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Pensar el presente de manera crítica: apuntes desde la reexión
losóco-feminista para la losofía política contemporánea
Thinking critically about the present: notes from philosophical and
feminist reection to contemporary political philosophy
Fernanda Liceth Zavala Mundo
Universidad La Salle México
: 0000-0002-1495-4177
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar parte de la producción teórica de Nancy
Fraser: particularmente, la idea de teoría crítica acuñada por ella en la déca-
da de 1980, el enfoque que deriva de esta, así como su potencial para entender
y transformar el presente. A su vez, y como resultado de esto, la intención es
mostrar la relevancia e importancia del pensamiento losóco-feminista en
la escena intelectual del momento presente.
Abstract
The aim of this work is to analyze part of Nancy Fraser’s theorical production:
particularly, the idea of critical theory made by her in the 80’s, the approach de-
rived from it and its potentiality to understand and to transform the present.
At the same time, and as a result of it, my intention here is to show the rele-
vance and importance of philosophical and feminist thought within the cur-
rent intellectual scene.
Palabras clave
Teoría crítica, losofía política, feminismo, género, transformación social.
Keywords
Critical theory, political philosophy, feminism, gender, social transformation.
Fecha de recepción: diciembre 2022
Fecha de aceptación: abril 2023
Introducción
En la segunda mitad del siglo , la emergencia del movimiento feminista en
el contexto norteamericano trajo consigo cambios signicativos en distintos
ámbitos de las vidas privada y pública. En particular, su apropiación de la ca-
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tegoría de género derivó con los años en el surgimiento de campos interdis-
ciplinarios dedicados a los estudios feministas —o estudios de la mujer— y,
posteriormente, en los denominados estudios de género.
1
Estos campos —que encuentran su origen en disciplinas como la sociolo-
gía y la antropología— han producido, desde ese momento a la fecha, innume-
rables investigaciones que —robusteciendo la reexión feminista— proponen,
plantean y emplean al género como una herramienta conceptual o, como su-
giere Joan W. Scott (2015), como una categoría útil para el análisis.
Ahora bien, tomando en cuenta esta trayectoria, este trasfondo de más de
cincuenta años de lucha y de al menos ese mismo tiempo de trabajo arduo por
parte de la reexión feminista, ¿es posible decir que sus planteamientos han
permeado o impactado de alguna manera al pensamiento losóco-político?
Dicho en otras palabras, ¿qué planteamientos le ha dirigido el pensamiento
feminista a la losofía política contemporánea?
Este escrito toma como punto de partida el pensamiento de la lósofa po-
lítica y teórica feminista Nancy Fraser. La intención es abordar algunas de sus
reexiones para evocar parte de los planteamientos que desde el pensamien-
to feminista se han presentado y se presentan a la losofía política contempo-
ránea: desde la necesidad de reconocer las complejidades derivadas del género
hasta la inserción de ciertos objetos de análisis, discusión y conicto en y pa-
ra el pensamiento losóco-político.
Para ello, en el primer apartado de este escrito reexionaré sobre la idea
de teoría crítica elaborada por Fraser en “¿Qué hay de crítico en la teoría crí-
tica? El caso de Habermas y el género”. A continuación, en el segundo aparta-
do, analizaré la crítica que esta dirige a Jürgen Habermas en ese mismo texto
y en “Repensar el ámbito público: una contribución a la crítica de la demo-
cracia realmente existente”. Finalmente, y en conexión con esto, en el tercer
apartado realizaré algunos apuntes sobre las implicaciones de esa crítica más
allá del pensamiento de Habermas: es decir, considerando al pensamiento -
losóco-político en un sentido más general.
Sobre la denición de teoría crítica
En los albores de su producción teórica, Nancy Fraser dirigió una importan-
te crítica a Habermas. Esta crítica, formulada en un momento cumbre para el
lósofo alemán —el momento posterior a la publicación de Teoría de la acción
comunicativa—, toma como punto de partida una idea central, que parte, a su
vez, de una pregunta central: ¿qué es la teoría crítica?
2
1
Para un tratamiento más amplio sobre este punto, véase Zavala (2021, p. 20).
2
Esta pregunta puede ser interpretada de dos maneras: por una parte, en el sentido de cuál es la
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Al principio de “¿Qué hay de crítico en la teoría crítica? El caso de Haber-
mas y el género”, y en un gesto que integra ambos momentos, Nancy Fraser
(2015) escribe: “En mi opinión, nadie ha mejorado aún la denición de teoría
crítica ofrecida por Marx en 1843: ‘la autoconciencia por parte del presente
de sus luchas y deseos’” (p. 39). En los términos del planteamiento desarrolla-
do líneas abajo, esta idea prepara el camino para evidenciar la falta de inte-
rés, por parte de Habermas, ante el emergente movimiento feminista. O, más
exactamente, su indiferencia ante los señalamientos realizados por esta mo-
vilización, las ideas formuladas por la reexión feminista.
Ahora bien, hay que considerar que, con cierta antelación e independencia
a la crítica que introduce, esta denición posee en sí misma importantes im-
plicaciones teórico-políticas. En efecto, y como expresa líneas adelante, la im-
portancia de esta estriba en el criterio que, desde Marx a la fecha, se ofrecería
para distinguir entre una teoría social crítica y otra acrítica. En “¿Qué hay de
crítico en la teoría crítica?...”, Fraser (2015) escribe:
Lo que hace tan atractiva esta denición es su carácter directamente político. No rei-
vindica ningún rango epistemológico especial sino que supone por el contrario que,
con respecto a la justicación, no hay diferencia losócamente interesante entre
una teoría de la sociedad crítica y otra acrítica. Pero hay, de acuerdo con esta de-
nición, una diferencia política importante. Una teoría social crítica enmarca su pro-
grama de investigación y su marco conceptual con miras a los objetivos y las actividades de
aquellos movimientos sociales de oposición con los que tiene una identicación partidista,
aunque no carente de sentido crítico (p. 39).
3
Esto es, por una parte, que aquello que diferencia a una teoría social crí-
tica de otra acrítica es la forma en que esta se relaciona y vincula con lo so-
característica principal o el rasgo esencial de esta forma de teorizar; por otra, en el sentido de qué
es la teoría crítica —o, mejor dicho, la teoría crítica—, en los términos en los que se ha entendido a
partir de la escuela de Fráncfort. La primera pregunta apunta a una aproximación teórica o de-
nición especíca de esta forma de teorizar; la segunda apela a una narrativa —propia de la loso-
fía política contemporánea— que plantea, casi de manera automática, una relación entre la teoría
crítica y la Escuela de Fráncfort. En este texto, Nancy Fraser parte de ambas interpretaciones y
pretende responder a ambos cuestionamientos: tanto denir qué es, desde su perspectiva, la teo-
ría crítica como preguntarse por la relación entre esta forma de teorizar y la denominada Escue-
la de Fráncfort. Como resultará evidente a continuación, al retomar la denición de Karl Marx, la
autora de Fortunas del feminismo pretende desligar a la teoría crítica de los nombres y los lugares a
los que ha sido asociada para proponerla, sin más, como una forma de teorizar sobre lo social que
parte de lo social mismo, es decir, una manera de conceptualizar el presente tomando en cuenta
los conictos desarrollados en él. Entendido, entonces, en esos términos, este ejercicio elaborado
por Fraser puede ser considerado cercano, aunque no totalmente equiparable, al desarrollo de Mi-
chel Foucault en ¿Qué es la crítica?
3
El énfasis es mío.
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cial: en particular, la manera en que se enmarca —o toma como marco— en las
luchas y los deseos que conforman el presente, las reivindicaciones políticas y
los movimientos sociales articulados en él; en suma, aquello que constituye el
presente en tanto momento histórico.
De lo anterior deriva que el carácter crítico de una teoría social reside o
estriba en el compromiso que esta genera con las luchas en curso. Este com-
promiso, de acuerdo con Fraser, no carece de sentido crítico. En este sentido,
la teoría crítica puede ser denida como aquello que asume
4
el presente: en el
sentido de aceptar, pero también de hacerse cargo y, junto a ello, de hacerse car-
go de los conictos y las complejidades que conguran el presente.
Por otra parte, y en esta línea, la teoría crítica puede ser pensada como algo
que conceptualiza el presente: entendiendo por esto tanto la capacidad para dar
cuenta del presente, para elucidar el presente, como la capacidad e interés de tradu-
cir y posicionar en el discurso las inquietudes y los conictos que tienen lugar en él.
5
En estos términos, y tomando como caso al movimiento feminista,
6
en el
texto la autora escribe: “Por lo tanto, uno de los criterios para evaluar la teo-
4
De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (, s. f.) el verbo asumir posee tres
acepciones: 1) “atraer a sí, tomar para sí”, 2) “hacerse cargo, responsabilizarse de algo, aceptar-
lo” y, nalmente, 3) “adquirir, tomar una forma mayor”.
5
En la entrevista que Kate Nash y Vikki Bell —ambas profesoras de Sociología en el Golds miths
College de la Universidad de Londres— realizaron a Nancy Fraser en marzo de 2016, la lóso-
fa estadounidense rearma esta idea de teoría crítica y del papel del teórico crítico frente a la
realidad. Ante las preguntas: “¿Dirías que lo que estás intentando hacer, en tu obra actual, es
describir algo que ya está sucediendo? ¿O intentas dar apoyo a algo que está emergiendo y te
ves más como alguien que quiere provocar un cambio a través de su obra?”, la lósofa respon-
de: “La respuesta breve sería: todo lo que has dicho. Y estoy de acuerdo en que lo que subyace
en tu pregunta es la concepción que uno tiene del papel del teórico crítico. Así que todo depen-
de de cómo consigues que mantengan una justa relación unas con otras las diversas tareas que
destacas” (Fraser, 2008, p. 251).
6
A propósito de este planteamiento, y anticipando algunos de los cuestionamientos que pueden sur-
gir a continuación, cabe preguntarse: ¿el pensamiento de Nancy Fraser y, en particular, su noción de
teoría crítica es separable de su posicionamiento como feminista? ¿O estos elementos están fundidos
sólidamente y, por tanto, no es posible distinguir entre ellos? En mi opinión, ambos planteamientos
deben ser considerados detenidamente y puestos en relación en una justa medida. Es innegable, por
ejemplo, que su compromiso con el movimiento feminista promueve en ella una forma de teorizar
abierta y sensible ante la movilización social. Esto no implica, sin embargo, que su intención sea re-
ducir la teoría crítica al feminismo o a los planteamientos de la reexión feminista. A mi parecer, en el
cuerpo teórico que desarrolla, y desde el cual propone pensar la realidad, Nancy Fraser toma por mo-
mentos la movilización feminista como caso. Esto, tanto por la cercanía que tiene con el movimiento
como por las problemáticas que, a partir de este, puede concebir y tematizar. Claramente, lo anterior
no impide que, en su producción teórica, la lósofa tome en consideración otras formas de reivindi-
cación política. De esto da cuenta la teoría de la justicia que desarrolla, desde Iustitia Interrupta (Fra-
ser, 1997) hasta Escalas de justicia (Fraser, 2008), donde la autora se propone reexionar sobre otras
formas de inquietud política y social —entre ellas, particularmente, la clase—. En este sentido, y si
bien ha dedicado una parte importante de su obra a la teorización feminista, desde mi punto de vis-
ta no es justo decir que su reexión se cierra al feminismo o que sus planteamientos no puedan pen-
sarse más allá de este. Dejo esto, a consideración de sus lectoras y lectores.
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ría crítica, una vez sometida a todas las pruebas usuales de validez empírica,
sería: ¿en qué medida teoriza la situación y las perspectivas de las mujeres?
¿En qué medida ofrece una dilucidación de las luchas y los deseos de las mu-
jeres contemporáneas?” (Fraser, 2015, p. 39).
Esta denición de teoría crítica apunta, por tanto, a una forma de teori-
zar que, en sí misma, integra cierto modo de vinculación e implicación con el
acontecer político-social. Así, y en detrimento de los planteamientos de cor-
te formal que parecen prescindir o referir solo de manera externa o colateral
a las luchas en curso, Nancy Fraser propone una forma de teorizar sobre lo social
que parta de lo social mismo: esto es, una forma de teorizar que parta del modo
en que se construye y reconstruye lo social, de la manera en que estas diná-
micas repercuten en la conguración del presente y sus demandas, y de cómo
esto toma relevancia para dar cuenta del momento actual.
En estos términos, y derivado de este planteamiento, se entiende que —ac-
to seguido— la lósofa no solo se pregunte ¿qué hay de crítico en la teoría crítica?
en referencia a la asimilación conceptual dada entre el pensamiento críti-
co y los aportes de la Escuela de Fráncfort— sino, especícamente, ¿qué hay de
crítico en el pensamiento de Jürgen Habermas? y, con ello, que en el curso de su
reexión integre esta denición de teoría crítica como referente del análisis.
Filosofía política y pensamiento feminista:
Habermas frente a Fraser
A nales de los 80 y principios de los 90, Nancy Fraser se convirtió en una im-
portante lectora e interlocutora de Habermas. De esto dan cuenta algunos de
los escritos que componen Unruly practices,
7
su primera obra, pero también
“Repensar el ámbito público: una contribución a la crítica de la democracia
realmente existente”. De hecho, es en este texto y en “¿Qué hay de crítico en la
teoría crítica?...”, donde la autora de Fortunas del feminismo asume con claridad
esta postura de interlocución y, como mencioné antes, de crítica.
7
La tercera parte de Unruly practices (Fraser, 1989) está compuesta por tres escritos que abordan,
de diferentes maneras, el pensamiento de Jürgen Habermas. Tales escritos son What’s Critical
about Critical Theory? The Case of Habermas and Gender; Woman, Welfare, and the Politics of Need
Interpretation; y Struggle over Needs: Outline of a Socialist-Feminist Critical Theory of Late Capitalist
Political Culture. Como explico a continuación, en “¿Qué hay de crítico en la teoría crítica?...”,
Nancy Fraser analiza y critica algunas de las categorías presentes en la teoría social de Haber-
mas, categorías que, desde su perspectiva, “resultan problemáticas o inútiles” (Fraser, 2015, p.
74) para tematizar la modernidad tardía. Por su parte, en Struggle over Needs y Woman, Welfare
and the Politics of Need Interpretation, la lósofa retoma algunas categorías de este mismo marco
para pensar el posicionamiento de ciertas reivindicaciones en la esfera pública, en particular,
las reivindicaciones del movimiento feminista. A mi parecer, es justamente este paso de la crí-
tica a la reformulación aquello que trasluce o reeja con claridad esta postura de diálogo e in-
terlocución de Fraser frente a Habermas.
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Como el título indica, en “Repensar el ámbito público…”, Fraser (1993) de-
sarrolla un análisis crítico de dicha categoría partiendo del hecho de que “la
forma especíca en que Habermas ha elaborado esta idea no es completamen-
te satisfactoria” (p. 25). Así, y de la mano de la historiografía revisionista, la
lósofa plantea que la idea de ámbito público elaborada por este en The Struc-
tural Transformation of the Public Sphere no solo idealiza una forma de ámbito
público especíca —el ámbito público masculino burgués—, sino que pierde
de vista cuatro supuestos inherentes a esa concepción: supuestos que, como
evidencia, acarrean y ocultan formas distintas de jerarquización y subordina-
ción, principalmente en términos de género y clase.
Por su parte, en “¿Qué hay de crítico en la teoría crítica?...”, Fraser de-
sarrolla un análisis exhaustivo de la teoría social presente en Problemas de
legitimación en el capitalismo tardío y en Teoría de la acción comunicativa: espe-
cícamente, sobre las interpretaciones de las dinámicas del capitalismo que
estas obras incluyen. De esta manera, y tomando como punto de partida el
marco socioteórico de Habermas, la lósofa analiza las diferentes institucio-
nes, roles y relaciones sociales que, desde el punto de vista de ese autor, supo-
nen las estructuras del capitalismo clásico y del capitalismo tardío.
A primera vista, “Repensar el ámbito público…” y “¿Qué hay de crítico en
la teoría crítica?...” son sustancialmente distintos. Con todo, al analizar su
contenido, es posible evidenciar que hay ideas que atraviesan ambos textos y
que, en conjunto, estas obras generan una propuesta de análisis que va más
allá de las palabras propiamente dirigidas a Habermas, si bien parte de ellas.
A mi parecer, en un principio, esta propuesta puede ser articulada como el
señalamiento de una carencia: o, mejor dicho, y como explico a continuación,
de una omisión. En la introducción a “¿Qué hay de crítico en la teoría crítica? El
caso de Habermas y el género”, Nancy Fraser (2015) trasluce esta idea al plan-
tear que su intención es interpretar el pensamiento de ese autor “desde el pun-
to de vista de una carencia: extrapolar lo que Habermas dice y no dice” (p. 40).
8
En los términos del análisis desarrollado por esta autora, esto signica, por
una parte, poner a consideración la connotación de género que subyace a cier-
tos roles e instituciones sociales tematizados por Habermas. Dicha connota-
ción no es nombrada por el lósofo y, no obstante, juega un papel central en
su lectura del capitalismo y sus dinámicas, así como en su interpretación de
la esfera pública y de las ideas de participación y deliberación a las que ha-
ce referencia.
Al mismo tiempo, esto signica analizar las presuposiciones de ciertas for-
mas de pensar o concebir la realidad, y considerar las implicaciones de algu-
8
El énfasis es mío.
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nas nociones y categorías en términos políticos y sociales. En estos términos,
y al hablar sobre la subordinación de las mujeres, Nancy Fraser (2015) plantea
esta dimensión del análisis al advertir que su intención es estudiar el pensa-
miento de Jürgen Habermas
desde el punto de vista de las siguientes cuestiones: en qué proporciones y en qué
aspectos la teoría de Habermas aclara y/o mistica las bases de la dominación mas-
culina y la subordinación femenina […] En qué proporciones y en qué aspectos
cuestiona y/o reproduce las racionalizaciones ideológicas imperantes de la domina-
ción y la subordinación mencionadas (p. 40).
9
Así, por ejemplo, al analizar la distinción habermasiana entre reproduc-
ción material y reproducción simbólica,
10
Fraser critica a Habermas el hecho
9
El énfasis es mío.
10
En Teoría de la acción comunicativa, Jürgen Habermas (1987) propone una concepción dual de la
sociedad. En el sexto capítulo, el lósofo escribe: “La concepción de la sociedad como mundo
de la vida, que es la que más obvia resulta desde la perspectiva conceptual de la acción orien-
tada al entendimiento, sólo tiene un alcance limitado para la teoría de la sociedad. Por eso voy
a proponer que entendamos las sociedades simultáneamente como sistema y mundo de la vi-
da” (p. 168). Esta concepción, derivada del marco socioteórico desarrollado en Teoría de la acción
comunicativa, hace referencia a sistema y mundo de la vida como dos perspectivas conceptua-
les distintas para entender la sociedad, pero también en el sentido de dos rubros u horizon-
tes que conforman a esta: por una parte, el mundo de la vida, es decir, el horizonte que deriva
de la interacción social y que, por tanto, aparece como lo generado y compartido comúnmen-
te, la cultura; por otra, el sistema, esto es, la estructura funcional que posibilita materialmen-
te a la sociedad. En el desarrollo de Teoría de la acción comunicativa, esta concepción de sistema
y mundo de la vida toma sentido y forma a partir de dos distinciones conceptuales, sumamen-
te importantes para Habermas: por una parte, la distinción entre contextos de acción integra-
dos socialmente y contextos de acción integrados sistémicamente; y por otra, la distinción entre
reproducción simbólica y reproducción material. En su propuesta, la primera distinción permi-
te que el lósofo ahonde en el binomio sistema-mundo de la vida —de hecho, en los entornos
que promueven el intercambio simbólico y/o el intercambio funcional y práctico, determinado
por el poder y el dinero—, así como en la consideración de las implicaciones que posee el forta-
lecimiento de los contextos de acción integrados sistémicamente para la modernidad. Por su
parte, la segunda distinción permite que este profundice en los procesos que posibilitan la re-
producción social —entendida esta en sentido material y cultural—, así como en su respectiva
relación con la distinción sistema y mundo de la vida. De esta manera, al hablar sobre repro-
ducción material, el lósofo hace referencia a “los procesos de intercambio del mundo de la vida
con su medioambiente, procesos de los que, según nuestras deniciones, depende la perviven-
cia de ese sustrato material” (Habermas, 1987, pp. 331-332). Por otra parte, al hablar sobre re-
producción simbólica, Habermas hace referencia tanto a la reproducción de las tradiciones y los
patrones culturales disponibles como a la reproducción del lenguaje, y entiende este proceso
como algo que recae fundamentalmente en la socialización: desde el nacimiento de los infantes
en el entorno familiar, pasando por su formación académica, hasta su plena participación en el
debate y la interacción social. Para este autor, la separación de estas formas de reproducción,
unidas anteriormente, marcó el paso de las sociedades feudales a las sociedades modernas: “La
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de plantear esta separación como un rasgo distintivo de las sociedades mo-
dernas, de hecho, como uno de los aspectos que determinan su emergencia.
Para la lósofa, este planteamiento resulta problemático, ya que, al pensar
esa separación, Habermas propone y asume —sin cuestionar— la distinción
entre trabajo social y socialización: es decir, pierde de vista que la socializa-
ción es ya una forma de trabajo, si bien, y como ella remarca, una forma de
trabajo “no remunerado y a menudo no reconocido” (Fraser, 2015, p. 49).
A esto es preciso añadir el que esta forma de trabajo —no reconocida como
tal y no considerada como parte fundamental dentro de la producción social—
suele ser llevada a cabo por mujeres e interpretada como una labor propia de es-
tas: una labor o una tarea —mas no una forma de trabajopropiamente femenina.
Por ello, la distinción entre reproducción material y reproducción sim-
bólica, entre trabajo social y socialización, no solo refuerza la idea —propia
del marxismo ortodoxo— de que solo existe una forma de trabajo digna de
ser considerada en términos económicos, políticos, sociales e históricos,
11
si-
no que, tras esta idea, se omite el papel especíco de las labores de socializa-
ción —es decir, de reproducción, crianza y cuidado— en la producción social,
así como las consecuencias que esta interpretación del trabajo tiene sobre las
mujeres. Dichas consecuencias, como Nancy Fraser subraya, no se restringen
progresiva desconexión de sistema y mundo de la vida es condición necesaria para el tránsito
desde las sociedades de clases estraticadas del feudalismo europeo a las sociedades de clases
económicas de la modernidad temprana” (Habermas, 1987, p. 402). Asimismo, esta separación
determinó la emergencia de una estructura institucional que, articulada ya bajo los rubros de
sistema y mundo de la vida, condensa las tensiones de la modernidad. Sobre esto, volveré más
adelante.
11
Para Nancy Fraser, Habermas no escapa del androcentrismo que caracteriza al marxismo orto-
doxo. Desde su perspectiva, aun cuando genera un panorama conceptual que permite nombrar
ciertas formas de injusticia y opresión —en este caso, la invisibilización de la socialización co-
mo forma de trabajo y la expropiación del cuerpo y el trabajo de las mujeres— este es incapaz
de verlo. En “¿Qué hay de crítico en la teoría crítica?...”, Fraser (2015) escribe: “Podría argumen-
tarse que la distinción categorial de Habermas entre ‘trabajo social’ y ‘socialización’ ayuda a
superar el androcentrismo del marxismo ortodoxo. El marxismo ortodoxo solo admitía un tipo
de actividad históricamente signicativa: ‘producción’ o ‘trabajo social’. Asimismo, entendía
esa categoría androcéntricamente y por lo tanto excluía de la historia la crianza no remunera-
da de los hijos por parte de las mujeres. Por el contrario, Habermas admite dos tipos de activi-
dad históricamente signicativa: el ‘trabajo social’ y las actividades ‘simbólicas’ que incluyen,
entre otras, la crianza de los niños. Así, consigue incluir en la historia la actividad no remune-
rada de las mujeres. Aunque esto constituye una mejora, no basta para solucionar las cosas”
(p. 43). Así, y en un sentido similar a las palabras que Gayle Rubin (2015) dirige a Freud y Le-
vi-Strauss en “Tráco de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo” —“Freud y Le-
vi-Strauss son en cierto sentido análogos a Ricardo y Smith: no ven las implicaciones de lo que
están diciendo, ni la crítica que su obra es capaz de generar bajo un ojo feminista” (p. 55)—,
Nancy Fraser señala la incapacidad de este autor para superar algunos de los sesgos del mar-
xismo ortodoxo.
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a la invisibilización de su trabajo. En “¿Qué hay de crítico en la teoría críti-
ca?...”, Fraser (2015) escribe:
Entre otras cosas, desvía la atención del hecho de que el hogar, como el lugar de
trabajo remunerado, es un lugar de trabajo, si bien no remunerado y a menudo no
reconocido. De igual modo, oculta el hecho de que, en el lugar de trabajo remune-
rado, como en el hogar, las mujeres están asignadas a ocupaciones normalmente
sexualizadas, de servicios, distintivamente femeninos, que constituyen de hecho gue-
tos (p. 49).
12
En un sentido similar, Fraser critica el planteamiento que, de la mano de
esta distinción, Habermas propone sobre la estructura institucional de las
sociedades modernas. De acuerdo con este autor,
13
las sociedades modernas
respaldan esa separación en una estructura institucional que asume dos ór-
denes: por una parte, las instituciones que están destinadas a la reproducción
material y por las cuales entiende a la economía y al Estado administrativo; y,
por otra, las instituciones que están destinadas a la reproducción simbólica:
las cuales, a su parecer, son la familia o “esfera privada”, y el espacio de parti-
cipación y deliberación política o “esfera pública”.
Para la lósofa, más allá de las dicultades que puede presentar la idea de
que estos rubros están claramente denidos y de que son incompatibles en-
tre sí —o, mejor dicho, que las funciones y los rasgos de uno no son atribuibles
al otro—, el aspecto propiamente problemático de este planteamiento yace en
las implicaciones que tiene considerar a la familia como momento necesario,
primario o fundamental de la estructura institucional de las sociedades mo-
dernas, así como en elaborar una denición de esfera pública con tácitas con-
notaciones en términos de género.
En el primer caso, y aun cuando entiende esa institución como una estruc-
tura históricamente determinada, en su discurso, Jürgen Habermas asume y
12
El énfasis es mío.
13
En Teoría de la acción comunicativa, Jürgen Habermas (1987) escribe: “En la sociedad burguesa los
ámbitos de acción integrados socialmente adquieren frente a los ámbitos de acción integrados
sistémicamente que son la Economía y el Estado, la forma de esfera de la vida privada y esfe-
ra de la opinión pública (Oentlichkeit), las cuales guardan entre sí una relación de complemen-
tariedad. El núcleo institucional de la esfera de la vida privada lo constituye la familia pequeña,
exonerada de funciones económicas y especializada en las tareas de socialización, la cual desde
la perspectiva del sistema económico queda denida como economía doméstica, es decir, como
un entorno del sistema económico. El núcleo institucional de la esfera de la opinión pública lo
constituyen aquellas redes de comunicación reforzadas inicialmente por las formas sociales en
que se materializa el cultivo del arte, por la prensa, y más tarde por los medios de comunica-
ción de masas, que posibilitan la participación del público de ciudadanos en la integración so-
cial medida por la opinión pública” (p. 452).
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naturaliza a la familia —nuclear, heterosexual, destinada a la reproducción,
la crianza y el cuidado de las infancias— como una forma básica de organiza-
ción social: de hecho, como la base y el fundamento de la estructura económi-
ca, política, social y cultural de las sociedades modernas.
Esto, sin embargo, tiene importantes consecuencias teórico-políticas, ya
que, en palabras de Kate Millet (2017): “El patriarcado gravita sobre la institu-
ción de la familia” (p. 83). En los términos de la reexión desarrollada por es-
ta autora y por otras (Scott, 2005; Rubin, 2015), esto quiere decir que —como
institución social— la familia nuclear, heterosexual, destinada a la reproduc-
ción, la crianza y el cuidado constituye una de las matrices de la subordina-
ción de las mujeres. Es así, puesto que la familia y su ámbito —el “hogar”, la
esfera privada” y el “ámbito doméstico”— constituyen el espacio donde se da
la apropiación innombrada del trabajo y el cuerpo de las mujeres; son tam-
bién el espacio donde se producen y reproducen las principales directrices del
género como forma de poder y dominación: la división sexual del trabajo y los
modos de subjetividad sexo-genéricamente diferenciados, es decir, masculi-
no/femenino, hombre/mujer.
14
En estos términos, al proponer una estructura institucional cuyo sos-
tén es la familia, Habermas está defendiendo, normalizando y perpetuando
“una solución institucional considerada una, si no la, pieza clave de la moder-
na subordinación de las mujeres” (Fraser, 2015, p. 52). Al mismo tiempo, ca-
be añadir, claramente está pasando por alto los distintos señalamientos que,
desde la reexión feminista, se han realizado acerca del papel de la familia y
el parentesco en la subordinación de las mujeres.
En el segundo caso, y en una relación directa con este planteamiento, Nan-
cy Fraser critica a Habermas el hecho de elaborar una denición de esfera pú-
blica que tácitamente excluye la participación política de las mujeres. Esto,
tanto porque en la reconstrucción de ámbito público elaborada en The Struc-
tural Transformation of the Public Sphere omite el papel de las mujeres en su
conguración,
15
como por las características que, en Teoría de la acción comuni-
14
Para un tratamiento más amplio sobre este asunto, véase Zavala (2021, pp. 71-74).
15
De la mano de la historia revisionista, en “Repensar el ámbito público…”, Nancy Fraser (1993)
critica a Habermas el hecho de pasar por alto el papel de las mujeres, como público, en la con-
guración de la esfera pública, así como el omitir su participación propiamente política en el
contexto de la modernidad. En el texto, la autora escribe: “El problema no es solamente que
Habermas idealice el ámbito público liberal, sino también que no pueda examinar otros ámbi-
tos públicos no liberales, no burgueses, que compiten con el liberal y burgués. […] Mary Ryan
documenta las diferentes maneras en que las mujeres norteamericanas del siglo , que perte-
necían a diversas clases sociales y etnias, construyeron vías de acceso hacia la vida política pú-
blica, a pesar de su exclusión del ámbito público ocial. En el caso de las mujeres burguesas de
élite esto supuso crear una sociedad contra-civil de asociaciones voluntarias alternativas sólo
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cativa, atribuye a la esfera pública y al ciudadanocaracterísticas que, tácita-
mente, generan un espectro o marco de inteligibilidad sobre quiénes pueden
participar o no en el debate y la deliberación política—. En el texto, Fraser
(2015) escribe:
Tal y como Habermas lo entiende, el ciudadano es principalmente un participante
en el debate político y en la formación de opinión pública, lo cual signica que este,
desde el punto de vista de Habermas, depende crucialmente de las capacidades de
consentimiento y discurso, de la capacidad para participar a la par que otros en el
diálogo. Pero éstas son capacidades relacionadas con la masculinidad en el capita-
lismo clásico dominado por el varón. Capacidades en multitud de modos negadas a
las mujeres y consideradas como algo contrario a la feminidad (p. 57).
Lo anterior es entendido en una relación de diferencia o alteridad con la
denición de esfera privada,
16
y pone de maniesto la connotación de género
para mujeres, que incluían sociedades lantrópicas y de reformas morales. […] Mientras tanto,
para algunas mujeres menos privilegiadas, el acceso a la vida pública se dio a través de la parti-
cipación en papeles de apoyo en las actividades de protesta de la clase trabajadora que estaban
dominadas por los hombres. […] Así que la visión de que la mujer estaba excluida del ámbito públi-
co resulta ser ideológica; se basa en una noción de lo público con prejuicios de clase y de género
(Fraser, 1993, pp. 30-31). (El énfasis es mío).
16
En este punto, resulta preciso reparar en una de las ideas planteadas por Judith Butler en Fun-
damentos Contingentes: el feminismo y la cuestión del “posmodernismo”, un escrito publicado en
1992. En una nota a pie de página, la lósofa estadounidense escribe: “Aquí vale la pena anotar
que en alguna teoría política reciente […] hay una insistencia en que el campo político es por
necesidad construido mediante la producción de un exterior determinante. En otras palabras,
el propio dominio de la política se constituye a sí mismo mediante la producción y naturaliza-
ción de lo ‘pre-’ y lo ‘no-’ político. En términos de Derrida, ésta es la producción de un ‘exterior
constitutivo’. […] Esto es especialmente importante para las preocupaciones feministas has-
ta el punto en el que las bases de la política (‘universalidad’, ‘igualdad’, ‘el sujeto de derechos’)
han sido construidas mediante exclusiones raciales y de género no marcadas, y por una mez-
cla de la política con la vida pública que convierte lo privado (la reproducción, los dominios de
la ‘feminidad’) en prepolítico” (Butler, 2001, pp. 9-10). Como es posible ver desde este punto,
la importancia de este fragmento estriba principalmente en dos cuestiones: primero, entender
que —tal y como sucede con la denición de “lo político”— la denición de “lo público” y de la
esfera pública” puede ser elaborada y establecida a partir de una relación de diferencia, anta-
gonismo o alteridad con la denición de “lo privado”; segundo, entender que la denición de “lo
público” suele estar íntimamente ligada a la denición de “lo político”. En el sentido de lo es-
tablecido por Judith Butler y Nancy Fraser, ambas cuestiones tienen importantes implicacio-
nes, ya que, como señalo a continuación, en el primer caso la denición de esfera pública y su
connotación en términos de género pueden corresponderse tácitamente con una denición de
esfera privada entendida como opuesta, contraria o complementaria: es decir, que si la esfera
pública es denida como el espacio legítimo de los hombres, la esfera privada es designada im-
plícitamente como el espacio propio de las mujeres. En el segundo caso, y agudizando el plan-
teamiento anterior, la intercambiabilidad que, por momentos, se genera entre “lo político” y
“lo público” puede derivar en el reconocimiento y el desconocimiento de ciertos fenómenos y
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que subyace a ambas nociones, así como las consecuencias prácticas en juego
a partir de esta distinción: en función de su planteamiento, Jürgen Habermas
no solo naturaliza el que seamos las mujeres quienes ocupemos y nos ocupe-
mos del “ámbito privado”, sino que, asimismo, normalizaen el sentido de to-
mar como “normal”, pero también de reproducir como norma— el que sean
los hombres quienes asuman en su mayoría o totalmente los asuntos que co-
rresponden al orden público.
En este sentido, la crítica que Fraser dirige a Habermas puede ser articula-
da como el señalamiento de una omisión: lo que a través de este análisis seña-
la al lósofo alemán es que, en sus planteamientos, este pierde de vista que el
género atraviesa la conguración entera de la realidad —incluida la forma en
que esta se concibe y los términos a partir de los cuales se piensa—: “Vivida
en todos los ámbitos de la vida, la identidad de género es un ‘medio de inter-
cambio’ (si no el ‘medio de intercambio’) […] constituyendo un elemento bási-
co del pegamento social” (Fraser, 2015, p. 59).
Género y losofía
El género como categoría de análisis
Nancy Fraser dirige, así, un importante señalamiento a uno de los referentes
losócos de la segunda mitad del siglo . Ahora bien, ¿es posible ir más allá?
Es decir, ¿es posible articular estas reexiones como una propuesta de análi-
sis dirigida a la losofía política contemporánea? Para dar paso a esto último,
en este apartado repararé en algunas de las reexiones que conforman “El gé-
nero: una categoría útil para el análisis histórico”, de la historiadora estadou-
nidense Joan W. Scott.
Junto a “El tráco de mujeres: notas sobre la ‘economía política’ del sexo”,
de Gayle Rubin, “El género: una categoría útil para el análisis histórico” cons-
tituye uno de los escritos fundadores y fundamentales de los estudios femi-
nistas o estudios de la mujer. Para Marta Lamas (2018), el protagonismo de
estos textos en el horizonte teórico-feminista se desprende del hecho de que, a
partir de “El tráco de mujeres…” y “El género…”, Gayle Rubin y Joan W. Scott
proponen reexionar teóricamente sobre la construcción cultural del género.
A mi parecer, sin embargo, la razón de esto descansa en el hecho de que, a
partir de estos escritos, el género empieza a gurar como una categoría pro-
piamente teórica —ya no exclusivamente política— y, junto a ello, no solo
realidades como problemáticas sociales. Este es uno de los señalamientos que, por ejemplo, la
reexión feminista planteaba en décadas pasadas: cómo la denición de las relaciones dentro
del hogar como “domésticas” o “privadas” impedía tematizar y atender fenómenos como la vio-
lencia y el abuso sexual intrafamiliar como problemáticas cuya solución reside, no tanto en lo
privado, sino en la intervención del orden público.
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como un objeto digno de análisis, discusión, indagación y conicto, sino, al
mismo tiempo, como una herramienta conceptual, un instrumento o medio
para el análisis.
“El género: una categoría útil para el análisis histórico” parte de una re-
exión sobre la incorporación de esta categoría en los estudios históricos. En
un principio, Scott (2015) alude, por ejemplo, a la manera en que la inuencia
del movimiento feminista ha derivado en la incorporación de la categoría de
género en los estudios históricos y, en consecuencia, en la emergencia de un
interés para dar cuenta del papel de las mujeres en la historia, así como para
hablar, propiamente, de una historia de las mujeres.
Ahora bien, al analizar los distintos caminos que ha tomado esta incorpo-
ración, más que proponerse revisar las diferentes acepciones que en función
de esta ha asumido la categoría de género, la intención de esta autora es ge-
nerar una pauta para plantear su propia formulación de esta categoría y, co-
mo es posible comprobar hacia el nal de este texto, su interpretación sobre
la incorporación de esta en los estudios históricos. En “El género: una catego-
ría útil para el análisis histórico”, Scott (2015) escribe:
Mi denición de género tiene dos partes y varias subpartes. Están interrelaciona-
das, pero deben ser analíticamente distintas. El núcleo de la denición reposa sobre
una conexión integral entre dos proposiciones: el género es un elemento constituti-
vo de las relaciones sociales basadas en las diferencias percibidas entre los sexos, y
el género es una forma primaria de signicar relaciones de poder (p. 290).
Para Scott, como elemento constitutivo de las relaciones sociales, el géne-
ro consta de cuatro elementos interrelacionados, ninguno de los cuales ope-
ra sin los demás: 1) los símbolos y los mitos culturalmente disponibles; 2) los
conceptos normativos y los discursos a través de los cuales se expresan; 3) las
instituciones y las organizaciones sociales; y, nalmente, 4) la identidad (Sco-
tt, 2015; Lamas, 2018).
Como De Barbieri (1996) señala en “Certezas y malos entendidos sobre la
categoría de género”, la relevancia de esta primera parte de la denición de
género yace en el énfasis que la historiadora pone sobre el carácter comple-
jo y la dimensión sociocultural que el género entraña: en vez de limitar el
planteamiento a la cuestión de las identidades y de los cuerpos, mediante es-
ta concepción Scott devela y revela al género como “una construcción social
compleja, con diversidad de elementos constitutivos” (p. 61).
Lo anterior, de inmediato, tiene importantes implicaciones teórico-polí-
ticas, ya que este planteamiento permite pensar al género como una cues-
tión modicable: en detrimento de una interpretación reducida a la relación
Pensar el presente de manera crítica / Fernanda Liceth Zavala Mundo
136
sexo-género. Esta denición propone al género como un elemento histórica-
mente dado, condicionado por los distintos elementos que lo conforman, pero
también, y en consecuencia, como una producción enteramente contingente,
abierta a la reformulación y a la modicación históricas.
El aporte propiamente signicativo de este planteamiento reside, no obs-
tante, en la segunda parte de esta denición, ya que es a partir de ella que
Scott plantea explícitamente la vinculación del género con el poder. De acuer-
do con Scott (2015), el género es una forma primaria de signicar relaciones de
poder: o, más exactamente, “es el campo primario dentro del cual o por medio
del cual se articula el poder” (p. 292).
Esta segunda parte de la denición enfatiza, entonces, en la capacidad del
género no tanto para nombrar o señalar diferencias sino para generarlas. Es de-
cir, para producir relaciones como ejes diferenciales en términos políticos y
sociales: o, lo que es lo mismo, como formas de dominación y subordinación.
Así, a partir de este planteamiento, Joan W. Scott reformula al género co-
mo algo que atraviesa los cuerpos, las identidades, las instituciones, los dis-
cursos y las narrativas disponibles culturalmente. Al mismo tiempo, y de la
mano de esto, dene al género como aquello que funciona y opera efectivamen-
te, un medio o aparato en función del cual se forman, establecen, producen y
reproducen relaciones sociales como relaciones de poder.
En estos términos, hacia el nal de “El género: una categoría útil para el
análisis histórico”, Joan W. Scott da paso a su interpretación sobre la incorpo-
ración del género, en tanto que categoría de análisis, a los estudios históricos.
Desde su punto de vista, si bien puede conllevar la visibilización de las muje-
res en la historia —lo que considera relevante para los estudios históricos—,
esta incorporación debe ser entendida en los términos de una refractación:
el uso del género como categoría de análisis dentro de los estudios históri-
cos puede dar paso tanto a una revisión de los aspectos que conforman la cul-
tura, en tanto que elementos generizados, atravesados por el género, como a
una reformulación de los procesos históricos, en tanto que dinámicas sociales
marcadas y condicionadas por el género.
Por tanto, la incorporación de la categoría de género a los estudios histó-
ricos se entiende más como una evaluación del funcionamiento mismo del
género en la historia —y, con ello, como una reconsideración de los procesos
históricos a la luz de esta categoría— que como un reconocimiento del papel
de las mujeres en la historia. Ahora bien, ¿qué sucede con la losofía?
Género y losofía
Al vincular estas reexiones sobre el género como categoría de análisis y el
planteamiento desarrollado por Nancy Fraser, es posible proyectar algunas
ideas y señalamientos sobre el pensamiento losóco, ideas y señalamientos
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cuya enunciación y apreciación pueden traer importantes cambios en el te-
rreno de la losofía política.
De inmediato, es necesario subrayar el hecho de que el género no puede -
gurar más como un rasgo accidental o secundario de la identidad: es decir —y
pensado a la luz de la formulación clásica sustancia-accidentes— como una
característica irrelevante para la consideración losóca.
Esto no solo porque el género atraviesa la cultura —incluida la manera en
que concebimos y conformamos la realidad—, sino porque es necesario evi-
denciar las consecuencias de este como categoría política, social y cultural:
fundamentalmente, y siguiendo a Joan W. Scott, como un campo dentro del
cual o por medio del que se articula el poder.
Así, es posible dar paso a cuestionamientos como ¿qué formas de poder,
qué formas de dominación y subordinación no han sido nombradas o visibi-
lizadas por la losofía como consecuencia de su omisión en términos de gé-
nero? En otras palabras, ¿qué relaciones de poder han permanecido ocultas y
cómo se relaciona esto con una perspectiva androcéntrica y masculinista re-
producida por la losofía? Por otra parte, ¿qué cambios puede traer la incor-
poración de la categoría de género a la reexión losóca?
Adicionalmente, y en conexión con esto, hay que tomar en cuenta que a
las categorías subyacen ciertas presuposiciones —principal, aunque no exclu-
sivamente— en términos de género y, por tanto, que se requiere una revisión
losóco-feminista sobre algunos de los conceptos en función de los cuales
opera la reexión losóca —en términos generales— y la reexión losó-
co-política— en particular.
A la luz del planteamiento que precede, esto último toma sentido al ad-
vertir la connotación de género que supone, por ejemplo, la distinción esfe-
ra privada/esfera pública: distinción que, por lo demás, es denida por Carole
Pateman (1996) como “aquello sobre lo que trata, fundamentalmente, el mo-
vimiento feminista” (p. 31).
Sin embargo, y como ha señalado Judith Butler (2019), esto también puede
ser entendido como el análisis de los marcos de inteligibilidad de género que
subyacen a categorías como “cuerpo”, “identidad”, “ser humano” o “persona”,
así como el planteamiento de los efectos políticos, sociales, culturales y eco-
nómicos que acarrean dichos marcos para ciertos individuos.
Finalmente, hay que considerar la importancia que tiene la incorporación
del género a la reexión losóca. O, más exactamente, la relevancia de asu-
mir —en el sentido de aceptar, pero también de hacerse cargo— al género co-
mo un problema losóco y, en ello, de iniciar un diálogo —necesario desde
hace tiempo— con las distintas narrativas que se desdoblan en el momento
presente: con los movimientos sociales —especícamente, con el movimien-
Pensar el presente de manera crítica / Fernanda Liceth Zavala Mundo
138
to feminista—, pero también con las ciencias sociales y los estudios feminis-
tas y de género.
En suma, la integración del género como categoría de análisis, el resarci-
miento de su omisión dentro de la losofía, puede derivar en una reformula-
ción de la losofía política contemporánea: o, mejor dicho, en la reformulación
de aquello que considera un problema, un objeto de análisis, pero también, y
derivado de esto, en una reconsideración de la posición o el sitio desde donde
se propone la reexión losóca —las desigualdades y formas de dominación
que, de hecho, se juegan en y a partir de ella—.
Conclusión
Partí de la denición de teoría crítica propuesta por Nancy Fraser por dos razo-
nes. Primero, porque considero que en ella se vierten, de manera clara, algu-
nas de las inquietudes del pensamiento losóco-político de la segunda mitad
del siglo , pensamiento que, sobra decir, no solo se enfrentó a las marcas ge-
neradas por la Segunda Guerra Mundial y el periodo de tensión posterior a es-
ta, sino, asimismo, a las sublevaciones que vieron la luz a partir de los años
60. Segundo, y en conexión con esto, porque en esta denición se revelan al-
gunas de las potencialidades del pensamiento losóco en la actualidad.
En el curso de este escrito, y al tomar como objeto de análisis las críticas
que Nancy Fraser dirige a Jürgen Habermas, así como los señalamientos que,
a partir de estas, pueden desprenderse para la losofía política contemporá-
nea, he procurado centrarme en la relación que, a partir de este punto, puede
establecerse entre el pensamiento feminista y la losofía política: la relevan-
cia que tiene el hecho de que los planteamientos realizados por la reexión fe-
minista sean articulados en y desde la losofía política, pero también el que
esa articulación pueda desatar una serie de cambios dentro del pensamiento
losóco-político.
Así, al volver sobre esta denición y considerar las razones que me moti-
varon a asumirla como punto de partida, considero fundamental concluir es-
te escrito remarcando las posibilidades y potencialidades que tiene y puede
desarrollar la reexión losóca ante la realidad y, especícamente, frente a
la movilización social emergente: tanto su alcance para nombrar y visibilizar
cuestiones innombradas —e, incluso, innombrables— anteriormente, como su
capacidad para generar gramáticas y lenguajes distintos para otros mundos
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