Jesica Estefanía Buffone
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas Laboratorio de Investigación en Ciencias Humanas Universidad Nacional de San Martín
Argentina
ORCID: 0000-0003-1662-4486
El objetivo de este trabajo será analizar la lectura que Merleau-Ponty hace del complejo de Edipo, para identificar, a partir de allí, el recorrido metodológico que el filósofo francés realiza en el estudio fenomenológico de un periodo clave de la infancia. El polimorfismo infantil, la raigambre histórica de los lugares ins- tituidos en una comunidad, el enfoque histórico y dialéctico del desarrollo, y la premaduración serán algunos de los rasgos a partir de los cuales Merleau-Ponty analiza el Edipo. Considero que la descripción que Merleau-Ponty realiza de este complejo junto con la crítica a la concepción universalista del psicoanálisis pre- sentan en sí mismas un enfoque fenomenológico del desarrollo, del que se des- prenden, por un lado, lineamientos teóricos relevantes para el estudio situado, corporal y no reduccionista de la experiencia infantil y, por otro, una redefinición del sujeto y del esquema corporal en términos eminentemente intersubjetivos.
The aim of this work will be to analyze the reading that Merleau-Ponty makes of the Oedipus complex, to identify, thereof, the path that the French philosopher makes in the phenomenological study of a key period of childhood. Infantile po- lymorphism, the historical roots of the places established in a community, the historical and dialectical approach to development, and pre-maturation will be
1 Este artículo se enlaza con otro trabajo en torno del Edipo (Buffone, en prensa), en el que se analiza el rol que este complejo cumple en la obra de Maurice Merleau-Ponty en tanto dinámi- ca fundante de una nueva sociabilidad, para comprender, desde allí, otros eventos considera- dos como instituyentes en la vida de un sujeto (el nacimiento y el enamoramiento).
Este trabajo se ha realizado en el marco de los PICT-2019 “Proyecciones contemporáneas de la fenomenología de la intercorporalidad: desarrollo infantil, sexualidad” (director: Dr. Esteban García) y “Consecuencias del poscognitivismo para nuestra comprensión de la mente humana: repensando algunos problemas acerca de lo mental” (directora: Dra. Diana Pérez).
some of the features from which Merleau-Ponty analyzes the Oedipus Complex. I consider that the description that Merleau-Ponty makes of this complex to- gether with the critique of the universalist conception of psychoanalysis present in themselves a phenomenological approach to development, from which they emerge; on the one hand, relevant theoretical guidelines for the situated, bodily, and non-reductionist study of infantile experience and, on the other, a redefi- nition of the subject and the body schema in eminently intersubjective terms.
Merleau-Ponty, complejo de Edipo, desarrollo, infancia.
Merleau-Ponty, Oedipus complex, development, childhood.
Fecha de recepción: mayo de 2021
Fecha de aceptación: septiembre de 2021
El complejo de Edipo se presenta en la obra de Maurice Merleau-Ponty como un fenómeno en el que la naturaleza y la cultura se traban en una unión que no puede escindirse sin caer en reduccionismos arbitrarios hacia una u otra di- rección. Merleau-Ponty recuperará lo que Jacques Lacan2 consideraba esencial de este fenómeno, esto es, la potencia de determinar el desarrollo posterior del individuo en tanto evento instituyente y dador de sentido. Es así como el Edipo ha recibido por parte del fenomenólogo francés una atención notable no solo por la función que desempeña en el desarrollo psicogenético de un sujeto, sino también por el lugar que ocupa en el seno de una comunidad.
El abordaje que Merleau-Ponty realiza del Edipo ha sido analizado no so- lamente desde la significación que este complejo posee en tanto evento ins- tituyente de sentido (Duportail, 2013), sino también como matriz del tiempo vivido (Mariscal, 2021). Sin embargo, el análisis que el fenomenólogo realiza de este complejo suscita un interés que excede la significación que este posee en tanto hito en la organización subjetiva de un individuo, y presenta, al mismo tiempo, un posicionamiento situado e histórico en el estudio de la infancia. Al considerar la riqueza del fenómeno, el objetivo de este trabajo será anali-
2 La recuperación que el fenomenólogo realiza del complejo de Edipo se remite principalmente a la postura que Jacques Lacan (2017) presenta en el Seminario 5. Las formaciones del inconsciente, en el que aborda la significación estructural de dicho complejo.
zar la lectura que Merleau-Ponty hace del Edipo, para identificar a partir de allí el recorrido metodológico que el filósofo francés lleva a cabo en el estudio fenomenológico de la infancia. Para ello, se analizará el abordaje que de este complejo presenta en algunas de sus obras. Considero que la descripción que Merleau-Ponty realiza del Edipo junto con la crítica a la concepción univer- salista de este complejo presentan en sí mismas un enfoque fenomenológico del desarrollo, del que se desprenden lineamientos teóricos relevantes para el estudio situado, corporal y no reduccionista de la experiencia infantil.
¿Qué puede decirnos el análisis merleaupontyano del Edipo más allá del senti- do que el fenomenólogo señala en relación con la tematización que tanto Freud como Lacan realizan de este?3 El Edipo, definido como el apego incestuoso ha- cia los padres de sexo opuesto, que se desarrolla entre los cuatro y los siete años, será recuperado desde una lectura fenomenológica como un suceso que se da en el solapamiento entre filogénesis y cultura, entre lo natural y lo histó- rico. Esta ambivalencia será aquello sobre lo cual Merleau-Ponty centrará su atención, evidenciando cómo un hecho que parece ser universal o natural en- cuentra su origen en la reelaboración de la cultura sobre el desarrollo mismo.4 A continuación, se sistematizará el análisis que Merleau-Ponty hace de este complejo. El polimorfismo infantil, la raigambre histórica de los lugares insti- tuidos en una comunidad, el enfoque histórico y dialéctico del desarrollo, y la premaduración serán algunos de los rasgos a partir de los cuales Merleau-Ponty analiza el Edipo. Desde ahí, despliega no solamente una reinterpretación del complejo, sino también evidencia las falencias metodológicas del psicoanálisis.
En Psychologie et pédagogie de l’enfant. Cours de Sorbonne (1949-1952), Merleau- Ponty (2001) va a tomar como punto de partida la postura de Sigmund Freud (2015), según la cual el Edipo es una suerte de anticipación que transporta al niño a un nivel psicológico superior al de su edad. Esto se produce alrededor de los cinco años y se actualiza después en la adolescencia. Para Merleau-Ponty
3 En este trabajo no se realizará una presentación exhaustiva de la tematización del Edipo por parte de Freud o Lacan, sino que se hará hincapié en la reelaboración que realiza Merleau-Pon- ty a partir de sus escritos.
4 De la misma manera, el fenomenólogo considera que la concepción según la cual la menstrua- ción es concebida como la salida de la infancia y el ingreso a la vida adulta de las mujeres (en la que la maternidad se perfila como un futuro posible), no es más que la resignificación que so- bre la maduración de los órganos reproductivos realiza una determinada cultura.
(2001), es como “una pubertad psicológica” (p. 333), donde el sentimiento no está tematizado como en el caso del adulto. En un principio, la libido no tiene nada que ver con el instinto sexual, sino que es indeterminada, por lo que to- dos los sujetos son perversos polimorfos. Esta indeterminación propia de la li- bido (que irá tomando un derrotero más preciso con la castración que produce la clausura del Edipo) refiere al carácter interrogativo y abierto del ser al que Merleau-Ponty (1995) señala en los cursos sobre la naturaleza.5 Allí, el fenome- nólogo analiza la descripción que del desarrollo del organismo brinda Coghill, según la cual la maduración se presenta como la emergencia constante en el comportamiento del individuo, de lo posible, de un futuro venidero que se an- ticipa en la relación misma que el sujeto entable con el medio (en Ralón, 2016). La libido, igual que lo posible que describe este autor, es continua apertura a un futuro, la emergencia en el organismo de aquello que vendrá.
De esta forma, en este estadio, la sexualidad refiere al reconocimiento por par- te del niño de su propio sexo, a partir de lo cual asumirá la relación que el padre mantiene con la madre. Se trata de una sexualidad difusa o anónima, en la que las funciones sexuales son asumidas por otros aparatos de manera provisoria (como la boca y el ano) que son los vehículos del niño con el mundo. En el trabajo “El filósofo y la sociología” presente en Signos, Merleau-Ponty (1964) afirma al respecto:
Pero ese cuadro no nos dice nada de las relaciones con los demás y con la naturaleza que define esos tipos culturales mientras no nos remitamos al significado psicoló- gico de la boca, del ano o de los órganos genitales en nuestra experiencia vivida, de manera que veamos, en los diferentes usos que hacen de ellos diferentes culturas, diferentes cristalizaciones de un polimorfismo inicial del cuerpo como vehículo del ser-en-el-mundo (p. 122).
En el niño coexisten posibilidades muy diversas, en la medida en que múl- tiples características habitan en él, en un sujeto cuya raigambre cultural no ha sido aún definida. De esta forma, el polimorfismo ligado a la indeterminación inicial de la libido refiere a la aperturidad del sujeto hacia las significaciones que circulan en una comunidad, por lo que el Edipo será comprendido como la cristalización de los lazos y las relaciones que se dan en el seno de un grupo determinado.
Asimismo, este complejo no es un acontecimiento solamente corporal o psíquico, sino que es “nexo de uno sobre otro” (Merleau-Ponty, 2012, p. 27), en el que el desarrollo y la filogénesis se traban directamente con el aprendi-
5 Ver “La notion du comportement” en el capítulo “La animalité” en Merleau-Ponty (1995).
zaje, la cultura y el comportamiento en un contexto determinado. El Edipo es aprendido por los cuidados paternos y por el juego de espejo que se efectúa con la madre, por lo que encuentra sus orígenes en “vías sociales”: el adulto va a desempeñar el rol de modelo en la interacción, por lo que habrá “una relación de reciprocidad” entre el desarrollo del niño y la conducta de los padres. Sin embargo, estas vías sociales no tendrán significado si no son reelaboradas y reanudadas por el cuerpo propio,6 por la propia vida del sujeto. No hay vías determinadas del desarrollo, sino “una posibilidad inherente”, “un pasado que crea una pregunta, la pone en reserva, produce una situación indefinidamen- te abierta” (Merleau-Ponty, 2012, p. 28). No hay, entonces, caminos precisos por los cuales tendrá lugar la maduración en el sujeto, sino que será “la pre- sencia de los padres en torno al niño y de la cultura lo que conducen hasta él” (Merleau-Ponty, 2001, p. 282). La relación que entablamos con nuestros padres será “la matriz de nuestras relaciones con los otros” (Merleau-Ponty, 2001, p. 331),7 por lo que lo decisivo del desarrollo será “la aparición de nuevas relaciones” (Merleau-Ponty, 2001, p. 280). Con la pubertad se abre una nueva “búsqueda” (Merleau-Ponty, 2012, p. 32), una historia amorosa, en la que esta fase anticipatoria permanecerá como un eco que nunca se desvanece. De esta manera, a partir de esta concepción del cuerpo como instituido intersubjetiva- mente y poniendo de relieve las significaciones que adquiere en el seno de una comunidad, Merleau-Ponty afirma que no hay que concebir al niño ni como un otro absoluto ni como similar a nosotros, sino como un sujeto en proceso de constitución y que se encuentra abierto a todas las posibilidades que le ofrece su entorno. Tomando a Lévi-Strauss, el fenomenólogo francés sostiene que “no hay una mentalidad infantil, sino un polimorfismo infantil” (2001, p. 470), por lo cual no se puede “cristalizar” al niño confiriéndole atributos inamovibles que desconozcan las particularidades históricas y culturales de su desarrollo.
De esta forma, la indeterminación y “lo posible” propios de la libido hacen del cuerpo un lugar en el que convergen las significaciones que un grupo social puede conferirle en un momento determinado. Durante este periodo, el niño se posicionará de acuerdo con los roles que observa en el grupo humano en el que vive. Este es, en un principio, el lugar de lo indeterminado, de lo latente; desde un análisis histórico y cultural de la corporalidad, el polimorfismo refiere
6 El cuerpo propio refiere, en la obra de Merleau-Ponty, al cuerpo vivido que se organiza a par- tir de la sedimentación de hábitos motrices, los cuales son, en el seno de la fenomenología mer- leaupontyana, hábitos perceptivos que median mi relación con el mundo (véase capítulo 1 de Merleau-Ponty, 1984; Bégout, 2004; Saint Aubert, 2004).
7 “Los conflictos interindividuales son un molde, una matriz. En lo que sigue, hay una toma de posición en comparación a las primeras relaciones con el mundo” (Merleau-Ponty, 2001, p. 380).
a las posibilidades que cohabitan en el cuerpo de los niños, determinadas y de- limitadas por el significado que el cuerpo adquiere en el seno de una sociedad. El cuerpo vivido, entonces, es el reducto de la historia del individuo, pero, al mismo tiempo, da cuenta de los valores y dinámicas de una comunidad.
En “Psycho-sociologie de l’enfant” (en Merleau-Ponty, 2001), el autor describe un abordaje dialéctico del desarrollo infantil (cuyo principal exponente será, para el fenomenólogo, Henri Wallon), desde el que el complejo de Edipo será el ejemplo paradigmático de esta dinámica.
Merleau-Ponty (2001) rechaza algunas de las dicotomías subyacentes al estudio de la infancia (naturaleza-cultura, desarrollo-aprendizaje, innato- adquirido). Esto abona a una perspectiva dialéctica según la que el desarrollo del individuo debe ser pensado en situación y en relación con el entorno. Para Merleau-Ponty, hay una interrelación entre ciertas aptitudes y el medio, una relación entre un estímulo y la respuesta que el organismo da de acuerdo con su entorno (y no una respuesta que depende únicamente de las condiciones internas del organismo). Asimismo, la distinción entre fisiológico y psicológico separa analíticamente dos condiciones que en la conducta son inescindibles. Lo “psicológico puro” es para Merleau-Ponty una noción límite; aún en funcio- nes que se creen puramente mecánicas hay gradaciones, diferencias de estruc- turación y de significación. Al mismo tiempo, la distinción maduración-apren- dizaje carece de sentido en la medida en que el desarrollo orgánico depende de determinadas experiencias exteriores. Como consecuencia, Merleau-Ponty rechaza la dicotomía natural o biológico-cultural, ya que la cultura y el medio están insertos en la vida del niño ya desde el inicio, aún en aquellas funciones que habían sido relegadas exclusivamente al ámbito de la naturaleza. De esta manera, una de las preguntas que Merleau-Ponty intentará responder en este curso girará en torno del motor que permite alcanzar un desarrollo conciso sin concebirlo como un fatum. Según el enfoque dialéctico del desarrollo, las for- mas nuevas surgirán a partir de y motivadas por las fases precedentes; habría una autotransformación en la que “el movimiento modifica su propio movi- miento” (Merleau-Ponty, 2001, p. 249). Todo desarrollo será “dialéctica actual” (Merleau-Ponty, 2012, p. 26), donde (igual que en las fases de la constitución psicofísica del niño) una fase contiene, aunque sea de manera latente, la fase siguiente.
El Edipo es descrito por Merleau-Ponty a partir de esta dinámica: en el de- sarrollo de la sexualidad “hay auto-transformación, acción recíproca de la libi- do (“condición interna”) y del “medio parental” (Merleau-Ponty, 2001, p. 249).
En el complejo de Edipo tiene lugar “una transformación (del sujeto) de sí por sí mismo” (Merleau-Ponty, 2001, p. 281). Es el fracaso del niño en su empresa amorosa (la consecución del amor de su madre) que produce un pasaje, una superación. El nuevo rol que el niño va a asumir está facilitado por “la atmós- fera cultural en la cual él vive” (Merleau-Ponty, 2001, p. 280), la que permite la integración del niño a un nuevo rol vital. De esta forma, en este complejo pue- de verse la ligazón “entre las psicologías individuales y las inter-individuales” (Merleau-Ponty, 2001, p. 280),8 por lo que no habría para Merleau-Ponty un hecho de la psicología individual que no sea, al mismo tiempo, social.
Asimismo, en el Edipo se evidencia el carácter intersubjetivo del esquema corporal y, al mismo tiempo, la relación dialéctica y de mutua significación entre el cuerpo del niño y de sus cuidadores. Las raíces del esquema corporal del niño se remontan a cierta sincronía corporal que es explicada a partir del emparejamiento motriz entre el cuerpo del bebé y de su cuidador, que es deno- minado por Merleau-Ponty con el término de accouplement o parificación.9 Esta dinámica tiene lugar cuando se produce una asociación entre dos esquemas motrices a partir de la impregnación perceptiva y motriz de la corporalidad ajena. Este proceso se produce cuando aún no ha tenido lugar una diferen- ciación del yo del niño y sería un paso previo a la comunicación propiamente dicha donde ya se ha efectuado una especificación de su esquema. Frente a este emparejamiento motriz según el cual el niño vive su cuerpo a partir del cuerpo de los otros, el Edipo marcaría para Merleau-Ponty un hito en la organización del esquema corporal, en la medida en que se opera una reducción del cuerpo ha- cia sí mismo: el cuerpo del niño ya no se identificará en relación con el cuerpo del adulto cuidador, sino que hay un relanzamiento de la historia personal del niño a partir de la superación del complejo. Por ende, el Edipo es concebido por Merleau-Ponty como un evento instituyente10 en la historia personal de un individuo, en la medida en que abre al niño a una nueva sociabilidad, donde sus habilidades perceptivas comenzarán a reelaborarse a partir de su historia personal. Este complejo es, como anuncia Merleau-Ponty, la matriz de nuestra relación con los otros y, por lo tanto, la matriz de nuestro ser en el mundo. De
8 Esta idea rememora la ley de la doble formación de los procesos psicológicos formulada por Vygotski (ver capítulo 5 de Vygotski, 2008). Para Vygotski, los procesos psicológicos tienen un origen interpsicológico para luego devenir intrapsicológicos.
9 Para un estudio específico del accouplement ver Buffone (2019).
10 La institución es definida como el “establecimiento en una experiencia (o en un aparato cons- truido) de dimensiones (en el sentido general, cartesiano: sistema de referencia) en relación con las cuales toda una serie de otras experiencias tendrán sentido y formarán una continuación, una historia” (Merleau-Ponty, 2012, p. 8). La clausura del Edipo, entonces, abre nuevas signifi- caciones a partir de las cuales toda otra serie de eventos tendrá una significación determinada.
esta forma, Merleau-Ponty tomará la interpretación de Lacan según la cual lo esencial del Edipo es que determina el desarrollo posterior del individuo, con los posteriores riesgos de desviación. En el Edipo se realiza por primera vez “una objetivación del mundo para el niño, ayudándole a concebir un mundo exterior, distinto a él mismo” (Merleau-Ponty, 2001, p. 116). Tal como sostiene en “Psycho-sociologie de l’enfant”, “lo esencial del desarrollo es la reestruc- turación por la cual una situación corporal es asumida en miras a realizar un nuevo tipo de vida” (Merleau-Ponty, 2001, p. 279).
El análisis del Edipo en clave dialéctica revela ante todo el carácter inter- subjetivo de la corporalidad y explica desde esta relación triádica la paulatina especificación del esquema corporal infantil a partir de una reestructuración en el interior de la relación que establece el niño con sus cuidadores. El cuerpo, entonces, es desde un análisis fenomenológico un constructo sociológico que se desarrolla y organiza en la infancia a partir de la relación que los niños es- tablecen con los otros más próximos. La reducción al cuerpo propio a partir de la clausura del Edipo (evento a partir del que el niño deja de vivir su cuerpo a partir del cuerpo de sus cuidadores) da cuenta, al mismo tiempo, del carácter oscilante y dinámico del esquema corporal, que es vivido a partir de la acción conjunta con los otros y desde las significaciones que en el seno de ese inter- cambio recibe.
Merleau-Ponty analiza la diferenciación que el psicoanálisis hace entre el com- plejo de Edipo y el complejo de Electra11 para evidenciar la invisibilización del carácter social e instituido de los valores y jerarquías que circulan en el seno de una sociedad. De la misma forma que los niños fueron separados de su sue- lo existencial para su estudio, las mujeres (sostiene Merleau-Ponty trayendo a colación el análisis de Stendhal) han sido descritas desde una perspectiva naturalista desconociendo la raigambre cultural de los lugares y tareas que les eran asignadas en el seno de una comunidad. El fenomenólogo va a criticar la idea de una diferenciación entre un apego masculino de uno propiamente femenino, al considerar que la castración es un proceso de reorganización del esquema corporal que se da de la misma manera en ambos casos, pero que se particulariza en la genitalidad. Para el psicoanálisis (tomando la descrip- ción que Merleau-Ponty [2001] hace al respecto), en el Edipo la fijación es más precisa y el apego a la madre es inmediato. Una vez que adviene la represión,
11 Ver Merleau-Ponty, 2001, pp. 114-115.
esta se da de manera más vigorosa por las fuertes penas que suele imponer el padre, quien oficia de corte simbólico entre la ligazón materna y el niño. Las funciones y los sentimientos sexuales están más ligados a la genitalidad y el desarrollo es más continuo. Asimismo, la castración en el niño va a estar relacio- nada con el desarrollo del superyó, instancia de vigilancia y castigo. En el caso del complejo de Electra, en cambio, la niña debe realizar una suerte de “viraje” (opérer un revirement), ya que las funciones y los sentimientos sexuales son más graduales: se pasa de una sexualidad clitoridiana a una sexualidad vaginal. La castración en la niña consistiría en que alrededor de los cinco años descubre la diferencia entre ambos sexos, renunciando así a una virilidad imaginaria. Según Merleau-Ponty, no hay razón para creer en un complejo de castración particular en la niña, en la medida en que los fantasmas de castración no son sino particularizaciones de los fantasmas de división del cuerpo que son comu- nes a todos y todas (Merleau-Ponty, 2001). Pensar que en las niñas habría una añoranza de virilidad (como imagen del poderío masculino, la cual es construi- da y no aparece precozmente), no nos impediría pensar, para Merleau-Ponty, en una clase de añoranza de maternidad en los niños. La virilidad, como uno de los rasgos definitorios de la masculinidad,12 es pensada desde el análisis del complejo de Electra como un valor al cual aspiraría el conjunto de la sociedad, mientras que la maternidad pareciera estar relegada dentro de esta lógica a un anhelo típicamente femenino, jerárquicamente inferior a los deseos de fecun- dación masculinos.
Otra de las críticas que Merleau-Ponty le hará a Freud (y que se asientan en el enfoque que el fenomenólogo adopta en relación con el estudio de la in- fancia) tiene que ver con la universalidad del Edipo. En Tótem y tabú, Freud (2011) considera que el Edipo es un fenómeno universal. Para Merleau-Ponty, hay sociedades donde no se encuentra el complejo de Edipo, como aquellas que poseen una estructura matrilineal. En estas sociedades, la represión sexual no está ausente y está instaurada la prohibición del incesto, pero el objeto del de- seo prohibido no es la madre, sino la hermana. Tomando un trabajo realizado por Malinowski13 de la estructura familiar de los trobriandeses, Merleau-Pon- ty analizará el rol que la mujer desempeña en la organización de la comunidad. La mujer embarazada, quien es agasajada con regalos y servicios durante el embarazo, y el recién nacido, quien reside solo con su madre inmediatamente después del nacimiento, gozan de privilegios y tratos preferenciales. Los niños permanecen con la madre, por lo que no hay rivalidad con el padre. Asimismo, no hay tiranía masculina. Los niños no conocen la violencia y no hay repre-
12 Al respecto, ver Bourdieu (2000).
13 Ver Merleau-Ponty (2001), pp. 123-128.
sión sexual, por lo que mezclan, desde muy temprano, muestras de afecto con conductas sexuales; no hay una disociación entre sexualidad y el sentimiento de amor. Esto hace que haya un desarrollo de la sexualidad casi “directo”, sin de- masiado lugar al desvío propio de la latencia que se produce al comenzar el despertar sexual en el adolescente. En la sociedad occidental, entre los tres y los seis años, tiene lugar la construcción del ideal paterno; en el caso de esta co- munidad, este proceso no tiene lugar: la autoridad es delegada al tío materno, quien es revestido de todas las insignias sociales, por lo que, con la ausencia del rol paterno, no hay crisis en la pubertad. Desde los seis años hasta la adolescen- cia, se da en nuestra sociedad el periodo de latencia, donde el Edipo se debilita y nace el interés propiamente sexual; en el caso de los niños trobriandeses, este periodo no existe. Malinowski nota que, en el caso de esta comunidad, no hay un complejo como el que identifica Freud, sino más bien una atracción por la figura de la hermana y un odio marcado hacia el tío materno, quien representa la imagen de la ley o poderío masculino. Para Merleau-Ponty, el complejo tro- briandés no es similar al Edipo, que proviene de “un drama de tres” (Merleau- Ponty, 2001, p. 128) donde todos los antagonistas están ligados entre sí o donde la relación entre dos de ellos repercute necesariamente sobre el tercero. Entre los trobriandeses, la hermana y el tío no están ligados entre ellos. La atracción hacia la hermana y el odio hacia el tío son dos conflictos diferentes. Para Mali- nowski, no hay una causalidad entre la estructura psicológica y la civilización tal como sostenía Freud, sino una causalidad sociológica donde el Edipo sería el producto de una civilización determinada. Así, Merleau-Ponty concluye:
Podemos decir que la identificación del padre con su hijo es una construcción: en el sentido en que ella no está inscripta en el destino, sino que constituye una decisión de libertad. Esto no significa que sea una decisión arbitraria: es una realización hu- mana creada por la vida en común (Merleau-Ponty, 2001, p. 107).
La paternidad, entonces, no es sino “un lazo institucional” (Merleau-Ponty, 2001, p. 106). En estas comunidades donde la figura del padre se ve disuelta, “la represión y la severidad son abandonados al tío materno” (Merleau-Ponty, 2001, p. 107). Debido a este corrimiento de la figura de autoridad represiva, exis- ten menos conflictos entre el padre y los niños. De esta forma, las relaciones que dan lugar al complejo de Edipo tienen una raigambre cultural determinada que no se identifica universalmente en todas las sociedades. Serán ciertos lugares instituidos en el seno de una comunidad (la distribución del rol represivo-auto- ritario, por ejemplo) y la normatividad en medio de la que los niños y niñas se desarrollan (la represión de las conductas sexuales) aquello que posibilitará el surgimiento del Edipo tal como es descrito desde el psicoanálisis.
En la obra de Merleau-Ponty, naturaleza y cultura constituyen las dos caras de una totalidad compleja que no puede dividirse sin caer en olvidos, arbitra- riedades o en equívocos. La naturaleza habita el mundo cultural, que nace y se nutre del instinto, de las pasiones, del cuerpo aún unido a otros cuerpos, de la vida muda que no se ha llevado aún a su expresión. Debajo de la cultura encon- tramos la naturaleza que nos atraviesa y que aparece como huella, como sedi- mento, para ver a su vez debajo de ella, los vestigios de la cultura cristalizada, que quiere estar fuera del tiempo y disimula ser naturaleza, un ouroboros que no puede cortarse sin desconocer que con ello se separan partes que no pueden concebirse de manera aislada. La pregunta en torno de la manera en la que percibimos el mundo, acerca de por qué percibimos como percibimos nuestro entorno, no puede ser respondida si no es considerando estas dos capas cons- titutivas de nuestra existencia. La nature. Notes cours du Collège de France (1995) y La estructura del comportamiento (1976) serán las dos obras en las que Mauri- ce Merleau-Ponty se ocupará abiertamente del entrelazo naturaleza-cultura. Asimismo, en los cursos de La institución. La pasividad: notas de cursos en el Collège de France (1954-1955) (2012),14 Merleau-Ponty dará cuenta del entrelazo entre la vida del organismo, la animalidad y lo humano,15 donde esta última dimensión se presenta como una reelaboración vital sobre la herencia filogenética.
El complejo de Edipo se insertará en este debate como uno de los eventos propios de la institución humana, en el que la cultura viene a resignificar un momento determinado del curso del desarrollo. Este complejo desplegará su mayor fuerza fundadora en el momento en que es superado.16 Durante el Edi-
14 Para un análisis de la institución en la obra de Merleau-Ponty ver Gléonec (2017), Morris (2017) y Terzi (2016).
15 En “Institución y vida”, la primera parte de La institución. La pasividad: Notas de cursos en el Co- llège de France (1954-1955) (2012), Merleau-Ponty dividirá su exposición entre las características del organismo, la animalidad y la institución vital, y, por último, la institución humana. Así, remarca la continuidad entre uno y otro estadio. El solapamiento entre las diferentes dimen- siones de lo viviente torna intangibles para Merleau-Ponty la herencia filogenética y lo históri- co, lo natural y lo cultural. Lo instituido no puede definirse entonces por oposición a lo innato, ya que “no existe lo innato puro, la maduración endógena pura, el medio interno puro; lo fisio- lógico puro” (Merleau-Ponty, 2012, p. 19).
16 Para Freud, las razones por las que el complejo desaparece tienen dos orígenes. En primer lugar, el Edipo puede desaparecer con la maduración, esto es, desaparece cuando llega el estadio de desarrollo posterior. En segundo lugar, puede desaparecer por una superación en la experiencia misma (Merleau-Ponty, 2001, pp. 25-26). La decepción (esto es, verse no amado), el miedo a la castración y la ausencia de gratificación o éxito son algunas de las razones por las que el Edipo termina por disolverse.
po, “el cuerpo propio del niño es percibido a través del de los padres, en una relación de identificación con sus cuerpos” (Merleau-Ponty, 2012, p. 26). La castración, en este contexto, es la reducción del cuerpo propio a sí mismo, lo cual produce “el regreso del yo del que surge, al desarrollo del yo y de las técni- cas” (Merleau-Ponty, 2012, p. 27). Cuando comienza la pubertad, sin embargo, se constata que la historia adulta no es simplemente el Edipo relanzado, sino que se reelabora el modo inicial, pero sin borrarlo. De esta forma, la prema- duración se presenta como una dinámica inherente al desarrollo: el niño vive situaciones cuyo sentido no logra asir por completo en un principio, pero que se instalarán como un andamiaje de su vida adulta.17 Lo prematuro refiere en el Edipo a las fases de la sexualidad pregenitales, al autoerotismo, lo que se reactiva en la pubertad en un desplazamiento a un verdadero objeto de deseo. Desde un principio, el niño maneja una cultura determinada, ya que comienza muy tempranamente a tener una relación con sus pares mediada por la inter- vención de los objetos culturales y de las instituciones. La utilización de ciertos utensilios (como la mamadera durante el periodo de lactancia) o la adaptación a conductas socialmente reguladas (como el amamantamiento, cuyas caracte- rísticas varían de un grupo social a otro) dan cuenta de la inserción del niño en una cultura particular, con la que interactuará y construirá determinados estándares de lo habitual o cotidiano.
Desde esta mirada que sobre el universo infantil lanza el fenomenólogo fran- cés no puede comprenderse el desarrollo como un proceso meramente orgánico o fisiológico, sino que debe ser comprendido en relación con el medio en el que el sujeto está inmerso. De esta manera, naturaleza y cultura se redefinen como diferentes etapas indisociables dentro del despliegue del sujeto en el mundo de la vida. La aproximación de Merleau-Ponty al universo infantil nos pone frente a la imposibilidad de concebir la naturaleza como un ámbito ajeno a la cultura y agita los estratos de significaciones humanas para descubrir allí nuestras ligazo- nes más estrechas con la animalidad. Asimismo, el complejo de Edipo representa la forma misma del tiempo vivido. En este complejo puede verse el advenimiento intempestivo del futuro sobre el presente del niño, en la medida en que anticipa un comportamiento amoroso que aparecerá con una significación sexual duran- te la pubertad. El niño vive desde su cuerpo el vaivén del tiempo que luego pare- ce invisibilizarse en la edad adulta: el pasado que permanece como huella, como
17 Este rasgo que Merleau-Ponty trae a colación para describir el desarrollo, nos remite una vez más a un concepto de Vygotski (2008): la zona de desarrollo próximo (zdp). Este concepto refiere a la distancia entre el desarrollo real de un sujeto y el desarrollo próximo, suscitado y posibilitado por la asistencia de otro sujeto más capaz en la realización de una tarea determinada. El juego es con- cebido por Vygotski como una zdp en la medida en que el niño puede “vivir” situaciones (cuidar a un bebé, por ejemplo) para las que aún no está preparado. Al respecto ver Vygotski (2008).
sedimento; y el futuro que se asoma como lo posible, como lo que alguna vez podrá ser. Ambas dimensiones de la temporalidad se hacen carne en la infancia, pujando por tomar un lugar en el espacio de batalla que es el cuerpo del niño.
La crítica de Merleau-Ponty al abordaje que el psicoanálisis hace del Edipo se entronca con la propuesta metodológica que el fenomenólogo despliega en algunas de sus obras. En “El filósofo y la sociología” y “De Mauss a Claude Lévy-Strauss” (ambos en Signos, 1964), Merleau-Ponty tomará la etnografía y la sociología como disciplinas que han conducido a los investigadores a mirar el mundo de otra manera: cuando el objeto a indagar es otro diferente a nosotros mismos, debemos transformar nuestra manera de pensar y, de esta manera, nos transformamos en ese proceso. Por esa razón, en “El filósofo y la sociología”, Merleau-Ponty remarca la necesidad de recuperar en el análisis sociológico la dimensión de la experiencia, no solo personal, sino la que se percibe a través de la acción de los demás hombres en el mundo. Las “ecuaciones de un sociólogo”, sostiene Merleau-Ponty, comienzan a ser representativas de lo social cuando las correlaciones que identifica se articulan entre sí reportando una visión úni- ca de la sociedad, que se convierte en lo que Merleau-Ponty llamará institución, en el “principio clandestino de todo el funcionamiento de lo manifiesto” (Merleau- Ponty, 1964, p. 122). En este ensayo, Merleau-Ponty comienza derribando al- gunos mitos acerca del conocimiento científico, que ha sido caracterizado his- tóricamente como un saber omnipotente, que puede obtenerse a partir de la mera observación y la recopilación de datos. Este rigorismo es para el filósofo fuente de cierto oscurantismo académico que separa estrictamente hechos e ideas, confinándolos a dominios disciplinares diferentes. La inducción baconia- na, propia del sabio que idealiza los hechos que son objeto de su estudio, im- plica una disociación del sujeto respecto de su experiencia; desconoce que esta última es la fuente de todo conocimiento significativo. De esta forma, así como la sociología revela que el filósofo está permeado y atravesado por la situación en la que vive, la fenomenología pone de relieve que no existe un observador absoluto y que, por tanto, el sociólogo no puede “ontologizar” la investigación científica. Al respecto, Merleau-Ponty sostiene:
El objetivismo olvida esa otra evidencia de que no podemos dilatar nuestra expe- riencia de las relaciones sociales y formar la idea de las verdaderas relaciones socia- les más que por analogía o por contraste con las que nosotros hemos vivido, en una palabra, por una variación imaginaria de estas, desde el punto de vista de la cual, sin duda, recibirán un significado nuevo (Merleau-Ponty, 1964, p. 121).
Así, para entender la infancia debemos comprenderla en el medio donde se desarrolla y sin el cual no podremos asir el sentido de determinadas acciones. La exigencia merleaupontyana de comprender al niño sin “cristalizarlo”, sin asumirlo desde un punto de vista esencialista, se corresponde con el análisis que realiza en estas obras del rol del investigador en relación con el objeto de estudio que intenta comprender: para entender un fenómeno que nos es ajeno, el investigador debe evidenciar sus propios presupuestos, analizarlos y poner- los en relación con un sujeto que, al igual que él, está inmerso en un mundo y se encuentra permeado por él.
De esta forma, en la tematización que Merleau-Ponty realiza del Edipo pue- de observarse la imposibilidad de analizar la infancia desde una perspectiva que ignore las particularidades históricas y culturales de los sujetos. Este aná- lisis da cuenta de la historicidad de un fenómeno que ha sido valorado como universal; evidencia el solapamiento entre lo cultural, lo intersubjetivo y lo natural (distinción que será en sí misma cuestionada) en el desarrollo psico- genético de un individuo. Desde la recuperación que el fenomenólogo francés realiza del complejo, el Edipo deja de ser un estadio irrecusable en el desarro- llo psicogenético de un sujeto para ser contextualizado como un proceso de subjetivación propio de una cultura: el Edipo debe ser comprendido como la expresión de una dinámica tripartita que responde a la organización familiar propia de las sociedades occidentales. De esta forma, Merleau-Ponty nos ad- vierte, a partir de la recuperación que realiza de la antropología americana, que estos complejos que el psicoanálisis consideró como universales deben ser comprendidos a partir de las relaciones humanas que los sostienen y a partir de los ritos que son perpetrados por un grupo determinado. El estudio de la in- fancia, entonces, debe ser contextualizado y comprendido a la luz de la cultura en la que los individuos están inmersos, para evitar “cristalizar” a los niños en descripciones universales y homogeneizantes.
Las infancias, entonces, deben ser pensadas y comprendidas en situación, como una construcción dinámica e histórica en la que se realizan los valores y expectativas que circulan en una sociedad. La descripción que Merleau-Ponty realiza de la infancia a partir de su crítica al psicoanálisis y de su concepción del Edipo señala que una comprensión acabada del desarrollo implicaría nece- sariamente analizarlo a la luz de los lazos intersubjetivos que lo sostienen. Es por ello que el análisis merleaupontyano del complejo de Edipo se nos presenta ante todo como el ejercicio de la propuesta metodológica planteada por el fe- nomenólogo, a partir de la que da cuenta de la imposibilidad de comprender a un sujeto por fuera del suelo existencial en el que se desenvuelve.
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