México de 1968 se debatía entre la modernidad, representada en
los primeros juegos olímpicos que se desarrollaban en un país lati-
noamericano, y las demandas acuciantes del Movimiento Estudian-
til que reclamaba al gobierno de Díaz Ordaz derechos fundamenta-
les, en contra de ese “totalitarismo amable” del que hablara.
33
Hasta entonces, el país había estado a salvo del caos libertario
imperante en el entonces denominado Tercer Mundo, donde los
Movimiento de Liberación Nacional pugnaban por la indepen-
dencia plena. Pero la in uencia de una pequeña isla hacía cuestio-
narse a las élites políticas si el comunismo no habría hecho nido
entre un sector importante de la población.
La Cuba de 1968 se encontraba en pleno proceso de institucio-
nalización revolucionaria. La situación interna rozaba la inestabi-
lidad provocada por la presencia de núcleos terroristas que man-
tenían en jaque al gobierno rebelde, mientras que en lo externo
el bloqueo naval y  nanciero establecido por los Estados Unidos
la llevó a acordar alianzas cada vez más profundas con la URSS.
Mientras el mundo miraba expectante lo que sucedía en México,
tanto en las olimpiadas como en el Movimiento Estudiantil, Cuba
jugaba un papel importante en ambos acontecimientos. La in uen-
cia de la iconografía revolucionaria se palpaba de modo evidente en-
tre los estudiantes, a tal punto de que el gobierno inició investigacio-
nes a partir de la acusación de la Agencia Central de Inteligencia de
Estados Unidos (CIA), acerca de la presencia de in ltrados cubanos
en el movimiento. A la vez, la Isla discutía en la cita deportiva su
derecho a  gurar entre las potencias del deporte mundial.
En el cielo del destino político de México se había escrito ya,
con el dedo de Dios (al decir de José Revueltas en su alegato de
autodefensa),
34
que 1968 pasaría a la historia. Y así fue también
para Cuba.
32
Impreso suelto correspondiente al 12 de septiembre de 1968.
33
Juan M. Mora, Mora, Muera la inteligencia la UNAM es el botín), (México DF:
Edamex, 1979), 31.
34
S. Marnez Della Rocca, comp., Otras voces y otros ecos del 68, cuarenta y cinco
años después, (México DF: Asamblea de Todos, 2013).
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Fuentes
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